martes, 28 de septiembre de 2010

Exposición y Cambio: El amor de un ser mortal




A jaycee, por su amistad, gracias parce.

Quizá el sentido del amor divino está en hacernos presentir
la inmensidad contenida en el amor de un ser mortal.
El amor humano es incluso más grande, si en él está
no darnos una seguridad que vaya más allá del instante presente,
y llevarnos siempre al irreparable desgarramiento.
Georges Bataille, "El amor de un ser mortal" (1951)


¿Cómo se puede mostrar la desgarradura que nos singulariza -y que se ha compartido, tête a tête, en el ámbito de lo privado- en la plaza pública como si de un ajusticiamiento se tratase...? La desgarradura se convierte, así, en objeto de escarnio; despojada del sentido de lo íntimo -allí donde solo debe ser percibida, compartida y sentida-, deviene una suerte de monstruosidad, un exhibicionismo obsceno, impura transgresión de la norma... Quien es así mostrado -su desgarradura palpitante sacada de contexto- aparece como un malhechor, como un ser que debe de ser reprobado y, en su caso, castigado.

La Reflexión anterior -henchida de influencia batailleana- me viene sugerida al hilo de las últimas y nada agradables vicisitudes acaecidas en los últimos días. Ya en la entrada dedicada a Bataille y su Comunidad Infinita, o Comunidad del Corazón (¿sarcasmo del destino?), en el foro de comentarios, hubo vientos de tormenta, vendavales de pasiones encontradas, ajustes de cuentas diferidos... No presagiaban nada bueno, y, al final, fueron preámbulo de algo peor.
Acogiéndome a la sentencia wittgensteiniana que dice que "de aquello que no se puede hablar, mejor es callarse", en este caso más por prudencia que por lógica, y queriendo justificar el cambio de título del blog y de su lema, sí que comentaré, si someramente, ciertas observaciones y aseveraciones que se han hecho en los últimos comentarios del foro de la antes dicha entrada, y algún otro que salpica alguna otra, reciente y fundacional.



Aclaración
No sintiendo que me tenga que defender de nada, pues que de nada me siento culpable, si no es de haber fundado, gestionado y trabajado día a día -robando muchas horas al descanso- para ofrecer destellos cargados de... Imaginación, Cultura, Música e Inquietudes, hasta alcanzar la condición de llamarada ecléctica para mayor gloria del Arte (gracias,Gonzalo); y no buscando otro interés que el de satisfacer mi necesidad de comunicar esa sensibilidad que puja constantemente por derramárseme, sin pretender ningún beneficio ni rédito que no sea el de compartir y sintonizar con almas afines, y, si acaso, el de su reconocimiento, si así lo estiman oportuno; y sin siquiera contestar a quien asevera que este blog es una gran mentira, pues que bien a las claras se ve que es de verdad, tanto en contenidos como en comentarios; sí, en cambio diré algo concerniente a dos términos aparecidos en esas observaciones:

Se ha nombrado por dos veces, y por dos personas distintas -que ahora anuncian su abandono, temporal o definitivo, del blog-, la palabra vaivén: ya sea en su primera acepción de movimiento alternativo de un cuerpo en su recorrido de ida y vuelta, ya en su segunda de inconstancia de las cosas en su duración o logro, ya en su tercera que expresa el riesgo a perder lo que se intenta o malograr lo que se desea; lo cierto es que son precisamente estas personas que la han utilizado como motivo de disgusto o censura, e, incluso, hacerla culpable de... contradecir el espíritu en virtud del cual este blog fue creado (Gonzalo dixit), las que la dan carta de naturaleza y sentido con su actitud, puesto que el blog, más bien que mal, ha seguido firme su singladura y el que esto escribe no se ha apartado del timón ni de la sala de máquinas en ningún momento. Así es que ellos verán a quién se la aplican no se estén mirando al espejo cuando lo hacen.

También se alude varias veces a la palabra aprender como objetivo para la colaboración o la frecuentación del blog. No sé si ello será posible, lo que sí es cierto es que el mío no es el de enseñar. Yo solo he pretendido mostrar, descubrir, exponer, presentar, nunca enseñar nada; no considero que sea éste el lugar adecuado para ello ni yo tenga la capacidad suficiente (a pesar de ciertos epítetos laudatorios vertidos en algunos comentarios, quizás más por halagar y estimular que por hacer honor a la verdad).
Cierto es que la vida es un continuo aprendizaje, pero más acá, este blog nunca ha ambicionado sentar cátedra sobre nada, sino ser simplemente un oasis donde la Belleza, en cualquiera de sus artísticas facetas, tenga su solaz. Un locus amoeni para quien, cansado del tráfago cotidiano, busque un remanso de paz, arte, imaginación y cordiales emociones.



De ConSentidos Comunes a ConSentido Propio

Dado que el original título de ConSentidos Comunes, cumplidos ya los cuatro meses de existencia sin que haya logrado concitar el anunciado consentimiento, ha perdido su razón de ser, y, teniendo en cuenta que, con más razón aún, el lema que rezaba bajo él no deja de ser, ya, una entelequia vacía de sentido, he decidido cambiar ambos -título y lema- para ajustarlos a lo que será, de aquí en adelante, el significado y cometido de este singular espacio.

La intención es la de, siguiendo formalmente la estructura ya desarrollada (es decir: texto-imagen-música), ofrecer un ámbito interactivo, que denominaré COMPLICIDADES, en el que acogeré aquellas propuestas o aportaciones que a mi criterio merezcan ser subidas al post desde el foro de comentarios, y siempre referentes al tema en cuestión (como, por otra parte, he venido haciendo, de vez en vez, hasta la fecha).
Seguiré abierto a las colaboraciones, bien de quienes ya saben que tienen su espacio en este mío (caso de Beatriz Basenji), bien de quien pudiera unirse en un futuro a este proyecto.


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Cultura del Blog

Enuncio así, con tan empresarial expresión, las líneas maestras del pensamiento que nutren la filosofía del blog, las raíces de lo que será finalmente flor y fruto, las premisas que subyacen bajo las aparentes conclusiones que en forma de texto, imagen y música, se desarrollarán día a día. Lo que sigue es un a modo de Corpus filosófico/vital que ayudaría a entender el porqué de este espacio, y cuáles son las certidumbres que animan a su autor.
Acogiéndome a quien ya declaré como uno de los patronos literarios del blog, es decir, Georges Bataille, dado que su pensamiento y sensibilidad son semejantes a los míos, pero teniendo en cuenta que su talento es mucho mayor, utilizaré su discurso para apoyar el mío propio (bien sea a través de la clara y acertada glosa que sobre Bataille hace Antonio Campillo).

En lo que sigue que nadie espere directrices ordenadas, o un marco normativo esculpido en piedra, pues no es sino a tientas como cabe exponer el propósito de mostrar lo inasible del corazón humano -mi corazón, en este caso-. Sí que he de decir, en mi descargo a otra perla de discordia arrojada por ahí, que nada más alejado de mi intención que cualquier pretensión de utilidad ni de obras ni de personas; todo este empeño -la realización del blog-, como diría el señor Bataille, pertenece al ámbito del gasto improductivo, de lo fútil, del regalo, del excedente vital que se dona gratuitamente sin otro interés que la entrega rebosante. Eso que nos hace sentirnos más humanos, no sometidos a la condición de objetos en aras de la utilidad o el beneficio.

Esta entrega, y aquí ligo con el título que dará paso a los fragmentos de Bataille que se expondrán seguidamente, solo puede realizarse desde un presupuesto de amor. Solo quien se ama a sí mismo por medio del otro, es decir, quien es capaz de amarse en la entrega al otro, puede intentar -casi siempre sin lograrlo- salvar ese abismo de la finitud que nos constituye, esa desgarradura que nos singulariza, aunque para ello deba inmolarse, víctima de su desbordamiento, en la pira de la opinión convencional, en la hoguera inquisitorial de las buenas costumbres, en el ara sacrosanto de los prejuicios y las moralinas.
Tómense, pues, las reflexiones del propio Bataille y las que A. Campillo extracta de él, como estandarte de las que este blog tiene a bien enarbolar como su santo y seña.



BATAILLE o el AMOR de un SER MORTAL

Del Deseo
"En el momento de dar el paso, el deseo nos arroja fuera de nosotros; ya no podemos más, y el movimiento que nos lleva exigiría que nosotros nos quebrásemos. Pero, puesto que el objeto de deseo nos desborda, nos liga a la vida desbordada por el deseo. ¡Qué dulce es quedarse en el deseo de exceder, sin llegar hasta el extremo, sin dar el paso!. ¡Qué dulce es quedarse largamente ante el objeto de ese deseo, manteniéndonos en vida en el deseo, en lugar de morir yendo hasta el extremo, cediendo al exceso de violencia del deseo!
Sabemos que la posesión de ese objeto que nos quema es imposible. Una de dos: o bien el deseo nos consumirá, o bien su objeto dejará de quemarnos. No lo poseemos más que con una condición, la de que, poco a poco, se aplaque el deseo que nos produce. ¡Pero antes la muerte del deseo que nuestra propia muerte!" (G. Bataille. El Erotismo, Cap. XIII. La Belleza)



De la Soberanía

"Para Bataille, el conocimiento es en sí mismo un trabajo, una actividad servil, interesada, subordinada a fines o resultados prácticos, sometida al primado del futuro, regida por el principio de la utilidad. Todo saber está al servicio de la acción, es un "saber hacer". En cambio, el pensamiento libre, el pensamiento "soberano" es aquél que renuncia a todo resultado práctico, a todo saber eficaz; no está asociado a las actividades útiles sino a las experiencias extremas de alegría y de dolor, de amor y de muerte, tal y como se manifiestan en esas dos grandes formas de silencio que son la risa y las lágrimas; un pensamiento así conduce al "no-saber", pues su objeto se resuelve en "nada".

La propia escritura de Bataille revela el carácter "soberano" de su pensamiento. En general, la escritura es una forma de trabajo, una actividad productiva que utiliza el lenguaje como una herramienta y que subordina el presente al futuro para obtener como resultado un beneficio; funciona como cualquier otra empresa especializada: responde a un proyecto previamente trazado o calculado y lo prosigue hasta alcanzar su objetivo. En este sentido, se presenta como un instrumento de comunicación racional, funcional, útil, que se somete a unas reglas fijadas de antemano y que sirve a un fin determinado. Pero la escritura es también un juego, una actividad inútil que tiene su fin en sí misma, que no se subordina a proyecto alguno y que precisamente por eso permite al escritor ponerse a sí mismo al desnudo, poner en juego la integridad de su ser, confesando no sólo las incertidumbres de su pensamiento sino también los temblores de su corazón, hasta el extremo del silencio, de la risa y de las lágrimas. Este otro tipo de escritura, denominada poética o literaria, hace posible una forma de comunicación mucho más profunda e íntima. Al igual que el amor y que la fiesta, la escritura literaria no tiene otro fin que romper el aislamiento cotidiano de los seres y ponerlos en comunicación entre sí.


Los escritos de Bataille se mueven en una tierra de nadie, entre la filosofía y la literatura, entre el saber y el no-saber, entre el trabajo y la fiesta, entre la razón y el deseo. Deliberadamente, Bataille se pone a sí mismo en juego. Pone en juego a un tiempo su vida y su pensamiento, sus afectos y sus conceptos. De ahí que su escritura sea tan rigurosa y tan apasionada, tan implacable y tan imprevisible. Tan difícilmente traducible. En ella, los conceptos se desvían de la órbita de sus respectivos dominios teóricos y comienzan a colisionar entre sí, haciendo posibles nuevas conexiones, inesperadas fulguraciones. Pero Bataille no pretende iluminar al lector, como el maestro ilumina o enseña al discípulo, sino más bien confundirlo, conmoverlo, comprometerlo, arrancarlo de su aislada seguridad, comunicar con él. Porque sólo los seres que se ponen a sí mismos en juego pueden comunicarse entre sí. Por eso, Bataille pretende que el lector se ponga a sí mismo en juego, que se sienta igualmente afectado, interpelado, arrastrado en lo más íntimo de su ser por ese movimiento del que el escritor no es más que un mero médium.

El propio Bataille lo dice en el texto que aquí editamos: no se dirige a un reducido y selecto grupo de especialistas, como suelen hacer muchos filósofos, científicos y literatos. Su escritura está abierta a cualquiera, no excluye a nadie. Pero tampoco se dirige al gran público, como suelen hacer los medios de comunicación de masas. Su lenguaje es a un tiempo abierto y "secreto": habla a cualquier persona, pero le habla de forma "confidencial", precisamente porque trata de compartir con ella unas experiencias que son a un tiempo las más universales y las más íntimas, las más cotidianas y las más enigmáticas, las más decisivas y las que más se resisten a ser pensadas." (A. Campillo, El amor de un ser mortal).



Del Principio de Pérdida

Sin ella [la dimensión humana que necesita renunciar al tiempo del trabajo y al imperio de la ley], no sería siquiera comprensible el orden de la economía, en el que ocupan un lugar fundamental las actividades inútiles o anti-económicas. La satisfacción inmediata del deseo hace que los objetos externos (e incluso el propio cuerpo, las propias energías, las propias acciones) dejen de ser útiles, dejen de ser medios para un fin, y se conviertan en fines absolutos. Esto quiere decir que ya no son consumidos para obtener de ellos un beneficio ulterior, sino que el beneficio consiste en consumirlos por el placer de consumirlos, sin cálculo económico alguno.

Lo que ahora importa de los objetos externos y de las propias energías no es su consumo productivo sino su gasto improductivo, no su ahorro sino su derroche, no su ganancia sino su pérdida, no su producción sino su destrucción, no su adquisición sino su donación. Lo que ahora importa no es la mera perduración de la vida sino su intensificación, su exaltación, su incandescencia, aun a riesgo de consumirla por completo, aun a riesgo de perderla. No se busca la muerte, pero tampoco se la teme. Lo que ahora importa no es la preocupación por el futuro, sino la afirmación del presente; no la supervivencia o perduración de uno mismo como ser separado, sino la convivencia o comunicación con el resto de los seres; no, pues, el temor a la muerte, sino el amor a la vida. (A. Campillo, El amor de un ser mortal).


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Ilustración musical
(Dedicada a la Amistad)
Códice de las Huelgas (s XII-XIV)
María, Virgo Virginum
Cristóbal de Morales (s XVI)
Missa de Beata Virgine
Francisco Guerrero (s XVI)
Sacrae Cantiones
Francisco de Peñalosa (s XV-XVI)
Ave, verum corpus
Juan del Encina (s XV-XVI)
Ay, triste que vengo
Más vale trocar
Cancionero de la Colombina (sXV)

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Ilustración de Entrada
Salvador Dalí
Niño Geopolítico Observando el Nacimiento del Hombre Nuevo

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Links de interés

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