Poliédrica expresión de singulares sensibilidades forjando el ámbito de lo Bello
jueves, 27 de enero de 2011
Friné II
Esta es la segunda entrega sobre la famosa hetaira que sirviera de modelo humano para la encarnación divina de la diosa del amor, Afrodita, y cuya existencia legendaria ha llegado hasta nosotros por dos vías: testimonios escritos de detalles anecdóticos de su vida (en el anterior post ya traté el más famoso de ellos: el de su juicio por impiedad, del que salió airosamente absuelta, gracias a un espectacular golpe de efecto de su abogado defensor Hipérides), y por sus representaciones artísticas, que en su momento fueron tenidas y admiradas como obras maestras inspiradas por los mismos dioses: en mármol pentélico -la conocida como Afrodita de Cnido- por la mano diestra y el corazón enamorado de Praxíteles; y en imagen pictórica, la conocida como Afrodita Anadiomene, revelación de la hetaira-diosa saliendo desnuda del mar durante la ofrenda a Poseidón en las fiestas de los misterios Eleusinos, por la no menos diestra mano y el no menos turbado corazón del insigne Apeles.
En esta ocasión toca el turno a los testimonios que han llegado a nosotros sobre la existencia real de esta famosa Friné, prototipo, ya, de cortesana de extraordinaria belleza, y, por extensión sinécdoque del placer cortesano, siendo utilizado su nombre en no pocas ocasiones para denominar prostíbulos más o menos lujosos -o insignes meretrices en ellos residentes- como aquél que inmortalizara Miguel Delibes en su encantadora novelita: Madera de Héroe; amén de impregnar con su voluptuoso aroma literaturas y manifestaciones artísticas varias.
En estos testimonios de primera o de segunda mano -y aún de tercera- se nos dará cuenta tanto de aquellas anécdotas que la hicieron famosa como de las obras de arte que inspirara, causa no menor de la bien ganada fama. Unas veces elogiando, otras denostando, pero siempre, siempre, confirmando su historicidad.
Para completar esta propuesta, una loa sobre su gloriosa existencia: si, como todas, sometida a la inevitable caducidad y la fatal muerte; como pocas, inmortal ya en la memoria de los hombres gracias a aquellos bellos dones y polémicas virtudes que adornaron su figura y forjaron su leyenda haciéndola merecedora de tal privilegio.
La biografía de Friné (que vivió en el siglo IV a. de C.) surge de la mano del maduro artista con trazo perfecto; dando vida a una mujer cuya belleza y poder de seducción hizo que famosos intelectuales y artistas griegos, notables políticos, hombres poderosos, se disputaran la posesión de su cuerpo para disfrutar de esta «puta cósmica» unos breves momentos de placer. Su retrato se ajusta a la condición de las hetairas extranjeras, famosas por su belleza excepcional -que debían ser avaladas por un prostater o tutor, fiador en sus transacciones y defensor en sus tribunales- en la Grecia clásica. Estas mujeres, que presentan un estatuto de mujer libre, no estaban ligadas a ningún varón en particular, tenían una formación intelectual similar a la de los hombres cultos, y participaban en los Simposia que estos celebraban. La consideración de su oficio como un trabajo de alta cualificación les permitió cobrar altos honorarios y hacerse con un importante patrimonio. La misma Friné demostrará su poder proponiendo «en un rapto de esplendidez», como señala el narrador biógrafo, reedificar la ciudad de Tebas, destruida por Alejandro o sufragar «las imágenes de oro de los templos de Venus esculpidas por su adorado Praxíteles», aunque una sociedad envidiosa y cargada de prejuicios no supiera entender este gesto de generosidad de la hetaira, envenenada por las sátiras de cómicos afamados como Aristófanes. (Mª del Pilar Latre. Univ. de la Rioja)
"Del Pritaneo parte un camino llamado Trípodes. El lugar se llama así porque hay unos templos grandes como para que sobre ellos haya unos trípodes de bronce que contienen obras especialmente dignas de mención. Hay un sátiro, del que se dice que Praxíteles estaba muy orgulloso. Un día, cuando Frine le pidió la obra que a él le pareciese más hermosa, dicen que accedió a dársela a su amante, pero que no quiso decir la que le parecía más hermosa. Entonces, entró corriendo un esclavo de Frine, y dijo a Praxíteles que un incendio en su casa había destruido casi todas sus obras, pero que no todo había desaparecido. Praxíteles al punto corrió afuera y dijo que no le quedaba ya nada si las llamas habían alcanzado al Sátiro y a Eros. Frine le dijo entonces que se tranquilizara, pues nada grave había sucedido, y ya había reconocido, sorprendido por este ardid, cuáles consideraba sus obras más bellas. Frine entonces escogió el Eros."
"Para los de Tespias hizo después Lisipo un Eros de bronce, y antes que aquél, Praxíteles uno en mármol pentélico. Lo relativo a Frine y al ardid de la mujer con Praxíteles ya lo he referido en otra parte (I,20). Dicen que el primero que removió la imagen de Eros fue Gayo, emperador de Roma, y después Claudio se la devolvió a los de Tespias, pero Nerón se la llevó de nuevo por segunda vez; y las llamas la destruyeron allí…El Eros de Tespias de nuestro tiempo lo hizo Menodoro de Atenas imitando la obra de Praxíteles. Allí hay también del mismo Praxíteles una Afrodita y una estatua-retrato de Frine, de mármol tanto Frine como la diosa." (Pausanias)
Frine era de Tespias. Llevada a juicio por Eutias fue absuelta de una acusación por la que se pedía la pena de muerte. Irritado por ello Eutias ya no presentó otra acusación, como dice Hermipo. Pero Hiperides que defendía a Frine, como no conseguía nada con su discurso y siendo muy probable que los jueces la condenaran, llevándola a la vista de todos, desgarrando su túnica y haciendo que su pecho quedara desnudo, pronunció unos lamentos tan patéticos ante su vista e hizo que los jueces fueran sorprendidos por un temor divino ante la servidora y sacerdotisa de Afrodita, dejándose dominar por la piedad, y no la condenaran. Y una vez absuelt se promulgó una ley para que ningún abogado empleara los lamentos en defensa de alguien y que los jueces contemplaran al acusado o a la acusada al emitir sentencia.
Pero Frine era realmente más hermosa en las partes que no se le veían, por lo que tampoco era fácil contemplarla desnuda. Vestía con una túnica que le cubría todo el cuerpo, y no frecuentaba los baños públicos. En la fiesta de las Eleusinas y en la de Posidón, tras quitarse el manto y dejar sueltos sus cabellos se metió en el mar, a la vista de todos los griegos. A partir de ella pintó Apeles su Afrodita Anadiomene. Y Praxíteles, el escultor, su amante, modeló su Afrodita Cnidia según su imagen y en la base de la estatua de Eros que se halla bajo la escena del teatro escribió: “Praxíteles ha dedicado su mayor cuidado a esculpir el Amor que sentía, extrayendo el modelo de su propio corazón, dándome a Frine como mi propio pago. Y lanzó filtros de amor, ya no disparando flechas, sino mirando fijamente”.
Y le dio la posibilidad de elegir entre las estatuas, si quería coger el Eros o el Sátiro del camino de los Trípodes. Ella eligió el Eros y lo ofrendó a su ciudad de Tespias. Los vecinos de la propia Frine hicieron una estatua de oro y la ofrecieron en Delfos en una columna de mármol pentélico. Y la modeló Praxíteles. Al verla Crates El Cínico (en cambio, Diógenes Laercio atribuye la frase a Diógenes de Sínope, Vida de los filósofos, VI, 60) dijo que era una ofrenda de la incontinencia de los griegos. Se hallaba esta estatua entre la de Arquídamo, rey de los lacedemonios y la de Filipo, el hijo de Amintas, y tenía esta inscripción: ”Frine, hija de Epicles, de Tespias”, como dice Alcetas en su segundo libro de su Tratado sobre las Ofrendas de Delfos. (Ateneo de Naucratis).
También Praxíteles, que destacó en el mármol y por este material fue más famoso, realizó sin embargo bellísimas obras de bronce: el rapto de Proserpina, la Catagusa (Ceres devolviendo a su hija Proserpina a los dominios de Plutón), el padre Líber, a la Ebriedad y el famoso Sátiro al que los griegos llaman “Periobetos” (muy famoso); y estatuas, que estuvieron ante el templo de la Felicidad, y una Venus, que ardió en el incendio del templo en el reinado de Claudio, semejante a aquella estatua marmórea suya, famosa en el mundo entero.También realizó una Stephanusa (trenzadora de guirnaldas), una Pseliumene (Coronada), a Opora (mujer portadora de vino), a los tiranicidas Harmodio y Aristogitón, que tomados por Jerjes, rey de los persas, devolvió, tras la derrota de Persia, Alejandro Magno a los atenienses. Esculpió también al joven Apolo asaeteando un lagarto que trepa hacia él, al que llaman Sauróctono. Son también admiradas dos estatuas suyas que expresan emociones distintas, las de una matrona llorando y de una cortesana alegre. Creen que ésta era Frine y distinguen en ella el amor del artista y en el rostro de la cortesana la recompensa. (Plinio el viejo)
Por lo demás, Jenócrates era de rostro grave y severo, de manera que Platón solía decirle: “Sacrifica a las Gracias, Jenócrates”. Por lo ordinario habitó en la Academia. Si alguna vez iba a la ciudad, dicen que todos los tumultuantes y alborotadores se apartaban del camino cuando pasaba él. Y que habiendo entrado en su casa con designio de solicitarlo la meretriz Friné, haciendo como que huía de algunos, como él la recibiese por humanidad, y no tuviese más de una cama, le cedió una parte de ella, como se lo suplicaba. Finalmente, cansada de rogarle que satisficiese a su deseo, se fue sin conseguirlo. A los que le preguntaban de lo sucedido, decía: Que ella no salía de estar con un hombre, sino con una estatua. Algunos dicen que sus discípulos le metieron a Laida en su cama; pero que él fue tan continente, que más quiso darse muchos cortes y aun fuego a sus genitales que hacer algo malo. (Diógenes Laercio)
No estés receloso, pues has realizado una obra bellísima, como nadie ha visto jamás de cuantas han sido creadas por manos de hombre. Conseguiste que una estatua de tu propia amante se alce en un recinto sagrado: estoy colocada en medio de Afrodita y de Eros, obras también tuyas. Y no me envidies este honor, ya que cuantos nos contemplan elogian a Praxíteles. Gracias a tu maestría artística, he llegado a estar situada entre unos dioses sin que los tespios lo juzguen inconveniente. Una sola cosa le falta todavía a tu regalo: que vengas hasta mí, para que podamos yacer en el lugar sagrado. Ciertamente, no ofenderemos a unos dioses a los que nosotros mismos hemos dado vida. Adiós. (Carta de Friné a Praxíteles)
Todas y cada una de nosotras, las cortesanas, te estamos tan agradecidas como Friné, pues, aunque el pleito, que el maldito Eutias ha entablado, afecta solamente a ella, sin embargo, el riesgo nos alcanza a todas. En efecto, si no conseguimos de nuestros clientes el dinero que les pedimos por nuestros servicios o si sufrimos un proceso por impiedad, en el caso de que encontremos quienes nos paguen, mejor será abandonar este género de vida y no tener nosotras problemas, ni tampoco buscárselos a los que nos frecuentan. De ahora en adelante ya no inculparemos a nuestra profesión, porque Eutias se ha mostrado como un amante despreciable, sino que estaremos orgullosas, ya que Hiperides se ha comportado como un caballero. ¡Ojalá recibas por tu generosidad bienes sin cuento! Tú te has ganado a pulso una excelente amante y nosotras estamos dispuestas a corresponderte en su nombre. Si llegaras a dejar por escrito la defensa que hiciste en favor de Friné, entonces nosotras, las cortesanas, te erigiremos, sin duda alguna, una estatua de oro, en el lugar de Grecia que prefieras.(Carta de Báquide a Hipérides)
Aun siendo grande mi preocupación por el peligro que tú afrontabas, querida amiga, no se puede comparar con mi actual satisfacción, ya que has conseguido liberarte de Eutias, un malvado amante, y has encontrado uno excelente, Hiperides. Creo que el proceso te ha traído buena suerte. El célebre juicio te ha hecho famosa tanto en Atenas como en toda Grecia. Eutias, en cambio, recibirá un justo castigo al quedar privado de tu trato. A mi modo de ver, dejándose llevar de la rabia por su estupidez congénita, ha superado los límites de los celos amorosos. Ten la certeza de que en este momento aquél te ama más que Hiperides. Está claro que quiere ser objeto de tus atenciones, a causa de tu agradecimiento por su intervención, y que se deja amar. En cambio, aquél está profundamente irritado por haber perdido el pleito. Tú vas a recibir de nuevo ruegos, súplicas y abundante dinero de su parte. Querida amiga, no nos causes perjuicio a nosotras, las cortesanas, ni contribuyas – accediendo a las peticiones de Eutias – a que se piense que Hiperides actuó erróneamente al defenderte. Tampoco prestes oído a los que afirman que si no hubieras enseñado los pechos, tras haber abierto tu vestido, de nada habría servido el defensor. Pues era precisa la defensa de aquél, para que este mismo gesto resultase oportuno.(Carta de Báquide a Friné)