La facultad de crear nunca se nos da sola. Va acompañada del don de la observación.
El verdadero creador se conoce en que encuentra siempre en derredor, en las cosas
más comunes y humildes, elementos dignos de ser notados.
Un compositor preludia de igual modo que un animal hurga. Uno y otro hurgan
porque ambos ceden a la necesidad de buscar. ¿A qué responde esta
investigación en el compositor? ¿A la regla que lleva en sí como
penitente? No: es que anda en busca de su placer.
La facultad de observar y de sacar partido de sus observaciones
no pertenece sino a aquel que posee, al menos en el orden de su
actividad, una cultura adquirida y un gusto innato.
Poética Musical. Igor Stravinsky
Culmina esta serie dedicada a la más original, influyente y polémica obra maestra de Stravinsky con la 2ª Parte de los Poemas de la Consagración. En ella, Héctor Amado, abandonando el estilo cuasi onomatopéyico o imitativo de la versión original, más ceñido a la partitura y la coreografía de la 1ª Parte, nos presenta una sucesión de imágenes que intentando describir figuras musicales y evoluciones del ballet enfoca su atención en el significado del mito, en la emoción de la sugerencia, procurando crear un mundo de sensaciones, en lo posible, análogo al que la música en acción nos describe.
La estructura, así, en esta ocasión, se ordena en estrofas -sextetos- en las que se procura crear, con cada verso, una imagen significativa, a modo de pizzicato sugerente; otra forma de honrar el estilo de la obra con sus armonías inarmónicas, disonancias, síncopas, efectos tímbricos irregulares, compases encabalgados, tonalidades abruptas.
Deliberadamente constante el metro, de vez en vez la rima aparece para dar sensación de melodía... para desaparecer después engullida, de nuevo, por el verso libre. Solo al final, en la Danza Sacra de la Elegida, hay un intento, en la barahúnda de la convulsión, de juego de asonancias y consonancias, de un ordenamiento del desorden aparente, culminando de esta forma, lo que Stravinsky nos ha venido diciendo -y consignado en la magistral obrita Poética Musical, que recomiendo vivamente-, a cerca del orden necesario, si bien invisible, donde se encontraría la verdadera libertad del ser humano. Sólo en base a la cultura adquirida y al gusto innato -pero entrenado- este demiurgo, hacedor de universos y mitologías, puede crear desde la libertad.
La música sería el caso más paradigmático, pues su sistema tonal y de escalas y su preceptiva armónica así lo demandan. En la aparente confusión de notas solapadas de la Consagración se halla, quizás mejor que en ningún otro lugar, un modelo de ese otro que, oculto, está determinado por las leyes que ordenan el universo.
Solo añadir que estoy con Héctor en la predilección por la 1ª versión, la original de Nijinsky, en lo referente a la ilustración coreográfica de la composición musical. El hecho de que la partitura siga estimulando la creatividad de los coreógrafos se debe más al valor intrínseco de una música que es heraldo y reflejo de una época que a las motivaciones que llevaron a su autor a componerla. Como dice una querida amiga -y que tan bien señala el Cartero a Pablo Neruda en la película de igual nombre-: el creador, en el momento que realiza una obra y la lanza a las procelosas ondas de la humanidad deja de ser su propietario, cediendo sus derechos de exclusividad significativa en favor de la interpretación que cada cual le otorgue según su criterio, momento o necesidad, donando su creatividad a la creatividad ajena, con lo que la humanidad se verá, así, enriquecida.
Por tanto, ya la Primavera Consagrada, florezcamos a su sombra -luminosa- con el ímpetu que en su discurso nos muestra, con la exuberancia conque sus notas germinan y con la voluntad de su incontenible impulso creador.
PARTE II
El Sacrificio
Introducción
Tras la exaltación, el crepúsculo
llega en sonoro cortejo
de sombras alargadas;
ya el carro de fuego
se aleja, ofreciendo
firmamento a la luna
que bañará de plata
el sagrado escenario.
Moles en mágico circo,
telúrico altar figurado,
se abren al oculto sentido.
Testigos de piedra, los dioses,
estarán convocados
al expiatorio ritual.
Es teatro de arcanos oficios,
donde lo humano se entrega
al culto divino inventado.
Las estrellas asisten,
testigos de fuego, al drama
de la danza votiva.
Se acercan, silenciosas,
sombras de luz en la noche
palpitando temores;
se disponen a la ofrenda
con alas en sus pies
y teas en sus frentes.
Círculos Misteriosos de las adolescentes
Dispuestas giran en círculo,
bacantes de la noche,
las vírgenes pisando lindes.
Al trémolo responden,
del fagot, con grácil latido
de sus cuerpos sutiles.
Dibujan en la luna signos
de un código arcano
escrito en senderos elípticos;
el girar de los astros
en círculos misteriosos
proclama su cifrado fluir.
Orbitan los sentidos
-siderales infinitos-
en cuerpos de mujer.
Núbiles nebulosas
donde el mito se remansa
preñado de leyenda.
Los cornos indican
la vuelta al eterno girar
de cuerpos adolescentes;
las turgentes formas
describen el ámbito
de la catártica escena .
Glorificación de la Elegida
De lo indistinto arrojada,
radiante estrella Elegida,
al centro de la ceremonia
sujeta quedará a golpes
de retumbante timbal
sobre el ara del sacrificio.
Le sirvan los cantos de gloria
para enjugar la desdicha
de ser pábulo del dios,
concubina de su lujuria,
al que llegará, danzando,
virgen bañada en sudor.
Por la aclamación embriagada,
mira, mientras le bailan
girando, siempre girando;
al ritmo vivo los saltos
se suceden sin sosiego
de compases sincopados.
Marcan acordes de viento,
secundados por las cuerdas,
de la invocación el momento:
aquellos que nunca mueren,
memoria de todos los vivos,
citados serán al rito.
Evocación de los Ancestros
Capullo abriéndose en la noche,
la tradición convoca
a los venerados ancestros.
Flor de rayos luminosos
divergen de la Elegida
percutiendo el dintel del tiempo.
Se abre el círculo en sus ángulos
delineando sobre la tierra
más apacibles cuadrados;
geometría de una cultura
que rinde culto a los muertos
y a los vivos reza ensalmos.
Acción Ritual de los Antepasados
Acuden al reclamo,
testigos necesarios,
los ancestros al ritual;
a reiterados acordes
de staccatos aparecen:
pulso atávico y tribal;
con alma de oso tocados
y las barbas de ceniza
de hogueras ha tiempo extintas,
forman corros cuando danzan
mientras escarban el suelo
en simbólica señal.
El viento modula designios:
gorjean fagots y oboes,
silban flautas y flautinos,
cantalean clarinetes,
y truenan tubas y trompas,
en disonante armonía.
Vuelve el pulso a percutir,
con medida parsimonia,
el girar de los ancestros.
A contemplar se disponen,
ojos ávidos de fuego,
la danza de la Elegida.
Danza Sacra (La Elegida)
Timbales, cuerdas y viento
elevan a la Elegida;
piruetas en el aire
traza el cuerpo de la ofrenda:
junco de esbelto talle
cimbreando las miradas...
Con la mano toca el suelo,
caricia al dios ofrecida,
mientras la otra al cielo eleva;
después, agita sus alas
como brazos encantados
ciñendo en vano la vida .
Danza de muerte sagrada,
de vida para los vivos,
desdichada afortunada:
brinca, ondula, gira, el mito
representa, enajenada,
con acordes compulsivos.
Al dios por fin ya se entrega,
y el aliento exhala al ritmo
de movimientos convulsos;
fecundado está Jarilo
con la savia de la virgen
culminándose así el rito.
-o-o-o-