Je veux dédier ce poème
A toutes les femmes qu'on aime
Pendant quelques instants secrets
A celles qu'on connaît à peine
Qu'un destin différent entraîne
Et qu'on ne retrouve jamais....
(Les Passantes, Georges Brassens;
poéme d'Antoine Pol)
Poemas de antaño y de hogaño; de ayer, de hoy y de siempre. Lo sentido, lo vivido, permanece palpitante y vivo en el corazón cautivo de un amor infinito. Amor que renace cada día, con cada giro de planeta o de estrella, amor como centella desprendida de la hoguera; amor trascendiendo la carne voluptuosa, tan sabrosa, hacia un espíritu goloso de todo lo que vuela; amor que se disfraza, amor que se renueva, amor, amor, amor... oleadas de amor que derriban las barreras de una satisfacción estrecha. Diluvio o maremoto de amor que no se entrega, ni se agota, en una vida entera. El que así lo siente sabe que en su corazón no cabe tanto amor, y le rebasa, y lo va vertiendo, mientras va viviendo, a través de la mirada, o de la letra, o de la palabra, o de la caricia callada. Surtidor de puro amor, fontana de aguas transparentes: ¡brota y anega los corazones y las almas!
El Sueño de la Memoria
Volver a recorrer los caminos
Mil veces transitados de tu cuerpo:
Las gloriosas cimas del estremecimiento
Y los valles de mórbido abandono,
Los abismos umbríos y húmedos
-Henchidos de pegajosa calidez-
Y las colinas clamorosas,
Los rincones recoletos
y las fuentes cristalinas...
Toda esa geografía tuya
Donde perderse es encontrarse
A la vuelta de un gemido
O de un asombro infinito,
Boquiabierto, por haber hallado
Otra tú desconocida
En otro yo que desconozco.
.
Sí, volver a recorrer en mi memoria,
De imágenes tan gastadas,
Ese tu cuerpo que apenas vislumbré
-Jazmín ruborizado y distraído-
En las noches jóvenes
Cuando nos dedicábamos
A ser los que no éramos.
O quizás fui yo sólo
Quien me engañé sin saberlo,
Escondido detrás de mi persona
Grave y responsable, inocente,
Sin apenas darme cuenta
De que te me estabas entrando,
Sin pedir permiso –no lo necesitabas-,
Por el corazón dulcemente;
O que me estaba, yo, derramando
En tus ojos sin darte cuenta tú.
.
El caso es que un día
Me descubrí ausente,
Sin estar en mí,
Porque estaba ya en ti, entregado,
Y mi cuerpo sólo era imagen,
Apenas reflejo, de mi alma huída,
Cobijada en algún rincón
De aquél tu corazón fiel y tímido.
Así, sólo cuando me mirabas
Recobraba parte de mi ser;
Sólo parte, porque mi ser ya no era mío,
No quería abandonar el nuevo paraíso
Que había encontrado en tus ojos,
En tu sonrisa, en tu rubor,
En tu enigmática mirada perdida.
.
Y cuando de súbito te fuiste
mi ser se fue contigo, mi ilusión toda,
sombra ya de tu sombra.
Se quedó mi cuerpo aquí, no obstante,
sólo adiós,
sólo gesto de mano congelada en el aire
-mientras te ibas sin mirar atrás-,
sólo vacío hueco de lo que una vez fui,
sólo memoria de ti,
recorriendo una y otra y otra y otra vez,
los caminos de tu cuerpo,
para mí virgen, que nunca transité.
.
Te sigo recreando,
sin descanso, en un génesis incesante,
con fulgor de estrellas
y deseo inextinguible.
***
Música del Sueño de la Memoria
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