viernes, 4 de junio de 2010

Ángeles Guardianes

¿No lo deberíamos ser todos? Ángeles Guardianes de quienes no se pueden guardar a sí mismos, nosotros, los que felizmente tenemos voz y la empleamos: en este blog, en las urnas, en la calle, entre los amigos, en los foros,...
Alzar la voz. Alzar la voz contra la injusticia, la de allí (Palestina, África), pero también la de aquí (desigualdades sociales, paro, marginalidad). No nos quedemos callados, plantemos nuestro árbol de esperanza con la semilla de nuestra voz. No hay que callarse, no hay que suspirar en silencio y apartar la vista del mundo (de la televisión, que nos adormece con su ración diaria de miseria tan normal, tan noticiable, como un producto más de nuestra dieta saludable, ahora con tífidus pasivo; de los diarios de papel impreso -cada vez más escasos-, gacetines de mini-historias lejanas, mediatizadas por el afán de información sin fin, sin fin útil). Hemos de hablar, de reir, de llorar, de maldecir -si se tercia- con la determinación de la razón que no quiere resignarse... Debemos de velar, desplegar nuestras alas de voluntad y ejercer nuestro derecho a ser felices, no sin antes haber acabado con la infelicidad de tantos. Es nuestro derecho y nuestro deber.

Por recomendación de jaycee, un amigo que nos sigue allende el océano, este canto del juglar cubano Silvio Rodríguez,



CITA CON LOS ÁNGELES

al reverendo Raúl Suárez
y a sus hijos

Desde los tiempos más remotos
vuelan los ángeles guardianes,
siempre celosos de sus votos
contra atropellos y desmanes.
Junto a las cunas infantiles,
junto los tristes moribundos,
cuentan que velan los gentiles
seres con alas de otro mundo.

Cuando este ángel surca el cielo,
no hay nada que se le asemeje.
El fin de su apurado vuelo
es la sentencia de un hereje.
No se distraiga ni demore,
todo es ahora inoportuno.
Va rumbo al campo de las flores
donde la hoguera espera a Bruno.

Se lanza un ángel de la altura,
caída libre que da frío.
La orden de su jefatura
es descender hasta Dos Ríos.
Es 19 y también mayo,
monte de espuma y madre sierra,
cuando otro ángel a caballo
cae “con los pobres de la tierra”.

Dicen que al filo de la una
un angelote compasivo
pasó delante de la luna,
sobrevolando los olivos.
Y cuentan que con mala maña
fue tiroteado su abanico,
justo a la hora que en España
se nos mataba a Federico.

Un bello arcángel aletea
junto a un gran pájaro de hierro.
Procura que un hombre lo vea
para ahuyentar cien mil destierros.
Pero el arcángel se sofoca
y un ala azul se le lastima
y el ave negra abre la boca
cuando atraviesan Hiroshima.

Dejando un surco luminoso
por sobre Memphis, Tennessee,
pasó volando presuroso
un ser alado en frenesí.
Iba vistiéndose de luto,
iba llorando el querubín
e iba contando los minutos
de Dios y Martin Luther King.

El ángel pasa bajo un puente,
después rodea un rascacielos.
Parque Central, lleno de gente,
no se da cuenta de su vuelo.
Cuánta utopía será rota
y cuánta imaginación
cuando a la puerta del Dakota
las balas derriben a John.

Septiembre aúlla todavía
su doble saldo escalofriante.
Todo sucede un mismo día
gracias a un odio semejante.
Y el mismo ángel que allá en Chile
vio bombardear al presidente,
ve las dos torres con sus miles
cayendo inolvidablemente.

Desesperados, los querubes
toman los cielos de la tierra
y con sus lápices de nubes
pintan adioses a las guerras.
El mundo llena los balcones
y exclama al fin: esta es mi lucha,
pero el señor de los cañones
no mira al cielo ni lo escucha.

Pobres los ángeles urgentes
que nunca llegan a salvarnos.
¿Será que son incompetentes
o que no hay forma de ayudarnos?
Para evitarles más dolores
y cuentas del sicoanalista,
seamos un tilín mejores
y mucho menos egoístas.