domingo, 27 de julio de 2014

Relatos de Verano (8) - GALERÍA: George Petty. Pin Ups





Relatos de Verano

7

Helga

.....Para el españolito que vivió en la época tardofranquista, con el dictador aún ejerciendo de tal, es decir, firmando ejecuciones, allá por los últimos años sesenta, este nombre de origen escandinavo fue sinónimo de escándalo. ¿Por qué? dirá quien no posea la provecta edad necesaria para saber la razón, o no sea un estudioso de la sociología o la cinematografía. Pues porque en el año 1967 –quizás no llegada a España hasta el '68 o el '69– se estrenó la película que lleva ese mismo nombre. Era una cinta documental, en color, cuyo tema era el parto; es decir: se filmaba, tras los preceptivos prolegómenos, un parto en directo, sin trampa ni cartón. Fue un film realizado en Alemania, la del Oeste, claro, ya que por aquel entonces existía otra tras el Telón de Acero, la del Este, afecta al régimen comunista de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, alumna aventajada que nunca viviría la afrenta de una primavera contestataria como sucedió en Checoslovaquia o Hungría (oportuna y tempranamente agostadas, claro está).
.....La película en sí carece de valores fílmicos reseñables, pero fue todo un acontecimiento sociológico: en aquella España reprimida y frustrada, la exhibición del cuerpo femenino desnudo, aunque fuese en el más natural y sublime de los actos posibles, causó tal conmoción, que, aunque sólo exhibida en salas de Arte y Ensayo, las proyecciones eran invariablemente acompañadas por los servicios sanitarios de emergencias, ambulancias incluidas. Y no se crea que esta parafernalia formaba parte de una estudiada campaña de marketing, el caso es que alguno necesitó de atención médica, no se sabe muy bien si de la impresión del cuerpo desnudo de Helga (una Ruth Gassman de inequívoco cuerpo nórdico-germánico) o de la crudeza de las imágenes. Fue un aviso y un anuncio de lo que vendría después... las escapadas a Perpignan, y, ya muerto el dictador, la llegada del destape.

.....El anterior breve preámbulo viene a cuento de nuestra historia, pues Helga, nuestra heroína, se llamaba así gracias a este film. Engendrada y nacida durante el año de su estreno en España, la hija de Juan y Anja fue uno más de los pingües frutos que tal proyección provocó en el país. Porque lo cierto es que el pico de natalidad se elevó por encima de la media aquel año y el siguiente (siempre dentro de baby boom de los sesenta, debido a la mejora económica global de Europa, que revertiría, en el maltrecho y depauperado estado español). He de precisar que Anja fue una de las primeras turistas suecas llegadas a nuestras costas levantinas. La avanzadilla, por decirlo así, de una punta de lanza que topando con hueso en esta zona paupérrima de la piel de toro, acabaría derivando hacia lugares más exclusivos de la Costa del Sol o las Islas Baleares. Pero por entonces, para lo europeos que ya veraneaban, la exótica España por descubrir ofrecía ignotas oportunidades equivalentes. El caso es que Anja arribó a un pueblecito de pescadores que recién comenzaba a despertar a este nuevo negocio que era el turismo. Aquí y allá, en medio de los ralos campos de olivos y almendros que se extendían desde las faldas del Puig Campana hasta casi tocar las arenas de una playa virginal, se empezaron a levantar los primeros hotelitos. Sus propietarios era los terratenientes locales, que, convencidos de las posibilidades de explotación de recursos que hasta entonces poco valor tenían, se aventuraron a ceder sus terrenos para que empresarios inmobiliarios llegados de Madrid comenzaran a llenar de cemento una costa libre de él hasta ese momento. Los Martí Ripoll era una de esas familias, una de las primeras en levantar un edificio "moderno" para dedicarlo a albergar turistas que, a decir de los factotums, acabarían viniendo en oleadas (y en este caso no se equivocaron).

.....Pedrito (porque en las familias pudientes a los niños se les diminutiviza el nombre, diminutivo que seguirán portando durante el resto de su vida, por lo menos hasta que sean padres a su vez; apelativo, eso sí, reducido al ambiente familiar y allegados pertenecientes a la misma clase, por supuesto) era el hijo pequeño de don Pedro Martí Fuster, propietario de una buena franja costera y de varias hectáreas de terreno situado tierra adentro, donde los olivares se alternaban con los almendros y algunas viñas de moscatel para el consumo de mosto del año y, sobre todo, de monastrell que le daba para elaborar todos los años su buena tina de fondillón. Pedrito era un producto típicamente levantino: un metro setenta de estatura, tez morena, ojos claros, cuerpo menudo y agraciado de cara. Además tenía un carácter afable tirando a confiado y ausencia de vergüenza. La cosa más fácil para él era hacer amigos. Seguro que, de proponérselo, los hubiera tenido hasta en el infierno.
.....Cuando vio a Anja, aquella chica de piel ligeramente dorada y pelo castaño claro, que peinaba en melena hasta los hombros, tomar el sol frente a su hotel en un dos piezas, mostrando una silueta perfectamente curvilínea y un ombligo esplendorosamente redondo, se juramentó a sí mismo a ligársela. Y eso sería lo que hiciera, ni más ni menos. Él ya tenía veintidós años –recién había terminado los estudios de empresariales en Valencia–, mientras que aquella chica tan mona no llegaría a los veinte (de hecho tenía dieciocho recién cumplidos; una mayoría de edad que celebraba de aquella manera: viajando con amigas de su misma edad al exótico Sur).

.....Poseía Anja uno de esos cuerpos inequívocamente escandinavos en los que cada cosa está donde y como debe de estar. Más cercana al canon de Lisipo o Praxíteles que al de Polícleto, más esbeltas su proporciones, pues, que macizas: anchura de hombros y caderas en proporción equivalente; cintura estrecha, pero no en demasía; senos moderadamente generosos y firmes, de prominente pezón que de vez en vez se marcaba bajo el bañador (tan observada la tenía Pedrito, que hasta este detalle captó; unos prismáticos de 16x le ayudaron no poco en la observación de estos detalles, prismáticos que utilizaba con discreción, emboscado tras los ventanales del despacho personal situado en el sexto y último piso del Hotel); vientre ligeramente convexo, hendido en su mitad por aquella maravilla de ombligo que bien podría haber sido imaginada por Dios como umbral del Paraíso; culo alto y prieto, formado por dos semiesferas casi perfectas; muslos largos, rodillas finas, pantorrillas suavemente delineadas, tobillos delicados, pies esculturales; los brazos bien torneados y las manos alargadas, no demasiado finas; el rostro no era excesivamente hermoso, pero sí atractivo, sereno, sugerente, de grandes ojos glaucos, nariz recta y labios no excesivamente gruesos; las mandíbulas ligeramente cuadradas indicaban una complexión atlética, y el mentón ovalado, femenina. En fin, que Pedrito se dijo que a aquella preciosidad le daría, cuanto menos un beso. Y se lo dio. Pero no sólo uno, sino uno detrás de otro... y al beso siguió la caricia, y a ésta el abrazo, y a éste el más allá, y al más allá... le siguió el compromiso de boda, que los padres de ella tuvieron que consentir porque si no su hija no se lo perdonaría jamás, y los padres de él, tras comprobar que ella aportaría buena dote, consintieron también de buena gana (era una forma de refrescar la sangre y de enriquecer, en cierta forma –una forma anatómicamente esplendorosa– la propia estirpe; algo, por otra parte muy regio y aristocrático).

.....Pedrito y Anja habían visto juntos Helga, en Valencia, y a resultas del calentón que se dieron en el cine (y no ciertamente por culpa de lo que en pantalla aparecía) decidieron cruzar el Rubicón de las palabras mayores ese mismo día sobre la fina arena de la Malvarosa, a la luz de la luna y lejos de las miradas curiosas, en la zona más apartada (y si viene alguien, que mire y aprenda –había dicho un fogoso Pedrito, provocando la carcajada de Anja). Fue un acto guiado por la torpeza y el ansia, por la precipitación y el deseo acuciante, completa y enteramente de desahogo, que ambos se comprometieron enmendar y mejorar en próximas (muy próximas –se confabularon) ocasiones. Cruzado, pues, el Rubicón de la coyunda penetraron en la indefensa Roma y la sometieron a su voluntad: todos tuvieron que dar el placet, el Senado se plegó a sus exigencias, y Pedrito y Anja, conquistadores de su propio imperio, se entronizaron poco después en la Iglesia del Carmen, encaramada en lo alto de la colina que es cima del núcleo urbano de Benidorm (que por aquel tiempo se derramaba de forma abigarrada y anárquica hacia el interior, hacia poniente y hacia levante, raleando a medida que se alejaba de este céntrico y alto punto).
.....A los nueve meses Helga vino al mundo mediterráneo. Asistieron al bautizo los padres de la novia llegados de Upsala, donde ambos eran profesores de universidad. El nombre dado a su nieta les pareció una ordinariez (sobre todo el motivo por el cual se lo pusieron), pero respetaron el deseo de sus hijos, lo celebraron y se volvieron a sus clases en la universidad más antigua de Escandinavia (y donde se encontrara el famoso Cancionero de Upsala, también conocido como Cancionero del duque de Calabria o Cancionero de Venecia, que recoge la colección más amplia de villancicos españoles; motivo tras el que se encontraba, por cierto, la elección de España, por parte de Anja, para realizar su viaje de mayoría de edad).

.....Así que ya tenemos la genealogía próxima de Helga. Hija del emblemático '68 (o del '69, más emblemático aún, por rijosas alusiones), era su época —la época por antonomasia de la que uno se reclama: la de la juventud— la de los 80', la de la consolidación de aquel pueblo de pescadores como capital del turismo, la época de la música disco, la época del intento de finiquito de la incipiente democracia española y la de los ilusionantes gobiernos de Felipe –pero también, hacia el final de la misma, la época de la ilusiones defraudadas y el desencanto–, otrosí la época de la movida madrileña, esa especie de eclosión creativa, de Renacimiento artístico –la misma que había vivido el resto del mundo en los 60', llegada aquí con dictatorial retraso– sobre todo musical, que dejaría huella y muertos por el camino. Allí la pasó Helga, pues estudió en Madrid durante la segunda mitad de la década.
.....Y allí fue donde tomó contacto por primera vez con la industria del cine porno. Quizás producto de un cúmulo de circunstancias germinadas en una época caracterizada por la represión (¡quién lo sabe!), lo cierto es que Helga desarrolló un carácter sexual muy marcado, tanto que podría ser considerada lo que se ha dado en llamar una ninfómana. Ella lo llevaba bien, muy bien incluso. Su madre le sirvió de gran ayuda, no intentando reprimirla cuando descubrió en su hija esa tendencia exacerbada por el sexo. Antes al contrario, la guió, la tranquilizó, le quitó hierro al asunto disponiendo en su lugar un lecho de plumón. Así, en vez de aparecer la histeria, lo que hizo su aparición fue una refinada e insaciable sensibilidad sensual, una especie de gourmandise sexuelle, a la que asistía su madre con la envidia propia del que observa a un gourmand que no pierde la línea por más que deguste. Helga devoraba experiencias con tal naturalidad que su belleza parecía alimentarse de ellas, apareciendo cada vez más lozana, más fresca, más seductora. Los orgasmos parecían tener en ella el efecto de tratamientos de choque hormonales: labios más turgentes, un color más encendido de su piel rosicler, un brillo más intenso en sus ojos, unas formas más rotundas y firmes, una voz más sugerente... Las experiencias sensualmente gastronómicas eran de todo tipo, sin hacer distingos con los comensales ni con los platos. Bisexual convencida, gozaba por igual con hombres que con mujeres, incluso a veces con ambos a la vez (mar y montaña, agrio y dulce, pelo y pluma... hacia la armonía de sabores por el contraste, solía decir).

....."Hija, está en tu naturaleza, qué le vas a hacer, lo peor sería combatirlo, pues es una tendencia natural en ti. Lo apropiado, creo yo –le decía Anja, su madre– es derivar todo ese caudal de energía hacia cauces que te procuren satisfacción y enriquezcan tu vida. Combatirlo sería una equivocación, probablemente, y un esfuerzo vano, y te haría tremendamente infeliz".
.....Así fue cómo Helga se desarrolló conforme a su naturaleza, sin traumas ni turbación (salvo la propia de descubrir las ingentes fuentes de placer que brotaban tumultuosas de su cuerpo), escalando, peldaño a peldaño, todas las cimas de goce que la sensualidad de su privilegiado organismo le ofrecía. Mas, la satisfacción, que es la muerte del deseo, nunca terminaba de llegar con plenitud (la plenitud que un alma como la suya demandaba, claro; cualquier otro se hubiera dado por más que satisfecho). Cada experiencia culminada le suponía una nueva vía que se abría hacia otra cima entrevista. Siempre satisfecha, pero nunca saciada, la búsqueda de esa plenitud se hizo imperiosa: sería su objetivo en la vida. Como a ella le gustaba decir: hacia el núcleo de la existencia a través de la cordillera del placer. Y, en ella, esa cordillera adquiría las inmensas proporciones del sistema de los Himalayas.
.....Pedrito, su padre, no pudo hacer otra cosa que resignarse. Pese a ser parte de las fuerzas vivas de la ciudad (unas fuerzas, habitualmente conservadoras), llevó con gallardía (e, incluso, disimulado orgullo) la singularidad liberal (por no decir libertina) de su hija.

.....Llegó a Madrid para estudiar Relaciones Públicas, cosa que hizo con aprovechamiento. Pero, al mismo tiempo que sacaba la carrera con solvencia, tomó contacto con una escuela de modelos, comenzando a hacer esporádicos pinitos en pasarelas de moda y realizando algunos trabajos fotográficos para marcas de prendas de baño (su cuerpo escultural se lo facilitaba). El sacrificio atroz inherente a la exigente labor de modelo no le atraía lo más mínimo, por lo que no ahondó en esta faceta. Sólo admitía trabajos con los que se divirtiese, que le gustasen y de los que sacar una experiencia satisfactoria. Y el sexo siempre andaba de por medio. Allí donde caía tocaba el gordo: fuera en la facultad, en las firmas de moda, en los desfiles o en los círculos de amistades. Su insaciable apetito, normalmente, daba cuenta de alguno de los implicados. Hacía amigos por todos lados, y dejaba amantes por todas las esquinas. Pero tenía la virtud de siempre quedar bien con todo el mundo. El amor, obviamente, el amor romántico se entiende, era algo que no entraba en este juego existencial; y no porque no quisiese, de forma premeditada, enamorarse al uso, es que su carácter no se lo demandaba. Su amor era urbi et orbi, se derramaba a su paso como lo hacía su aliento. ¿Para qué necesitaba enamorarse de una persona si lo estaba de todas, de la vida, de sí misma? ¿No hubiera sido eso egoísmo? ¿No es, el amor monógamo –y hasta el polígamo–, un egoísmo en realidad, que se convierte ya en patología cuando deriva, por necesidades sociales, en matrimonio? Helga no podía enamorarse sencillamente porque lo estaba de continuo. Para enamorarse hay que suponer un estado previo de no enamoramiento, de ausencia de amor por algo o alguien. Y no era ese el caso de Helga. Quizás su ninfomanía no era más que eso: un amor perpetuo queriendo satisfacer su anhelo de fusión, un anhelo que, por definición, y de forma consecuente con el constante fluir de su fuente, nunca llegaba a satisfacerse plenamente. Sería algo así como intentar beber todo el agua de un río que fluye y fluye y fluye sin detenerse jamás. Así es como lo sentía Helga, y así lo experimentaba. Y cuanto más bebía, más río albergaba en su interior, pero jamás todo el río; y ese río bebido, asimilado, al llegar a sus ardientes células se evaporaba, se reintegraba al exterior, con lo que se reiniciaba el ciclo de la sed...

.....Fue uno de sus amantes quien le habló de EXCITESA, una productora de cine porno muy exclusiva, donde la calidad era la norma y la excelencia su cultura de empresa: sólo las mejores  actrices y los mejores actores, los mejores historias y los mejores guiones, los decorados más refinados (artísticamente vanguardistas), la mejor producción, el más cuidado detalle en todo, las mejores escenas, los mejores planos,... en fin, una firma prestigiosa en el circuito del cine hot, varias veces galardonada en los recién creados AVN (Adult Video News) –tenidos por los oscars del cine porno.
.....Nada más verla, la directora de casting supo que tenía delante a un diamante en bruto de muchos quilates. La primera prueba dejó a todos con la boca abierta (y hay que tener en cuenta que eran gentes que creían haberlo visto todo). No sólo poseía un cuerpo de vicio (nunca más apropiadamente empleado el término que en esta ocasión), sino que tenía unas dotes interpretativas innatas. Chica, la dijo, Richard Cummings (nombre artístico de Ricardo Corredera) tienes el talento interpretativo de una Greta Garbo y el gancho de una Marilyn. Has nacido para esto, te lo aseguro yo, que ya he visto desfilar ante mí a multitud de actrices. Helga se sintió halagada, pero sólo lo justo. Acostumbrada a la lisonja no era algo que la impresionara. Cuando supieron, además, que lo hacía por gusto, no por necesidad, que bien podría dedicarse a tres o cuatro trabajos bastante más lucrativos que ese, se rindieron a sus pies.

.....A Richard se le caía la baba con ella. Pues ella no fingía que actuaba, no tenía que interpretar: ¡ella era así, tal cual expresaba y aparentaba! Nada de miraditas extemporáneas al campo fuera de cámara, para seguir las indicaciones del director; nada de gemiditos y gestos que llevaban el sello de la falsedad impresos,... Nada de todo eso. Richard (o quien tuviera la suerte de dirigirla) le decía qué quería y cómo lo quería, y ella sin más observaciones lo hacía, y lo hacía sintiéndolo, aportando, además, improvisaciones originales y muy celebradas. En la empresa no podían creer en su suerte. Pronto se convirtió en una celebridad, tanto, que desbordó el ámbito propio de los circuitos de cine X, para alcanzar el cinematográfico serio. Recibió varias ofertas para protagonizar films de serie B (para comenzar), pero a ella no le interesaba el cine serio. Ella estaba en el porno por lo que estaba, no porque quisiera ser actriz. Y allí siguió. Todos se lo agradecieron, y, los primeros, los voyeurs que demandaban sus cintas con avidez. La industria porno, con ella, alcanzó un prestigio impensable hasta entonces. Ella fue la primera actriz de este tipo de cine que se convertiría en fenómeno social (irónicamente como lo fue aquella otra Helga a quien debía la existencia). Su foto fue portada tanto de Time como de Playboy, su caso y su persona nutrió artículos en publicaciones de prensa general y ensayos de publicaciones académicas... En fin, llegó a convertirse en todo un fenómeno de una época.

.....Su búsqueda siguió. Los años se le fueron echando encima. Su cuerpo fue acusando el inevitable paso del tiempo (pero muy lentamente, como lo hace un gran vino de guarda), perdiendo lozanía, pese a la constante nutrición con que lo proveía. Su capacidad de sentir, no obstante, se iría refinando, ganando en profundidad, en dimensión, extralimitándose su percepción, sintiéndose muchas veces como traspasada por el placer y proyectada fuera de sí misma, perdida la conciencia de su corporeidad. Hasta que un día se preguntó qué diferenciaría esos estados extáticos que ella gozaba de la ascesis mística. Nunca lo sabría, pues para ello necesitaría haber vivido otra vida. Y quién sabe, quizás lo haya hecho.

Fin

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GALERÍA



George Petty
1894-1975
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RIDGID



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