Cantan los hombres aquello que más estiman
para que, en su canto, por siempre permanezca,
pues lo bello no merece el olvido de la muerte
ni otra suerte que una gloria sempiterna.
Héctor Amado
............HELENA
Contar quisiera la historia
de quien, sublime en belleza,
paradigma fue de amor,
paradoja de una guerra
y ocasión para un cantar,
con hechuras de epopeya,
donde a la muerte da vida
una gloria sempiterna.
Origen
Tres mil años han pasado
del suceso que se cuenta,
época en la que los dioses
con los hombres convivieran,
mezclándose en sus asuntos,
intrigando en sus tareas,
disponiendo de sus vidas
a su antojo y conveniencia.
Todo se inicia en Esparta,
región de la doria Grecia,
donde Tíndaro en el trono,
junto a él, a Leda sienta.
De la hermosa hija de Testio
el dios de dioses se prenda,
el cual, mentido de cisne,
junto al Eurotas la preña.
Esa noche yace el rey
con la ya preñada reina
y en el surco ya sembrado
deposita nueva siembra,
por lo que Leda en su seno
dos huevos distintos gesta,
ambos tan bien fecundados
que son huevos de dos yemas:
Clitemnestra y Cástor, de uno,
del otro, Pólux y Helena,
saldrán, cuando al fin llegue
el momento de la puesta:
los tindáreos, mortales;
los de Zeus, con vida eterna.
Y es así, con estos mimbres,
cómo la historia comienza...
Infancia
Hermosa como una aurora,
la Helena niña es promesa
de realidades gozosas
trenzadas a su presencia.
Las rosas copian su olor,
su color las azucenas
y los juncos la esbeltez
envidian de sus caderas.
Tal pregona su hermosura
que traspasa las fronteras,
y hasta oídos de Teseo,
héroe y rey de Atenas, llega.
Éste, junto a Piritoo
—compinche de peripecias—,
deseoso de desposarla,
aunque niña, la secuestra,
y la deja al buen cuidado
de su regia madre, Etra,
mientras los dos en el Hades
tras Perséfone se adentran
(pues Piritoo pretende
casarse, a su vez, con ésta).
Mas al final los amigos
fracasarán en su empresa:
con los raptores ausentes,
los Dióscuros liberan
a su hermana, capturando
a la real centinela,
quien como esclava va Esparta,
de Cástor y Pólux presa;
del Hades saldrá Teseo,
mas Piritoo en él queda.
Helena, tras el rescate,
sigue creciendo en belleza:
la esbeltez se vuelve curva
tan sensual como perfecta;
hay quien la ve, de Afrodita,
una extraordinaria réplica,
y quien, impío, asegura
que a la olímpica supera.
El Juramento de los Pretendientes
Embajadas a la corte
de Lacedemonia llegan
ofreciendo ricos reinos
a la espartana princesa:
no hay príncipe en la Hélade
que desposarse no quiera
con quien, hija de los cielos,
es una diosa en la tierra.
Muchos son los pretendientes
de diversa procedencia,
todos nobles, poderosos,
que a disputarla se aprestan:
de Etolia, Arcadia y Esciro,
de Tesalia y de Mesenia,
de la Élide sagrada
o la mítica Micenas...
Tíndaro, con diplomacia
y no gratuita cautela,
de Odiseo atiende al punto
una sagaz estrategia
que, satisfaciendo a todos,
de todos acuerdo obtenga
para acatar la elección
y hasta incluso defenderla:
custodios, los pretendientes,
serán de la elección regia,
nadie habrá de disputar
al electo la princesa,
y, caso de hacerlo alguno,
contra éste todos vengan,
en auxilio del electo,
porque se cumpla la regla.
Sobre un caballo juraron,
sacrificado en ofrenda,
los pretendientes reales
la inquebrantable promesa;
tras lo cual, sellando el pacto,
al caballo dieron tierra
y a sus labios rojo vino
macerado con especias.
Boda con Menelao
Unos dicen que fue Tíndaro,
otros que la misma Helena,
quien al noble Menelao,
de entre todos, eligiera;
aquél por ser buen partido,
por su gallardía ésta,
padre e hija, pues, de acuerdo
en la selección se muestran.
Hermano de Agamenón
—rey de la rica Micenas,
quien a la sazón está
casado con Clitemnestra—,
el átrida, deseoso,
el gozoso instante anhela
en que ya, como su esposa,
para sí tenga a la bella.
Llega el día de la boda
y con él gozo y tristeza
que entre amigos y aspirantes
corre de forma pareja,
como lo hace el vino viejo
y el más licoroso néctar
que, ordeñado a los panales,
en las ánforas fermenta.
Junto a reyes y guerreros
se convoca a los poetas
que declaman himeneos
y epitalamios ofrendan,
convocando así a los dioses
para obtener su tutela:
felicidad a los novios,
prosperidad en su hacienda.
Cuando la luna al fin sale,
el rubor con que se eleva,
pareciera presentir
la amorosa y dulce brega
que en el tálamo nupcial
a los esposos espera,
el deseo ya excitado
por ardiente efervescencia.
Afrodita y el Rapto de Paris
Y es Hermione, del bregar,
la fecunda recompensa,
paternidad tan dichosa
como breve y pasajera:
otros planes Afrodita
maquina para la bella,
pues que a Paris, como premio,
otorgársela planea.
Nada puede detener
a la diosa citerea
cuando es su voluntad
la que en lance de amor juega.
Astuta, trama el momento
en que se halle sola Helena,
distraído Menelao
por urgente viaje a Creta.
Anfitriona del troyano
—que al mismo Febo asemeja—
lo agasaja como debe:
con regalo y con nobleza.
Mas la diosa aquel deber
permuta en pasión intensa,
la calidez en ardor,
en amor la gentileza.
Tanta llama pide arder,
tanto fuego justa hoguera,
que el deífico Alejandro,
transgrediendo toda regla,
a su amada raptará
por gozar en Troya de ella.
De noche la comitiva
hacia Ilión orienta velas.
Atrás dejará la madre
a la hija, pues le espera
el deleite de un amor
que promete dicha eterna:
con un goce tan intenso
que no admite resistencia,
con un deleite tan vivo
que a la muerte menosprecia.
La Guerra de Troya
Cuando de la felonía
el rey Menelao se entera
monta en cólera espartana,
tan furibunda y violenta
que, embistiendo bravamente,
con su coronada testa
lanza todo por los aires,
todo acomete y trastea.
Después, demanda al hermano
cumplimiento de la regla
que obliga a los pretendientes
prestar debida asistencia.
Concitará Agamenón,
junto a sus naves remeras,
otras mil guerreras naves
de toda la liga griega.
Rumbo a Troya partirán
con una exclusiva idea:
volver a Helena de Esparta
al trono del cual es reina,
aunque en el empeño rueden
muchas heroicas cabezas,
aunque onerosa resulte,
en sangre y dolor, la empresa.
Ya los árgivos arriban
ante las murallas teucras,
ya las mil naves atracan
en la troádica tierra.
Con asombro ven los dárdanos
desde las altas almenas
batirse sobre la playas
tan inquietante marea.
Más de diez años de sitio
Troya resistirá ilesa,
diez años en que se forja,
golpe a golpe, la leyenda:
hombres y dioses se baten,
mezclados, en la refriega,
obteniendo en su batirse
fama, ya, imperecedera.
Desenlace. Epílogo
Al final ganan los dioses
—aun en el caso que pierdan—,
mientras que pierden los hombres
—aunque la victoria obtengan—,
pues la Parca, que es voraz,
de mortales se alimenta:
de su fama y su dolor,
de su gloria y su tragedia.
Ilión será conquistada
tras artera estratagema
que la forma toma, inocua,
de un caballo de madera,
pero que en su hueco vientre
destrucción y muerte lleva:
veinte guerreros atentos
a que los troyanos duerman...
Cuando, entre llamas y muerte,
los dárdanos se despiertan
lo hacen a una pesadilla
tan tangible como horrenda.
Los que no mueren, esclavos
de los vencedores quedan,
salvo un príncipe que a Etruria
huye con su padre a cuestas...
Menelao busca a su esposa
y entre las ruinas la encuentra,
su mano, armada de rabia,
empuña espada funesta,
que se afloja en cuanto ve
los bellos senos de Helena,
sus ojos aún hermosos,
su figura aún perfecta.
Volverán juntos a Esparta tras veinte años de ausencia. Restituida en el trono y en el tálamo, la reina dará al reino buen gobierno y al rey nueva descendencia: un varón que, junto a Hermione, completará la pareja. Conclusión
Nada iguala en este mundo
el poder de la belleza,
capaz de apostar mil vidas
y perderlas en la apuesta,
sin que nadie ose objetar
el monto de dicha pérdida,
ni cuestionar el valor
de lo
bello que así apuesta.
Antes bien más se valora, más se estima, más se aprecia, lo que cuesta más esfuerzo, lo que al alma más apremia, lo que al corazón más mueve, más seduce y más contenta, y eso es lo que en lo bello el hombre, sin duda, encuentra. La bella Helena del mito no sólo es mito por bella sino por ser prototipo del amor que representa: el puro romanticismo que no pretende otra meta que complacer el deseo que ese mismo amor genera, ese darse mutuamente y tomarse sin reservas, sin atender más deberes, compromisos ni exigencias; ese olvidarse de todo lo que al placer no convenga; ese sentir tan heroico que hasta a la muerte desprecia.
..................Fin
|
GALERÍA
HELENA
(de Esparta y de Troya)
.
El Juicio de Paris, 1904. Enrique Simonet
.
El encuentro de HELENA y PARIS
Helen Angelica Kauffmann
.
Helen brought from Paris,1776. Benjamin West
.
Aphrodita introducing Paris to Helen. 1777-80. Gavin Hamilton
.
Aphrodita introducing Paris to Helen. 1882. Gavin Hamilton
.
Aphrodita giving Helen to Paris. Richard Westhall
.
Paris and Helen. William Russell
.
Paris Being Admitted to Helen's Bedchamber, ca 1585. Jacob de Backer.
.
EL RAPTO DE HELENA POR PARIS
.
Zenobi Strozzi
.
Alessandro Turchi (1578-1649)
.
Antonio Zanchi (1631-1722)
.
Francesco Primaticcio, 1530-39
.
Gavin Hamilton (1723-1798)
.
Giovanni Francesco Romanelli (s XVII)
.
Guido Reni, 1626-29
.
Guido Reni, 1626-29
.
Guido Reni, 1626-29 (detail)
.
Embarquement of Helen of Troy. Jacopo Amigoni (1682-1752)
.
Jacopo Guarana (1720-1808)
.
.
José Teófilo de Jesús (1758-1847)
.
Venus preventing her son Aeneas from killing Helen of Troy. Luca Ferrari (1605-1654)
.
Luca Giordano (1634-1705)
.
Luca Giordano (1634-1705)
.
Mattia Pretti (1613-1699)
.
.
Fresco Veneciano
.
Sebastiano Ricci (1659-1734)
.
Sergei Vasilkovsky (1854-1917)
.
Tintoretto (1518-1594)
.
Tintoretto (1518-1594)
.
Charles-Joseph Natoire (s XVIII)
.
Francesco Xanto Avelli, 1534
HELENA Y PARIS EN TROYA
Often she would stand upon the walls of Troy. Walter Crane
.
.
Helen and Paris. Jacques-Louis David
.
Helen and Paris. Jacques-Louis David (detail)
.
Hector censuring Paris. F. Hendrickx
.
Hector censuring Paris. F. Hendrickx
.
Les reproches d'Hector à Paris. Henri-François Mulard
.
Hector admonishing Paris. Jean Jacques François Le Barbier
.
Hector admonishing Paris and Helen, 1786. Johann Heinrich Wilhelm Tischbein
.
Hector adressant des reproches à Pâris. Pierre Coude François Delorme (1783-1859)
.
Paris Leaving Oenone for Helen, 1922. William Russell Flint
.
Paris and Helen. Anne Louis Girodet de Roucy Trioson (1767-1824) .
.
ZEUXIS escogiendo MODELO para HELENA
(entre un grupo de jóvenes de Crotona)
Angelica Kauffmann
.
Angelica Kauffmann
.
Domenico Beccafumi
.
Edwing Long
.
Edwing Long
.
François-Andre-Vincent
.
Nicolas-André Monsiau
.
Nicolas-André Monsiau
.
HELENA de vuelta en ESPARTA
(Tras la Guerra de Troya)
Helen Recognising Telemachus, Son of Odysseus. Jean-Jacques Lagrenné
.
.
Slava Fokk
.
Charles Meynier
.
Henri-Joseph Duwee
.
Helen and Paris. Jacques-Louis David.
.
Helen and Paris. Jacques-Louis David
.
Helen and Paris. Jacques-Louis David (detail)
.
Hector censuring Paris. F. Hendrickx
.
Hector censuring Paris. F. Hendrickx
.
Les reproches d'Hector à Paris. Henri-François Mulard
.
Hector admonishing Paris. Jean Jacques François Le Barbier
.
Hector admonishing Paris and Helen, 1786. Johann Heinrich Wilhelm Tischbein
.
Hector adressant des reproches à Pâris. Pierre Coude François Delorme (1783-1859)
.
Paris Leaving Oenone for Helen, 1922. William Russell Flint
.
Paris and Helen. Anne Louis Girodet de Roucy Trioson (1767-1824) .
.
ZEUXIS escogiendo MODELO para HELENA
(entre un grupo de jóvenes de Crotona)
Angelica Kauffmann
.
Angelica Kauffmann
.
Domenico Beccafumi
.
Edwing Long
.
Edwing Long
.
François-Andre-Vincent
.
Nicolas-André Monsiau
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Nicolas-André Monsiau
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(Tras la Guerra de Troya)
Helen Recognising Telemachus, Son of Odysseus. Jean-Jacques Lagrenné
.