Una obra para no olvidar, la de Lucian Freud [...],
un hombre que fue capaz de aprehender
los seres que tuvo ante sí.
Beatriz Basenji
Busca el pintor plasmar la desmesura
que en su alma habita y, obscena, le estremece
por medio de esa insólita hermosura
con que el cuerpo excesivo se le ofrece.
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Como una hiedra al tronco que la empina,
se abraza, amante, a quien está pintando:
ensoñación del numen que imagina;
fascinación en quien está mirando.
-o-
el brazo que se extiende al cuerpo amado
y lo rodea desmayadamente:
voluntad suspendida en lo soñado.
-o-
Belleza que en lo sórdido demora
el brillo de una carne tan cercana:
¡qué calidez del cuerpo que atesora,
sincero, el sentir del alma humana!
-o-
Perplejidad que en verde manifiesta
la realidad más exquisita y franca;
¿dónde lo natural mejor se muestra
que en la recreación que aquí se estampa?
-o-
Imagen inquietante la que asalta
al que, mirando, en ella se detiene:
la desnudez rotunda, la mirada
perdida y esa rata junto al vientre.
-o-
Esvástica de carne presentida,
lábaro trémulo cuando encendido,
derrota del impulso genocida
en símbolo que expresa el desmentido.
-o-
Luce en la cama un sol que rubio sueña;
de pie, en la sombra, la melancolía
mira al autor que fiel nos representa
la escena tantas veces repetida.
-o-