Me decía que no creía tener derecho al desahogo; no le estaba permitido, a él no. Se negaba el privilegio del consuelo; se sentía culpable. Culpable sin eximentes, culpable sin atenuantes, culpable sin paliativos... Sí, totalmente culpable de Ser como era. De amar y de entregarse, a veces, con un cariño incisivo y afilado; su amor era, entonces, como un puñal que la víctima sentía penetrar poco a poco en su corazón, sin poder hacer nada para evitarlo... hasta que ya era demasiado tarde. Peor era retirar el puñal, pues, en ese caso, la sangre saltaba en pos de él con la fuerza de un surtidor, la muerte era inevitable. ¿Cómo no sentirse culpable? Cuanto más amaba, más profundamente hendía la daga; cuanto más se entregaba, cuando más generoso se mostraba... más cruel resultaba. Era inevitable, era su forma de Ser. Como en la fábula del escorpión, no tenía más remedio que hacerlo, estaba en su naturaleza.
Pero no siempre había sido así. No supo cuándo devino semejante monstruo. Solo recordaba un hecho que en su momento fue muy significativo -cuando comenzara a tener esa sensación de ser un matarife emocional-. Fue en plena primavera, cuando los palomos persiguen, encelados, a las palomas; siempre hay uno dominante que trata de emparejarse, solícito y chulesco, mientras los demás andan como bobos detrás de la pareja por si el dominante es desestimado. Vio pasar a los dos tortolitos por la calzada justo delante de su coche, pero no vio al que iba detrás... lo sintió. Nunca se le olvidaría el sonido, la sensación, de aplastar algo que no era inorgánico; su rueda pasó por encima de algo que crujió y estalló a un tiempo, con un ruido sordo, orgánico, complejo. En seguida supo que no había sido una caja de cartón, una botella o una bolsa de material plástico; nada de eso. Ese sonido fue el sonido que produce el aplastamiento de organismo sofisticado. Al mirar por el espejo retrovisor lo confirmó: uno de esos palomos que van ciegos detrás de la pareja encelada ni reparó en lo que se le venía encima cuando cruzó la calzada sin mirar. Allí quedó la mancha blanca de plumas en desconcierto. Cuando volvió a pasar, tras dar la vuelta a la manzana, la mancha, de un blanco incólume antes, remachada por otros vehículos, era ahora un amasijo sanguinolento de plumas, carne, vísceras y huesos machacados. El plumón más fino se expandía llevado por el aire como los vilanos y la borra de los álamos en época de floración. Por la tarde, varias horas después, no era ya más que una mancha húmeda en el pavimento.
Él tuvo la sensación de que aquello era premonitorio. Las palomas son el símbolo de la paz, pero también del amor. Había aplastado un símbolo, un emblema vivo, palpitante, de lo más sagrado que tiene la comunidad de los humanos, junto a la amistad. No olvidaría ya nunca aquel crujido-estallido que en un segundo acabaría con una vida y un símbolo a la vez. No tardaría en comprobar el alcance premonitorio del accidental acontecimiento: su naturaleza de escorpión. Había aplastado al palomo sin querer, sin percibirse de que se metía debajo de sus ruedas, sin ser consciente de que acabaría con una vida. Y así le iba a suceder, a partir de ese momento, en su vida sentimental. El mundo vuelto del revés. Cuanto más se esforzara en amar, más letal resultaría. Veneno de acción lenta, aguijón de filo agudísimo, su cariño, al penetrar en el objeto amado, anestesiaba su propia percepción del peligro; actuaba, incluso, de elixir, de sustancia euforizante que escondía un resultado fatal. Él no era consciente de ello, de esa homicida naturaleza de su amor; antes bien, él creía ciegamente que su entrega -que era total y aparentemente desinteresada- buscaba y procuraba la felicidad del otro. Pero se equivocaba; no sabía cómo, pero acababa por dañar a quien pretendía querer; en lugar de felicidad provocaba dolor... y más, cuanto más quisiera, pues más profundamente penetraba en los corazones, y el destrozo causado, por tanto, era mayor.
Tras relatarme aquel hecho me entregó un libro que estaba releyendo. Era un libro de poemas. Un libro maldito, un livre maudit: Les Fleurs du Mal -Las Flores del Mal-, de Charles Baudelaire, poeta maldito él mismo -término que tomaría el propio Paul Verlaine del primer poema, Bénédiction -Bendición- del citado libro, para su catálogo de poetas malditos. En el libro había varios poemas señalados; eran -según me dijo- los que mejor describían sus sentimientos; los que se acercaban a definir el estado de un alma atribulada que se veía impotente para modificar su naturaleza. Víctima de sí mismo, se sentía, a la vez, verdugo de aquel a quien quisiera. Contradiós irresoluble e inevitable que llevaba como una pesada cruz. A modo de Sísifo, acarreando pendiente arriba la roca que después volvía a caer al fondo del abismo, se veía a sí mismo impelido a amar por naturaleza, y, por naturaleza sobrevenida, a destruir el objetivo de su amor, para volverlo a intentar otra vez con la esperanza de romper el maleficio, maleficio que acababa por imponerse.
Como un estigma o una maldición estaba condenado a no amar, porque si lo hacía terminaría por dañar lo amado. Él, un ser hecho para el amor, con una sensibilidad altamente dotada, debía renunciar a lo que más ansiaba.
Estos son los poemas en cuestión. Los poemas que perfilan, como un claroscuro, a un Ser atormentado.
L'Albatros
Souvent, pour s'amuser, les hommes d'équipage
Prennent des albatros, vastes oiseaux des mers,
Qui suivent, indolents compagnons de voyage,
Le navire glissant sur les gouffres amers.
À peine les ont-ils déposés sur les planches,
Que ces rois de l'azur, maladroits et honteux,
Laissent piteusement leurs grandes ailes blanches
Comme des avirons traîner à côté d'eux.
Ce voyageur ailé, comme il est gauche et veule!
Lui, naguère si beau, qu'il est comique et laid!
L'un agace son bec avec un brûle-gueule,
L'autre mime, en boitant, l'infirme qui volait!
Le Poète est semblable au prince des nuées
Qui hante la tempête et se rit de l'archer;
Exilé sur le sol au milieu des huées,
Ses ailes de géant l'empêchent de marcher
-o-
Por divertirse, a veces, los marineros cogen
algún albatros, vastos pájaros de los mares
que siguen, indolentes compañeros de ruta,
la nave que en amargos abismos se desliza.
Apenas los colocan en cubierta, esos reyes
del azul, desdichados y avergonzados, dejan
sus grandes alas blancas, desconsoladamente,
arrastrar como remos colgando del costado.
¡Aquel viajero alado, qué torpe es y cobarde!
¡Él, tan bello hace poco, qué risible y qué feo!
¡Uno con una pipa le golpea en el pico
cojo el otro, al tullido que antes volaba, imita!
Se parece el Poeta al señor de las nubes
que ríe del arquero y habita en la tormenta;
exiliado en el suelo, en medio de abucheos,
caminar no le dejan su alas de gigante.
-o-
Élévation
Au-dessus des étangs, au-dessus des vallées,
Des montagnes, des bois, des nuages, des mers,
Par delà le soleil, par delà les éthers,
Par delà les confins des sphères étoilées,
Mon esprit, tu te meus avec agilité,
Et, comme un bon nageur qui se pâme dans l'onde,
Tu sillonnes gaiement l'immensité profonde
Avec une indicible et mâle volupté.
Envole-toi bien loin de ces miasmes morbides;
Va te purifier dans l'air supérieur,
Et bois, comme une pure et divine liqueur,
Le feu clair qui remplit les espaces limpides.
Derrière les ennuis et les vastes chagrins
Qui chargent de leur poids l'existence brumeuse,
Heureux celui qui peut d'une aile vigoureuse
S'élancer vers les champs lumineux et sereins;
Celui dont les pensers, comme des alouettes,
Vers les cieux le matin prennent un libre essor,
— Qui plane sur la vie, et comprend sans effort
Le langage des fleurs et des choses muettes.
-o-
Por sobre los estanques, por sobre las montañas,
los valles y los bosques, las nubes y los mares,
y más allá del sol, del éter, más allá
de los confines de las esferas de estrellas,
ágilmente te mueves, oh, tú, espíritu mío,
y cual buen nadador extasiado en las ondas,
alegremente surcas la inmensidad profunda
con voluptuosidad inefable y viril.
Vuela lejos, muy lejos, de estos miasmas infectos;
vete a purificar en el aire más alto,
y bebe, como un puro y divino licor,
ese fuego que colma los limpios espacios.
Detrás de los hastíos y los vastos pesares
que cargan con su peso la brumosa existencia,
feliz aquel que puede con vigorosas alas
lanzarse hacia los campos luminosos, serenos;
y cuyos pensamientos, tal las alondras, hacia
los matinales cielos un vuelo libre emprenden.
-¡Que sobre el ser se cierne, y entiende sin esfuerzo
la lengua de las flores y de las cosas mudas!
-o-
De Profundis Clamavi
J'implore ta pitié, Toi, l'unique que j'aime,
Du fond du gouffre obscur où mon coeur est tombé.
C'est un univers morne à l'horizon plombé,
Où nagent dans la nuit l'horreur et le blasphème;
Un soleil sans chaleur plane au-dessus six mois,
Et les six autres mois la nuit couvre la terre;
C'est un pays plus nu que la terre polaire
— Ni bêtes, ni ruisseaux, ni verdure, ni bois!
Or il n'est pas d'horreur au monde qui surpasse
La froide cruauté de ce soleil de glace
Et cette immense nuit semblable au vieux Chaos;
Je jalouse le sort des plus vils animaux
Qui peuvent se plonger dans un sommeil stupide,
Tant l'écheveau du temps lentement se dévide
-o-
Imploro tu piedad, única Tú a quien amo,
desde la sima oscura en que mi alma ha caído.
Es un triste universo de plomizo horizonte
donde en la noche nadan el horror, la blasfemia;
un sol apagado medio año se cierne,
y el otro medio año cubre al mundo la noche;
región es más desnuda que las tierras polares,
-¡ni animales, ni arroyos, ni bosques, ni verdores!
Pues no existe en el mundo horror que sobrepase
a la fría crueldad de este gélido sol
y a esta noche sin fin que al viejo Caos semeja;
y yo envidio la suerte de las bestias más viles
que pueden sumergirse en su estúpido sueño,
¡Tan lenta la madeja del tiempo se devana!
-o-
Le Vampire
Toi qui, comme un coup de couteau,
Dans mon coeur plaintif es entrée;
Toi qui, forte comme un troupeau
De démons, vins, folle et parée,
De mon esprit humilié
Faire ton lit et ton domaine;
— Infâme à qui je suis lié
Comme le forçat à la chaîne,
Comme au jeu le joueur têtu,
Comme à la bouteille l'ivrogne,
Comme aux vermines la charogne
— Maudite, maudite sois-tu!
J'ai prié le glaive rapide
De conquérir ma liberté,
Et j'ai dit au poison perfide
De secourir ma lâcheté.
Hélas! le poison et le glaive
M'ont pris en dédain et m'ont dit:
«Tu n'es pas digne qu'on t'enlève
À ton esclavage maudit,
Imbécile! — de son empire
Si nos efforts te délivraient,
Tes baisers ressusciteraient
Le cadavre de ton vampire!
-o-
Tú, que como una puñalada,
en mi pecho doliente entraste,
y cual rebaño de demonios
viniste loca, engalanada,
para de mi alma sometida
hacer tu lecho y tu dominio;
-infame a quien me encuentro atado
como el forzado a su cadena,
y el jugador tenaz al juego,
y como el borracho a la botella,
y a los gusanos la carroña,
-¡sí, maldita, maldita seas!
Yo supliqué a la espada rápida
para ganar mi libertad,
y dije al pérfido veneno
que ayudara a mi cobardía.
Mas, ¡ay!, la espada y el veneno
me desdeñaron y me han dicho:
"No eres digno de redimirte
de tu maldita esclavitud.
¡Imbécil! -¡Si de su dominio
nuestros esfuerzos te librasen,
tus besos resucitarían
el cadáver de tu vampiro!"
-o-o-o-