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Según la tradición del Libro, Dios creó al hombre modelándolo con arcilla e insuflándole, después, el aliento divino para animarle. A la mujer, viendo Dios que no era bueno que el hombre estuviera solo -pues andaba melancólico todo el día, suspirando y llevándose la mano al corazón, sede de los deseos insatisfechos- la modeló a partir de una costilla de Adán -aquel primer hombre hecho de barro-; lo que no explicita el Libro es que la costilla empleada por Dios para hacer a Eva -la primera mujer- fue la sexta de su lado izquierdo, es decir la que está a la altura del corazón. Así pues, Dios hizo a Eva con una costilla sabedora de todos los secretos más íntimos que el hombre guarda en su corazón: es por eso que la mujer es el cúmulo de los sueños del hombre, sus anhelos más excelsos, su ideal de Belleza, su carencia... su necesidad.
De la misma forma, el ser humano, sabedor de que el arte es su nexo de unión con lo Divino, recurre a él para crear, para engendrar algo de la nada, para transmutar una materia inerte en vívida imagen que sugiera la vida aún más fervientemente que los seres de carne y hueso.
Es lo que ocurre con la escultura: representaciones de una realidad más o menos ideal, donde el hombre pone aquello que le falta, aquello que no alcanza, aquello que sueña y sueña y cuyo despertar es la obra que realiza.
Ayer homenajeábamos a un vivo que había dejado de serlo: carne mortal abandonada del aliento
divino emprendiendo el camino de regreso al polvo ("polvo eres y al polvo regresarás"). Hoy quiero homenajear a la vida, al amor, al impulso vital más poderoso: al erotismo que se sublima por arte de la magia que el taumaturgo-artista invoca; un erotismo de cuerpo y alma, tránsido del temblor profundo que sintieran en el origen de los tiempos aquellos Adán y Eva primeros cuando su amor no tenía límites y su experiencia era total, divinamente consentida y estimulada, festival continuo de extáticos momentos de cuerpos abandonados y espíritus consumidos en una pasión infinita.
(Después, vendría lo de la mazana, el no querer conformarse con su ser humano, el querer ser como Dios para llevar aún más lejos sus éxtasis inmarcesibles... pero no sabían que para ser Dios debían renunciar al cuerpo, ser solo espíritus puros...; y eso les dio miedo, no quisieron arriesgarse a perder lo que ya tenían, lo que les hacía tan ilimitadamente dichosos, y sucumbieron al poder de la serpiente -que les prometió lo mismo sin perder su cuerpo- y a la ira de Dios, consecuente. Perdieron lo que tenían, pues Dios les volvió los ojos hacia afuera e inoculó en ellos la vergüenza, el miedo, y la ambición; y lo que era puro pasó a ser impuro, y lo quera dicha paso a ser culpa, y lo que era paz engendró la guerra.
Pero eso, es otra historia.)
Hoy, decía, vamos a homenajear ese canto a la vida que son las representaciones del gesto amoroso más delicado y sutil, más carnalmente espiritual: el beso, la ternura, la pasión contenida en el ademán previo a la entrega. Todo ello tratado con tal elegancia como no podía ser de otra forma por el afán del artista en idealizar hasta tal grado ese instante que contenga todos los instantes presentidos -y sentidos- por el espectador.
Voy a utilizar tres creaciones, tres obras maestras, de supina belleza formal y más sugerente
elocuencia expresiva: dos del gran Auguste Rodin, El Beso (le Baiser) y la Eterna Primavera (Le Printemps Éternel); y una de Antonio Canova, Eros y Psique (Eros et Psyqué); basado en el mito greco-romano que ilustra la unión del alma y el cuerpo en un gran y eterno amor. En ellas descubriremos qué es capaz de transmitir el arte, la obra dotada de inspiración divina, ese eco que acompaña al ser humano del tiempo en que gozó del paraíso siendo uno con la voluntad de un dios.
(Ni qué decir tiene que lo que yo creo realmente, respetando y sirviéndome de las imágenes que el Libro nos dona, es que el mismo hombre que crea e imbuye en la escultura inanimada las emociones que él mismo siente, también ha sido el que ha creado un Dios omnipotente capaz de crearlo a él mismo, dotándole del poder ilimitado al que en su conciencia mortal, el hombre, no llega).
La música que nos va a ambientar este viaje al corazón de la piedra es de una de esas creaciones que por sí solas justifican a un compositor superlativo. Si hay una música capaz de animar las cristalizadas moléculas del mármol, es esta. Disfrútenla contemplando estas arias de piedra viva.
El Sonido de la Piedra Viva:
Sir Neville Marriner dirige a la Academy and Chorus of St. Martín in the Fields
Dublin, 1992
I. Le Baiser, Auguste Rodin
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Beso consumado. Piedra entregada. Mármol que se abraza con cuidado, con el sentir en los labios, concentrado, mientras acarician las manos la fina piel de mármol, de su frialdad rescatada.
Esa mano, de Él, abandonada, apenas si tocando la cadera, que se venera, y la otra apoyada, descuidada, en la piedra, que informe, les sustenta. Ese abrazo, de Ella, que ciñe el cuello, de Él, y lo sujeta, para que al beso, encadenado, se someta; activa, Ella, y dominadora, con la fuerza de él contra su boca, delicada, sutilmente, lo provoca con esa inclinación de la cabeza, que tendida, rinde, y segura, toma, el alma de piedra que, Él, atesora.
Canto sublime a la delicadeza, al respeto del amor recíproco entre iguales, la fuerza rendida a la belleza, el amor en mármol sugiriendo mil amantes. Hermosura de los cuerpos perfilados, ideales en sus justas proporciones: potente el de él, el de ella, delicado.
¿Que es el amor? responde el mármol: amor es sentir lo que tú sientes cuando me estás mirando, amor es el hálito vital que puso en mí, aquel que me rescató del informe anonimato, amor es este beso, esta caricia, esta mano, esta tensión contenida en un momento mágico.
Links de interés:
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II. La Eterna Primavera. Auguste Rodin
Sueño de Piedra
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Sueño de la piedra, sueño de piedra.
Sueño encerrado en la piedra,
sueño nacido de la piedra.
Piedra transfigurada, piedra clamorosa.
Piedra transformada en cincelado poema,
en aria pétrea de gravedad eterna,
en melodía callada o en grito de piedra.
Sueño o hechizo, resistencia
a no ser más que piedra inerte,
lóngeva, arcana, telúrica promesa.
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Piedra, piedra, piedra, piedra,...
Con cada golpe el cincel te desvela:
¡Despierta Piedra !
Y la piedra no quiere despertar
si no es para ser sueño que sueña.
Caricias, quiere caricias la piedra,
del duro cincel en mano diestra.
<<¡Despierta!>>, dice la mano que gobierna,
acariciando la piedra más que piedra.
Y la piedra se estremece y se deleita,
sudando esquirlas va alcanzando el climax
poco a poco, emergiendo forma bella,
entre gemidos y jadeos esculpidos,
de sus virginales entrañas de doncella.
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Y al fin, del sueño ya despierta, hará soñar
a quien la mire, piedra ya no piedra,
y vea no un bloque de fría consistencia
si no el alma ardiente que en ella sueña.
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III. Eros y Psique (Eros et Psyqué). Antonio Canova
Del amor que rescata al alma. Del alma que abraza al amor al salir de su sueño. Del amor que se reconcilia con la idea, del alma que se hace cuerpo anhelante. Del íntimo movimiento de los cuerpos y sus almas, de las almas en escorzo, sobre los cuerpos, en un gesto delicado. De los brazos que se abrazan con cuidado, de los ojos que se miran enamorados, de los corazones de piedra que laten emociones desatadas, en las miradas, de aquellos que los contemplan. Del amor triunfante, aún de la piedra, que desde el mármol lanza sus flechas de formas sinuosas y gestos expresivos hacia los seres y las cosas.
Alas leves, piedra etérea, volúmenes rotundos de Belleza elevándose en el aire tan ingrávidos que parecen efluvios de una idea. Mito henchido de atractivo, onírica leyenda atravesando el tiempo en marinera nave de hermosa piedra.
Eros enamorado de la belleza eterna, la que a los dioses reta, la que a los mortales gobierna: la belleza de un alma pura, de un alma honesta; de un alma que si mujer fuese, sería anatomía perfecta. Eso la piedra lo dice, eso lo canta la piedra, con ese espíritu emocionado que le dio la mano maestra.
Eros y Psique, alegoría que en mármol contesta las preguntas angustiadas de los que amor se profesan; y a los que sin tener ese amor, al menos, con placer les consuela.
Etimología de la palabra psyché
El verbo griego ψύχω, psycho, significa «soplar». A partir de este verbo se forma el sustantivo ψυχή, que alude en un primer momento al soplo, hálito o aliento que exhala al morir el ser humano. Dado que ese aliento permanece en el individuo hasta su muerte, ψυχή pasa a significar la vida. Cuando la psique escapa del cadáver, lleva una existencia autónoma: los griegos la imaginaban como una figura antropomorfa y alada, un doble o eidolon del difunto, que generalmente iba a parar al Hades, donde pervivía de modo sombrío y fantasmal. Según cuenta muchas veces Homero, la psyché sale volando de la boca del que muere como si fuera una mariposa (que en griego se escribe también psyché); razón por la cual algunas personas ven en la mariposa un psicopompo.
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