domingo, 30 de enero de 2011

Cadencias, sensibilidad, emoción... Bach (1)


INTRODUCCIÓN
En un reciente post anterior presentaba aquí un legajo de documentos que, bajo el título genérico de "Erbarme Dich, Mein Gott", Héctor Amado había escrito -allí, en su retiro parisino- al hilo de la escucha de ciertos pasajes de la obra del "Viejo Peluca" -como fue motejado por su hijo menor -, y que yo hallara entre su abundante y diversa producción.
Trataba ese post del documento que llevaba por título el genérico de toda la compilación, expresado más arriba, incluido un poema donde se daba cuenta del estado de agitación interior que nuestro amigo sentía durante la audición de ese conmovedor Aria de la Matthäus Passion.
Me pareció oportuno comenzar a dar cuenta de aquel hallazgo por dicho escrito, ya que expresaba de forma sucinta y clara esa turbación que en un alma sensible puede provocar la música cuando ésta va preñada, a su vez, de armoniosa y delicada sensibilidad, cabe decir, de calidad tan incuestionable que es capaz, en su matemática pureza, de tañer las fibras nerviosas de quien la escucha como si de un diapasón por simpatía se tratara.

Pues bien, hoy traigo aquí otro de aquellos documentos, pero con un registro algo diferente. Se trata de un estudio, reflexión y/o ensayo -que de todo ello hay, además de lirismo, obviamente- sobre una especie de disquisición comparativa entre dos fragmentos bien conocidos de la obra coral de Johann Sebastian Bach: el primer número musical de las Pasiones de San Mateo y San Juan. En ambos casos son dos introducciones corales que actuarán como carta de presentación de lo que posteriormente se va a desarrollar: un a modo de prólogo en el que se bosquejará el tono del discurso musical que, recitativo a recitativo, aria a aria y coro a coro, se desgranará con maestría y emoción rara vez igualada (después se comprobará que incluso tal reduccionista aserto es demasiado aventurado en una obra tan colorista y poliédrica como la del más insigne Thomaskantor de Leipzig).


Héctor sostiene allí que el Genio de Eisenach lo era, además de por su prolífica producción y el altísimo nivel de excelencia alcanzado en casi toda ella (por no decir toda), por la facilidad que tenía para trasladar los textos de las composiciones vocales -el clima al que esos textos remitían- a la partitura, al desarrollo musical, a la expresión etérea de sonidos tan precisos y adecuados al espíritu -y aún al corazón- de la letra; como si los textos mismos, transmutándose en sentido musical por obra y gracia del genial taumaturgo, cobraran vida sonora en el paisaje que describieran. Así lo calificaba Héctor: "Bach es el más excepcional músico pictórico que ha existido, un genio de la paleta musical capaz de componer cuadros milagrosamente armónicos, portentosamente expresivos, inigualablemente descriptivos. Ya fuera a base de audaces, precisas y sutiles pinceladas; ya por la equilibrada y original composición cromática; ya por el contrapuntístico claro-oscuro; ya por la distribución matemáticamente impecable de figuras musicales y tonalidades sonoras; ya por los paisajes fugados y los fondos continuos aportando perspectiva al conjunto; ya por la insultante facilidad del trazo más armónicamente difícil; su maestría analógica para transformar sonidos en experiencias, no solo emocionales sino visuales, ha sido insuperable".
Esta genial característica compositiva -decía nuestro entrañable bohemio- se podía comprobar en ese número introito de sus dos obras corales más extensas, representativas y representadas -con permiso de la celebérrima Misa en Si Menor: el "Herr, unsher Herrscher", de la Johannes Passion; y el "Kommt, ihr Töchter", de la Matthaus Passion.


EL PLAN
En su estudio comparativo, ilustrativo, deductivo y emotivo, Héctor, comienza presentándonos las obras y los fragmentos de las mismas utilizados como base para sus sensaciones, reflexiones, demostraciones y conclusiones; después, nos dará las claves que toma como referencia para fijar un marco dentro del cual ir estableciendo las comparaciones oportunas, extrayendo de las mismas todo el potencial esclarecedor de las emociones suscitadas por las diferentes audiciones; por último, nos colocará ante la emoción pura, desnuda ya de todo discurso, provocada por la percepción sonora: las formas plenas, los volúmenes rotundos, el temblor de la carne del alma al descubierto vibrando emocionada.

En el presente post, además de esta necesaria introducción, se exponen, pues, las obras -las Passionen- y los fragmentos objeto de la atención de Héctor. Como aperitivo, para hacer boca/oído, así mismo, un vídeo de una versión "neutra" de cada uno de estos fragmentos. Aconsejo escucharlos atenta y alternativamente para dejar que su mensaje sonoro, su capacidad para causar emoción, vaya actuando. Así, se comprenderá, se gozará y se aprovechará mejor el siguiente post dedicado a establecer las claves e interrelacionar, en base a ellas, las diferentes versiones que nos desvelarán entresijos de qué cosa sea la composición musical y el poder que sobre la emoción humana ejerce.


LAS OBRAS
los Fragmentos elegidos

Son, las Pasiones, obras de madurez artística incursas en una exuberante etapa prolífica: la soberbia Johannes Passion -BWV 244- fue compuesta por Bach durante el primer invierno de su llegada a Lepizig como Kantor de la Thomaskirche, en 1724, cuando el compositor contaba 42 años de edad y ocho hijos ya en su haber; la monumental Matthäus Passion -BWV 245-, tres años más tarde, en 1727, con 45 años y habiendo añadido a su extensa producción, además de otros cuatro hijos, tres ciclos completos de cantatas, el Magnificat -BWV 243a-, el Sanctus completo de su colosal Misa en Si menor -BWV 232-, la Partita nº 1 -BWV 825- y diversas obras instrumentales más. Caso proverbial de Creatividad Total, de Summum Generationis, de Ubique Fertilitas. (Acaso un motivo decisivo y concluyente para aquellos que defienden la constitución divina del Genio de Eisenach más allá de la retórica hiperbólica).
.


Es la Johannes Passion la primera pasión puesta en música por Bach, si se exceptúa una compuesta en sus años de aprendizaje y desgraciadamente perdida. También es una obra contradictoria y compleja, quizás como su misma génesis y posteriores modificaciones: en su composición serían aprovechadas algunas ideas musicales presentes en obras anteriores; así como a los textos de los capítulos 18 y 19 del Evangelio según San Juan, en los que se basa, añadiría otros del Evangelio según San Mateo, en los recitativos y en algunos de los coros. Es, por tanto, una obra de laborioso montaje, que el Kantor de la Thomaskirche no fijaría definitivamente hasta 1749 -un año antes de su muerte.
Además de la original versión de 1724, existen versiones corregidas de 1725 (en que se cambió el coro de introducción y algunos arias), 1730 (textos de San Mateo en los recitativos) y finalmente 1740 (volviendo al original coro de 1724 -todo un acierto desde mi punto de vista).
La más representada hoy día es la original de 1724, estrenada en la Nikolaikirche de Leipzig, pues en la Thomaskirche, a la que estaba destinada durante aquella Semana Santa, se realizaban obras de restauración del órgano.
Tras el injustificable olvido de la obra de Bach a su muerte, en el siglo XIX sería Robert Schumann quien, haciendo su propio arreglo de la obra la, interpretaría de nuevo.

Se estructura en dos partes: la primera, desde el prendimiento de Jesús, tras la traición de Judas, hasta la triple negación de Pedro (recitativos tomados de Mateo, pues Juan no lo cita), consta de 14 números en los que Coros y Corales se alternan con Arias y Recitativos (siguiendo fielmente el texto del evangelista); la segunda, incluye los 26 números restantes, desde la presentación de Jesús ante Pilatos hasta su enterramiento, por José de Arimatea, tras su crucifixión y muerte, finalizando la obra con un coro y una coral en que las almas de los pecadores entonan un himno de alabanza a la gloria del Hijo de Dios, esperando su intercesión para librarlas de todo padecimiento.

El fragmento inicial elegido por Héctor para su estudio, el Coro "Herr, unsher Herrscher" (Señor, Soberano nuestro), sería cambiado por Bach en 1725, para ser reintroducido en su versión de 1730 y posteriores.

Monteverdi Choir / English Baroque Soloists
John Eliott Gardiner (JEG)
Royal Alber Hall Londres, 2008



Chor
Herr, unser Herrscher, dessen Ruhm
In allen Landen herrlich ist!
Zeig uns durch deine Passion,
Dass Du, der wahre Gottessohn,
Zu aller Zeit,
Auch in der größten Niedrigkeit,
Verherrlicht worden bist!

Coro
¡Señor, Soberano nuestro!
¡Tu Gloria reina en todos los pueblos!
¡Muéstranos, por tu Pasión,
que tú, el verdadero Hijo de Dios,
en todo tiempo,
hasta en las humillaciones
has sido glorificado!
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La monumental Matthaus Passion, estrenada el Viernes Santo de 1729 (15 de Abril). Está basada, por un lado, en los capítulos 26 y 27 del Evangelio según San Mateo, de la Biblia traducida por Lutero; y por otro lado, en la obra lírica del escritor Friedrich Henrici y en cantos corales luteranos dedicados a la pasión y muerte de Cristo.
Es considerada la obra cumbre de la música coral sacra (cumbre que también rozan tanto la Pasión según San Juan, c0mo, sobretodo, la Misa en Si Menor).
Consta de 68 números distribuidos en dos partes: la primera, los 29 primeros números, narra los hechos acaecidos desde el anuncio de Jesús a sus discípulos de su propio padecimiento en la cruz hasta su prendimiento; la segunda, los 39 números restantes, comprende desde la presentación de Jesús ante Caifás y Pilatos hasta el depósito de su cadáver en el sepulcro, ante el cual el coro final de almas elevan una plegaria deseando el dulce descanso de los restos del Hijo de Dios, y dejando patente su redentora condición para las angustiadas conciencias.
Aquí, también, Coros, Arias, Ariosos y Recitativos, se suceden desgranando un inmenso cúmulo de situaciones que dan lugar a una tensión emocional sostenida y mantenida sin baches durante los más de tres horas (a veces hasta cuatro) que dura la obra. Milagro solo explicado por la condición cuasi divina de uno de los mayores genios que haya dado la especie humana en su azarosa existencia.

Como toda la obra del prolífico y genial compositor alemán, una vez muerto éste, cayó en el olvido (pues se consideraba demasiado "operística" para su representación sacra y demasiado difícil para la moda de la época), hasta que Félix Mendelssohn, en 1829, la recuperara para su representación en versión abreviada con la SingAkademie de Berlin. A partir de este momento la producción bachiana ingresaría en las academías y se iniciaría una recuperación gradual de su interpretación y, por tanto, divulgación, hasta nuestros días.

El fragmento que abre la Obra, elegido por Héctor, es el celebérrimo "Kommt, ihr Töchter, helft mir klagen" (Venid, hijas, auxiliadme en el llanto).

Nederlanse BachVereniging / Sacramentskoor Breda / Amsterdam Baroque Orchestra
Ton Koopman (TK)
Nederlands Hervormde Kerk, Oudkarspel, Holland, 1992


Chor
Kommt, ihr Töchter, helft mir klagen,
Sehet!_ Wen?_ Den Bräutigam.
Seht ihn!_ Wie?_ Als wie ein Lamm.
Sehet!_ Was?_ Seht die Geduld.
Seht!_ Wohin?_ Auf unsre Schuld.
Sehet ihn aus Leb und Huld
Holz zum Kreuze selber tragen.

Choral (Knabenchor)
O Lamm Gottes unschuldig
Am Stamm
des Kreuzes geschlachtet,
Allzeit erfund'n geduldig,
Wiewohl du warest verachtet.
All' Sünd' hast du getragen,
Sonst müßten wir verzagen.
Erbarm' dich unser, o Jesu.

Coro
Venid, hijas, auxiliadme en el llanto,
¡Ved!_ ¿A quién?_ Al Amado.
¡Vedle!_ ¿Cómo?_ Como un cordero.
¡Mirad!_ ¿Qué?_ Ved su paciencia.
¡Mirad!_ ¿Dónde?_ Nuestros pecados.
Miradle. Por amor y clemencia
ÉL mismo va cargado con su cruz.

Coral (Voces infantiles)
¡Oh, inocente Cordero de Dios!,
sacrificado en el tronco de la cruz,
siempre sereno,
pese a ser despreciado.
Has soportado
todos nuestros pecados.
Sin Ti habríamos desesperado.
¡Compadécete de nosotros, Jesús!

-o-o-

(continuará)
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jueves, 27 de enero de 2011

Friné II


File:Genrich Ippolitovich Semiradsky - Roma, 1889.jpg

Esta es la segunda entrega sobre la famosa hetaira que sirviera de modelo humano para la encarnación divina de la diosa del amor, Afrodita, y cuya existencia legendaria ha llegado hasta nosotros por dos vías: testimonios escritos de detalles anecdóticos de su vida (en el anterior post ya traté el más famoso de ellos: el de su juicio por impiedad, del que salió airosamente absuelta, gracias a un espectacular golpe de efecto de su abogado defensor Hipérides), y por sus representaciones artísticas, que en su momento fueron tenidas y admiradas como obras maestras inspiradas por los mismos dioses: en mármol pentélico -la conocida como Afrodita de Cnido- por la mano diestra y el corazón enamorado de Praxíteles; y en imagen pictórica, la conocida como Afrodita Anadiomene, revelación de la hetaira-diosa saliendo desnuda del mar durante la ofrenda a Poseidón en las fiestas de los misterios Eleusinos, por la no menos diestra mano y el no menos turbado corazón del insigne Apeles.

En esta ocasión toca el turno a los testimonios que han llegado a nosotros sobre la existencia real de esta famosa Friné, prototipo, ya, de cortesana de extraordinaria belleza, y, por extensión sinécdoque del placer cortesano, siendo utilizado su nombre en no pocas ocasiones para denominar prostíbulos más o menos lujosos -o insignes meretrices en ellos residentes- como aquél que inmortalizara Miguel Delibes en su encantadora novelita: Madera de Héroe; amén de impregnar con su voluptuoso aroma literaturas y manifestaciones artísticas varias.
En estos testimonios de primera o de segunda mano -y aún de tercera- se nos dará cuenta tanto de aquellas anécdotas que la hicieron famosa como de las obras de arte que inspirara, causa no menor de la bien ganada fama. Unas veces elogiando, otras denostando, pero siempre, siempre, confirmando su historicidad.

Para completar esta propuesta, una loa sobre su gloriosa existencia: si, como todas, sometida a la inevitable caducidad y la fatal muerte; como pocas, inmortal ya en la memoria de los hombres gracias a aquellos bellos dones y polémicas virtudes que adornaron su figura y forjaron su leyenda haciéndola merecedora de tal privilegio.


La biografía de Friné (que vivió en el siglo IV a. de C.) surge de la mano del maduro artista con trazo perfecto; dando vida a una mujer cuya belleza y poder de seducción hizo que famosos intelectuales y artistas griegos, notables políticos, hombres poderosos, se disputaran la posesión de su cuerpo para disfrutar de esta «puta cósmica» unos breves momentos de placer. Su retrato se ajusta a la condición de las hetairas extranjeras, famosas por su belleza excepcional -que debían ser avaladas por un prostater o tutor, fiador en sus transacciones y defensor en sus tribunales- en la Grecia clásica. Estas mujeres, que presentan un estatuto de mujer libre, no estaban ligadas a ningún varón en particular, tenían una formación intelectual similar a la de los hombres cultos, y participaban en los Simposia que estos celebraban. La consideración de su oficio como un trabajo de alta cualificación les permitió cobrar altos honorarios y hacerse con un importante patrimonio. La misma Friné demostrará su poder proponiendo «en un rapto de esplendidez», como señala el narrador biógrafo, reedificar la ciudad de Tebas, destruida por Alejandro o sufragar «las imágenes de oro de los templos de Venus esculpidas por su adorado Praxíteles», aunque una sociedad envidiosa y cargada de prejuicios no supiera entender este gesto de generosidad de la hetaira, envenenada por las sátiras de cómicos afamados como Aristófanes. (Mª del Pilar Latre. Univ. de la Rioja)

"Del Pritaneo parte un camino llamado Trípodes. El lugar se llama así porque hay unos templos grandes como para que sobre ellos haya unos trípodes de bronce que contienen obras especialmente dignas de mención. Hay un sátiro, del que se dice que Praxíteles estaba muy orgulloso. Un día, cuando Frine le pidió la obra que a él le pareciese más hermosa, dicen que accedió a dársela a su amante, pero que no quiso decir la que le parecía más hermosa. Entonces, entró corriendo un esclavo de Frine, y dijo a Praxíteles que un incendio en su casa había destruido casi todas sus obras, pero que no todo había desaparecido. Praxíteles al punto corrió afuera y dijo que no le quedaba ya nada si las llamas habían alcanzado al Sátiro y a Eros. Frine le dijo entonces que se tranquilizara, pues nada grave había sucedido, y ya había reconocido, sorprendido por este ardid, cuáles consideraba sus obras más bellas. Frine entonces escogió el Eros."

"Para los de Tespias hizo después Lisipo un Eros de bronce, y antes que aquél, Praxíteles uno en mármol pentélico. Lo relativo a Frine y al ardid de la mujer con Praxíteles ya lo he referido en otra parte (I,20). Dicen que el primero que removió la imagen de Eros fue Gayo, emperador de Roma, y después Claudio se la devolvió a los de Tespias, pero Nerón se la llevó de nuevo por segunda vez; y las llamas la destruyeron allí…El Eros de Tespias de nuestro tiempo lo hizo Menodoro de Atenas imitando la obra de Praxíteles. Allí hay también del mismo Praxíteles una Afrodita y una estatua-retrato de Frine, de mármol tanto Frine como la diosa." (Pausanias)

Frine era de Tespias. Llevada a juicio por Eutias fue absuelta de una acusación por la que se pedía la pena de muerte. Irritado por ello Eutias ya no presentó otra acusación, como dice Hermipo. Pero Hiperides que defendía a Frine, como no conseguía nada con su discurso y siendo muy probable que los jueces la condenaran, llevándola a la vista de todos, desgarrando su túnica y haciendo que su pecho quedara desnudo, pronunció unos lamentos tan patéticos ante su vista e hizo que los jueces fueran sorprendidos por un temor divino ante la servidora y sacerdotisa de Afrodita, dejándose dominar por la piedad, y no la condenaran. Y una vez absuelt se promulgó una ley para que ningún abogado empleara los lamentos en defensa de alguien y que los jueces contemplaran al acusado o a la acusada al emitir sentencia.

Pero Frine era realmente más hermosa en las partes que no se le veían, por lo que tampoco era fácil contemplarla desnuda. Vestía con una túnica que le cubría todo el cuerpo, y no frecuentaba los baños públicos. En la fiesta de las Eleusinas y en la de Posidón, tras quitarse el manto y dejar sueltos sus cabellos se metió en el mar, a la vista de todos los griegos. A partir de ella pintó Apeles su Afrodita Anadiomene. Y Praxíteles, el escultor, su amante, modeló su Afrodita Cnidia según su imagen y en la base de la estatua de Eros que se halla bajo la escena del teatro escribió: “Praxíteles ha dedicado su mayor cuidado a esculpir el Amor que sentía, extrayendo el modelo de su propio corazón, dándome a Frine como mi propio pago. Y lanzó filtros de amor, ya no disparando flechas, sino mirando fijamente”.

Y le dio la posibilidad de elegir entre las estatuas, si quería coger el Eros o el Sátiro del camino de los Trípodes. Ella eligió el Eros y lo ofrendó a su ciudad de Tespias. Los vecinos de la propia Frine hicieron una estatua de oro y la ofrecieron en Delfos en una columna de mármol pentélico. Y la modeló Praxíteles. Al verla Crates El Cínico (en cambio, Diógenes Laercio atribuye la frase a Diógenes de Sínope, Vida de los filósofos, VI, 60) dijo que era una ofrenda de la incontinencia de los griegos. Se hallaba esta estatua entre la de Arquídamo, rey de los lacedemonios y la de Filipo, el hijo de Amintas, y tenía esta inscripción: ”Frine, hija de Epicles, de Tespias”, como dice Alcetas en su segundo libro de su Tratado sobre las Ofrendas de Delfos. (Ateneo de Naucratis).

También Praxíteles, que destacó en el mármol y por este material fue más famoso, realizó sin embargo bellísimas obras de bronce: el rapto de Proserpina, la Catagusa (Ceres devolviendo a su hija Proserpina a los dominios de Plutón), el padre Líber, a la Ebriedad y el famoso Sátiro al que los griegos llaman “Periobetos” (muy famoso); y estatuas, que estuvieron ante el templo de la Felicidad, y una Venus, que ardió en el incendio del templo en el reinado de Claudio, semejante a aquella estatua marmórea suya, famosa en el mundo entero.También realizó una Stephanusa (trenzadora de guirnaldas), una Pseliumene (Coronada), a Opora (mujer portadora de vino), a los tiranicidas Harmodio y Aristogitón, que tomados por Jerjes, rey de los persas, devolvió, tras la derrota de Persia, Alejandro Magno a los atenienses. Esculpió también al joven Apolo asaeteando un lagarto que trepa hacia él, al que llaman Sauróctono. Son también admiradas dos estatuas suyas que expresan emociones distintas, las de una matrona llorando y de una cortesana alegre. Creen que ésta era Frine y distinguen en ella el amor del artista y en el rostro de la cortesana la recompensa. (Plinio el viejo)

Por lo demás, Jenócrates era de rostro grave y severo, de manera que Platón solía decirle: “Sacrifica a las Gracias, Jenócrates”. Por lo ordinario habitó en la Academia. Si alguna vez iba a la ciudad, dicen que todos los tumultuantes y alborotadores se apartaban del camino cuando pasaba él. Y que habiendo entrado en su casa con designio de solicitarlo la meretriz Friné, haciendo como que huía de algunos, como él la recibiese por humanidad, y no tuviese más de una cama, le cedió una parte de ella, como se lo suplicaba. Finalmente, cansada de rogarle que satisficiese a su deseo, se fue sin conseguirlo. A los que le preguntaban de lo sucedido, decía: Que ella no salía de estar con un hombre, sino con una estatua. Algunos dicen que sus discípulos le metieron a Laida en su cama; pero que él fue tan continente, que más quiso darse muchos cortes y aun fuego a sus genitales que hacer algo malo. (Diógenes Laercio)


No estés receloso, pues has realizado una obra bellísima, como nadie ha visto jamás de cuantas han sido creadas por manos de hombre. Conseguiste que una estatua de tu propia amante se alce en un recinto sagrado: estoy colocada en medio de Afrodita y de Eros, obras también tuyas. Y no me envidies este honor, ya que cuantos nos contemplan elogian a Praxíteles. Gracias a tu maestría artística, he llegado a estar situada entre unos dioses sin que los tespios lo juzguen inconveniente. Una sola cosa le falta todavía a tu regalo: que vengas hasta mí, para que podamos yacer en el lugar sagrado. Ciertamente, no ofenderemos a unos dioses a los que nosotros mismos hemos dado vida. Adiós. (Carta de Friné a Praxíteles)

Todas y cada una de nosotras, las cortesanas, te estamos tan agradecidas como Friné, pues, aunque el pleito, que el maldito Eutias ha entablado, afecta solamente a ella, sin embargo, el riesgo nos alcanza a todas. En efecto, si no conseguimos de nuestros clientes el dinero que les pedimos por nuestros servicios o si sufrimos un proceso por impiedad, en el caso de que encontremos quienes nos paguen, mejor será abandonar este género de vida y no tener nosotras problemas, ni tampoco buscárselos a los que nos frecuentan. De ahora en adelante ya no inculparemos a nuestra profesión, porque Eutias se ha mostrado como un amante despreciable, sino que estaremos orgullosas, ya que Hiperides se ha comportado como un caballero. ¡Ojalá recibas por tu generosidad bienes sin cuento! Tú te has ganado a pulso una excelente amante y nosotras estamos dispuestas a corresponderte en su nombre. Si llegaras a dejar por escrito la defensa que hiciste en favor de Friné, entonces nosotras, las cortesanas, te erigiremos, sin duda alguna, una estatua de oro, en el lugar de Grecia que prefieras. (Carta de Báquide a Hipérides)

Aun siendo grande mi preocupación por el peligro que tú afrontabas, querida amiga, no se puede comparar con mi actual satisfacción, ya que has conseguido liberarte de Eutias, un malvado amante, y has encontrado uno excelente, Hiperides. Creo que el proceso te ha traído buena suerte. El célebre juicio te ha hecho famosa tanto en Atenas como en toda Grecia. Eutias, en cambio, recibirá un justo castigo al quedar privado de tu trato. A mi modo de ver, dejándose llevar de la rabia por su estupidez congénita, ha superado los límites de los celos amorosos. Ten la certeza de que en este momento aquél te ama más que Hiperides. Está claro que quiere ser objeto de tus atenciones, a causa de tu agradecimiento por su intervención, y que se deja amar. En cambio, aquél está profundamente irritado por haber perdido el pleito. Tú vas a recibir de nuevo ruegos, súplicas y abundante dinero de su parte. Querida amiga, no nos causes perjuicio a nosotras, las cortesanas, ni contribuyas – accediendo a las peticiones de Eutias – a que se piense que Hiperides actuó erróneamente al defenderte. Tampoco prestes oído a los que afirman que si no hubieras enseñado los pechos, tras haber abierto tu vestido, de nada habría servido el defensor. Pues era precisa la defensa de aquél, para que este mismo gesto resultase oportuno. (Carta de Báquide a Friné)
Alcifrón. Cartas de Cortesanas

...


Friné, por ella misma

Nací como una merced de los dioses
al fervoroso pueblo de los griegos;
aquellos que cincelaron su mente
con no menos perfección que sus cuerpos.
Fue mi suerte la de ser mujer libre
y para tantos prisión de deseo,
pues quiso Afrodita hacerme, a su imagen,
con bello rostro en un cuerpo perfecto;
pero, además, Atenea a la suya,
dotando mi mente de agudo talento.

Me solicitan las más nobles mesas
y los simposios de más fino ingenio;
todos pagan bien por verme presente,
al excitar apetito e intelecto.
Dicen que una sola de mis sonrisas
tiene más valor que en oro mi peso;
grandes fortunas llaman a mi puerta
para llevarme a su cálido lecho,
muchos son quienes pretenden comprarme,
pero a todos digo que no me vendo.

No habrán de tocar mi cuerpo otras manos
que aquellas que quiera mi íntimo anhelo;
así mis amantes yo los elijo
por la cualidad que me atraiga de ellos:
unos por hermosos y otros por sabios,
y otros por capricho de poseerlos.
Oculto mis formas a las miradas,
no enseño nada, tan solo sugiero,
y en el sugerir alcanzo tal arte
que lo que oculto parece que muestro.

Solo a los dioses me ofrezco desnuda
siguiendo un ritual de arcanos misterios,
en Eleusis tengo por costumbre
todos los años ofrendar mi cuerpo:
penetro en las olas vestida de ojos
y a Poseidón en abrazo me entrego.
Me asiste el poder de la Madre Tierra
y la autoridad que emana del Cielo:
¡Más que una diosa soy una mujer
completamente consciente de serlo!


-o-o-

miércoles, 26 de enero de 2011

La voz de un poeta



Dicen, quienes caminan
por las antiguas sendas
de Soria, que aún se escucha
la lastimera voz de un alma en pena.

Dicen que no es el viento
ni el canto de la tierra
al paso quejumbrosa
de quien, al pisar, los suyos acierta.

Dicen que es la voz clara
de un querido poeta
que, leve de equipaje,
sembró de lírico encanto esas tierras.

Dicen que incluso han visto,
furtiva, una silueta
de una niña esconderse
tras los viejos olmos y las roquedas...

...Y dicen que la voz
clamando va tras de ella:
¡Leonor! ¡Leonor!, repite,
pero la niña, ay, no le contesta.

Dicen, quienes caminan
por sorianas veredas,
que aún se escuchan los ecos
de una voz que del amor se lamenta.

-o-

domingo, 9 de enero de 2011

Erbarme Dich, Mein Gott



En una carpeta de color granate con tapas de cartoné, cerrada con sendos lazos de cinta de seda negra, guardaba Héctor una serie de escritos que, bajo el título genérico de "Erbarme Dich, Mein Gott", recogían impresiones, sensaciones y reflexiones sobre una parte de la obra de Johann Sebastian Bach. Eran documentos de estilo diverso que contenían tanto poesía como prosa, incluidos artículos fragmentarios que la audición de la música más emotivamente dramática del genio de Eisenach le habían suscitado.

Se podría decir de lo que allí se consignaba que era una especie de manifestación expresiva de un corazón conmovido, de una emoción a flor de piel que saltaba al papel como una cascada de sentimientos, o un rojo y denso goteo de herida abierta, pues, además, estaba escrito en tinta de un tono bermellón tan encendido que parecía inmune al paso del tiempo -sangre ajena a la coagulación, siempre brillante y húmeda -; daba la impresión, incluso, que uno, al pasar las yemas de los dedos sobre esta grafía palpitante, podría mancharse con la tinta así desmentidamente seca.

Lo que estaba claro es que al sumergirse en su lectura, al posar los ojos sobre aquellas palabras carmesíes abriéndolas al sentido, sin ninguna duda, sí daba la sensación de no poder emerger de ella sin sentirse de alguna forma salpicado de sangre: la sangre de un corazón herido por intensas emociones.

Eso lo comprobé al leer el poema que figuraba en primer lugar, y que daba nombre a la compilación.

Erbarme Dich, Mein Gott...
Suena otra vez, súplica invisible,
atravesando el espacio, incisiva,
hendiendo con afilada sensibilidad
un corazón demasiado frágil
-de piel tan fina que el universo
parece latir dentro de él....

Erbarme Dich, Mein Gott...
Y todo el dolor del mundo
se abre en mi alma como una flor
de rojos pétalos encendidos...
Estalla allí, y soy, ya solo, llanto
en cascada incontenible,
emoción en carne viva,
delirio de ternura insospechada...

Erbarme Dich, Mein Gott...
Suena, y es su elocuente sonar
como un abrazo infinito
al que amor y dolor se entregan,
los ardientes besos modulados,
entrelazados sus cuerpos desnudos
en un frenesí de exaltado afán de goce.

Erbarme Dich, Mein Gott...
Melodía de cadencia palpitante
abriéndome la conciencia,
por donde la voz de un dios
tan turbadoramente penetra
que soy dolor y amor a un tiempo,
asombro y perplejidad inmensa.
-o-