El Eterno Femenino en la Escultura
Reflexiones esculturales
Reflexión 9:
La cualidad del Eterno Femenino
.....A lo largo de los once anteriores posts mucho se ha dicho y total apenas nada de lo que cabría decirse, lo que me lleva a la conclusión de que quizás hubiera sido mejor haber permanecido en silencio, dejando no más que las obras hablaran por sí mismas y contaran, desde ese su decir de imagen modelada, las intimidades que todos esperarían oír de una tal ambiciosa e imprecisa expresión, cual es la que se ha venido manejando hasta aquí y que ha sido origen y motivo de esta extensa apuesta: El Eterno Femenino.
.....Doce habrán sido los capítulos dedicados a la plasmación escultórica de esta idea —y aún así parcial, pues que se han dejado fuera eminentes representantes y representaciones, ya expuestos en otro lugar, o de futura presencia. Y digo bien al decir idea, pues no otra cosa puede ser lo que no tiene una realidad material concreta, sino que pertenece más bien a una suma de realidades y metarrealidades, de posibilidades y realizaciones. Me explico: el Eterno Femenino es algo que está presente en una sola mujer, y, a la vez, algo que ésta por sí sola no logra abarcar, ya que se trataría, antes bien, de la suma de cualidades y circunstancias que atañen a todas las mujeres, y cuando digo todas no me refiero a todas las que son o han sido, sino también a todas las que serán.
.....Vehículo del Eterno Femenino es cada una de las mujeres, algo así como una copia aproximada, a singular escala, de lo que el Eterno Femenino es. Una copia que en modo alguno lo agota, una copia que no es sino parte, portando el aroma de todo; como el aroma balsámico de un pino es el aroma de todos los pinos, aunque ese pino en particular no agota la multiforme expresión del pinar, de los pinares que han sido, son y serán.
.....Del mismo modo una mujer non agota el Eterno Femenino pero es expresión de él, como un vaso de agua cogido del mar no contiene todo el mar, pero contiene mar. La resina de un pino nos remite a la savia de todos los pinos, un vaso de agua de mar nos remite a todo el mar, una mujer nos remite al Eterno Femenino. Así simple, así de complejo.
.....El Aroma de la Mujer es lo que se desprende de ese su Eterno concepto. Pero ¿cuáles son, no más sea de forma aproximativa, las cualidades que ese concepto en concreto posee? ¿Las inherentes a las funciones que toda mujer por el hecho de serlo puede realizar; es decir: madre, amante, compañera, amiga, musa, por citar algunas de las más recurrentes? ¿Hay más cualidades o hay alguna otra cualidad que impere sobre todas las demás, y a la que todas las otras se vean supeditadas?
.....El Eterno Femenino por ser un concepto que intenta describir o definir un todo nutrido de partes (de unas), por ser un concepto que intenta aglutinar en sí, tanto el mínimo común múltiplo, como el máximo común divisor de lo que la femineidad quiera que sea, a la fuerza propenderá a la extravasación de todo contenido, a la ausencia de límites y de fronteras, también a abarcar tanto la constatación de realidades (de mujeres distintas) como la especulación de posibilidades (de mujeres probables). Lo que hay en la mujer que la asemeja a otra mujer (ese aroma de una sustancia común), más que lo que la diferencia de las demás, es lo propio del Eterno Femenino. Y aun así, la diversidad de singularidades (la variación de mujeres diferentes) es una de las características más notables de ese Eterno Femenino que en una tal diversidad —y diferencia— expresa siempre unas cualidades afines.
.....Si tomamos, a modo de acercamiento ejemplar, el caso concreto de la escultura, vemos que muchas son las esculturas, las formas, las expresiones singulares, muchos los gestos, posturas, escenas, alusiones, muchas las figuras diferentes en que el Eterno Femenino se manifiesta. Y en todos los casos hablamos de un Eterno Femenino que las englobaría a todas. Y en cada una de ellas, contemplada de forma singular, sentimos la presencia, el hálito, el aroma, de lo que intentamos expresar con esas dos palabras: Eterno Femenino.
.....Eterno, por cuanto es inagotable, inmarcesible, infinito, perfectamente curvilíneo hasta logar la deriva circular. Femenino, por cuanto atañe a la mujer, a su realidad y a su irrealidad, a su concreción y a su barrunto. Lo femenino como mitad de una única naturaleza que junto a la mitad constituida por el hombre define a una especie. Lo femenino vivido y experimentado por el hombre como ausencia y complementariedad, y como posibilidad de permanencia, como seguro de futuro: de eternidad.
.....En cada escultura representando a la mujer, sean las condensadas en el discreto tamaño de las criselefantinas, es el Eterno Femenino quien nos interpela y quien nos transmite el realmente fantástico relato del misterio. Ese misterio donde está la explicación de la existencia (porque hay una explicación, quizás no antropológica, pero la hay). Sentimos que en ese Eterno Femenino, que en esa escultura que nos habla de él, está latiendo el inaccesible corazón del misterio. Y es ese latido el que no estimula, el que, cual vibración diapasónica, hace resonar en nosotros la vibración vital que nos es propia, y que reconocemos como victoria imperatrix mundi, señora de la vida y lo existente (en cualquiera de sus posibles manifestaciones).
.....En esas formas estilizadas, o en esas otras rotundas, representando a la mujer voluptuosa y sensual o a la virgen intocable, ideática, hecha de cálida razón formal y ardiente aspiración, ambas evocadoras; en esos rasgos delicados, en esas armoniosas proporciones, en esos curvilíneos perfiles de los senos y las nalgas, o en los que dibujan en el gozoso aire los brazos o las piernas, en los que determinan las emociones del rostro o los que expresan la actitud del torso, en todos ellos, desde cada uno de ellos, la voz del Eterno Femenino se deja oír, a veces con voz en grito, con la intención de comunicarnos que, amante y maternal, está ahí, siempre ahí, para erradicar de nosotros el miedo a la finitud; con esa su expresión de eternidad no viene a decir que nada se acaba, que todo recomienza continuamente... el Eterno Femenino es promesa y esperanza, es salvación y solución: es fin sin final. Eso al menos es lo que a mí me dicen, desde su forma callada y clamorosa, las esculturas que por aquí han desfilado durante estos doce post.
.....Y, por cierto, lo dicho en esta reflexión (9ª de las realizadas) puede servir de introducción a la siguiente propuesta, que será musical y metafísica —o metafísicamente musical, si se prefiere— centrada en la figura más metafísica del último romanticismo, y su epígono: Gustav Mahler.
Fin de las reflexiones esculturales
Retratos escultóricos del Eterno Femenino
8
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La Mujer Criselefantina
(...y IV)
.....Ivory, en estado puro, poseía el poder de atracción y la capacidad de seducción de lo salvaje; pero también la dudosa virtud de inspirar la inquietud y aun el temor que inculca el depredador. Y era este doble sentimiento lo que la hacía tan deseable... y peligrosa. No poseía la sofisticada elegancia de que hacía gala Áurea, sino la ágil elegancia del felino, que implica una mezcla de seguridad y confianza en uno mismo con una especie de displicencia hacia lo mundano, una pose distante naturalmente adquirida y que se retroalimentaba a medida que su existencia se iba volviendo cada vez más afilada y, a un tiempo, más pasional. Imposible resistir esa su mirada en la que parecía titilar, aún vigoroso y posible, el luminoso firmamento de los paraísos perdidos. Mantener la mirada fija en aquellos ojos esmeraldinos era poco menos que correr el riesgo de someterse a una terapia de hipnosis, una suerte de mesmerismo mediante el cual el sentido de la realidad cotidiana cambiaba, se transformaba, para dejar paso a un paréntesis de excepcionalidad, en la que cualquier cosa podía ser posible, fuera o no probable. Si era tan terriblemente atractiva, era por esa su capacidad para enajenarte: pura naturaleza condensada en prodigio de organicidad, cuya voluptuosa hermosura desafiaba a la cordura. Había quien comparaba aquella mirada, más que a la de un felino (una pantera para ser más exactos), a la de una serpiente presta a saltar sobre su presa. Lo especial en Ivory era que parecía estar siempre de cacería, al acecho de cualquier olor que delatara el corazón palpitante de la vida. Cuando lo hacía, cuando descubría ese olor, esa oportunidad, esa presa, se lanzaba sobre ella de forma decidida y despiadada. Para su veneno, para su mordedura, para su dentellada fatal, no había antídoto ni protección posible. Con un simple gesto, apenas advertido, era capaz de abrirte el vientre y dejar expuestas tus entrañas; o con un rápido movimiento, apenas perceptible, te atenazaba por el cuello y te extraía la vida a base de dejarte sin aliento.
.....No sabía uno qué era peor —o mejor, según se mire el vaso medio lleno o medio vacío—: si caer bajo el influjo de Áurea o bajo el dominio de Ivory. Eran situaciones diferentes y ambas contradictoriamente deseables en extremo, para quien estuviese provisto de la sensibilidad capaz de su disfrute. Una, por culta y sofisticada; la otra, por salvaje y primordial. Mediante una, se sentía uno catapultado hacia las más gozosas y alambicadas cumbres; por la otra, uno podría sentirse inmerso en las más lúbricas y arcanas profundidades.
.....En el terreno elemental Áurea representaba el aire y la tierra; Ivory, el agua y el fuego. Pero, si esas podían ser sus atribuciones más probables, no menos cierto era que a la relación de fuego y tierra debía Áurea su ser; y a la de aire y agua, Ivory el suyo. La una, fusión de una naturaleza mineral y otra orgánica; la otra, constituida por la condensación etérea en una fluidez perpetua. Las dos, expresiones cíclicas de la sublimación de la naturaleza; diosa Jano de doble cara, con entidad de epitome existencial donde uno podía hallar —gozándose en ello— los contrastes más sorprendentes, las variaciones más insólitas, las perspectivas más dispares, de una misma y, no obstante, tan divergente mujer.
.....No era ya una simple bipolaridad, o, si lo era, adquiría en Áurea/Ivory la categoría de prodigiosa doble naturaleza, cuya alternancia, además, se producía de forma tan aleatoria e imprevisible que era imposible prever cuándo habría de producirse el cambio. Podía pensarse que fuera debido a una reacción al entorno, experimentado como algo amenazador, del que se defendería mediante la huida en forma de transformación o permutación de su personalidad. Pero no, no era así. Áurea o Ivory aparecían sin justificación lógica: lo mismo en medio de una situación placentera que al cabo de otra crítica. No existía metro ni periodo en sus mutaciones; el ritmo de éstas se podría asociar más al de una improvisación jazzística que al de una partitura preestablecida, como si en realidad hubiere una voluntad de juego en la naturaleza (en la suya y, por extensión, en la de todos), quien, caprichosa, entrara y saliera de Áurea a Ivory, y viceversa, de forma aleatoria; como si esa misma naturaleza se empeñara en ejemplarizar el ordenado caos que la anima, en la persona de esta mujer duplicada. Una que, siendo dos, era percibida como una trinidad de entidades: un solo ser y dos manifestaciones que, juntas, sumaban las tres diferentes dimensiones del todo femenino, un todo cuya esencia no es otra que el Eterno Femenino.
Fin
GALERÍA
ESCULTURA CRISELEFANTINA (5)
JOSEF LORENZL
1892-1950
(3)
Bronces (2)
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Andrea
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Angelique
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Arms Up
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Arms Up II
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Bella II
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Charlotte 1
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Con Brio I
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Con Brio II
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Con Brio IV
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Crejo Dancer
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Dancer II
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Dancer with Scarf
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Dancer with Scarf II
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Dannielle
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Diana
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Ecstasy 1
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Elegance
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Emma
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Flute Player
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Flute Player II
Francesca
Francesca 2
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Frilly
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Girl with Hoop
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Hannah
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Helga
Helga I
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Hilda
Hoop dancer 4
Jan
Jessica
Juliette
Juliette II
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Louise
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Petra
Rebecca
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Sabina
Scarf Dancer
Scarf Dancer 1
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Scarf Dancer 5
Scarf Dancer 6
Sidney
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Speed
Stefanie
Steping Out
Streched Dancer
Tambourine Dancer
Tambourine Dancer II
Vivian
Vivian II