Uno se mira en el espejo y descubre al otro que siempre va con uno,
aunque ese uno-otro que vemos, de forma extraña, nunca es el mismo,
nunca se muestra de la misma forma, nunca nos causa la misma impresión;
como si el uno que creemos ser no lo fuéramos de una vez por todas,
como si el otro que creemos atisbar en nosotros mismos nos viniera a revelar
que el ser se está haciendo y rehaciendo constantemente,
y por la tanto es indefinible, inasible e imposible de limitar.
El espejo, con su estrambótica inversión de los valores de la realidad,
nos viene a demostrar la gran verdad que habita en nosotros:
somos no más que reflejos del Ser, un Ser ilimitado que se refleja en la realidad.
De las cosas de este Mundo. Héctor Amado
Ante el espejo
I
.....Tiene el espejo múltiples significados: unos latos y otros figurados, unos materiales y otros más o menos imaginados, unos estrictos o absolutos y otros relativos; unos, en fin, referidos exclusivamente al útil o utensilio así llamado, y a su función, que, fundamentalmente, es reflejar la imagen de quien en él se mira, es decir, referidos al sujeto —que se mira— y al objeto —en donde mirarse—, y otros que aluden al acto significativo, es decir, al predicado.
.....Si tenemos en cuenta que, según todas las experiencias al respecto, el ser humano es el único animal capaz de reconocerse en una superficie reflejante (sea la tranquila superficie de un estanque, sea la superficie de un material suficientemente pulido), y que en ese reconocimiento está implícito, no ya un hecho físico —la mera imagen corporal—, sino otro metafísico —el ser que se mira y se reconoce, con todo su mundo interior, un mundo que establece analogías y se hace preguntas—, no es extraño que este objeto y su carga significativa derive, como el tronco de árbol especular, en numerosas ramificaciones.
.....Así, el espejo, de entrada, nos produce una primera impresión de irrealidad (aún basándose en una realidad tangible, comprobable, objetiva y objetivable), pues la imagen que observamos reflejada, —pongamos que la nuestra— allí aparece en todo idéntica a nosotros pero trastocada en el espacio: lo que era diestro se convierte en siniestro y viceversa. Pocas veces se piensa en algo tan obvio (característica de tantas obviedades que entrañan una más profunda significación o interpretación). Por algún mágico fenómeno se trastoca el orden real de las cosas para aparecer en esa superficie, como si de un mundo paralelo se tratase, en todo idéntico pero invertido. El pasmo está servido... El pasmo para un ser con la capacidad de pasmarse, claro está,
.....Entre los significados predicativos que le cabe a lo especular está el de ser asociado a la vanitas latina: se mira al espejo, sobre todo, el vanidoso, aquel que se gusta, quien gusta de su arreglo personal, o, lo que es peor, se siente encantado consigo mismo, gozoso de la propia apariencia, de la hermosura con que la naturaleza le ha dotado. Unas veces este engreimiento está justificado —realmente se trata de alguien hermoso—, pero otras tiene más que ver con una visión desenfocada de la realidad, una visión sesgada, personal, fundada y fundida en la vanagloria. Y así es un fenómeno (predicado) recurrente y reiterado en las artes plásticas hasta constituirse en un tema en sí mismo: a través de todas las épocas y en todos los estilos se ha tratado el tema de la vanitas, muchos han sido quienes han aportado su propia y singular versión de este pecado contra el amor propio (¿y quizá contra la cordura?).
.....Pero detengámonos un momento en este hecho de la vanidad constituida en modelo y ejemplar imagen —espejo— donde reflejar una actitud vital. ¿Es lícito sentirse orgulloso de uno mismo al verse reflejado (sea el espejo un objeto material, o sea una entidad que nos devuelve una cierta imagen de nosotros mismos)? ¿Es que uno no debe reconocer la hermosura cuando nos atañe en primera persona? ¿En qué medida, o de qué modo, uno puede hacerlo —reconocer la propia belleza— sin caer en la vanagloria, la jactancia, la presunción o la fatuidad? ¿O, indefectiblemente, hacerlo conlleva esa lacra, esa perspectiva peyorativa? Visto desde este interesado ángulo, el espejo no sale muy bien parado; sería un objeto nada deseable, incluso vituperable.
.....De hecho hay comunidades y culturas que lo tienen como un objeto ligado a las potencias del mal. Según popular creencia romper un espejo trae mala suerte (incluso hay quien le pone un cómputo fijo: ¡siete años de mala suerte!); para otros, ser capturada la imagen de alguien en un espejo en determinadas circunstancias (noches de tormenta, o especial y astrológicamente señaladas) supone que su alma quedará atrapada en su superficie; y otros, en fin, no hacen reflejarse en ellos a los infantes por miedo a que su desarrollo se vea entorpecido por la captura de su potencial vital por parte de tan temible y reflectante artilugio.
.....A una incipiente adolescente se le ocurrió imaginar (bueno, en realidad, quien lo imagino fue su creador, un matemático llamado Lewis Carrol) que atravesando el espejo se encontraría con un fantástico mundo, réplica al nuestro, al que denominó País de las Maravillas, porque no otra cosa puede encontrarse al otro lado del espejo sino lo imbuido de maravilla (comenzando con la misma capacidad para trasvasarse a un otro lado de la superficie especular. Y esto no significa otra cosa que del otro lado uno se topará con eso: la imaginación de quien en el espejo se refleja (y se revela). Y en esa imaginación cabrá todo (pues, reitero, nada más mágico que contemplar el mismo mundo que nos contiene, todo él, en una superficie de dos dimensiones, pero con los objetos trastocados, otros... y los mismos. ¿Qué de extraño hay en ir un poco más allá y poner de nuestra parte todo tipo de maravillas a partir de esta fundacional?
.....De una inicial propuesta vanidosa del espejo hemos derivado en otra fantástica... Pero esta aparente desviación no es tal, pues que Alicia en el País de las Maravillas supone el colmo de la vanidad, entendida en este caso en su significado más estricto, es decir, como vana, carente de consecuencia y/o importancia, de utilidad (baste decir, también, carente de influencia en la realidad... ¿o no?). Efectivamente —algunos me puntualizarán—, nada más lejos de la realidad que tachar una tal posibilidad, salida del magín de un excesivamente imaginativo ser humano, de vanidad, en el sentido de insustancial, pues ríos de tinta ha hecho correr, además de incardinarse a la cultura occidental en múltiples facetas. Pero si consideramos que lo fantástico —y aún más lo maravilloso— poco tiene que ver con lo real (sea por superarlo, sea por sustituirlo), deberíamos de concluir que mucho tiene de vano. Mas volvamos a detener nuestro paso argumentativo o reflexivo: esta vanidad —y con ella mucho de los mundos fantásticos y maravillosos que el ser humano se ha visto impelido a crear— tiene una influencia decisiva en la realidad del ser pensante por excelencia (y por exclusividad), y ello quizá sea debido a que la vanidad es parte esencial de la realidad del hombre, sin la cual le es imposible (o francamente dificultoso) vivir. Quizás no sea una vanidad narcisista (¿seguro que no?), pero no deja de ser vanidad, cosa imaginada e irreal (y en la mayoría de las ocasiones irrealizable). El espejo nos trae perplejidades de este tipo.
.....Esta perspectiva vanidosa asociada al espejo tiene una connotación moral obvia, que ha perfundido diversas épocas de las diversas culturas occidentales, desde el mito clásico de Narciso (la superficie del estanque como espejo) al Espejito Mágico de la madrastra de Blancanieves, de los Hermanos Grimm, para confluir en esa especie de mar especular que es la Alicia de Carroll. Pero es en la concepción cristiana occidental donde la vanitas cobra con mayor vigor su peyorativo sentido; de hecho es uno de los pecados capitales (siete, como los años de mala suerte citados más arriba) de su doctrina, representados gráficamente una y mil veces.
.....Se suele representar a la vanidad como una hermosa mujer mirándose al espejo... Pero también Venus, la diosa del amor y la belleza, se representa así, reflejando su hermosura en los espejos que le tienden sus asistentes, aunque en su caso no se considera como algo peyorativo (otro es el sentido de la virtú latina —y griega). Estas dos visiones corresponden a dos perspectivas opuestas de la vida y el mundo: una, la cristiana, negativa y negadora de la materia, siempre efímera; la otra, clásica, positiva y vitalista que, a pesar del fatum, glorifica la existencia y sus placeres. Una cree, y necesita —y porque lo necesita cree en ello—, en un más allá ya no efímero, sometido a corrupción y decrepitud. La otra no cree en un más allá, no al menos mejor que este más acá que es el que sabemos (con más o menos certidumbre) que sí lo tenemos al alcance de la mano. Estas dos visiones condicionan, pues, el devenir significativo del espejo: para unos superfluo, hostil, inconveniente, prescindible; para los otros útil, conveniente, apropiado, e, incluso, imprescindible. Objeto infernal versus objeto divinamente mundano.
.....En el siguiente post nos enfocaremos en otras consideraciones más figuradas del espejo, incluso en la transmutación del objeto especular en entidades diferentes a la material. Veremos qué es capaz de cumplir esa función de reflejo y qué es lo que supone en la vida cotidiana del ser humano. También nos daremos un pequeño paseo literario y crítico del arte por las diversas manifestaciones que en la cultura ha tenido este útil, cuyos límites concretos se pierden en un espacio ilimitado de sugerencias.
GALERÍA
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MUJERES ANTE EL ESPEJO
1400's-1700's
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MUJERES ANTE EL ESPEJO
1400's-1700's
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Venus and the Mirror, Jan Gossaert Mabuse
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Venus and the Mirror, Jan Gossaert Mabuse
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Woman with Mirror, 1513-15. Tiziano
Venus with Mirror, 1555. Tiziano
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Venus with Mirror, 1st quarter 16th. Fontainebleau School
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Venus at her Toilet, c 1550. Fontainebleau School
Lady before the Mirror (British Version), c 1530 Fontainebleau School
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Lady Before the Mirror (german version, or Diane de Poitiers), c. 1570. Fontainebleau School (Basel)
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Woman before the Mirror (french version), c 1590. Fontainebleau School (Dijon)
The Toilet of Venus, 1558. Giorgio Vasari
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Venus with Mirror, 1585. Paolo Veronese
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Couple with a Mirror, 1596. Hans von Haachen
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Bathseeba at her Bath, Hans von Haachen
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Lascivia, Abraham Janssens (1573-1636)
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Lascivia, Abraham Janssens (1573-1636)
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The Toilet of Venus, Abraham Janssens (1573-1636)
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A Personification of Vanity, Abraham Janssens (1573-1636)
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Bathseeba at her Bath, Hans von Haachen
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Lascivia, Abraham Janssens (1573-1636)
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Lascivia, Abraham Janssens (1573-1636)
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The Toilet of Venus, Abraham Janssens (1573-1636)
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A Personification of Vanity, Abraham Janssens (1573-1636)
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Martha and Mary of Magdala, 1598. Caravaggio
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Martha reprending her Sister Mary (two woman and Mirror), Orazio Gentileschi
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Toilette de Venus, 1614-15. Peter Paul Rubens
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Jeune Femme a sa Toilette, 1626. Nicolas Regnier
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Girl with a Mirror (a profane allegory of Love), 1627. Paulus Moreelse
Venus at herToilet, 1640. Simon Vouet
The Rokeby Venus (La Venus del Espejo), 1647-51. Diego Velázquez
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The Rokeby Venus (La Venus del Espejo), 1647-51. Diego Velázquez
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A Woman at Her Mirror. Gabriel_Metsu (1629-1667)
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Lady at her Toilet, c 1660. Unknown
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A Lady at her Toilet, 1660. Gerard ter Borch
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A Woman dressing her Hair, 2nd Third of 17th century. Gerard ter Borch
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The Rokeby Venus (La Venus del Espejo), 1647-51. Diego Velázquez
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A Woman at Her Mirror. Gabriel_Metsu (1629-1667)
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Lady at her Toilet, c 1660. Unknown
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A Lady at her Toilet, 1660. Gerard ter Borch
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A Woman dressing her Hair, 2nd Third of 17th century. Gerard ter Borch
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Femme à sa toilette, 1676. Frans van Mieris (Le Vieux)