Hay en lo sofisticado un ansia de infinito,
un anhelo de trascender la realidad que ya no basta,
un ir más allá de la apariencia y la necesidad
para acceder a nuevos mundos que, interiores,
satisfagan el insaciable deseo con que arde el ser humano.
Héctor Amado
La radiación estética de lo sofisticado en el arte
.....Funciona lo sofisticado, desde un punto de vista estético, como un púlsar que emitiese radiaciones de onda corta, media y larga. Para que lo sofisticado se dé, antes ha de haber una acumulación de energías, una condensación de significados que acaban por tomar la forma de símbolos cargados de sentido —incluso inconsciente, como los rayos del sol calientan sin ser vistos. Es, lo sofisticado, como una piedra preciosa, que sólo alcanza su condición de gema tras haber sido sometida su simple naturaleza primordial a la acción de formidables fuerzas compresivas durante un tiempo muy prolongado (tanto como su cómputo). Esas fuerzas formidables, en lo estético, se producen a lo largo de la historia de la humanidad, con su desarrollo y evolución, dejando, a cada generación, la huella de su impronta en la conformación final que llega a ser lo sofisticado en una época determinada. Es decir, en lo sofisticado se puede rastrear, en cierto modo, la historia de los hombres y mujeres, sus usos y costumbres, su creatividad, su grado de complejidad, su modo de interactuar entre ellos y con el entorno. Esas huellas que cada generación, cada cultura o cada época, van imprimiendo en lo estético se van adelgazando de forma proporcional al tiempo transcurrido. Un rasgo impreso en la noche de los tiempos (por ejemplo, la primera vez que se le ocurrió a un ser humano garabatearse signos en el cuerpo con tintes naturales —tizones, hollín, ocre, sangre o hierbas majadas) quedará para los restos ya asimilado en el código estético de la especie. Y ese rasgo se irradia, comunica los matices de su luz (como lo hacen las facetas de un diamante) al observador, narrándole su historia.
.....La sofisticación, hablando de arte, no es sólo el alambicamiento de la técnica o la complejidad perfeccionista de la composición; tampoco es la habilidad del artista para introducir en su obra códigos más o menos secretos, que al ser descifrados funcionan como verdaderas bombas de fuegos de artificio (algo muy propio del barroco, especialmente). La sofisticación es un cúmulo o racimo de metáforas, una constelación de estrellas significativas donde, además, abundan las nebulosas conceptuales y donde los masivos agujeros negros —que también están allí presentes— ocupan el ámbito de lo inconsciente.
.....No hablo de lo sofisticado en exclusiva y limitada alusión al refinamiento que raya en la falta de naturalidad o en lo teatral y artificioso en que ha derivado una de sus acepciones significativas, la acepción peyorativa del término, sino en ese otro refinamiento que es antes bien un destilado del que han desaparecido las groseras impurezas y quedan sólo los aromas más puros y sutiles, los olores más preciosos y precisos, más exclusivos. Lo sofisticado a que me refiero, en lo estético, lejos de faltar a la naturalidad, o ser su contrario y opuesto, crea una nueva categoría de lo natural: lo natural refinado, lo natural aquilatado, lo natural más valioso, la esmeralda, el rubí, el zafiro y el diamante de lo estético que, lejos de ser un producto desnaturalizado, es otro cuya naturaleza, forjada durante eones de esfuerzo continuado, acaba por adquirir el carácter único al que me refiero.
.....Cuando contemplamos una manifestación humana (porque lo sofisticado, por definición, sólo puede ser humano) que impresiona vivamente nuestra sensibilidad y la perturba con una carga de inefable belleza y recóndito misterio, de sentidos ocultos que irradian poderosos de ella y que, invisibles a simple vista, nos embargan el alma hasta quedarnos sin aliento, advertimos enseguida lo sofisticado que hay en ella, lo complejo de su naturaleza.
.....Suele ser la elegancia una faceta de esta singular y preciosa naturaleza. Lo sofisticado suele ser, otrosí, elegante en grandes dosis. Si faltara la elegancia, la sofisticación quedaría en simple abigarramiento, en intrincada madeja carente de radiante sentido, perdería su cualidad y razón de ser; sería más bien un cuerpo opaco y denso, algo amenazador para la comprensión. La elegancia es lo que dota a la sofisticación de la apropiada tensión cristalina de sus moléculas, la que lo provee de rara y preciosa perfección, de singular y paradójica dureza que nada puede rayar (una dureza, por otra parte, cuya superficie tiene la apariencia de suavidad que puede asimilarse a la de la seda o el terciopelo) aunque sí destruir: como el diamante, tiene su punto de ruptura, sus coordenadas y circunstancias de fragilidad, que tienen que ver con la falta de sensibilidad de quien lo maneja..
.....La elegancia, como característica constitutiva de lo sofisticado, se genera sólo mediante un difícil equilibrio, o, para ser más precisos, una armonía que casi podría asociarse a la musical: la elegancia es a lo sofisticado, lo que la armonía a la composición. Cualidad intrínseca, pues, no se puede impostar: se tiene o no se tiene, se da o no se da, se realiza o no. Lo que pretenda ser sofisticado sin estar suficientemente constituido (potenciado) por lo elegante aparecerá como una simple cuenta de brillo mate, poco más que conglomerado de cuarzo cuya belleza se deshará entre los dedos de la emoción, frustrándola.
.....Elegancia que es principio fundador de la excelencia de lo estético. Sin agotar el valor de lo bello, lo elegante lo posee a grandes dosis, mas no lo determina en exclusiva. Pero lo sofisticado sí debe poseer su buena proporción de ello —de lo elegante— para irradiar con el fulgor y la intensidad estelares que le son propios. Si a esta elegancia, en lo sofisticado, se le une otra generosa proporción de lo erótico, (erotismo elegante, que funda su sensualidad en un íntimo ardor del alma, que el cuerpo nunca podrá satisfacer completamente), entonces tendremos una supernova estética cuyo fulgor puede deslumbrar irremediablemente. Cegado por su brillo, quien se expone a lo sofisticado erótico, andará a tientas por el mundo, mientras en su interior la combustión alcanzará el matiz del rojo vivo. Ardientes las entrañas, imposibilitado para poder apagar un incendio alimentado por lo bello que lo sofisticado erótico irradia, el privilegiado a quien su sensibilidad le permita sentir así ante una tal exposición, podrá alcanzar las más altas cotas de satisfacción que en un humano puedan darse. Poder gozar de ese privilegio es cuestión de sensibilidad, pero también de cultura, pero también de disposición, pero también de espíritu trascendente, y, como no, de genética: hay que estar dotado para experimentar un sentimiento así, para poseer la capacidad que permita suscitarlo, para captar y dejarse traspasar por las radiaciones que tan gozosamente hieren.
.....Elegancia que es principio fundador de la excelencia de lo estético. Sin agotar el valor de lo bello, lo elegante lo posee a grandes dosis, mas no lo determina en exclusiva. Pero lo sofisticado sí debe poseer su buena proporción de ello —de lo elegante— para irradiar con el fulgor y la intensidad estelares que le son propios. Si a esta elegancia, en lo sofisticado, se le une otra generosa proporción de lo erótico, (erotismo elegante, que funda su sensualidad en un íntimo ardor del alma, que el cuerpo nunca podrá satisfacer completamente), entonces tendremos una supernova estética cuyo fulgor puede deslumbrar irremediablemente. Cegado por su brillo, quien se expone a lo sofisticado erótico, andará a tientas por el mundo, mientras en su interior la combustión alcanzará el matiz del rojo vivo. Ardientes las entrañas, imposibilitado para poder apagar un incendio alimentado por lo bello que lo sofisticado erótico irradia, el privilegiado a quien su sensibilidad le permita sentir así ante una tal exposición, podrá alcanzar las más altas cotas de satisfacción que en un humano puedan darse. Poder gozar de ese privilegio es cuestión de sensibilidad, pero también de cultura, pero también de disposición, pero también de espíritu trascendente, y, como no, de genética: hay que estar dotado para experimentar un sentimiento así, para poseer la capacidad que permita suscitarlo, para captar y dejarse traspasar por las radiaciones que tan gozosamente hieren.
.....Requiere, demanda, solicita, supone, implica, conlleva, lo sofisticado la virtud del refinamiento. Refinamiento en el sentido de depuración y amor al detalle que enamora, a la sutileza que titila, al rasgo justo que perfila la emoción. Refinamiento que es síntesis feliz del mensaje gráfico, proporción y armonía, sí, pero también sabio tallar de las facetas diamantinas para que el resultado sea la más excelsa forma, el mayor efecto seductor, la más inteligente sugerencia. Refinar es reducir el producto a su ser más esencial, y también es proveerle de lo preciso para que ese ser esencial quede realzado, subrayado, distinguido. Un toque de distinción aporta el refinamiento más conseguido o logrado, toque de distinción que es fácilmente reconocible, incluso para los espíritus más simples.
.....Lo sofisticado estético, sutilmente erótico, discretamente elegante, acendradamente refinado, concluyentemente distinguido, es una joya de valor incalculable, y, cuando se da en el arte, su manifestación adquiere todos los rasgos del prodigio, de lo milagroso, que sólo el ser humano es capaz de realizar. [La naturaleza, superando con mucho la ingeniosidad de éste, su más logrado producto, no es prodigiosa (por más que a nosotros nos lo parezca) sino posibilista: para ella nada hay imposible, pues tiene a su disposición todos los medios, detenta todo el poder y dispone del tiempo necesario para ensayar sus más increíbles creaciones. Para la naturaleza, lo que a primera vista podría asimilarse a la sofisticación eminentemente humana, no es sino el resultado de su poder omnímodo y de su infinita capacidad de llegar a ser lo que quiere ser. Sólo el ser humano obra prodigios.]
.....¿Qué tipo de mujer es la que así se nos ofrece, sofisticada pero sensual, erótica pero elegante, refinada y distinguida, pues? Una mujer esencialmente estética, adorablemente inalcanzable, suscitadora de anhelos imposibles y de ensoñaciones tan deseadas como evanescentes: sensual emanación vaporosa sublimada del deseo en combustión. Es la mujer imposible la que así se nos brinda, pero que, a pesar de su imposibilidad, y precisamente por ello, será eternamente perseguida, ansiada, pretendida. Toda mujer tiene algo de esta mujer, pero sólo en la esfera de lo individual —en la forma más íntima y personal que cada cual puede elucubrar— puede llegar a condensar en sí lo más parecido al todo, e identificarse con el íntegro retrato aquí he realizado en los párrafos anteriores. Mujer para soñar, para estimular, para degustar —interiorizándola— en el coleto imaginario que todo hombre tiende, a buen resguardo, en el rincón más recóndito de su ser, allí donde atesora todos los sueños imposibles. ¿Mujer real? Por supuesto, tan real como la imaginación sea capaz de recrearla a partir de esa otra mujer —en su apariencia idéntica a la soñada— que nos llega desde la cercanía cotidiana. La mujer así sofisticada es un producto estético, cultural, que cumple una función fundamental en el imaginario del hombre más sensiblemente refinado: su posibilidad. Una posibilidad que se abre a la ensoñación sobrevenida con los ojos abiertos, una posibilidad que enardece y apacigua a un tiempo el corazón más estéticamente ambicioso, el más artísticamente contemplativo. Mujer real hecha de sueños, revestida e investida de sentido trascendente, desnudada de todo cuanto no sea una sensualidad trascendental donde lo voluptuoso se confunde con lo místico.
...
.....La presentación de la mujer en planos de busto, en planos medios o en planos generales, la realiza el artista teniendo el factor de lo sofisticado como núcleo de su intención expresiva. La composición en ambientes que inducen (resaltan) en el observador un matiz de sofisticación añadido en su percepción (bulevares, cafés, salones, terrazas frente al mar o insertas en clubes sociales o parques); las actitudes elegantes y refinadas, el vestuario y los complementos significativos, los protagonistas secundarios (perros con glamour, estolas de plumas, boas de malibús, tocados discretos, mesas veladores); todo coadyuva a recrear ese mensaje de sofisticación preñada de elegante refinamiento, y ofrecer, de esta forma, una obra provista de distinción.
SOFISTICADO
I
Revelan bellas formas
universos
a los ojos que miran
embebidos:
gozosos firmamentos
aflorados
desde el cenit de cuerpos
femeninos.
Mundos como promesas
manifiestas
de placeres sutiles
y exquisitos
que, orbitando el perímetro
sensual
de lo evidente, lo nutren
de símbolos.
Se enriquece así, múltiple,
el deleite
que la simple figura
propondría
si esos mundos valiosos
no existiesen.
Sabedor, el artista
toma nota
y, sagaz, de sentidos
abastece
la atractiva figura
femenina.
II
No es ya sólo el reclamo de lo bello
lo que sustrae al ojo y lo captura
—un rostro lindo en un cuerpo de ensueño—
sino el modo sutil con que se anuncia.
lo elegante se suma a lo discreto,
lo refinado a la simple hermosura,
lo distinguido, al fin, es el efecto
que al emplear tal voluntad resulta.
No existe más misterio que el buen gusto,
aplicado a una técnica precisa,
para obtener tan rico resultado:
la delicada estampa de un desnudo
o esa misma figura revestida
de un modo elegante y sofisticado.