ConSentido Propio: Près des Étoiles: Pekenikes (Addenda)

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Sirva esta como una addenda a la anterior entrada, y con el fin de acercarse, más aún, al estado del alma de Héctor en aquellos momentos, participando del universo musical que acompañaba sus reflexiones, y que sin duda las tiñó de su colorido melódico, de su fuerza sugestiva, de su carga emocional; en pocas palabras: quizás lo que no está dicho en sus poemas se halle sumergido en los universos musicales que aquí, en estos temas -y que él, en sus escritos nombra-, está implícitamente contenido. Sumerjanse en ellos y es posible que puedan penetrar, más allá de sus palabras, hasta el fondo inexpresable de su desgarro, ese que supone estar vivo.

Ya precisé en el anterior post que en Près des Étoiles sonaba incansablemente la excelente música de Los Pekenikes, pero que cada cierto tiempo -imagino que por dar descanso al personal- los acordes de otros grupos se dejaban oír en el ambiente sonoramente pekenikesco en que se encontraban quienes allí recalaban descuidada o voluntariamente.

Citaba a tres grupos, sonaban más pero eran los que él prefería, los que, según él mismo refiere en sus notas, más le ayudaban a a sumergirse, a explicarse, a conectar, con su experiencia interior.

Estos son: el Pink Floyd de Syd Barret, el Génesis de Peter Gabriel y el Yes de Jon Anderson y Rick Wakeman, en algunos de sus más reconocibles y excelentes trabajos...

Por no dejar huérfanos los archivos musicales, los acompaño, así mismo, de algunos poemas más que por aquel entonces surgieron influidos o perfundidos por sus melódicos compases.

Disfruten.

MURCIÉLAGOS

Mi sed combato con poesía,

como otros lo hacen con agua;

así, me paso la vida

bebiendo versos y rimas...

pero la sed no se apaga.

Desde que tengo uso de razón

-antes sólo hacía uso del alma-

mi vida ha sido un tenaz discurrir

por preguntas y respuestas calladas,

siempre supeditada a la razón,

siempre en sutil guerra razonada;

después, quebró en la razón mi confianza

y me vi en la calle de la sinrazón,

con el único cobijo, otra vez,

de la intuición natural de mi alma.

Dadme una sinrazón

razonada,

un pensamiento

no pensado,

una idea

de nada,

y me habréis devuelto

el alma.

APELACIÓN

Lo que ya tengo no me deis,

dadme lo que no tenéis:

dadme estrellas de colores

que tiriten cuando llueve,

dadme desiertos con flores,

dadme volcanes de nieve,

dadme delfines que vuelen

y náuticos ruiseñores.

Lo que ya tengo no me deis,

dadme lo que no tenéis:

dadme nubes andarinas

con pezuñas de algodón,

dadme piedras cantarinas,

dadme grillos sin canción,

dadme plumas de león

y nebulosas marinas.

Lo que ya tengo no me deis,

dadme lo que no tenéis.

EPITAFIO

Se apropiaron de sus jardines

y sus desiertos,

de su mar y su horizonte,

de su firmamento.

Se adueñaron de su palabra

y de su silencio,

de sus guiños, de sus gestas

y de sus gestos.

Inclusive su memoria

cuando hubo muerto,

la pusieron a la venta,

pues, según dijeron,

en esta vida de saldo

todo es comercio.

POEMAS TRAMPA

Dadme poemas trampa
esos que al leerlos confiado
salta la espoleta del sentido
y te estallan en el alma.
Sí, dadme poemas letales,
de esos que cuando los inhalas
actúan como un veneno
que dulcemente te mata.

Dadme, dadme poemas
que despierten como alarmas,
que señalen como faros,
que brillen desde atalayas.

Dadme poemas bellos
como bellas sin entrañas;
hermosos como noches
voluptuosas, sin mañana;
sin posibilidad de escape,
sin piedad, sin sensiblería...
pero cargados de alma.