Y, a pesar de todo, la esperanza floreciendo -inmaculada rosa blanca- sobre el barro, sobre la tierra húmeda de las tumbas, sobre los cuchillos oxidados, sobre los tétricos agujeros negros de los cañones, sobre las conciencias endurecidas...
La esperanza surgiendo incontenible del lamento embellecido, irradiando del aria delicada y triste, emanando de las flores blancas de los corazones de hielo,...
La esperanza que no cesa de brotar en los profundos surcos de la intolerancia, como una fina y persistente lluvia al revés hasta formar un mar inmenso bajo la planta de nuestros pies.
La esperanza disfrazada de lamento, bella la voz, conmovedora la melodía; parsimoniosos los latidos del piano, espaciados, como si la esperanza se deleitara en el lamento, en el dolor sonriente, por victorioso, del corazón de los afligidos...
Canto de esperanza, por ser canto, por cantar dolores no olvidados pero vencidos.
La esperanza es un lamento lanzado a lo posible y que yerra el objetivo. La esperanza es un lamento exorcizado por la belleza de la voz de un alma anhelante.