Elegancia y belleza en la prosa de Henry James
Retrato de una dama
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.....Encontrar el origen de la belleza en el lenguaje es encontrar las fuentes de la belleza en la vida del ser humano, pues la belleza, si bien es un sentimiento estético, una sensación anímica, más o menos acorde con una idea que causa y procura bienestar, son las palabras uno de los medios primordiales para su transmisión, siendo que el medio así se convierte a su vez en protagonista de la misma idea de belleza que proclama. Nada puede transmitirse acerca de la belleza, más allá de la observación directa o la escucha, que no deba –y pueda– ser dicho por medio del lenguaje. Pensar una idea es pensar conceptos, términos, imágenes asociados a las palabras con que son definidas y nombradas. Y esas palabras fundadoras de imágenes pueden, en la más sublime de las utilizaciones, relacionarse entre sí para crear nueva belleza asociada a la que ya de por sí aluden. Es decir, hay, existe, una belleza que es propia del lenguaje, y esa belleza del texto se basa en la relación que establecen las palabras entre sí, una relación sugerente, sugestiva, cargada de sentido que al ser leídas (o escuchadas) provocan en la mente perceptiva una sensación de bienestar semejante a la contemplación de una obra bella, de un paisaje bello, de un escenario bello,..., pero, además, con la ventaja de que actúa como detonante de una reacción en cadena que se propaga por toda la cultura que el observador/oyente/lector posea, es decir, que alude a su experiencia, a su acervo vital.
.....El lenguaje tiene una (o varias) ventaja sobre la imagen visual; ésta es más concreta, si sugiere, lo hace desde lo visual emotivo. El lenguaje en cambio sugiere constantemente, pues constantemente está sometiendo a la mente a un esfuerzo de representación, de interpretación de lo que el código lingüístico expresa, y es así que las posibilidades se multiplican, ya no remiten a una sola imagen, que es ofrecida, sino que la imagen aludida puede fluctuar, variar, según las interacciones entre las palabras allí escritas y nuestra propia experiencia. El lenguaje apela directamente al mundo interior de cada observador/oyente/lector, no se le impone desde fuera (como lo hace un paisaje, una escena cotidiana, un cuadro), y es esa prerrogativa la que da al discurso (narración, relato, cuento, poema) uno de sus más determinantes valores: la adecuación de la historia que se cuenta al gusto de cada cual, permitiendo así que el observador/oyente/lector se sienta en cierto modo protagonista de una historia propia, y no testigo o actor secundario de otra ajena (pues es la descodificación del lenguaje, es decir, su interpretación, una manera de ser y sentirse protagonista de la acción de leer/escuchar/observar).
.....Es patente, pues, la importancia de que lo que se diga se diga de manera adecuadamente bella, si lo que se quiere es transmitir una impresión de belleza (lo mismo cabría decir si lo que se quiere transmitir es otro tipo de emoción o impresión: fealdad, terror, inquietud, o bien, entusiasmo, alegría, etc.). Este suele ser el objetivo de todo escritor literario, se dedique a la narrativa, la épica o, sobre todo, la poesía. Por lo común tiende a asociarse una prosa bella aquella que linda con lo poético, una prosa rica en imágenes, en agudezas, en sutilidades ingeniosas de raigambre lírica. Pero esto no siempre es así. Hay prosas bellas que sin embargo no beben de fuentes heliconas ni están bendecidas por Apolo. Si tributarias de las Musas lo serán por la elocuencia e ingeniosidad, por lo imaginativo de sus imágenes, es decir, más agradecidas a Calíope que a Talía o Erato. Hay una belleza emboscada en la prosa que cuando aparece, cuando el taumaturgo capaz la convoca, no sólo nada tiene que envidiar a la poesía bucólica más sublime o a la más excelsa poesía lírica, sino que al ser más directa –menos abstracta–, más racional –menos pasional–, su belleza inteligible y armónica impacta de un modo más claro, más asequible y reconocible. Es, qué duda cabe, la belleza de la prosa bella, una virtud vencida hacia lo apolíneo, en detrimento de lo dionisíaco que en lo poético prevalece. Con todo, apolíneo y dionisíaco, en la prosa, son conceptos extraños, por más que nos presten un servicio a la hora de expresar una idea. La prosa apela más a la razón, a la experiencia intelectiva, y menos a la emotiva o pasional, esto es cierto; pero la belleza que en ella deslumbra (cuando aparece) la acerca a estas consideraciones más propias de la lírica o la música. La prosa de Henry James es de este tipo, pertenece a esta especie, goza de semejante condición.
.....El lenguaje tiene una (o varias) ventaja sobre la imagen visual; ésta es más concreta, si sugiere, lo hace desde lo visual emotivo. El lenguaje en cambio sugiere constantemente, pues constantemente está sometiendo a la mente a un esfuerzo de representación, de interpretación de lo que el código lingüístico expresa, y es así que las posibilidades se multiplican, ya no remiten a una sola imagen, que es ofrecida, sino que la imagen aludida puede fluctuar, variar, según las interacciones entre las palabras allí escritas y nuestra propia experiencia. El lenguaje apela directamente al mundo interior de cada observador/oyente/lector, no se le impone desde fuera (como lo hace un paisaje, una escena cotidiana, un cuadro), y es esa prerrogativa la que da al discurso (narración, relato, cuento, poema) uno de sus más determinantes valores: la adecuación de la historia que se cuenta al gusto de cada cual, permitiendo así que el observador/oyente/lector se sienta en cierto modo protagonista de una historia propia, y no testigo o actor secundario de otra ajena (pues es la descodificación del lenguaje, es decir, su interpretación, una manera de ser y sentirse protagonista de la acción de leer/escuchar/observar).
.....Es patente, pues, la importancia de que lo que se diga se diga de manera adecuadamente bella, si lo que se quiere es transmitir una impresión de belleza (lo mismo cabría decir si lo que se quiere transmitir es otro tipo de emoción o impresión: fealdad, terror, inquietud, o bien, entusiasmo, alegría, etc.). Este suele ser el objetivo de todo escritor literario, se dedique a la narrativa, la épica o, sobre todo, la poesía. Por lo común tiende a asociarse una prosa bella aquella que linda con lo poético, una prosa rica en imágenes, en agudezas, en sutilidades ingeniosas de raigambre lírica. Pero esto no siempre es así. Hay prosas bellas que sin embargo no beben de fuentes heliconas ni están bendecidas por Apolo. Si tributarias de las Musas lo serán por la elocuencia e ingeniosidad, por lo imaginativo de sus imágenes, es decir, más agradecidas a Calíope que a Talía o Erato. Hay una belleza emboscada en la prosa que cuando aparece, cuando el taumaturgo capaz la convoca, no sólo nada tiene que envidiar a la poesía bucólica más sublime o a la más excelsa poesía lírica, sino que al ser más directa –menos abstracta–, más racional –menos pasional–, su belleza inteligible y armónica impacta de un modo más claro, más asequible y reconocible. Es, qué duda cabe, la belleza de la prosa bella, una virtud vencida hacia lo apolíneo, en detrimento de lo dionisíaco que en lo poético prevalece. Con todo, apolíneo y dionisíaco, en la prosa, son conceptos extraños, por más que nos presten un servicio a la hora de expresar una idea. La prosa apela más a la razón, a la experiencia intelectiva, y menos a la emotiva o pasional, esto es cierto; pero la belleza que en ella deslumbra (cuando aparece) la acerca a estas consideraciones más propias de la lírica o la música. La prosa de Henry James es de este tipo, pertenece a esta especie, goza de semejante condición.
.....Los críticos (muy acerbos) de Luis de Góngora, denostaban sus Soledades por achacarles una falta de entidad en su tema..., vamos, que, según ellos, la excusa del poema, su tramoya, su músculo, su razón de ser, no tenía la pertinente enjundia que toda gran poesía demanda. Lo mismo achacan los detractores de Henry James a varias de sus grandes –y mejores– novelas. Lo que estos críticos parecen no darse cuenta es que el motivo es lo de menos, lo demás es la construcción, el uso genial del lenguaje que en uno –poético– y en otro –narrativo– caso se hace. Con esto no quiero decir que Góngora o James escriban de forma hueca o estereotipada (uno, poesía; el otro, prosa), sino que sin grandes explosiones, aventuras, incidencias, son capaces de construir densos y bellos edificios lingüísticos, profundos, sugerentes.
.....Los temas de Henry James, sustanciados en la acción de sus novelas, no será trepidantes, pero nada más alejado de la verdad que considerarlos superficiales, antes al contrario, disfrutan de una densidad en ocasiones selvática y hasta casi asfixiante. De gran contenido psicológico, sus aventuras se realizan las más de las veces en escenarios interiores, en territorios de la mente de los protagonistas. Y son estas aventuras interiores las que están relatadas de forma maravillosa, que no preciosista. No hay preciosismo en la prosa de James, nada más alejado del barroquismo en su estilo; lo que sí hay frecuentemente es alambicamiento, complejidad expositiva esencial, por búsqueda de una realidad habitualmente hurtada a la apariencia, por realizarse en el interín psicológico de cada cual, a modo en que en un destilado pueden distinguirse las notas esenciales fundamentales de una sustancia primordial (aquí, el lenguaje descriptivo y revelador de la realidad imaginada por el autor), para conformar un todo que, como en un paisaje natural, en lo variado encuentra su mayor atractivo, y en lo proporcionado su más emotiva impresión.
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.....Como también prometí, adjuntaré los enlaces a las páginas que ofrecen esta obra; aunque no en la traducción que aquí ofrezco, reitero (para acceder a ella habrá que acudir a la biblioteca o a la librería.
LINKS
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The portrait of a lady. Obra original, en inglés, en la edición de Nueva York, 1908. Revisada por el autor para sus Obras Completas.Retrato de una dama. Versión traducida al español (librodot, vía Edu Mec).
Retrato de una dama. Alianza Tres (Alianza Editorial). Traducción (Introducción y notas) de María Luisa Balseiro. Es la obra de referencia para el texto que aquí se ha ofrecido. No disponible en la red.
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Retrato de una dama
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II
.....Mientras este intercambio de bromas tenía lugar entre los dos, Ralph Touchett se alejó un poco, con su habitual andar desencuadernado, las manos en los bolsillos y el menudo y alborotador terrier rondándole los talones. Llevaba el rostro vuelto hacia la casa, pero su mirada se inclinaba pensativa sobre la pradera; de suerte que hacía ya unos momentos que venía siendo objeto de observación para una persona que acababa de aparecer en el amplio umbral cuando el propio Ralph reparó en ella. Lo que condujo hasta ella su atención fue el comportamiento del perro, que de improviso había echado a correr con una pequeña andanada de ladridos agudos, en los que la nota de bienvenida, sin embargo, era más apreciable que la de desafío. La persona en cuestión era una señorita que pareció interpretar en el acto el saludo del pequeño animal. Adelantóse el perro a toda velocidad y se detuvo a sus pies, alzando los ojos a ella y ladrando estrepitosamente, ante lo cual, y sin vacilar, ella se agachó y lo tomó en sus manos, sosteniéndole cara a cara mientras él seguía con su rápido parloteo. Ya para entonces su amo había tenido tiempo de seguirle, y de ver que la nueva amiga de Bunchie, era una joven alta, vestida de negro, que a primera vista parecía guapa. Venía sin sombrero, como si se alojara en la casa –hecho éste que dejó un poco perplejo al hijo del dueño, consciente de aquella inmunidad frente a las visitas que la salud delicada de éste había hecho necesaria en los últimos tiempos. Entretanto también los otros dos caballeros habían tomado nota de la recién llegada.
.....—¡Válgame, quién es esa extraña? —había preguntado el señor Touchett.
.....—Quizás sea la sobrina de su esposa..., la señorita independiente —lord Warburton sugirió—. Yo diría que lo es, por su manera de tratar al perro.
.....También el collie había dejado desviar su atención, y ahora trotaba hacia la joven de la puerta, poniendo el rabo lentamente en movimiento, según iba.
.....—¿Pero entonces dónde está mi mujer? —murmuró el anciano.
.....—Será que la señorita la ha dejado por ahí: cosas de la independencia.
.....La joven, sonriente, se dirigió a Ralph, aún sosteniendo en alto al terrier: «¿Es suyo este perrito?»
.....—Era mío hace un momento; pero de pronto ha adquirido usted un aire notable de propiedad sobre él.
.....—¿No podríamos compartirle? —preguntó la joven—. Es un encanto.
.....Ralph la contempló un instante; era inesperadamente guapa. «Puede usted quedárselo entero», repuso después.
.....La joven parecía poseer una gran dosis de confianza, tanto en sí misma como en los demás, pero aquella brusca generosidad la hizo ruborizarse. «Debo decirte que probablemente soy prima tuya», dijo, dejando el perro en tierra. «¡Pero si hay otro!», añadió rápidamente, ante la llegada del collie.
.....—¿Cómo probablemente? —exclamó riendo el joven—. ¡Yo creí que estaba decidido! ¿Has llegado con mi madre?
.....—Sí, hace media hora.
.....—¿Y mi madre te ha depositado aquí y se ha vuelto a marchar?
.....—No, se ha ido derecha a su habitación. y me ha dicho que, si te veía, te dijera que tienes que ir a verla a las siete menos cuarto.
.....El joven miró su reloj. «Muchas gracias, seré puntual». Y después miró a su prima. «Sé muy bienvenida a esta casa. Encantado de conocerte.»
.....Ella miraba a todas parte, con una mirada que denotaba una clara percepción: a su acompañante, a los dos perros, a los dos señores bajo los árboles, al hermoso escenario que la rodeaba. «No he visto nunca un sitio tan bonito. Me he recorrido toda la casa, y es una auténtica maravilla.»
.....—Lamento que hayas estado aquí tanto tiempo sin que lo supiéramos.
.....—Tu madre me había dicho que en Inglaterra se llega con mucho sigilo; por eso pensé que no sería incorrecto. ¿Uno de esos señores es tu padre?
.....—Sí, el de más edad..., el que está sentado —dijo Ralph.
.....Ella se echó a reír. «Ya me figuro que no será el otro. ¿El otro quién es?
.....—Es un amigo nuestro..., lord Warburton.
.....—¡Ah, yo venía con la esperanza de que hubiera un lord; esto es como una novela! —Y luego exclamó de pronto—. ¡Adorable criatura! —mientras se inclinaba y volvía a coger al perro pequeño.
.....Seguían allí donde se habían encontrado, sin hacer ademán de avanzar ni de ir a hablar con el señor Touchett, y viéndola demorarse, espigada y encantadora, tan cerca del umbral, su interlocutor se preguntó si estaría esperando que fuera el anciano quien viniera a presentarle sus respetos. Las jóvenes americanas estaban acostumbradas a un trato de gran deferencia, y se había insinuado que ésta tenía mucho carácter. Cosa que ya le veía Ralph en la cara.
.....—¿No vienes a conocer a mi padre? —se atrevió, de todos modos, a preguntar—. Es viejo y está delicado..., no sale del sillón.
.....—¡Ah, pobre, cuánto lo siento! —exclamó la joven, echando a andar inmediatamente—. Por lo que he oído decir a tu madre, tenía la impresión de que más bien estaba... muy activo.
.....Ralph Touchett guardó silencio un instante. «Mi madre hace un año que no le ve.»
.....—Al menos tiene un lugar precioso para estar sentado. Vamos, pequeño animal.
.....—El sitio está muy bien —dijo el joven, mirando de reojo a su vecina.
.....—¿Cómo se llama? —preguntó ella, puesta de nuevo su atención sobre el terrier.
.....—¿Mi padre?
.....—Si —dijo la joven, divertida—, pero no le digas que te lo he preguntado.
.....Habían llegado entre tanto a donde estaba sentado el señor Touchett, y él se levantó despacio del sillón para presentarse.
.....—Ha llegado mi madre —dijo Ralph—, y ésta es Isabel Archer.
.....El anciano le puso las dos manos sobre los hombros, la contempló un momento con benevolencia extrema y la besó después galantemente. «Epara mí un gran placer tenerte aquí; pero me habría gustado que no hubierais permitido recibiros.»
.....—Hemos sido recibidas —dijo la joven—. Había como una docena de criados en el vestíbulo. Y una anciana que nos saludó con reverencia en la verja.
.....—¡Podemos hacerlo mejor..., si se avisa! —y el anciano seguía sonriéndole, frotándose las manos y meneando despacio la cabeza—. Pero a Lydia no le gustan las recepciones.
.....—Se ha ido derecha a su habitación.
.....—Sí..., y se habrá encerrado dentro. Es lo que hace siempre. Bueno, ya la veré la semana que viene. —Y el marido de la señora Touchett retomó lentamente su postura anterior.
.....—Antes —dijo la señorita Archer— bajará a cenar..., a las ocho. No se te olvide lo de las siete menos cuarto —añadió, volviéndose a Ralph con una sonrisa.
.....—¿Qué pasa a las siete menos cuarto?.
.....—Que a esa hora tengo que ir a ver a mi madre —dijo Ralph.
.....—¡Ah, pobre, cuánto lo siento! —exclamó la joven, echando a andar inmediatamente—. Por lo que he oído decir a tu madre, tenía la impresión de que más bien estaba... muy activo.
.....Ralph Touchett guardó silencio un instante. «Mi madre hace un año que no le ve.»
.....—Al menos tiene un lugar precioso para estar sentado. Vamos, pequeño animal.
.....—El sitio está muy bien —dijo el joven, mirando de reojo a su vecina.
.....—¿Cómo se llama? —preguntó ella, puesta de nuevo su atención sobre el terrier.
.....—¿Mi padre?
.....—Si —dijo la joven, divertida—, pero no le digas que te lo he preguntado.
.....Habían llegado entre tanto a donde estaba sentado el señor Touchett, y él se levantó despacio del sillón para presentarse.
.....—Ha llegado mi madre —dijo Ralph—, y ésta es Isabel Archer.
.....El anciano le puso las dos manos sobre los hombros, la contempló un momento con benevolencia extrema y la besó después galantemente. «Epara mí un gran placer tenerte aquí; pero me habría gustado que no hubierais permitido recibiros.»
.....—Hemos sido recibidas —dijo la joven—. Había como una docena de criados en el vestíbulo. Y una anciana que nos saludó con reverencia en la verja.
.....—¡Podemos hacerlo mejor..., si se avisa! —y el anciano seguía sonriéndole, frotándose las manos y meneando despacio la cabeza—. Pero a Lydia no le gustan las recepciones.
.....—Se ha ido derecha a su habitación.
.....—Sí..., y se habrá encerrado dentro. Es lo que hace siempre. Bueno, ya la veré la semana que viene. —Y el marido de la señora Touchett retomó lentamente su postura anterior.
.....—Antes —dijo la señorita Archer— bajará a cenar..., a las ocho. No se te olvide lo de las siete menos cuarto —añadió, volviéndose a Ralph con una sonrisa.
.....—¿Qué pasa a las siete menos cuarto?.
.....—Que a esa hora tengo que ir a ver a mi madre —dijo Ralph.
.....—¡Ah, qué afortunado! —comentó el anciano—. Pero siéntate..., toma una taza de té —indicó a la sobrina de su esposa.
.....—Me sirvieron té en mi habitación nada más llegar —respondió esta señorita—. Lamento que no esté usted bien de salud —añadió posando los ojos en su venerable anfitrión.
.....—Ay, hija mía, yo soy un viejo; ya es hora de que lo sea. Pero estaré mejor teniéndote aquí.
.....Ella había vuelto a pasear la mirada por el entorno: la pradera, los grandes árboles, el argentado Támesis ceñido de juncos, la hermosa casa de otro tiempo; y ocupada en ese repaso había hecho sitio en él para sus acompañantes, con una universalidad de observación fácil de concebir en una joven en quien evidentemente se juntaban la inteligencia y la emoción. Había tomado asiento y soltado al perrito; sus blancas manos, en el regazo, estaban cruzadas sobre el negro vestido; tenía la cabeza erguida, encendida la mirada, y su flexible figura se volvía sin esfuerzo a un lado y a otro, en armonía con que evidentemente recogía sus impresiones. Sus impresiones eran numerosas, y todas se reflejaban en una sonrisa clara y tranquila. «Nunca había visto nada tan precioso.»
.....—Ahora está muy bien —dijo el señor Touchett—. Yo sé qué impresión te produce; yo he pasado por todo eso. Pero tú sí que eres preciosa —añadió con una cortesía en la que no había nada de toscamente jocoso, y con la consciencia dichosa de que su avanzada edad le concedía el privilegio a decir esa clase de cosas, incluso a personas jóvenes que pudieran quizá recibirlas con alarma.
.....Del grado de alarma de esta persona joven no es preciso que demos exacta medida; púsose en pie al instante, sin embargo, con un rubor que no era una refutación. «¡Sí, por supuesto, soy encantadora! —replicó con risa breve—. ¿Qué antigüedad tiene esta casa? ¿Es isabelina?.
.....—Es del comienzo de la época Tudor —dijo Ralph Touchett.
.....Ella se volvió hacia él, avizorando su rostro. «¿Comienzo de la época Tudor? ¡Qué maravilla! Y seguro que hay mucho más.»
.....—Hay muchas mucho mejores.
.....—No digas eso, hijo mío —protestó el anciano—. No hay nada mejor que esto.
.....—Yo poseo una muy buena; diría que en algunos aspectos es un poco mejor —dijo lord Warburton, que hasta entonces no había hablado pero observaba a la señorita Archer con mirada atenta. Hizo una leve inclinación, sonriente; tenía maneras excelentes con las mujeres. La joven lo apreció al instante; no había olvidado que aquel caballero era lord Warburton—. Tendría mucho gusto en enseñársela —añadió.
.....—¡No le creas —clamó el anciano—, ni la mires! Es un barracón miserable..., no tiene comparación con ésta.
.....—Yo no sé..., no puedo juzgar —dijo la joven, sonriendo a lord Warburton.
.....Aquella discusión no despertaba el menor interés en Ralph Touchett, que, con las manos en lso bolsillos, tenía todo el aspecto de querer reanudar su conversación con su prima recién hallada. «¿Eres muy aficionada a los perros?» Inquirió a guisa de principio. Parecía darse cuenta de que era un principio torpe para un hombre inteligente.
.....—Sí, muchísimo.
.....—Pues tienes que quedarte con el terrier —siguió él, todavía torpemente.
.....—Lo haré mientras esté aquí, con mucho gusto.
.....—Que será por mucho tiempo, espero.
.....—Muchas gracias. No lo sé. Eso lo tendrá que organizar mi tía.
.....—Yo lo organizaré con ella..., a las siete menos cuarto —y Ralph volvió a mirar su reloj.
.....—Por lo pronto me alegro de estar aquí —dijo la joven.
.....—No creo que dejes que los demás te organicen las cosas.
.....—Ah, sí; si se organizan como a mí me gusta.
.....—Yo esto lo organizaré como me guste a mí —dijo Ralph—. Es absolutamente inexplicable que no te hayamos conocido antes.
.....—Yo estaba allí..., no había más que ir a verme.
.....—¿Allí? ¿Dónde?
.....—En los Estados Unidos, en Nueva York, en Albany y en otros sitios de América.
.....—Yo he estado ahí..., por todas partes, pero no te he visto nunca. No me lo explico.
.....La señorita Archer titubeó mínimamente. «Es que había habido algunas desavenencias entre tu madre y mi padre, después de la muerte de mi madre, que ocurrió cuando yo era niña. A consecuencia de eso no contábamos con conoceros.»
.....—¡Ah, pero yo no hago mías todas las peleas de mi madre..., Dios me libre! —exclamó el joven—. ¿Has perdido a tu padre hace poco? —prosiguió con mucha gravedad.
.....—Sí, hace más de un año. Después mi tía fue muy amable conmigo; fue a verme y me propuso venirme con ella a Europa.
.....—Comprendo —dijo Ralph—. Te ha adoptado.
.....—¿Adoptarme? —La muchacha le miró de hito en hito y el rubor volvió a su rostro, junto con una expresión de dolor momentánea que produjo cierto sobresalto en su interlocutor. Había calculado por bajo el efecto de sus palabras. Lord Warburton, que parecía constantemente deseoso de ver más de cerca a la señorita Archer, se acercaba a los dos primos en aquel momento, y en él posó ella los ojos muy abiertos.— No, no; no me ha adoptado. No se trata que nadie me tenga que adoptar.
.....—Te pido mil perdones —murmuró Ralph—. Quise decir..., que... —Apenas sabía lo que había querido decir.
.....—Quisiste decir que me ha tomado bajo su tutela. Sí; le gusta hacerlo. Se ha portado muy bien conmigo, pero —añadió con cierta visible vehemencia en su deseo de ser explícita— yo le tengo mucho apego a mi libertad.
.....—¿Estáis hablando de la señora Touchett? —gritó el anciano desde su sillón—. Ven acá, hija mía, y cuéntame algo de ella. Siempre agradezco la información.
.....La joven titubeó otra vez, sonriendo. «La verdad es que es muy benévola», respondió; tras de lo cual se llegó junto a su tío, que había acogido con hilaridad aquellas palabras.
.....Lord Warburton permaneció junto a Ralph Touchett, a quien, pasado un momento, dijo: «Hace un rato querías ver mi idea de lo que es una mujer interesante. ¡Ahí está!»
.....—Me sirvieron té en mi habitación nada más llegar —respondió esta señorita—. Lamento que no esté usted bien de salud —añadió posando los ojos en su venerable anfitrión.
.....—Ay, hija mía, yo soy un viejo; ya es hora de que lo sea. Pero estaré mejor teniéndote aquí.
.....Ella había vuelto a pasear la mirada por el entorno: la pradera, los grandes árboles, el argentado Támesis ceñido de juncos, la hermosa casa de otro tiempo; y ocupada en ese repaso había hecho sitio en él para sus acompañantes, con una universalidad de observación fácil de concebir en una joven en quien evidentemente se juntaban la inteligencia y la emoción. Había tomado asiento y soltado al perrito; sus blancas manos, en el regazo, estaban cruzadas sobre el negro vestido; tenía la cabeza erguida, encendida la mirada, y su flexible figura se volvía sin esfuerzo a un lado y a otro, en armonía con que evidentemente recogía sus impresiones. Sus impresiones eran numerosas, y todas se reflejaban en una sonrisa clara y tranquila. «Nunca había visto nada tan precioso.»
.....—Ahora está muy bien —dijo el señor Touchett—. Yo sé qué impresión te produce; yo he pasado por todo eso. Pero tú sí que eres preciosa —añadió con una cortesía en la que no había nada de toscamente jocoso, y con la consciencia dichosa de que su avanzada edad le concedía el privilegio a decir esa clase de cosas, incluso a personas jóvenes que pudieran quizá recibirlas con alarma.
.....Del grado de alarma de esta persona joven no es preciso que demos exacta medida; púsose en pie al instante, sin embargo, con un rubor que no era una refutación. «¡Sí, por supuesto, soy encantadora! —replicó con risa breve—. ¿Qué antigüedad tiene esta casa? ¿Es isabelina?.
.....—Es del comienzo de la época Tudor —dijo Ralph Touchett.
.....Ella se volvió hacia él, avizorando su rostro. «¿Comienzo de la época Tudor? ¡Qué maravilla! Y seguro que hay mucho más.»
.....—Hay muchas mucho mejores.
.....—No digas eso, hijo mío —protestó el anciano—. No hay nada mejor que esto.
.....—Yo poseo una muy buena; diría que en algunos aspectos es un poco mejor —dijo lord Warburton, que hasta entonces no había hablado pero observaba a la señorita Archer con mirada atenta. Hizo una leve inclinación, sonriente; tenía maneras excelentes con las mujeres. La joven lo apreció al instante; no había olvidado que aquel caballero era lord Warburton—. Tendría mucho gusto en enseñársela —añadió.
.....—¡No le creas —clamó el anciano—, ni la mires! Es un barracón miserable..., no tiene comparación con ésta.
.....—Yo no sé..., no puedo juzgar —dijo la joven, sonriendo a lord Warburton.
.....Aquella discusión no despertaba el menor interés en Ralph Touchett, que, con las manos en lso bolsillos, tenía todo el aspecto de querer reanudar su conversación con su prima recién hallada. «¿Eres muy aficionada a los perros?» Inquirió a guisa de principio. Parecía darse cuenta de que era un principio torpe para un hombre inteligente.
.....—Sí, muchísimo.
.....—Pues tienes que quedarte con el terrier —siguió él, todavía torpemente.
.....—Lo haré mientras esté aquí, con mucho gusto.
.....—Que será por mucho tiempo, espero.
.....—Muchas gracias. No lo sé. Eso lo tendrá que organizar mi tía.
.....—Yo lo organizaré con ella..., a las siete menos cuarto —y Ralph volvió a mirar su reloj.
.....—Por lo pronto me alegro de estar aquí —dijo la joven.
.....—No creo que dejes que los demás te organicen las cosas.
.....—Ah, sí; si se organizan como a mí me gusta.
.....—Yo esto lo organizaré como me guste a mí —dijo Ralph—. Es absolutamente inexplicable que no te hayamos conocido antes.
.....—Yo estaba allí..., no había más que ir a verme.
.....—¿Allí? ¿Dónde?
.....—En los Estados Unidos, en Nueva York, en Albany y en otros sitios de América.
.....—Yo he estado ahí..., por todas partes, pero no te he visto nunca. No me lo explico.
.....La señorita Archer titubeó mínimamente. «Es que había habido algunas desavenencias entre tu madre y mi padre, después de la muerte de mi madre, que ocurrió cuando yo era niña. A consecuencia de eso no contábamos con conoceros.»
.....—¡Ah, pero yo no hago mías todas las peleas de mi madre..., Dios me libre! —exclamó el joven—. ¿Has perdido a tu padre hace poco? —prosiguió con mucha gravedad.
.....—Sí, hace más de un año. Después mi tía fue muy amable conmigo; fue a verme y me propuso venirme con ella a Europa.
.....—Comprendo —dijo Ralph—. Te ha adoptado.
.....—¿Adoptarme? —La muchacha le miró de hito en hito y el rubor volvió a su rostro, junto con una expresión de dolor momentánea que produjo cierto sobresalto en su interlocutor. Había calculado por bajo el efecto de sus palabras. Lord Warburton, que parecía constantemente deseoso de ver más de cerca a la señorita Archer, se acercaba a los dos primos en aquel momento, y en él posó ella los ojos muy abiertos.— No, no; no me ha adoptado. No se trata que nadie me tenga que adoptar.
.....—Te pido mil perdones —murmuró Ralph—. Quise decir..., que... —Apenas sabía lo que había querido decir.
.....—Quisiste decir que me ha tomado bajo su tutela. Sí; le gusta hacerlo. Se ha portado muy bien conmigo, pero —añadió con cierta visible vehemencia en su deseo de ser explícita— yo le tengo mucho apego a mi libertad.
.....—¿Estáis hablando de la señora Touchett? —gritó el anciano desde su sillón—. Ven acá, hija mía, y cuéntame algo de ella. Siempre agradezco la información.
.....La joven titubeó otra vez, sonriendo. «La verdad es que es muy benévola», respondió; tras de lo cual se llegó junto a su tío, que había acogido con hilaridad aquellas palabras.
.....Lord Warburton permaneció junto a Ralph Touchett, a quien, pasado un momento, dijo: «Hace un rato querías ver mi idea de lo que es una mujer interesante. ¡Ahí está!»
Fin del capítulo II
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GALERÍA
John Singer Sargent
1856-1925
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Amigo personal de Henry James, y al que éste alude en alguno de sus relatos, bien tomándolo como protagonista, bien haciendo uso de su figura representativa, es el representante más eximio de la Escuela Norteamericana en la época. Espléndido retratista, género que prodigó durante toda su vida, abrazó la corriente impresionista de finales del XIX e inicios del XX. En algunos de paisajes (fue también un buen paisajista) y en escenas de género tomadas en sus varios viajes, es donde mejor puede observarse este coqueteo con las vanguardias, acercándose, incluso a Sorolla en el tratamiento de la luz. En la segunda parte de su carrera profesional frecuentó la acuarela con gran maestría. Célebre, así mismo, por los murales y bajorrelieves de la Biblioteca de Boston, de temática religiosa, o los del Museo de Bellas Artes de la misma ciudad, de temática mitológica griega, en los que el pintor utiliza un estilo más academicista con cierta semejanza prerrafaelita. Sus retratos de damas de la alta sociedad y la nobleza, tanto aristocrática como financiero-burguesa, son un perfecto muestrario representativo del estilo de la sociedad victoriana.
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Amigo personal de Henry James, y al que éste alude en alguno de sus relatos, bien tomándolo como protagonista, bien haciendo uso de su figura representativa, es el representante más eximio de la Escuela Norteamericana en la época. Espléndido retratista, género que prodigó durante toda su vida, abrazó la corriente impresionista de finales del XIX e inicios del XX. En algunos de paisajes (fue también un buen paisajista) y en escenas de género tomadas en sus varios viajes, es donde mejor puede observarse este coqueteo con las vanguardias, acercándose, incluso a Sorolla en el tratamiento de la luz. En la segunda parte de su carrera profesional frecuentó la acuarela con gran maestría. Célebre, así mismo, por los murales y bajorrelieves de la Biblioteca de Boston, de temática religiosa, o los del Museo de Bellas Artes de la misma ciudad, de temática mitológica griega, en los que el pintor utiliza un estilo más academicista con cierta semejanza prerrafaelita. Sus retratos de damas de la alta sociedad y la nobleza, tanto aristocrática como financiero-burguesa, son un perfecto muestrario representativo del estilo de la sociedad victoriana.
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RETRATOS, PAISAJES Y ESCENAS DE GÉNERO
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1885/1890-1900
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Henry Cabot Lodge, 1890
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Jeorge Washington Vanderbilt, 1890
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Homer Saint-Gaudens and his Mother, 1890
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Mrs Augustus Emenway, 1890
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Mrs Eleanor Brooks, 1890
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Mrs Edward L Davis and Her Son, Livingston Davis, 1890
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Lady Agnew of Lochnaw, 1892-93
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Mrs Hugh Hammersley, 1892-93
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Mrs John J. Chapman (Elizabeth Winthorp Cahnler), 1893
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Mrs Elsie Wagg, 1893
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Portrait of Louis Alexander Fagan, 1893
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Mrs Graham Moore Robetson, 1894
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W Graham Robertson, 1894
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Ada Rehan, 1894
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Mrs Ernest Hills, 1894
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Coventry Patmore, 1894
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Etla Dunham, 1894
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Helen Sears, 1895
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Expectancy: A Portrait of Frances Winifred HillI, 1895
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Frederick Law Olmsted, 1895
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Mrs Walter Bacon, 1895
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Mrs Carl Meyer and Her Childrens, 1896
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Mrs Colin Hunter, 1896
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Mrs Shakespeare, 1896
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Countess Laura Spinola Núñez del Castillo
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Joseph Chamberlain ("Joe"), 1896
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Sir George Lewis, 1896
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Princess Demidoff, 1895-96
(Helena Petrovna Demidova, Princess of San Danto 1853-1917)
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Countess Clary Aldringen (Therese Kinsky), 1896
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The Honorable Laura Lister, 1896
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Mr and Mrs, I.N. Phelps Stokes, 1897
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Henry G. Marquand, 1897
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Mrs George Swinton (Née Elizabeth "Elsie" Ebswotrh), 1897
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Catherine Vlasto, 1897
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Asher Wertheimer and his Wife, 1898
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Mrs J.W. Crombie, 1898
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Miss Daisy Leiter (Marguerite Hyde Leiter), 1898
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Colonel Ian Hamilton CB DSO, 1898
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Mrs Ralph Curtis, 1898
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Mrs Charles F. St Clair Anstruther-Thomson (Agnes), 1898
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The Wyndham Sisters, 1899
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Mrs Joshua Montgomery Sears, 1899
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Honorable Victoria Stanley, 1899
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Mrs Carey Thomas, 1899
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Charles Arthur Rusell, 1st Baron of Killowem, 1899
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Lord Russel Killowem, 1899
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PAISAJES Y ESCENAS DE GÉNERO
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Carnation, Lily, Lily, Rose, 1885
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Millets Garden, 1886
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Poppies, 1886
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In the Orchard, 1886
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Landscape with Rose Trellis, 1886
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Twoo Woman Asleep in a Punt under the Willows, 1887
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A Backwater at Bargrave, 1887
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A Morning Walk, 1888
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Denis Miller Bunker painting at Calcot, 1888
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Ellen Terry as Lady Macbeth, 1889
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A Javaneses Dancers, 1889
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A Javanese Girl at Her Toilet, 1889
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Paul Helleu sketching, 1889
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A boating Party, 1889
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La Carmencita, 1890
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La Carmencita (2), 1890
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Still Life with Daffodils, 1890
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An Interior in Venice, 1898
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Venetian Wineshop, 1898
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The Pavement, 1898
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