Inagotable es el ansia del ser humano por el placer, en él se funda lo maravilloso de la existencia;
y nada ofrece mayor placer que la íntima experiencia de la fusión con la belleza,
en cuerpo y alma, en materia y pensamiento, en sensación y emoción.
La belleza se encuentra más allá de un cuerpo hermoso, más allá de una intensa mirada sonriente,
y más acá de los límites de lo otro, más acá, incluso, de la propia percepción:
es en la conexión del ser singular con el ser universal donde se halla,
es en ese mágico espacio donde habrá que buscarla.
La belleza es la sonrisa del Ser satisfecho.
Pensamientos impensables. Héctor Amado
La Mujer revisitada
.....¿Qué busca verdaderamente, es decir, sinceramente, si es que él mismo lo sabe, el artista que recrea una y otra vez el cuerpo (preferentemente desnudo) femenino? ¿Detrás de qué anda? ¿Sólo es pulsión artística persiguiendo la belleza? ¿Hay algo, en esa fijación, en esa obsesión, que tenga que ver con una sensualidad exacerbada? Pulsión estética versus pulsión erótica (¿realmente hay un versus?). ¿Qué proporción de erotismo y qué de recreación estética, es decir, artística, existe en una obra compulsivamente reiterativa cuyo tema fundamental es el desnudo en femenino? Porque quien así siente, como creador, no frecuenta con la misma asiduidad el desnudo masculino, por más que de modo circunstancial lo recree de soslayo, más como comparsa o contrapunto que como objetivo.
.....Norman Lindsay, como le ocurre a Ricardo Falero o incluso a William Bouguerau —aunque éste de forma más académica—, se lanza a intentar taracear el alma femenina que habita en su esplendoroso cuerpo. Y en ese intento, jamás desfallecido, una y otra vez, gesto tras gesto, postura tras postura, perspectiva tras perspectiva, modelo tras modelo, parece pretender asir un imposible: la mujer en su inabarcable totalidad. Se le termina escurriendo entre los dedos, no obstante, pese a que éstos, con creciente y nunca satisfecha habilidad, se obstinan en captar la realidad que penetra por los ojos: la de esa mujer real, de carne, hueso y misterio, que ante ellos posa. Pero Lindsay, a diferencia de Falero y de Bouguereau, no la idealiza más allá de la rotundidad de las formas ofrecidas. Lindsay, su imaginación, su sensibilidad, su intención, se empeña en captar la mujer que tiene ante sí; no necesita, no persigue, quintaesenciar su voluptuosidad ceñida a unas curvas perfectas o a unas proporciones vertiginosas. Le es suficiente un ligero pulimento, como una caricia que eliminara superficiales imperfecciones o delatoras vulgaridades celulíticas (en esto, nada que ver con Rubens). Su idealización lo es de la normalidad y la realidad cotidiana, la de la mujer que camina por la calle, si bien en su versión naturalmente bella. A veces hasta se trata de una belleza imprecisa, singular, característica, que nada tiene que ver con cánones académicos establecidos, y sí mucho con la originalidad de cada una de las mujeres que reproducen el hecho metafísico y universal que constituye la mujer. Polifonía, pues, de innumerables voces conjuntadas en una sola mujer: la Mujer. Empaste de tonalidades diferenciadas para dar una femenina melodía común: la Mujer. Acorde, que incluye síncopas, de ilimitada diversidad tonal para conseguir el milagroso contrapunto deseado: la Mujer.
.....Así, creo yo, corre el fauno Lindsay tras las innumerables ninfas que corretean por el bosque que es la realidad. Un bosque, una realidad, que extralimitándose más allá de la frontera de lo material se propaga hacia los espacios interiores, hacia la imaginación que no conoce términos ni confines. Y es allí, en esos íntimos espacios, por donde se adentran las ninfas sin dejar de pisar la realidad del otro lado. Del mismo modo que el diamante que tenemos ante nosotros, bajo ciertas condiciones de luz, explota en innumerables facetas y reflejos, en una secuencia fractal que rebasa el simple espacio óptico para hollar el más íntimo de las emociones, a las que reclama atención. Y es allí, en esos íntimos espacios, donde las mujeres singulares, distintas, diversas, polifónicas, se funden en una única mujer, modelo de mujeres, que constituye la idea de Mujer. En ella cabe todo, de ella saldrá todo, por ella merecerá la pena todo, gracias a ella se aspirará a todo. Porque ella es todo. Al menos el todo que merece la pena. Desde esta perspectiva es desde la que creo entender mira un artista como Lindsay (como Falero, como Bouguereau, como tantos otros).
.....Deseo que es pasión inagotable, esta de perseguir el imposible que la mujer es desde su singular posibilidad. Pese a ello el artista no ceja. Como si de un mandato genético (¿genésico?) se tratara, es el mismo ansia, el mismo anhelo, quien, con cada realización satisfecha, cobra nuevo vigor para buscar una nueva satisfacción, porque, en resumidas cuentas, el artista de lo esencial femenino, por naturaleza, jamás se satisface del todo. Es más, con cada satisfacción lograda, surge otra u otras nuevas por satisfacer, del mismo modo que el alcance del horizonte nunca se logra, pues al caminar hacia él, con cada paso, otro, en relación al dado, se nos abre ante nosotros. Y a uno bello y misterioso (por ignoto), le seguirá otro tan bello y no menos misterioso, ya que no hay nada más misterioso que el hallazgo mantenido, perpetuo, inacabable, de lo que creíamos ya conocido.
.....¿Es, ciertamente, la naturaleza de la mujer —su ser diferenciado— lo inacabable, o es nuestra capacidad para el asombro de lo que en ella constantemente descubrimos lo que no encuentra límite? Decididamente no está la Mujer sólo modelada en el cuerpo de las mujeres, pero es desde ese cuerpo —transparente y transpirante, que deja ver y exuda alma— desde donde las mujeres entonan, de forma tan bella y diversamente coral, la cantata de lo universal femenino.
.....Acordes de curva y comba, cadencias sinusoidales, armónicos en clave de La y dominante de Sí, melodías de ondulado desarrollo, las mujeres, desde el esplendor de sus curvilíneos cuerpos, allí donde la vida alcanza su más lograda y circular expresión, son un código cifrado —como lo es la música— que el hombre se empeña en descifrar. Y ese es, ni más ni menos, el objetivo que Norman fauno Lindsay se propone en su artística existencia, para eso le sirve su extraordinario talento. Se podría decir que ese fue el fin primordial de su talento: el descifrado de la parte del código del eterno femenino que lleva impresa cada mujer. Un objetivo que quien posee una sensibilidad afín a la del artista enseguida reconoce en sus obras. Lo hacemos suyo, se reconoce en él, y, a través de él, se acerca a su propio intento de descifrado, a ese su íntimo sentimiento que busca y persigue una semejante e imposible meta. Es en su búsqueda donde el artista —el hombre— encuentra su más genuina aspiración, donde halla su mayor satisfacción. Y eso aun a sabiendas de que la búsqueda será incansable; no ya infructuosa, sino pródiga en frutos que contienen nuevas semillas por germinar. Como la vida misma, la mujer —ese supremo símbolo de la vida, a decir del propia artista—, es inasible por definición, incontenible por naturaleza, inabarcable por grandiosa. Perpetuo magma de sorpresas, caudalosa cascada de asombros, interminable castillo de fuegos de artificio que iluminan de luz y color la noche del hombre, las mujeres, llamas irrepetibles de la ubicua hoguera Mujer, son entrevistas por los ojos penetrantes del artista que intentará darles réplica, capturarlas en un efímero instante feliz, apenas fuego fatuo, que las ofrezca con apariencia de eterno. Vano intento: la eternidad no es cosa de materia ni de apariencia, ni siquiera de conocimiento; la eternidad, la eternidad de la que la mujer es promesa y símbolo, impregna todas las cosas, constituye todas las cosas, crea todas las cosas: al artista y la modelo, la inspiración de aquél y la conspiración de ésta, la sensibilidad del espectador y la emoción suscitada, el talento y el pigmento, la curva y el ángulo, la necesidad y el anhelo. Vano es intentar captar lo eterno (de lo femenino), pero más vana es la vida que no lo intenta. Es en ese intento donde la vida florece y alcanza su objetivo: prevalecer y perpetuarse. Y eso, Norman Lindsay, como tantos otros artistas, lo sabe, y a ello se consagra.
.....Como un selvático Edén, pletórico de naturaleza feraz y diversa, la mujer debe de ser constantemente revisitada: el hallazgo espera a cada paso, y allí donde un día aparentaba no haber nada digno de atención, al día siguiente surge de la aparente nada un todo lleno de sentido e interés, que nos captura y arrebata. Es la vida, su exaltación, brotando a borbotones por los adorables poros del cuerpo femenino: irresistible transpiración de pasiones presentidas, de deleites tan sublimes como cimas inalcanzables, de promesas tan reales como fantásticas. Y en esto es en lo que, al fin y al cabo, consiste el motivo y el atractivo de la humana existencia: la espera del momento mágico en que realidad e imaginación se funden en una sola y única cosa, en que materia y espíritu se fusionan, extensión y pensamiento coincidiendo en un ínfimo y sublime instante, aquel en que la Mujer —lo femenino universal, el eterno femenino— se hace presente a través de todas y cada una de las mujeres singulares, aquel en que se desvela el cifrado misterio, a modo de destello o súbito reflejo.
.....Duerme la Mujer en todas las mujeres, pero sólo en las más bellas (no en las más perfectas) puede apreciarse, exhalándose desde su fragante y curvo universo, el suave hálito de su sueño.
GALERÍA
1879-1969
2
MUJER AL DESNUDO
(y bustos)
(y bustos)
Norman Lindsay - Dancer
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Norman Lindsay - Imperia
Norman Lindsay - Iris
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Norman Lindsay - Seated nude (1)
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Norman Lindsay - Seated Nude (2)
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Norman Lindsay - Seated Nude (3)
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Norman Lindsay - Untitled Nude
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Norman Lindsay - Seated Nude (4)
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Norman Lindsay - Fan
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Norman Lindsay - Green Bracelet
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Norman Lindsay - Green Bracelet
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Norman Lindsay - Imperia (2)
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Norman Lindsay - In the Wisteria Garden, 1924
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Norman Lindsay - Nude in the Garden
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Norman Lindsay - Nude Kneeling in a Glade c. 1960
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Norman Lindsay - Nude with a Drape
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Norman Lindsay - Nude with Flowers and White Robe
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Norman Lindsay - Olive with drape (2)
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Norman Lindsay - Seated Nude (5)
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Norman Lindsay - Portrait of Olive (3)
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Norman Lindsay - Seated Nude (5)
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Norman Lindsay - Showgirl
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Norman Lindsay - Sunlit Nude
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Norman Lindsay - Sunlit Nude (2)
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Norman Lindsay - The Dancer (2)
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Norman Lindsay - The Dancer (2)
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Norman Lindsay - Iris (2)
Norman Lindsay - Portrait of Margaret Coen
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Norman Lindsay - Portrait of Margaret Coen
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Norman Lindsay - Amber reclining
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Norman Lindsay - Portraits Dignity
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Norman Lindsay - Portraits_Rose with Fan
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Norman Lindsay - The dancer (3)
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Norman Lindsay - Reclining Nude
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Norman Lindsay - The Garland
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Norman Lindsay - The Golden Lady
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Norman Lindsay - The Pink Plumed Hat, c 1935
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Norman Lindsay - Untitled Nude (2)
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Norman Lindsay - The Dancer (Hommage to Norman Lindsay)
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Norman Lindsay - A Pensive Mood
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Norman Lindsay - Autumn
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Norman Lindsay - Autumn
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Norman Lindsay - Dreaming
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Norman Lindsay - Languor
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Norman Lindsay - Reverie
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Norman Lindsay - Languor (2)
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Norman Lindsay - Nude on Purple Cloth
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Norman Lindsay - Pearl
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Norman Lindsay - Reclining nude
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Norman Lindsay - Reclining Nude (Rita)
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Norman Lindsay - Reclining Nude (2)
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Norman Lindsay - Reclining Model
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Norman Lindsay - Reclining nude (3)
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Norman Lindsay - Reclining nude (4)
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Norman Lindsay - Reclining Nude (5)
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Norman Lindsay - Reclining Nude (6)
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Norman Lindsay - Reclining Nude. Sketch for a Composition
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Norman Lindsay - Reclining Nude with White Cat
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Norman Lindsay - Repose, 1940
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Norman Lindsay - Seated Model in Lace Petticoat
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Norman Lindsay - Cecile
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Norman Lindsay - Imperia
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Norman Lindsay - In the Glade
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Norman Lindsay - Nude and Curtain
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Norman Lindsay - Nude Model, Selina
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Norman Lindsay - Odalisque
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Norman Lindsay - Reclining Nude (/)
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Norman Lindsay - Reclining Nude (8)
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Norman Lindsay - Reclining Nude (9)
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Norman Lindsay - Reclining Nude (10)
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Norman Lindsay - Reclining Nude (11)
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Norman Lindsay - Reclining Nude (12)
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Norman Lindsay - Reclining Nude (13)
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Norman Lindsay - Reclining Nude (14)
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Norman Lindsay - Seated Nude in a Garden
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Norman Lindsay - Reclining Nude (15)
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Norman Lindsay - Untitled Nude (3)
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Norman Lindsay - Olive (Standing)
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Norman Lindsay - Olive (Standing)
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Norman Lindsay - Solly
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Norman Lindsay - Standing Nude
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Norman Lindsay - Standing Nude (2)
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Norman Lindsay - Standing Nude with red drape
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Norman Lindsay - Back Standing Nude
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Norman Lindsay - Standing Nude with Veil
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Norman Lindsay - Sunlit Nude (3)
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Norman Lindsay - The Glade
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Norman Lindsay - The Gray Drape
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Norman Lindsay - Untitled
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Norman Lindsay - Pirate's Sweetheart
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Norman Lindsay - Standing Nude at the bank
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Norman Lindsay - The Green Drape, c. 1960s
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Norman Lindsay - The Green Drape, c. 1960s
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Norman Lindsay - The Pink Drape
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Norman Lindsay - The Bride
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Norman Lindsay - The Bride
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Norman Lindsay - The Pearl Head-Dress (1940)
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Norman Lindsay - Couple
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Norman Lindsay - Estelle
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Norman Lindsay - Phyllis
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Norman Lindsay - Veronica
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Norman Lindsay - Miss Morgan
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Norman Lindsay - The Black Cloak, c 1935
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Norman Lindsay - The fan, 1940
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Norman Lindsay - The Temptress
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Norman Lindsay - Seated nude with flowers in Hair
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Norman Lindsay - The Night Fall
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Norman Lindsay - Mantilla, 1941 (Rita)
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Norman Lindsay - Mantilla, 1941 (Rita) 2 v
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Norman Lindsay - Nude with Veil
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Norman Lindsay - Odalisque
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Norman Lindsay - The Headdress
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Norman Lindsay - Sylvia
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Norman Lindsay - The Dancer
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Norman Lindsay - Portrait of Rose
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Norman Lindsay - Rita
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Norman Lindsay - The Emerald Bracelet, c. 1940
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Norman Lindsay - Portrait (2)
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Norman Lindsay - Portrait with diadem
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Norman Lindsay - Rita (1945)
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Norman Lindsay - Rita
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Norman Lindsay - Portrait
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Norman Lindsay - Rita Wearing Lace Mantilla
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Norman Lindsay - Portrait of Rita in Black Hat
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Norman Lindsay - The Temptress
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Norman Lindsay - Phyllis (1930-40)
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Norman Lindsay - Portrait of Rose (Black Hat), c. 1940
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Norman Lindsay - Rita in pink robe
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Norman Lindsay - Rose
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Norman Lindsay - The White Feather
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Norman Lindsay - The Ruby Ring
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Norman Lindsay - Portrait of Rita
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Norman Lindsay - Woman in Pink Bonnet
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Norman Lindsay - Woman in Pink Hat
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