Nacida de la espuma,
ensueño de mar,
Afrodita fecunda:
mujer, nada más.
Sobre el Nacimiento de Afrodita
.....El precursor y origen más directo de esta mitológica divinidad quizá hubiera que buscarlo en el pueblo fenicio, quien a su vez recogería tradiciones asirias, quienes las heredarían de otras sumerias. Los fenicios, en su incesante afán por abrir nuevas rutas de comercio, expandirían su credo por todo el Mediterráneo fecundando divinidades locales de semejante condición. Es lo que ocurriría en la isla de Chipre, cuna del mítico nacimiento de la hija de la espuma. Eran tiempos de civilización micénica cuando este pueblo de mercaderes arribaron a sus costas. Allí ya existía el culto a una diosa de la fertilidad, pero no con la complejidad psicológica, de origen oriental, que los fenicios la infundirían.
Fue en la costa sur occidental de la isla, en un paradisíaco lugar de cóncavas radas y prominentes rocas, denominado Pafos, donde la leyenda sitúa la asombrosa natividad de Afrodita. Aún hoy existe en la zona, emergiendo del mar, una mole rocosa que lleva su nombre: Roca de Afrodita.
En ese lugar una venera tirada por delfines, guiada por amorinis y precedida por un musical conjunto de tritones haciendo sonar caracolas y sirenas entonando cantos de gloria, llegó del mar portando la perla más hermosa de cuantas, antropomorfas, imaginara la mente humana. Ya digo que tal fastuosa venida habitualmente es representada, sobre todo en épocas de imaginación efervescente como el barroco, el rococó, el neo-clasicismo o el academicismo, con pingüe cortejo de seres marinos, en la que no faltan, además de los ya nombrados, ninfas oceánicas como nereideas y otras ondinas. Mas en épocas de mayor ensimismamiento, de un más íntimo recogimiento expresivo (caso del romanticismo, el simbolismo o las vanguardias), Venus -ya Venus, arrumbado el arcaico helenismo- emergerá de la espuma sola, sin más compañía que el mar, el cielo y nuestra mirada, su belleza sin parangón ofrecida directamente, sin intermediarios, al espectador que la observa.
.....En cualquier caso, sola o acompañada en majestad, Afrodita/Venus llegó, y a partir de entonces ya nada sería igual en la vida de los hombres. La sexualidad, meramente reproductiva hasta entonces, cobró mayor complejidad. No es inexacto decir que con Venus nació el amor: la sexualidad como vehículo de placer y satisfacción más allá del objetivo genésico. Con ella llegó el escándalo: la búsqueda de la satisfacción emocional y sentimental, y no sólo carnal. Con Venus apareció el concepto romántico del amor. No es baladí que el arrebato de Paris por Helena estuviera fundado en el amor pasional más genuino. Helena fue la concesión graciosa de Afrodita por haber sido elegida por el hijo menor de Príamo -famoso por su apostura y buen gusto- como la más bella de la terna formada junto a Hera y Atenea, en el primer festival de belleza de que se tiene noticia, y que pasaría a la historia como El Juicio de Paris -ocasión que dio lugar a otra proverbial expresión: la manzana de la discordia, pues el premio a la más bella era una manzana que el juez Paris entregaría a la ganadora. Helena bien vale una guerra, se dirían aquellos aguerridos aqueos y teucros. Y no nos vale la excusa del honor (el de Menelao -marido de la bella-, mancillado; y el de los troyanos, por posesión tan preciada, amén de por defender a uno de los suyos). ¿Desde cuándo un simple romance, por pasional que fuera, podía ser considerado motivo suficiente para emprender una cruenta acción bélica por cuestiones de estado? Es la entronización de Afrodita/Venus con toda su carga de nueva concepción en la relación de los sexos. No hay mejor manera de explicitar el poder de la diosa del amor, de su importancia -incluso preeminencia-, a partir de aquel momento en la sociedades que desde el neolítico evolucionaban imparablemente, creciendo en complejidad, hasta arribar a esa Edad del Hierro donde se funda la Historia.
.....Poco queda en Afrodita/Venus de la arcaica Innana sumeria, la Ishtar acadia o la Astarté fenicia. Éstas poseían, además de la consagración a la fertilidad y los placeres carnales, una atribución expresa como diosas de la guerra. Diosas duales por tanto, contradictorias, como lo son la vida y la muerte. Desde esta consideración, las representaciones primigenias sumerias, acadias y fenicias no por simplistas dejaban de ser más ajustadas al misterio de la existencia. Misterio que funda la vida sobre las cenizas de la muerte; misterio que necesita la muerte para reverdecer la vida. Misterio, en fin, que es conflicto constante entre el inexorable morirse y el desvivirse por perpetuarse. En aquellas teodiceas primigenias, en aquellas cosmogonías aparentemente simplistas, aún se sentía el aliento de lo arcano, el soplo inconfundible del comienzo, la onda expansiva del advenimiento de la inteligencia: la conciencia de sí, con lo que ello supone de testigo privilegiado -y no sólo protagonista- de la vida y de la muerte. Aquella diosa que procuraba la continuación de la vida, a la vez, era una diosa que fomentaba la muerte. Diosa del ciclo y de la órbita, ente circular a quien todo polígono se somete; creadora de este sinfín que sin fin gira y gira. Inanna, Ishtar, Astarté: diosas completas, círculos perfectos. Otorgadoras de placer y dolor, veleidosas consecuentes, trasgresoras de toda moral, despiadadas e implacables. Por encima de ellas sólo el Caos, a su altura sólo el Padre de los dioses: la voluntad creadora, origen de cielo y tierra.
.....Inanna/Ishtar/Astarté, en el tránsito mediterráneo que la llevaría a asimilarse como Afrodita, y quizá producto del contacto con un ámbito menos inhóspito que el desértico del cual procedía, o quizá resultado del distinto papel que la mujer representaba en aquellas primitivas comunidades asomadas al mare nostrum, perdería su condición oscura y sanguinaria. Ya no sería diosa de la guerra (ese lugar lo asumiría una deidad masculina: Ares), sólo del amor, del placer, de la vida que en la vida busca renovarse, de la fertilidad. Herida siempre abierta y deseable por donde la existencia supura nueva vida. Fisura en la carne que ávida de carne de la carne extrae la vida. Surgida de las aguas, hija de la espuma, del terno de las gracias suma, que en las aguas renueva, litúrgica oblación, una virginidad siempre ofrecida, deseosa del temblor y la caricia.
Afrodita se encarna así en Aspasia, en Campaspe, en Tais, en Friné,... Es rito mistérico Eleusino y Posidónico. Es sempervivens incorruptible, es belleza inmarchitable, es anhelo inextinguible. Es impulso, es estímulo, es deseo inalcanzable. Habita en ojos y labios, en pómulos y cuello, en senos y vientre, en muslos y nalgas, en manos y pies. Habita, sobre todo, en las miradas, en las sonrisas, en la voz modulada, en el cálido aliento que su boca, embriagadora rosa, exhala. Habita en las curvas imposibles, en la piel satinada, en el vaivén de las caderas y en la fiebre que desatan. Diosa del Amor surgida de la seminal espuma, Afrodita Anadiómena, esplendorosa Venus que en húmedos destellos se derrama, misterio de la forma que en la forma se proclama desvelado manifiesto de un sentir que embarga el alma.
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GALERÍA
El Nacimiento de Venus - Afrodita Anadiómena
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Venus Anadyomene - Tiziano (1520)
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Venus Anadyomene - Tiziano (1520)
Nicolas Poussin (1635-36)
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Cornelis de Vos (1636-37)
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François Boucher (after ) (1743-1763)
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Jacques Charlier (1743-1763)
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Charles Fragonard (1753-55)
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Jean Baptiste-Marie Pierre (18ème siecle)
Pelagio Palagi (c 1830)
Venus Anadyomene - Maria Esquivel (1838)
Eduard Steinbruck (1846)
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Venus Anadyomene - Jean-Auguste-Dominique Ingres (1825-1850)
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Venus Anadyomene - Jean-Auguste-Dominique Ingres (1808-1848)
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Mighty Aphrodite Rising Out Of The Sea Foam - Henry Courtney Selous (2th Half 19 Century)
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Mighty Aphrodite Rising Out Of The Sea Foam - Henry Courtney Selous (1852)
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Mighty Aphrodite Rising Out Of The Sea Foam - Henry Courtney Selous (2th Half 19 Century)
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Mighty Aphrodite Rising Out Of The Sea Foam - Henry Courtney Selous (1852)
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Venus rising the Star - Jean-Léon Gerôme (2e quart 19éme siecle)
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Henri Pierre Picou (1860-95)
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The Birth of Venus - George Cruikshank (1860)
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The Birth of Venus (detail) - George Cruikshank (1860)
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Henri Pierre Picou (1874)
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Henri Pierre Picou
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Eugène-Emmanuel-Amaury Duval (1862)
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John La Farge (1862)
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Venus rising from the Sea - John Roddam Spencer Stanhope (1829-1908)
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Venus rising from the Sea - John Roddam Spencer Stanhope (1829-1908)
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Venus rising from the Sea - Gustave Moreau (1866)
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Gustave Moreau (1871)
Gustave Moreau
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Edward Burne-Jones (1870)
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Venus Anadyomene - Arnold Böcklin (1872)
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Alexandre Cabanel (1875)
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Alexandre Cabanel (1875)
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Fritz Zuber-Bühler (1877)
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Robert Fowler (1879)
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Venus Anadyomene - Henri-Theodore-Jean-Ignace Fantin Latour (1898)
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Tito Ettore (1903)
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James McNeill Whistler (1869)
Konstantin Makowski (1900-10)
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Odilon Redon (1910)
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Odilon Redon
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Odilon Redon (1912)
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Odilon Redon (1912)
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Odilon Redeon (1912)
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Odilon Redon (1912)
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Odilon Redon (1912)
Odilon Redon
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Le Naissance de Venus - Henri Gervex (1896)
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Le Naissance de Venus - Henri Gervex (1922)
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Lovis Corinth (1923)
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Max Slevogt (1926)
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Charles Haslewood Shannon
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George Spencer Watson (1933)
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Paul Delvaux (1937)
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Paul Delvaux (1947)
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Joseph Stella (1877-1949)
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Dalí Lifting the Skin of the Mediterranean Sea to Show Gala the Birth of Venus (1977)
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Michael Parkes (2008)
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