lunes, 21 de enero de 2013

Divagaciones sobre la mediocridad - GALERÍA: Paul Delvaux (1)





Divagación previa
.....Nada más triste que la mediocridad consciente de serlo, ni nadie más digno de lástima que quien, sabiéndose mediocre, se esfuerza denodadamente por sacar brillo a su medianía con la esperanza de perdonarse a sí mismo no se sabe muy bien qué: si la mediocridad de que se adolece o la lucidez con que se constata. A veces, si el empeño es excepcionalmente franco, sincero e ingenuo, la lástima puede ceder su humillante lugar a la más compasiva ternura. Claro que para colegir tales extremos, y dar validez y rango de sentencia a lo antedicho, ha de disponerse de una privilegiada perspectiva sobre la mediocridad, un distanciamiento suficiente que permita tener una visión libre y ajustada de sus circunstancias, o bien pertenecer al mismo grupo de los mediocres auto-conscientes, ya que, para su desgracia, la auto-conciencia suele implicar una generosa e implacable dosis de autocrítica.
"En el País de los Ciegos, el tuerto es el Rey". El párrafo previo a éste vendría a introducir la precedente expresión popular. Para vehicular estas divagaciones establezco una analogía entre ceguera y mediocridad; el mediocre consciente de serlo correspondería al tuerto, y aquel que posee una visión estereoscópica -es decir, tridimensional-, en esta analogía, paradójicamente, sería el excepcional, el dotado de genio y de talento creador.
Ya Ortega dijo, en algún lugar de su Rebelión de las Masas o de su Espectador, que, en orden a la Civilización, una generación es el rodeo que la Humanidad realiza para conseguir un hombre de genio. Esto quiere decir, más o menos, que en cada cultura se produce la aparición del genio cada veinticinco años. ¿Los demás? son el relleno, el músculo, la fuerza motriz. No poseo datos al respecto, pero, aún siendo una boutade de nuestro mejor filósofo del siglo XX, la imagen es poderosa y posiblemente no ande muy desenfocada.
La mediocridad constituye la base de la pirámide de la Humanidad, es pues la que le da la estabilidad. Pero no se trata, ahora y aquí, de dirimir la mayor o menor necesidad de la mediocridad, sino de especular acerca de una figura en extremo desgraciada sobre todas las que componen el variopinto mosaico humano.


El tuerto, ese mediocre consciente de serlo
.....El tuerto, o mediocre consciente de serlo, es rey en el país de los ciegos/mediocres, ya que con ellos comparte no sólo naturaleza sino ámbito (salvo que se trate de uno de esos raros especímenes que audazmente eligen el ascético aislamiento), si bien su reinado -que se refiere, como ya se ha apuntado, únicamente a su limitada capacidad para ver- no le supone prebenda alguna, y sí demasiada responsabilidad (para con él mismo, y el papel a desarrollar en ese su país de ciegos).
El ser tuerto no es, pues, contra lo que pueda parecer, ninguna ventaja en el caso que nos ocupa, ya que el país de los ciegos está concebido a la medida de los ciegos que lo habitan. El ciego, al no ver, debe de moverse tanteando, con ayuda de bastón o de lazarillo, no le cabe la imprudencia o la intrepidez. No ve por dónde va, pero en su país/mundo no importa, porque la mayoría es y vive así. Dispone de vías establecidas por donde moverse, referencias siempre fijas, señales sonoras que le avisan de los peligros, su propio lenguaje... Se siente, en una palabra, relativamente seguro, mientras no le cambien las referencias o se vea inmerso en un ámbito desconocido. Al mediocre le pasa lo mismo: se guía por referencias, sigue caminos preestablecidos, hace caso de las señales de peligro,... No tiene opinión ni criterio propios -si bien él tiende a creer que sí-, aunque no le hacen falta, puesto que la mayoría de la gente con la que se relaciona tiene la misma actitud y sigue el mismo comportamiento. El tuerto en este espacio no se encuentra, ni poco, a gusto, pese a que en él, no pocas veces, encuentra reposo, refugio a sus responsabilidad, evasión a su angustia. Mas de nada le sirven estas excusas, pues cuando así lo hace (reposar, refugiarse, evadirse, en el ámbito de la embotadora mediocridad) regresa a su actividad vigilante con la sensación de haber estado perdiendo el tiempo, cuando no de haber sucumbido a la debilidad. Huelga subrayar que el tuerto, aunque limitadamente, ve, por lo que las referencias de un país a medida del ciego se le hacen ociosas y a menudo inútiles.
Pero el tuerto, ¡ay!, él puede ver, pero no puede enfocar. Su visión es monocular, luego su perspectiva limitada e inexacta. Su campo visual está delimitado por el plano, es decir se atiene a dos dimensiones; le falta profundidad de campo, enfoque, precisión en el cálculo de las distancias. Ve los paisajes, en cierto modo los puede disfrutar, pero al no apreciarlos en relieve se pierde mucho de su esplendor, de su más genuina realidad.

.....Las aspiraciones del mediocre son proporcionales a su limitado talento. Al ser, por lo común, de querencias vulgares, cuando no groseras, es ajeno a la sutileza, a la delicadeza, al estremecimiento de lo sublime. Para él, lo sutil, lo delicado y lo sublime son manifestaciones enfermizas, síntomas de febril debilidad, y como tales tiende a considerarlas; sólo admite la preeminencia del genio cuando éste posee, además, la fuerza necesaria para imponerse. El mediocre, siguiendo el instinto del rebaño que lo caracteriza, es dócil al chasquido del látigo, a la orden imperativa del altavoz, al ladrido de los perros, al tejo que pasa silbando junto a su mollera; y no consiente -ni perdona- que el hombre de genio pueda mostrarse rebelde a tales advertencias y apercibimientos. Sólo el miedo podrá atemperar su ira y frenar su cólera: sólo en el caso en que el hombre de genio haga ostentación de poder real y efectivo, el mediocre aceptará su excepcionalidad (y siempre a regañadientes: a la primera ocasión, las ovejas, confiadas en su número y su falta de escrúpulos, lo devorarán).
El mediocre defiende su condición aduciendo que si por él no fuera la humanidad no habría conseguido evolucionar. Ya que es -asegura- su contribución a la estabilidad de la pirámide la que permite la evolución de la civilización. Razón no le falta, pero tampoco le sobra, puesto que el progreso de la humanidad, cada avance decisivo, cada vuelta de tuerca que la impulsa hacia arriba, es debido, precisamente, a la decisiva aportación del hombre de genio, que es el que tiene capacidad innovadora. Bien está que para que el hombre de genio pueda dedicar toda su energía a esa labor de creación -una de cuyas más patentes consecuencias es el embellecimiento del mundo- sea preciso que se vea libre de los requerimientos de tiempo y energía necesarios para cubrir sus necesidades básicas. De ellas se encargará la base de la pirámide: la masa que conforma la mediocridad.

.....Emediocre consciente de serlo, el tuerto, al tener conocimiento de todo esto y poseer una sensibilidad cercana al hombre de genio, si bien sometida a una naturaleza mediocre, vive en una constante paranoia. Su existencia es semejante a la de un náufrago que se debate con denuedo en alta mar para no ser tragado por las olas de la mediocridad; a veces el cansancio le hace sucumbir y se dejará engullir por ellas, mas su lucidez le volverá a lanzar hacia arriba, buscando sacar de nuevo la cabeza, ver el cielo, respirar la brisa, sentir con esa su sensibilidad refinada, aunque no pueda emprender el vuelo... Así durante toda su vida.
El mediocre consciente de serlo, el tuerto, es un testigo privilegiado de la vida. Capaz de entender el alma de los mediocres (por su naturaleza) y la del hombre de genio (por su sensibilidad), sería el jurado ideal en un hipotético proceso en que se juzgara el comportamiento de la Humanidad a lo largo de su Historia. Ni el mediocre ni el hombre de genio conocen con la suficiente profundidad ni ecuanimidad el alma que no les es propia. Los unos por ceguera, los otros por deslumbramiento. Sólo ese desgraciado híbrido que participando del alma de los dos no puede reclamarse enteramente de ninguna, puede hacerlo. Mas consciente de su delicada, ambigua y paranoica situación eludirá esa responsabilidad, por no sentirse traidor ni traicionado. El tuerto se siente un proscrito, un vagabundo perpetuo, un ser bipolar que oscila entre dos naturalezas, o, más precisamente, que busca huir de su naturaleza -mediocre- para fundirse con su sensibilidad -atisbadora de la genialidad-, seguro como está de que es en ésta donde encuentra una mayor identificación con sus anhelos y aspiraciones. Testigo de la vida: así le gusta llamarse al tuerto. Un testigo cuya perspectiva es la del que observa lo que acaece en una pantalla (de cine, por ejemplo). Intuye la profundidad que ha de poseer el campo donde se desarrolla la acción, pero le es imposible captarla. Quedará deslumbrado por las imágenes, por su colorido, por su armonía o disarmonía, por las formas dinámicas o estáticas, pero no podrá penetrar entre sus intersticios, sentirse flotar entre los volúmenes reales, ser capaz de recrear lo existente al conocer -al ver con meridiana claridad- los secretos de la proporción que funda e inventa.


El hombre de genio
.....El/la hombre/mujer de genio, quien es poseedor, según nuestra analogía, de visión estereoscópica, se haya en la parte alta de la pirámide (la del talento creativo, se entiende); desde allí goza de una visión y perspectiva privilegiadas. A menudo hay una zona libre entre él y los ciegos y tuertos, una especie de espacio de seguridad que impide la mezcla o el contagio; quiere esto decir que pertenece a otra esfera, a otro nivel, a otro escalón. Aunque parezca estar inmerso en el mismo ámbito, en realidad no lo está. Si a veces coincide con los tuertos y ciegos en las mismas calles, en las mismas carreteras, en el mismo avión, en el mismo barco, eso no significa que participen del mismo status existencial. Nada de eso. Pues que el hombre de genio vive constantemente como en una burbuja, una burbuja invisible pero palpable: él la siente sin percibirla, y los mediocres también. No son pocas las épocas de adocenamiento -y más las provocadas por cuestiones políticas como el bolchevismo o el fascismo o la aparente democracia basada en la uniformización- en las que se ha tildado de insolidario y persona non grata al hombre de genio (por otros nombres conocido como sabiointelectual o artista). En esas épocas se desconfía de él porque el hombre de genio, al ser excepcional, al detentar una sensibilidad diferente, no precisa las mismas referencias (a veces, ninguna), ni del mismo ordenamiento (también prescindible), ni, por supuesto, ve necesario se le avise de peligros que él no siente como tales.

.....Las diferencias que atañen al hombre de genio y al que nutre la mediocridad son de tal grado que las hace aún más exclusivas e irreconciliables que las clases sociales. Ya que no se atienen, en primera y instancia, a circunstancias materiales (posición, poder, riqueza) que puedan adquirirse independientemente del talento que se posea, sino que radican en la especial constitución inmaterial de su alma, la exclusión es total e irremediable: un mediocre nunca podrá aspirar a poseer genialidad, por mucho esfuerzo que haga o mucha erudición que adquiera; permanecerá mediocre. Un hombre de genio, por mucho que se empeñe, nunca podrá ser un mediocre; podrá vivir como un mediocre, pero no serlo. El hombre de genio podrá vivir en la miseria (a decir de la consideración convencional de los mediocres), pero no la sentirá como tal. El hombre de genio, precisamente por serlo, raras veces perseguirá los mismos objetivos que mueven a los mediocres: consumo, dinero, distracciones vulgares, seguridad. El hombre de genio, al ver más en lo que hay, obtiene mucho más (en ocasiones, infinitamente más) con menos, extrae más de la existencia, pues su visión penetrante le descubre entresijos de la realidad que al mediocre le están vedados. El hombre de genio posee una mayor capacidad para el placer y el dolor que el mediocre, ya que su sensibilidad, debida al genio, es infinitamente más refinada. Pero es que, además, y por condición, no sufre ni disfruta habitualmente con las mismas cosas que el mediocre. Donde el mediocre necesita un redoble de tambor al hombre de genio le es suficiente con un batir de alas; donde el mediocre precisa toque de corneta al hombre de genio le basta una mirada insinuante; donde el mediocre ansía bacanales, el hombre de genio anhelará intimidades.

.....El hombre de genio es refractario al instinto del rebaño que tan caro le es al mediocre. Su propia plenitud le libra de la necesidad, sí o sí, del calor de la tribu, imprescindible para aquél. La engañosa sensación de aislamiento que en la sociedad moderna han adquirido las masas -las masas mediocres- no ha de confundirse con una mayor autonomía existencial, con una ganancia o enriquecimiento del alma. Nada de eso. El cocooning sobrevenido a la oferta de difusa y confusa información personalizada es realmente, antes bien, un empobrecimiento espiritual y un remachamiento de la mediocridad que se detenta. Como los medios de masas buscan ante todo concitar al mayor número de clientes posible, sus mensajes, sus contenidos, sus reclamos, son de una pobreza, llaneza y mediocridad apabullantes. Dirigidos a los mediocres, pues de ellos obtiene la savia con que engorda sus orondas economías, presentan, eso sí, en todo caso, la mediocridad en los mejores envoltorios, en los disfraces más creíbles de pseudo-erudición, haciendo creer a los mediocres a quien van dirigidos -creencia que no hace sino confirmar su mediocridad y falta de talento-, que no lo son tanto, o no lo son ya, o no lo son en absoluto. Este estado de cosas al tuerto, al mediocre consciente de serlo, le producen un bochorno añadido, pues ahora se siente tratado como un imbécil, además de sentir dolorosamente la mediocridad que lo abruma.

.....El hombre de genio excepcionalmente está expuesto al desgarro de la soledad. Lo más habitual es que la busque. No una soledad aislacionista, sino una soledad que le permita conectar sin interferencias con el Espíritu que siente en él soplar con fuerza (y que es el ámbito propio y necesario de la creación). No necesitando el calor del grupo, cuando hace grupo es por voluntad de compartir, entre iguales, el aire puro de las cumbres. No busca consuelo con los semejantes en genio, sino estímulo.
El hombre de genio no es altruista, no es compasivo, ni sentimental. No lo precisa. Su forma de ser y de vivir incluyen estas actitudes sin tener que adoptarlas; van con él. Siendo, como es, un intermediario entre el Espíritu Creador y los hombres (incluyendo aquí a mediocres/ciegos y a mediocres consciente de serlo/tuertos), su función es comparable a la del desprendido, generoso o desinteresado. El hombre de genio crea por imperativo natural, y cuando lo hace por buscar un interés -sea económico, de poder o cualquier otro- se vuelve mediocre (aunque nunca llegue a serlo del todo). El hombre de genio es rumboso: como Li Po, escribe poemas en las hojas de los sauces para darlas a la corriente. Al hombre de genio le basta sentir el soplo del genio en él para no sentirse solo, ya que, al fin y al cabo, el genio no es otra cosa que la facultad que permite sentir el Espíritu del Mundo en uno mismo, la Inteligencia Universal -con sus códigos y claves- habitando el propio cerebro; es la capacidad para ver el más allá del más acá, y el más acá del más allá.
El tuerto, el mediocre consciente de serlo, sabe todo esto. Por eso su vivir es un tobogán, un tobogán por el que se desliza continuamente, y que está situado en la frontera entre el desierto -de la mediocridad- y los límites de una Tierra Prometida a la que nunca ha de acceder...


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GALERÍA



Paul Delvaux
(1897-1994)
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Les Nus 
(1)
(1928-1944)

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Girls by the Sea (1928)
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Torse d'homme (1929)
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Girls (1929)
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Large Nude Pink (1929)
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Le Couple (1929)
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Les Jeunes Filles à la Campagne (1929)
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Group of Nude Figures on a Forest (c 1920's)
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Figures in the Forest (c 1920s)
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Pink and White (c 1920s)
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Les Amies (La Danse (1930)
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Dream Girl (1931)
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Nocturnes (1931)
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The sleeping Venus (1932)
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Seated Nude (1932)
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Naked at dawn (1932) (+ satured) 
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Naked at dawn (1932) (- satured) 
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At Sea (1934)
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Reclining Nude (1934) (+ satured)
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Reclining Nude (1934) (- satured)
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The Lady rose (1934)
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Public Square (1935s)
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The screen (1935)
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Woman in a Cave (1936)
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Afternoon Mass (1937)
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Recitation (1937) (+ satur)
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Narrator (1937) (- satur)
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Les Noeuds Rose (1937) (+ satur)
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Les Noeuds Rose (1937) (- satur)
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Street of Trams (c 1938)
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La Joie de Vivre (1937)
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Femmes-Arbres (1937)
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Night Visit (1938)
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Les Nymphs se Baignant (1938) (+ satur)
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Les Nymphs se Baignant (1938) (- satur)
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Sirens (c 1938)
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Le salute (1938)
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The sleepy Town (1938)
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The Summer (1938)
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Road at the City (c 1938)
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Mirror (1939)
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Les Phases de la Lune I (1939) (- satur)
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Les Phases de la Lune I (1939) (+ satur)
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Les Phases de la Lune I (1939) (Detail)
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Les Phases de la Lune I (1939) (Detail)
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Pygmallion (1939) (+ satur)
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Pygmallion (1939) (- satur)
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The Awakening of the Forest (1939) (- satur)
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The Awakening of the Forest (1939) (+ satur)
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A Visit (1939)
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L'Aube sur la ville (1940) (+ satur)
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L'Aube sur la ville (1940) (- satur)
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Enigma (1940)
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The Concert (1940)
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The Entrance of the City (1940) (+ satur)
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The Entrance of the City (1940) (- satur)
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The Man in the Street (1940) (+ satur)
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The Man in the Street (1940) (- satur)
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The Vigil (1940)
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City Worried (1940) (+ satur)
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City Worried (1940) (- satur)
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Hands (1940)
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Les Phases de la Lune II (1941)
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The Congress (1941) (+ satur)
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The Congress (1941) (- satur)
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Les Phases de la Lune III (1942)
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The Night Garden (1942) (+ satur)
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Night Garden (c 1940) (- satur)
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Prisoner (c 1940)
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La Rencontre (1942)
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The Village of the Sirens (1942)
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Echo (1943)
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Grise City (1943)
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Gray City (1943)
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The Courtesans (1943)
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The Natural History Museum (1943)
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The Musee Spitzner (1943) (+ satur)
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The Musee Spitzner (1943) (- satur)
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Le Musée Spitzner (1943) (Detail)
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The Sleeping Venus (1943)
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Woman in Front of the Sea (1943)
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L'Appel (1944)
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Red City (1944)
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La Ville Lunaire (1944)
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Large Skeletons (c 1944)
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The Conversation (1944)
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Skeletons in a Office (1944)
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Skeletons in a Office (1944)
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The Canape Vert (1944) (+ satur)
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The Canape Vert (1944) (- satur)
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The Skeletons has the Shell (1944)
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Sleeping Venus (1944) (- satur)
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Venus Endormie (1944) (+ satur)
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The Tour (1944)
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Woman with a Mirror (c 1944)
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The Fire (1945)
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