No quiero caminar, me digo,
con ningún objetivo serio en la mente.
Kokoro (Genio de al Civilización Japonesa). Lafcadio Hearn
La lámpara carece de malicia.
Kokro (Kimiko). Lafcadio Hearn
Acerca de Lafcadio Hearn. Nota Biográfica
(Viene del post anterior)
.....Viendo en su familia que no conseguirían encauzarlo como se pretendía por la vida eclesiástica, lo enviaron a Estados Unidos. Contaba Lafcadio diecinueve años (1869). Llegó a New York y allí trabajó en diversos restaurantes. Hasta que le llegó la oportunidad desde Cincinnatti, donde se trasladó en calidad de corresponsal de The Cincinnatti Enquirer. Su estilo directo y sensacionalista, relatando los hechos más sórdidos de los barrios marginales de la ciudad, le valió un éxito inmediato. Su matrimonio con una mulata en un estado segregacionista fue, en cambio, mal acogido, y abandonó la ciudad y el periódico para emigrar a una ciudad más permisiva. Llegó a New Orleans en 1880, y allí trabajó en The Times Democrat, con buen sueldo. Se impregnó de la sociedad créole, tomando contacto con el vudú y la cocina criolla. Sobre ellos escribirá artículos de fondo y sueltos en dominicales; además, por esta época, realizará traducciones del francés y el español, con pulido estilo literario.A partir de 1885 comienza a enviar sus escritos a revistas de New York (Scribner's Magazine, Harper's Magazine) donde son muy bien recibidos y valorados. Es Harper's Magazine quien lo envía a La Martinica como corresponsal durante dos años, para que desde allí, inmerso en aquella cultura, les envíe artículos y relatos que tanta demanda y tan buena aceptación tienen entre los lectores. Hemos de considerar y hacer notar que, para gran parte de la crítica literaria, Lafcadio Hearn es uno de los más finos estilistas en los Estados Unidos de América durante la segunda mitad del siglo XIX.
.....En 1890, harto de la mentalidad y costumbres americanas -y occidentales, por extensión-, y aprovechando una corresponsalía a cargo del grupo Harper's (con cuyos editores discutirá) que lo lleva a una nación que recién sale de la Edad Media para modernizarse a la occidental, rompe sus lazos profesionales y vitales con el mundo del que procede, para imbuirse en este otro que acaba de conocer y que le seduce inmediatamente: Japón. Allí primero realiza colaboraciones periodísticas y da clases de idiomas, posteriormente asume la dirección de un periódico, en inglés, de la ciudad portuaria de Kôbe, The Cronicle. En 1895 se naturalizó japonés, adoptó el nombre de Koizuni Yakumo, se convirtió al budismo, y obtuvo, al fin, la cátedra de Literatura Inglesa en la Universidad de Tokio, donde daría clases hasta 1903. En 1904 partiría en su último viaje hacia el mundo que tanto frecuentó con la pluma -y la imaginación: el más allá. Atrás dejó una obra japonesa en doce excelentes volúmenes, en los que daría cuenta de esa sociedad única, delicada y sensible, volcada en la naturaleza y sumergida en lo fantástico. De entre estos doce volúmenes hay uno especialmente conocido -y reconocido-, se trata de una recopilación de diecisiete relatos fantásticos, o, para mejor decir, como su título reza, Kwadian: Stories and Studies of Strange Things. Tomando como referencia este libro se realizó, en 1964, un extraordinario film, de título homónimo, dirigido por Masaki Kobayashi; si bien en la película únicamente se utilizan cuatro de las diecisiete narraciones.
A este libro debemos la inclusión de Lafcadio Hearn en este blog. Serán dos los posts dedicados a su figura. En ellos incluiré tres de los relatos compilados en Kwaidan: Ubazakura y Mujina, los más breves, irán en el presente post (I); Yuki-Onna, algo más extenso, formará parte del próximo (II).
Con ello pretendo realizar mi personal homenaje a un espléndido escritor que fue capaz de sumergirse en una cultura ajena a la suya hasta hacerla propia; y darnos cuenta, después, de su riqueza y peculiaridades, con estilo sencillo, directo y pulido, en textos que rezuman encanto, cariño e imaginación. A él se debe, sin ir más lejos, el inicio de un interés creciente por Japón en Occidente a finales del siglo XIX; es decir, el japonismo tiene en Lafcadio Hearn a uno de sus primeros heraldos. Espero que sea del agrado de quien aquí repose la mirada y la atención.
3
.....En una aldea de la provincia de Musahshi vivían dos leñadores: Mosaku y Minokichi. En la época a la que aludo, Mosaku era un anciano, y Minokichi, su aprendiz, un joven de dieciocho años. Todos los días iban juntos a un bosque que distaba unas cinco millas de la aldea. Camino de ese bosque hay que vadear un ancho río, y hay una balsa. Varias veces se construyó un puente en el sitio donde cruza la balsa, pero cada vez el puente fue arrastrado por una inundación. No hay puente que resista la corriente cuando crece ese río.
.....Mosaku y Minokichi iban camino de casa, un frío atardecer, cuando los sorprendió una brusca tormenta de nieve. Alcanzaron la balsa, pero el batelero se había ido, dejando la embarcación en la otra ribera del río. No era día apropiado para nadar, y los leñadores se cobijaron en la choza del batelero. juzgándose dichosos por haber hallado al menos ese refugio. En la choza no había brasero ni sitio alguno donde encender fuego: era sólo una choza de doble entarimado, con una sola puerta y sin ventanas. Mosaku y Minokichi cerraron la puerta y se echaron a descansar, cubriéndose con los abrigos de paja. Al principio no sintieron mucho frío, y pensaban que la nevisca no tardaría en concluir.
.....El viejo se durmió casi enseguida, pero el muchacho. Minokichi, permaneció despierto durante un buen rato, atento al viento que gemía y a la nieve que azotaba la puerta. El río bramaba con furia; la choza crujía, meciéndose como un junco en el mar. Era una tormenta espantosa, y el aire era cada vez más heñafo. Minokichi temblaba debajo de su abrigo. Pero al fin, pese a todo, también se durmió.
.....Una ráfaga de nieve en la cara lo despertó. La puerta de la choza se había abierto con brusquedad; el resplandor de la nieve (yuki-akari) iluminó a una mujer que estaba dentro de la choza; una mujer totalmente vestida de blanco. Estaba inclinada sobre Mosaku y exhalaba su aliento sobre él; y su aliento semejaba aun humo blanco y brillante. Casi en el mismo instante se volvió hacia Minokichi y se agacho sobre él. El joven quiso gritar, pero no pudo emitir sonido alguno. La mujer de blanco se le acercó cada vez más, casi hasta rozarlo con el rostro, advirtió que era muy hermosa, aunque sus ojos eran temibles. Ella lo miró durante un rato; luego susurró, con una sonrisa:
.....--Mi intención era tratarte como al otro. Pero no puedo evitar cierta piedad por ti... eres tan joven... Eres un muchacho apuesto, Minokichi, y no te causaré daño. Pero, si alguna vez le cuentas a alguien (aun a tu madre) lo que viste esta noche, lo sabré y acudiré a matarte... ¡Recuerda estas palabras!
.....Y, tras pronunciarlas, se apartó de él y salió por la puerta. Entonces el joven recobró el don del movimiento; se incorporó de un salto y miró alrededor. Pero la mujer no estaba en ninguna parte, y la nieve inundaba frenéticamene la cabaña. Minokichi cerró la puerta y la aseguró con leños. Supuso que era el viento quien la había abierto, y pensó que había estado soñando, que había tomado el resplandor de la nieve en el vano de al puerta por la imagen de una mujer blanca; pero no podía estar seguro. Llamó a Mosaku, y se atemorizó al ver que éste no le contestaba. Tendió la mano en la oscuridad, acarició el rostro de Mosaku, y descubrió que estaba helado. Mosaku era un rígido cadáver.
.....Hacia el alba se disipó la tormenta; y cuando el batelero regresó a su puesto, poco antes del amanecer, halló a Monikichi sin sentido junto al gélido cadáver de Mosaku. Minokichi recibió atención inmediata y no tardó en recobrarse; pero durante mucho tiempo quedó enfermo a causa del frío padecido en esa terrible noche. También lo había asustado mucho la muerte del viejo, pero a nadie mencionó la visión de la mujer de blanco. Apenas se repuso volvió a emprender su faena: todas las mañanas, a solas, iba al bosque, de donde regresaba al anochecer con sus haces de leña, que vendía con ayuda de su madre.
.....Un atardecer del invierno siguiente, mientras regresaba a casa, encontró a una muchacha que viajaba por el mismo camino. Era alta, delgada y muy bonita, y respondió al saludo de Minokichi con una voz tan dulce como el arrullo de un pájaro. Caminó junto a ella y comenzaron a conversar. La muchacha dijo llamarse O-Yuki*; dijo además que hacía poco había perdido a sus padres, y que iba de viaje hacia Yedo, donde tenía unos parientes pobres que acaso la ayudaran a conseguir empleo como sirvienta. La extraña muchacha pronto sedujo a Minokichi: cuanto más la miraba más hermosa parecía. El joven le preguntó si no estaba comprometida, y ella respondió, con una carcajada, que estaba libre. A su vez, ella le preguntó a Minokichi si él estaba casado o comprometido; le contesto que, si bien sólo tenía que mantener a una madre viuda, aún no había considerado la cuestión de una "honorable nuera", puesto que él era muy joven... Luego de estas confidencias, prosiguieron su camino en silencio; mas, según declara el proverbio: Ki ga aréba, mé mo kuchi hodo ni mono wo yu (En presencia del deseo los ojos no son menos elocuentes que los labios). Cuando llegaron a la aldea, ambos se habían cobrado mutuo efecto; y entonces Minokichi le rogó a O-Yuki que aceptara alojarse en su casa por esa noche. Tras una tímida vacilación, era decidió aocmpañarlo; y la madre de Minokichi le ofeció la bienvenida y le preparó una comida caliente. O-Yuki se comportó con tal discreción que la madre del joven se prendó repentinamente de ella y la persuadió de que aplazara su viaje a Yedo. La natural consecuencia de este episodio fue, por supuesto, que O-Yuki jamás fue a Yedo. Permaneció en la casa, como "honorable hija política".
.....O-Yuki desempeñó este papel a la perfección. Al fallecer la madre de Minokichi -cinco años más tarde-, sus últimas palabras fueron de afecto y alabanza par ala mujer de su hijo. Y O-Yuki le dio diez hijos a Minokichi, ente varones y mujeres, todos ellos muy hermosos, y de tez admirable.
La gente de la comarca consideraba a O-Yuki una persona maravillosa, aunque distinta a ellos por naturaleza. La mayor parte de las campesinas envejece prematuramente, pero O-Yuki, aunque era madre de diez niños, se conservaba tan joven y lozana como el día en que llegó a la aldea.
Una noche, cuando los niños se habían dormido, O-Yuki cosía a la luz de un farolillo de papel; y Minokichi, observándola le dijo:
.....--Al verte allí, cosiendo, con la luz en la cara, evoqué algo extraño que me aconteció cuando tenía dieciocho años. en esa ocasión vi a una mujer tan hermosa y blanca como tú... en realidad, se te parecía mucho...
.....O-Yuki respondió sin alzar los ojos:
.....--Háblame de ella... ¿Dónde la viste?
.....Entonces Minokichi le refirió la noche espantosa pasada en la cabaña del batelero, le contó el episodio de la Mujer Blanca que le había sonreído y susurrado, y le describió la silenciosa muerte del viejo Mosaku, y añadió:
.....--Esa fue la única vez, en el sueño o la vigilia, que vi una criatura tan hermosa como tú. No era, por supuesto, un ser humano; y yo le tenía miedo... mucho miedo... ¡pero era tan blanca! En verdad nunca estuve seguro de si había soñado o si había visto a la Mujer de la Nieve.
.....O-Yuki arrojó su costura, se levantó, se irguió ante Minokichi, y le gritó:
.....--¿Era yo... yo... yo!... ¡EraYuki! ¡Y te dije que te mataría si alguna vez llegabas a mencionarlo!... Si no fuera por esos niños que duermen allí, te mataría al instante. Y ahora, mejor que los cuides muy, muy bien, pues si alguna vez tienen razones para quejarse de ti, te trataré como mereces...
.....Mientras gritaba su voz se había aflautado hasta parecer el gemido del viento; entonces se disipó, convirtiéndose en una niebla blanca y rutilante que ascendió hacia el cielo raso y que desapareció trémula por el agujero de la chimenea... Jamás volvieron a verla.
*Este nombre, que significa nieve, no es infrecuente. Acerca de los nombres femeninos en Japón véase mi libro Shadowings (N. del A)
.....Una ráfaga de nieve en la cara lo despertó. La puerta de la choza se había abierto con brusquedad; el resplandor de la nieve (yuki-akari) iluminó a una mujer que estaba dentro de la choza; una mujer totalmente vestida de blanco. Estaba inclinada sobre Mosaku y exhalaba su aliento sobre él; y su aliento semejaba aun humo blanco y brillante. Casi en el mismo instante se volvió hacia Minokichi y se agacho sobre él. El joven quiso gritar, pero no pudo emitir sonido alguno. La mujer de blanco se le acercó cada vez más, casi hasta rozarlo con el rostro, advirtió que era muy hermosa, aunque sus ojos eran temibles. Ella lo miró durante un rato; luego susurró, con una sonrisa:
.....--Mi intención era tratarte como al otro. Pero no puedo evitar cierta piedad por ti... eres tan joven... Eres un muchacho apuesto, Minokichi, y no te causaré daño. Pero, si alguna vez le cuentas a alguien (aun a tu madre) lo que viste esta noche, lo sabré y acudiré a matarte... ¡Recuerda estas palabras!
.....Y, tras pronunciarlas, se apartó de él y salió por la puerta. Entonces el joven recobró el don del movimiento; se incorporó de un salto y miró alrededor. Pero la mujer no estaba en ninguna parte, y la nieve inundaba frenéticamene la cabaña. Minokichi cerró la puerta y la aseguró con leños. Supuso que era el viento quien la había abierto, y pensó que había estado soñando, que había tomado el resplandor de la nieve en el vano de al puerta por la imagen de una mujer blanca; pero no podía estar seguro. Llamó a Mosaku, y se atemorizó al ver que éste no le contestaba. Tendió la mano en la oscuridad, acarició el rostro de Mosaku, y descubrió que estaba helado. Mosaku era un rígido cadáver.
.....Hacia el alba se disipó la tormenta; y cuando el batelero regresó a su puesto, poco antes del amanecer, halló a Monikichi sin sentido junto al gélido cadáver de Mosaku. Minokichi recibió atención inmediata y no tardó en recobrarse; pero durante mucho tiempo quedó enfermo a causa del frío padecido en esa terrible noche. También lo había asustado mucho la muerte del viejo, pero a nadie mencionó la visión de la mujer de blanco. Apenas se repuso volvió a emprender su faena: todas las mañanas, a solas, iba al bosque, de donde regresaba al anochecer con sus haces de leña, que vendía con ayuda de su madre.
.....Un atardecer del invierno siguiente, mientras regresaba a casa, encontró a una muchacha que viajaba por el mismo camino. Era alta, delgada y muy bonita, y respondió al saludo de Minokichi con una voz tan dulce como el arrullo de un pájaro. Caminó junto a ella y comenzaron a conversar. La muchacha dijo llamarse O-Yuki*; dijo además que hacía poco había perdido a sus padres, y que iba de viaje hacia Yedo, donde tenía unos parientes pobres que acaso la ayudaran a conseguir empleo como sirvienta. La extraña muchacha pronto sedujo a Minokichi: cuanto más la miraba más hermosa parecía. El joven le preguntó si no estaba comprometida, y ella respondió, con una carcajada, que estaba libre. A su vez, ella le preguntó a Minokichi si él estaba casado o comprometido; le contesto que, si bien sólo tenía que mantener a una madre viuda, aún no había considerado la cuestión de una "honorable nuera", puesto que él era muy joven... Luego de estas confidencias, prosiguieron su camino en silencio; mas, según declara el proverbio: Ki ga aréba, mé mo kuchi hodo ni mono wo yu (En presencia del deseo los ojos no son menos elocuentes que los labios). Cuando llegaron a la aldea, ambos se habían cobrado mutuo efecto; y entonces Minokichi le rogó a O-Yuki que aceptara alojarse en su casa por esa noche. Tras una tímida vacilación, era decidió aocmpañarlo; y la madre de Minokichi le ofeció la bienvenida y le preparó una comida caliente. O-Yuki se comportó con tal discreción que la madre del joven se prendó repentinamente de ella y la persuadió de que aplazara su viaje a Yedo. La natural consecuencia de este episodio fue, por supuesto, que O-Yuki jamás fue a Yedo. Permaneció en la casa, como "honorable hija política".
.....O-Yuki desempeñó este papel a la perfección. Al fallecer la madre de Minokichi -cinco años más tarde-, sus últimas palabras fueron de afecto y alabanza par ala mujer de su hijo. Y O-Yuki le dio diez hijos a Minokichi, ente varones y mujeres, todos ellos muy hermosos, y de tez admirable.
La gente de la comarca consideraba a O-Yuki una persona maravillosa, aunque distinta a ellos por naturaleza. La mayor parte de las campesinas envejece prematuramente, pero O-Yuki, aunque era madre de diez niños, se conservaba tan joven y lozana como el día en que llegó a la aldea.
Una noche, cuando los niños se habían dormido, O-Yuki cosía a la luz de un farolillo de papel; y Minokichi, observándola le dijo:
.....--Al verte allí, cosiendo, con la luz en la cara, evoqué algo extraño que me aconteció cuando tenía dieciocho años. en esa ocasión vi a una mujer tan hermosa y blanca como tú... en realidad, se te parecía mucho...
.....O-Yuki respondió sin alzar los ojos:
.....--Háblame de ella... ¿Dónde la viste?
.....Entonces Minokichi le refirió la noche espantosa pasada en la cabaña del batelero, le contó el episodio de la Mujer Blanca que le había sonreído y susurrado, y le describió la silenciosa muerte del viejo Mosaku, y añadió:
.....--Esa fue la única vez, en el sueño o la vigilia, que vi una criatura tan hermosa como tú. No era, por supuesto, un ser humano; y yo le tenía miedo... mucho miedo... ¡pero era tan blanca! En verdad nunca estuve seguro de si había soñado o si había visto a la Mujer de la Nieve.
.....O-Yuki arrojó su costura, se levantó, se irguió ante Minokichi, y le gritó:
.....--¿Era yo... yo... yo!... ¡EraYuki! ¡Y te dije que te mataría si alguna vez llegabas a mencionarlo!... Si no fuera por esos niños que duermen allí, te mataría al instante. Y ahora, mejor que los cuides muy, muy bien, pues si alguna vez tienen razones para quejarse de ti, te trataré como mereces...
.....Mientras gritaba su voz se había aflautado hasta parecer el gemido del viento; entonces se disipó, convirtiéndose en una niebla blanca y rutilante que ascendió hacia el cielo raso y que desapareció trémula por el agujero de la chimenea... Jamás volvieron a verla.
*Este nombre, que significa nieve, no es infrecuente. Acerca de los nombres femeninos en Japón véase mi libro Shadowings (N. del A)
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GALERÍA
100 Vistas famosas de Edo
Utagawa Hiroshige
Utagawa Hiroshige
(1797-1858)
100 Vistas Famosas de Edo es la serie más conocida de las muchas que uno de los más ilustres artistas de Ukiyo-e (Estampas del Mundo Flotante), Utagawa (Ando) Hiroshige, realizara. Especializado sobre todo en los temas paisajistas y costumbristas (son también célebres sus series sobre el Monte Fuji, las estaciones de las Carreteras de Tokaido y Kisokaido, o las vistas características de las 60 provincias singulares), Hiroshige no dejó de realizar incursiones en cualquier faceta de la vida japonesa: bellezas femeninas (Bijin-Ga), flores, aves y otros animales.
La serie presenta muchas de las vistas más famosas y peculiares que ofrece la Capital Imperial y su distrito. Utilizando como hilo conductor el paso de las estaciones, estas "vistas" se hilvanan así a los cambios que el paisaje, y la vida humana alrededor de él, sufren a lo largo de la Primavera (42 estampas), el Verano (30), el Otoño (26) y el Invierno (21).
En este post se ofrece la segunda de las estaciones: el verano.
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Verano
Verano
43. Noihon Bridge and Edo Bridge - 44. View of the Firste Street on Nihonbashidori - 45. The Eight View Bridge
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46. The Yoroi Ferry and Koami-cho - 47. Shohei Bridge and Sheido Hall by the Kanda River - 48. Suido Bridge and Shuruga Hill
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49. The Fudo Waterfall at Oji - 50. The Junitori, or Twelve Kumano Shrines at Shunohazu - 51. The Entrance of the Sanno Festival Procession to Kojimachi
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52. The Paulownia Plantation at Akasaka - 53. The Pagoda at Zojo Temple at Akabane - 54. Kojimachi and the Benkei Moat at Soto Sakurada
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55. The Shumiyoshi Festival on Tsukada Island - 56. Mannen Beach at the Fukagawa District- 57. The Parting Waters at Mitsumata
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58. Evening Sower at Atake and the great Bridge - 59. The River Bank by Ryogoku Bridge - 60. The Asakusa River, Miyato River and the Banks of the Sumida River
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61. The Rendezvous Pine near the Asakusa River and the Omaya Bank of the Sumida River - 62. Azuma Bridge and the Komagata Hal - 63. The Bell Deeps on the Ayase River
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64. Irises at Horikiri - 65. Precints of the Tenjin Shrine at Kameido - 66. The Sanil Hall at the Temple of the Five Hundred Arhats
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67. The Sakasai Ferry - 68. Cherry Blosoms at the Hachiman Shrine in Fukagawa - 69. The Thirty-three Ken Hall at Fukagawa
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70. Mouth of the Naka River - 71. Scattered Pines beside the Tone River - 72. The Benten Shrine and the Ferry at Haneda
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