miércoles, 17 de junio de 2015

Diego Velázquez: el Pintor de pintores - GALERÍA: Diego Velázquez (2): 1631-1640





El Pintor de pintores

.....Tal es la expresión que le dedicó Édouard Manet cuando, en 1865, lo descubrió en su visita a España: «Diego Velázquez es el pintor de pintores», sentenció el heraldo del impresionismo francés, y se quedó tan ancho. Allí estaba lo que andaba buscando; tras el estudio de los grandes maestros flamencos, germanos e italianos, tropezó con el pintor sevillano y vio, ahí esbozados dos cientos años antes, en aquellas amplias y ágiles pinceladas a veces poco más que hábiles y sabias manchas de color, las bases de una profunda revolución estilística en la pintura. Quien aquí en su patria, y sobre todo en los círculos más populares, es tenido como el genial pintor realista que, sin duda, es, para los entendidos de todas las épocas (incluso la suya contemporánea), no es sino uno de esos artistas cuyo descomunal talento (genio en estado puro) le hace superar todo encasillamiento y trascender su época para derramarse, fecundándolas, sobre las venideras.

.....No fue un pintor prolífico, a lo Rubens o a lo Rembrandt, apenas se le reconocen entre 110 y 120 obras, pero entre ellas se hayan algunas de las más celebradas obras maestras de la pintura occidental. En todas ellas la maestría está fuera de dudas, en todas puede ponerse el foco para sacar ricas enseñanzas. Modelo sin quererlo, discreto y laborioso, fue Velázquez un artista modesto, rara avis entre los pintores afectos a la realeza. Pintor de Corte y diplomático regio en cuestiones de arte. Su momento confluye con el gran momento artístico de la España denominada del Siglo de Oro: pintó al más grande de los poetas barrocos —don Luis de Góngora—, respiró el mismo aire que Cervantes, Quevedo, Lope de Vega o Calderón; templó sus pinceles, más joven o más viejo, con El Greco, José Ribera (Giuseppe Ribera, Lo Spagnoleto), Zurbarán o Murillo; fue amigo de Rubens, con quien compartiría espacio pictórico en aquel sancta sontórum del arte que fue el pabellón de caza de Felipe IV: la Torre de Parada... En fin, que Velázquez constituye por sí mismo un pedazo de la mejor historia de España, la artística; poco importa que fuera una España que comenzaba ya el progresivo declive de su hegemonía en Europa (el término de ésta coincidiría con el fin de aquel áureo esplendor artístico, pasando el testigo a la Francia de Luis XIV).

.....Vendría al mundo nuestro más eximio pintor (con estos términos, en latín, Juan Alfaro se refirió a Velázquez en su epitafio: Hispalensis. Pictor eximius) el 6 de junio de 1599, en Sevilla —acaban, pues, de cumplirse 416 años de su nacimiento—, y vendría nada más y nada menos que para enriquecerlo, para embellecerlo y recrearlo con su singular y genial mirada transmutada en pintura. Su aprendizaje fue rápido y sólido (hasta los once años con el severo Francisco de Herrera el Viejo y seis más con el culto, escritor y poeta, además del mejor pintor de Sevilla por entonces, Francisco Pacheco), y a los diecisiete años obtendría su título de maestro, tal y como reza su Carta de Examen:

   «En la ciudad de Sevilla. a catorce días del mes de março de mil e seiscientos e diez y siete años, ante Francisco Pacheco e Juan de Useda maestros del arte de la pintura de ymaginería desta ciudad de Sevilla alcaldes vedores del dicho arte desta dicha ciudad confirmados por los Señores alcaldes del crimen de la Real audiencia desta dicha ciudad y en presencia de mí Pedro del Carpio escribano público e familiar del Santo oficio de la Inquisición desta dicha ciudad e de los testigos y usoescritos pareció Presente Diego Velasquez de silba pintor de ymaginería vezino desta dicha ciudad en la collacion de San Vicente e dixo que él a deprendido el dicho arte de píntor en esta ciudad con maestros desaminados como consta e parecio por las obras que hizo con sus manos ante los dichos alcaldes e rrazones suficientes que dió a todas las preguntas que le hizieron en las cosas que serán declaradas; así les pidió le diesen carta dexsamen en cumplida forma e le diesen licencia para usar el dicho su arte ansí en esta ciudad de Sevilla como en otra qualsquier partes e lugares de los rreynos e señorios de su magestad que quisicie e luego los dichos alcaldes vedores del dicho arte dixeron que ellas avían desaminado a el dicho Diego Velazquez de Silba de maestro pintor de ymagineria y al ólio y todo lo a ello anexo e perteneciente, e lo hallaron ábil e suficiente como constó de las obras que dello hizo en su presencia e razones sufficientes que dió a todo lo que le preguntaron y a las rrepreguntas que le hicieron e ansí le mandaban e mandaron que haga el juramento e solemnidad que se rrequiere que ffecho esto están prestos de lo dar su carta examen e licencia de lo susodicho e luego el dicho Diego velasquez de silba en cumplimiento de lo mandado por los dichos alcaldes vedores dixo que juraba e juró a dios y a la cruz en forma derecho, que usará bien e fielmente del dicho arte e guardará las ordenancas que los maestros dél tienen en esta ciudad e no yrá contra ellas, so las penas en ellas contenidas e para ello obligó su persona e bienes abidos e por aber e dió poder cumplido a las justicias de su magestad para que a ello le apremien como por sentencia pasada en cosa juzgada e rrenunció las leyes de su fabor e la general del derecho, e luego los dichos alcaldes veedores dijeron que en quanto podían e de derecho abía lugar, daban e dieron por examinado a el dicho Diego Velázquez de Silba del dicho arte de pintor de lo que está declarado e le daban e dieron licencia e facultad para que pueda usar y use del dicho arte en esta dicha ciudad y en otras cualesquier partes e lugares de los rreynos e señorios e poner e tener tienda pública y oficiales e aprendices del dicho arte como qualquier maestro examinado dél libremente, e pidieron e suplicaron a qualesquier jueces e justicias e otras personas ante quien la presente carta de examen e licencia pareciera dexen y consientan usar a el dicho Diego Velázquez el dicho su arte y en ello y en la tienda que pusiere no le pongan enbargo ni ynpedirnento alguno atento como dicho es lo an examinado y es ábil e sufficíente dello y pidieron á mí el dicho escribano público le dé por testimonio un traslado desta carta de esamen a Diego Velázquez»

.....Permanecería Velázquez en Sevilla ejerciendo su arte hasta los veinticuatro años; allí se casaría con la hija mayor de su mentor, Francisco Pacheco, con la que tendría dos hijas, y allí cumpliría su primera etapa profesional. Una etapa influida por el tenebrismo caravaggista y riberista (de Micellangelo Merisi da Caravaggio y José Ribera Lo Spagnoletto) que sentía tan cercano a su propia sensibilidad (tal fue la influencia del pintor italiano en esta primera época de Velázquez, que en 1813, su obra El aguador de Sevilla, fue tomada en Londres por obra de Caravaggio). En esta época realiza sobre todo escenas religiosas, pero a él le gusta más pintar bodegones y escenas de género que pronto obtendrían el reconocimiento popular y crítico (incluido el de un entusiasta Pacheco). Pero su suegro, animándole a que diera el salto y saliese del ambiente provinciano —artísticamente hablando— que lo esperaba en Sevilla (por muy atractor de la riqueza americana que fuese), lo animó a desplazarse a Madrid, cosa que hizo en 1622. Allí realizó, por encargo de Pacheco, el soberbio retrato de don Luis de Góngora y Argote, en el que se recoge magistralmente la gravedad de un desencantado y decepcionado poeta, harto ya del superficial e intrigante ambiente cortesano, pero que, no obstante, conserva aún en su mirada la fina ironía que lo caracterizara en vida y en obra. Mas en este primer intento el pintor no tendría suerte y debió volverse a Sevilla sin conseguir penetrar en el rígido ámbito de la Corte.

.....Un año después sin embargo, más provisto de los pertinentes avales, consigue el beneplácito del conde-duque de Olivares y realiza el primer retrato (una efigie) a un joven Felipe IV; éste, complacido del resultado, lo nombra desde un primer momento pintor de Corte, para ascenderlo seguidamente a Pintor de Cámara (el más alto rango a que un artista podía aspirar), con la atribución de diversos cargos y funciones palatinos anejos. Ya no regresaría a Sevilla. Tampoco se movería de Madrid apenas, salvo para desplazarse, por dos veces, a Italia: la primera con objeto de completar su formación artística, la segunda como veedor del rey; así mismo acompañaría al rey, como miembro de su Corte, en sus escasos desplazamientos.
.....En Madrid estudiaría y copiaría las muchas obras maestras de las colecciones reales, pero sobre todo las de un pintor por quien sentiría gran veneración y afinidad: Tiziano. El color y la luz de quien fuera el máximo exponente de la Escuela Veneciana dejarían una profunda huella en el estilo velazqueño durante toda la vida. Velázquez mismo sería una especie de epítome de Tiziano, una refundación de la colorista Escuela Veneciana pasada por el singular tamiz del genial andaluz.

.....Su primer retrato ecuestre del rey Felipe IV causó la admiración unánime de toda la corte, y fue expuesto frente al otro famoso retrato ecuestre, este de Tiziano, del Emperador Carlos V, a caballo, en Muhlberg, en la sala decorada para la visita del cardenal Barberini, en 1626. Es por este tiempo cuando se cartea y conoce a Rubens (con ocasión de su segunda visita a España, en 1628), lo ve estudiar y copiar cuadros de Tiziano de la colección real, y probablemente, de esta prodigiosa fusión de ambos pintores, Velázquez obtendría la inspiración para una de sus obras maestras, de tema mitológico (tan del gusto del flamenco y del veneciano): El triunfo de Baco o Los Borrachos. En este cuadro Velázquez es capaz de volver lo divino-mitológico a lo popular de una escena de género, mezcla a su vez de bodegón, escena costumbrista y retrato de grupo. El milagro del tratamiento de la luz, casi imperceptible técnicamente pero patente en la impresión que causa en el observador, ya muestra la categoría que está alcanzando el dominio de su paleta (en esta época aún decantada hacia los ocres y tonos terrosos).

.....En 1629 realizara su primer viaje a Italia. La excusa es culminar su formación artística visitando la meca del Renacimiento y Primer Barroco. Allí copiará a Tintoretto, en Venecia, y a Miguel Ángel y Rafael, en el Vaticano. Después pasaría el verano en la Villa Médicis, donde había un buen fondo escultórico para el estudio y copia. De ese tiempo son los dos magistrales paisajes, casi a vuela pluma, que realizara del jardín de la Villa: la vista del Pabellón de Ariadna y la de la Entrada de la Gruta, que ejemplifican la gran maestría paisajística que, con trazo breve y seguro, poseía el pintor sevillano. De este primer viaje regresaría con dos grandes telas (La fragua de Vulcano y La túnica de José) que muestran la influencia de los maestros italianos y el empujón artístico que supusiera para su avance técnico, sobre todo en lo tocante a perspectiva y arquitectura (Giuseppe Martínez).
.....A su regreso a Madrid, en 1631, vuelve a su principal oficio de excelso retratista, y contribuye a la decoración de dos de los edificios más emblemáticos del acerbo artístico del reinado de Felipo IV: el palacio del Buen retiro y el pabellón de caza, denominado Torre de Parada. En el Salón de Reinos del primero se colocaron los cinco retratos ecuestres de la familia real y La rendición de Breda o Las Lanzas, su contribución a la serie sobre triunfos militares. Para decorar el altar de una de las ermitas de los jardines del Retiro realizaría la gran tela de San Antonio Abad y San Pablo, el primer hermitaño (1933), donde deja patente sus excelentes dotes paisajistas. Para la Torre de Parada pintaría lso retratos del rey, su hermano y su hijo, en guisa de cazadores, con fondos paisajísticos, al igual que los retratos ecuestres del Buen Retiro y la Tela Real o Cacería de jabalíes en Hoyo de Manzanares (1635-37), única tela conservada de perspectiva panorámica. Así mismo, para la Torre de Parada, pintaría las figuras de Esopo, Menipo y El dios Marte, que cumplimentarían temáticamente las telas encargadas a Rubens y su taller de Amberes. El vistoso retrato del rey Felipe IV en Fraga (1643) sería el último que de éste realizara en los próximos nueve años.

.....En 1649 realiza su segundo viaje a Italia, ya como veedor y Ayudante de Cámara del rey. Esta vez el motivo son dos: asistir al jubileo del Papa Inocencio X —al que le lleva varios cuadros de obsequio de parte del rey—; y la adquisición de pinturas y esculturas para nutrir las colecciones reales. El viaje resultaría provechoso tanto en lo personal como en lo profesional, ya que durante su estancia en Roma tuvo un hijo natural y libertaría a su esclavo (¿?) Juan de Pareja (del que realizaría un soberbio retrato), por un lado; mientras que, por el otro, en lo profesional, su comisión fue extraordinariamente exitosa: se le nombraría académico de San Lucas y se le haría socio de la Congregación de Virtuosos, y ganó el patrocinio de la curia vaticana. Tanto fue su reconocimiento y ascendencia sobre las más altas instancias papales que obtendría el raro permiso para realizar un retrato al mismo Papa, favor concedido a muy pocos extranjeros. Este retrato de Inocencio X, ejecutado en el verano de 1650: «ha sido el pasmo de Roma, copiándolo todos por estudio y admirándolo como milagro» (Palomino), y le serviría, además, posteriormente, para la obtención del permiso papal para su ingreso en una orden militar (la Orden de Santiago). En esta obra, realizada con sabias pinceladas sueltas de color, que recrea de forma groseramente sutil formas y luz (y que es un homenaje a su admirado Tiziano), anunciaría ya la aquilatada maestría de su última etapa. A esta etapa de estancia en Roma se atribuye, otrosí, la celebérrima y hermosa Venus del Espejo (The Toilet de VenusRokeby Venus, hoy ubicada en la National Gallery londinense), único desnudo conservado de Velázquez (toda vez desaparecidas tres de las cuatro telas realizadas para el Salón de los Espejos del desaparecido Real Alcázar de Madrid, pasto de las llamas en la Nochebuena de 1734 —bajo el reinado de Felipe V—: Apolo y Marsias, Venus y Adonis, Cupido y Psyque y Mercurio y Argos —la única conservada).

.....Es la última década de su vida la etapa en que Velázquez alcanza su más alto grado de madurez, y también la que le daría el polémico título de primer impresionista, por la técnica y el estilo que desarrolla. A esta época pertenecen otras dos de sus más excelsas obras maestras: Las Meninas y Las Hilanderas (o La fábula de Aracne). La técnica realista se ha transmutado en otra impresionista de trazo audaz y manchas de color, que, incluso con pinceladas inconexas a corta distancia, a la distancia adecuada expresan prodigiosamente un sentido y significación que la misma realidad no revela. Pintura, pues, que desvela la realidad mediante la recreación de una atmósfera sutil a base de la sabia combinación de luz y color, de trazo y transparencia, de gradación y de brusco contraste. Este es el Velázquez que anuncia a un Edouard Manet, y que éste reivindicaría doscientos cincuenta años después. Además de estas obras maestras de difícil clasificación sigue realizando retratos para la familia real (los de La reina Mariana de Austria, los de sus hijos; los de la Infanta María Teresa de Austria, hija de la primera mujer de Felipe IV).
.....En 1660, tras el agotador viaje con el rey a la frontera francesa para asistir a la boda de la hija de éste, María Teresa de Austria, con el rey Luis XIV de Francia (en la que tuvo que ejercer el oficio propio de su cargo como Aposentador Real, decorando con tapices el pabellón real español en la Isla de los Faisanes), Diego Velázquez, a su vuelta a Madrid, enfermaría y acabaría muriendo. Sería amortajado con el uniforme de la Orden de Santiago, ingreso que obtuvo el año anterior.
.....Sesenta y un años que dieron mucho de sí, tanto como para dejar una huella imborrable en la historia del arte occidental: zenit de la pintura barroca y heraldo de la pintura por venir, eximio representante de un Siglo de Oro hispano que duró ciento cincuenta años y condensación prodigiosa del más genuino genio español.




GALERÍA


Diego Velázquez
1599-1660

2
1631-1640

Una sibila (¿Juana Pacheco, mujer del artista?), 1630-31 (Museo del Prado, Madrid)
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Cristo en la Cruz, 1631 (Museo del Prado, Madrid)
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Retrato de hombre joven, 1631-32 (Alte Pinakothek, Múnich)
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 La tentación de Santo Tomás de Aquino, 1631-32 (Museo Diocesano de Orihuela)
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Retrato de Caballero, 1630-35 (MET)
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 El príncipe Baltasar-Carlos con un enano, 1631 (Museum of Fine Arts, Boston)
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 Felipe IV, en castaño y plata, 1631-32 (National Gallery, Londres)
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Isabel de Borbón, 1631-32 (Colección particular, New York)
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 Don Diego del Corral y Arellano, 1631-32 (Museo del Prado, Madrid)
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Antonia de Ipeñarrieta y Galdos y su hijo don Luis, 1632-32 (Museo del Prado, Madrid)
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 Don Pedro de Barberana y Aparregui, 1631-32 (Kimbell Art Museum, Fort Worth, Texas)
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 Cristo Crucificado, 1632 (Museo del Prado, Madrid)
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 Don Juan Mateos, 1632 (Gemäldegalerie, Dresde)
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Retrato de hombre, 1632-35 (Otto Laumann Ltd. NY
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El príncipe Baltasar-Carlos, 1632 (Colección Wallace, Londres)
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Retrato de Felipe IV, 1632 (Kunsthistorisches Museum, Viena)
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Retrato de Isabel de Borbón, 1632 (Kunsthistorisches Museum, Viena)
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 El bufón llamado "don Juan de Austria", 1632-33 (Museo del Prado, Madrid)
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El cardenal infante Fernando de Austria, cazador, 1632-33 (Museo del Prado, Madrid)
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 El príncipe Baltasar-Carlos, cazador, 1632-33 (Museo del Prado, Madrid)
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Felipe IV en traje de cazador, 1632-33 (Museo del Prado, Madrid)
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Tela Real o Cacería de jabalíes en Hoyo de Manzanares, 1635-40
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Caballo blanco, ca 1634-35 (Palacio Real, Madrid)
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Retrato ecuestre de Gaspar de Guzmán, conde-duque de Olivares, 1634 (Museo del Prado, Madrid)
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 Retrato ecuestre de Felipe III, 1634-35 (Museo del Prado, Madrid)
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Retrato ecuestre de Isabel de Borbón, 1634-35 (Museo del Prado, Madrid)
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Retrato ecuestre de la reina Margarita de Austria, 1634-35 (Museo del Prado, Madrid)
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Retrato ecuestre de Felipe IV, 1634-35 (Museo del Prado, Madrid)
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Retrato ecuestre del príncipe Baltasar-Carlos, 1634-35 (Museo del Prado)
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La rendición de Breda (Las Lanzas), 1634-35 (Museo del Prado)
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Juan Martínez Montañés, 1635-36 (Museo del Prado, Madrid)
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La lección de equitación del príncipe Baltasar-Carlos, 1636
(Colección del duque de Westminster, Londres)
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 La dama del abanico, 1635 (Colección Wallace, Londres)
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 La costurera, 1635-43 (Galería Nacional de Arte, Washington DC)
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Pablo de Valladolid, 1636-37 (Museo del Prado, Madrid)
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El bufón "Calabacillas", llamado erróneamente "Bobo de Coria", 1637-39 (Museo del Prado)
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 El bufón "Barbarroja", don Cristóbal de Castañeda y Pernia, 1637-40 (Museo del Prado)
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San Antonio Abad y San Pablo, el primer ermitaño, 1635-38 (Museo del Prado, Madrid)
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Coronación d ela Virgen, 1635 (Museo del Prado, Madrid)
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 El conde-duque de Olivares, 1638 (Hermitage, San Petersburgo)
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 Francisco I d'Este, 1638 (Galería Estense, Módena)
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 El príncipe Baltasar-Carlos, ca 1639 (Kunsthistorisches Museum, Viena)
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