Uno no puede sino sentirse abrumado por tanta belleza.
¿Se habrá visto dialogar de una manera tan intensamente íntima un violín y la voz humana? ¿Puede concebirse una pieza más intemporal, más carente de ubicación en el tiempo?
La cuerda, en su plegaria hondamente judía ¿no podría imaginarse como la voz de Dios -Yahveh- condoliéndose con el sufrimiento de la Humanidad?. Y la respuesta, en una voz mezzosoprano de neta tesitura wagneriana, ¿no podría ser la voz del Alma Humana buscando piedad y consuelo ante el Sumo Hacedor?
Dolientemente emocionada hasta un extremo increíble, difícilmente no ya superable pero siquiera igualable, la tensión musical se estira por cada una de nuestras neuronas como una mancha de aceite; las impregna, las satura, las tiñe de transparencia conmovedora: las vuelve etéreas, mero producto musical, uno con esta magistral y sublime expresión de la genialidad incomparable del Maestro de Leipzig.
Habría que esperar la llegada de ese otro genio de la emoción que fue el feliz Felix Mendelssohn para hallar algo comparable, en emoción, sí, pero no con este grado de exaltación, de emoción no ya del corazón sino del alma, de la más noble potencia del espíritu humano. Aquí, la pasión es almificación de los sentimientos, espiritualización de las pasiones, misticismo de la carne hecha música vocal y violín enaltecido.
Mientras el bajo continuo de las cuerdas, con su pizzicato en contrapunto, crea un ambiente neutro pero solemne sobre el que se teje la sensibilidad arrebatadora del diálogo, éste, en su constante juego de abrazos envolventes, de réplicas y contrarréplicas, va recorriendo todas las escalas posibles de la emotividad.
El violín, a veces, canta, se hace cuerda vocal; la voz, a veces, pulsa, acaricia, se hace arco deslizante sobre las cuerdas. Interpenetración de sublimidades; oración de luminoso canto:
-Apiádate de mí, Dios mío (Erbarme Dich, mein Got)-
le dice la voz -del alma humana, que sufre- al violín -Dios, que compadece-, mientras el bajo continuo recrea el medio divino en que el diálogo se produce. ¿Es preciso indicar que este sublime coloquio pudiera asimilarse a alguna situación actual de nuestro atribulado mundo?
Escuchar esta pieza y no conmoverse es la prueba más fehaciente de que uno se encuentra ante un sordo o un agujero negro.
Disfruten y sean felices, mes amis (doy por descontado, Gonzalo, que tú lo serás), con esta magnífica versión... ¡¡¡de 1941!!!, con Friedel Beckmann (alto) y el Thomanerchor, dirigido por Günther Ramin.
* Y un soplo de emoción hacia Alaska...
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Subo esta sublime plegaria que el inefable pirenáico ha tenido la gentileza de hacernos llegar como comentario. Previo introito agradecido, reconocido y enardecido, aquí está:
Loado sea Bach es poco, compañeros. Bach debería ser, sin más demora, ubicado en una hornacina, paseado bajo palio y elevado a los altares por todas las confesiones monoteístas, politeístas, animistas y paganas del mundo. Bach es el alfa y el omega, su música se sale de su tiempo, su genialidad nos devuelve a todos a nuestra cruda y simple realidad, y su gloria por todos debería ser cantada. Así, pues, con los ángeles y los arcángeles, y todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu Gloria:
Oh, Juan Sebastian glorioso,
faro de fe esplendoroso,
con singular devoción,
te dice el pueblo que te ama,
con fe y amor te reclama,
y te nombra su patrón.
Mándanos tu inspiración,
y enciéndenos en tu llama,
y engrandece nuestra alma
con tu profunda oración.
Rendido quedo a tus pies,
a tus pies rendido quedo,
y ante tu numen no puedo
sino rendirme otra "ves" (*).
Honra te debe ser dada
por tu genio inconfundible,
por tu dominio plausible
de tu Música ilustrada.
Eres mi enorme baluarte,
mi más seguro consuelo,
y contigo alcanzo el cielo
abrumado por tu Arte.
Eres la Luz que me guía
e ilumina mi camino,
vivo unido a tu destino
cada hora, cada día.
Para qué creer en dios
teniendo a Bach a mi lado,
tu aureola me ha tocado
y ya sólo creo en Vos.
Gracias, Maestro, mi Dios,
por tu voz incandescente,
por tu inagotable fuente...
tu sendero sigo en pos...
5/6/2010.Desde la Cumbre: Mi Pirineo
(*) Dispénseseme la licencia de rimar "pies" (nada de astifinos) con "ves" en lugar de "vez", pero es que aprovechando que anda entre nosotros un amistoso acento latinoamericano, he querido aprovecharlo como homenaje a nuestros fraternales compañeros de Ultramar.
¡Aleluya!