domingo, 5 de enero de 2014

Casuística de Pensamientos desde el Fin y el Principio... de Año - GALERÍA: Alberto Vargas (3)





a
...La previsibilidad es su Talón de Aquiles. No falla nunca: cuando le viene el bajón se pone trascendental (o viceversa: cuando se sume en lo trascendente, le viene el bajón), sus sueños son trascendentales, su despertar también, hasta respira de forma trascendental, de forma más pausada, más profunda, como queriendo trascender su sistema cardiorespiratorio para llegar más allá, del otro lado, un lado en el que ya se ve inmerso, chapoteando alocadamente con pies y manos, como un electrón que se ha salido de su órbita y busca volver a ella con toda la determinación de su carga eléctrica.

b
...Esta deriva trascendentalista, obviamente, tiñe sus escritos, es convenientemente dirigida hacia ellos; es más, le obliga a escribir, si es que no tiene ganas o la inspiración le ha abandonado. Y lo hace, escribe, espasmódicamente, como un ataque de tos literario (es un decir, lo de literario); como una serie interminable de estornudos matinales (alguno abortado, con lo mal que sienta); como uno de esos tics musculares rebeldes que autónomamente, haciendo caso omiso de la voluntad debida, hacen bailar una parte del cuerpo. Escribe pues, entonces, a empujones, intentando explicarse ese trascendentalismo de alguna manera, obligando a las palabras, estirándolas, retorciéndolas, haciéndolas decir lo que no quieren decir, a la fuerza, violentándolas (si existiera el delito contra la gramática, la sintaxis, la semántica o la lingüística en general, en esos momentos de ímpetu trascendentalista, se convertiría en un delincuente, en un infractor del bueno uso y costumbre de la lengua).

c
...Gusta mucho, sobre todo, o se ve impelido a ello, utilizar la lírica (no hay que olvidar que (parece que) la lírica mama de lo trascendente). Ello le permite más libertad para el chapoteo, hasta le proporciona una cierta habilidad para flotar sin tener que gastar excesiva energía. Aunque de vez en vez, entre espasmo y espasmo, se encasquilla: parécele entonces estar como un pez fuera del agua, coleando y abriendo exageradamente la boca, dando bocanadas al aire, y no tragando más que aire, a falta del fluido necesario para deslizarse por lo trascendente. Cuando esto sucede, se levanta, va, y viene, viene y va, bebe, mira hacia la calle, escucha música, se abisma, se obliga a mirar fijamente cualquier objeto intrascendente, hasta que se encuentra, otra vez, dado de bruces con la trascendentalidad, con el misterio, con la irrealidad en la que, sin saber cómo, periódicamente, tiene la costumbre de caer.

d (o c-bis)
...Escribe poemas en serie. No se conforma con un buen soneto, una satírica décima o un poema libre y escueto, nada de eso. Los serializa. En eso hay que reconocerle, valorarle y, hasta cierto punto, agradecerle este rigor consecutivo, casi silogístico, en la estructura general del poemario. Va avanzando, poema a poema, como el que alicata o entarima: por orden, de abajo arriba, de un lado al otro, sin dar saltos, sin pegar brincos, nada de azar, por lo menos nada de azar azaroso, sin ordenar, porque, eso sí, a veces los poemas que compone, ya lo he dicho, a espasmos, le vienen desordenados; es decir, por ejemplo: primero compone el que resultará tercero; en segundo lugar el que será el quinto; en tercero, el primero... y así insucesivamente. Otras veces le vienen todos ordenaditos, consecutivos, cortesmente educados, cediéndose el paso, dándose pie mutuamente, siguiendo un orden lineal. De todas formas, aunque le vengan (los idee o componga) en un orden desordenado, antes de dar la estructura definitiva a la serie, los ordena; y, oh, maravilla, se da cuenta que nada falta, que todo encaja; y si queda algo por encajar, algún hueco demasiado evidente, demasiado ostensible, lo rellena voluntariosa y generosamente con otro poema.

e
...Esto, qué duda cabe, lo ayuda a transitar por el interregno trascendental en el que está sumido. Para facilitar la salida de sí de cuanto trascendentalismo rebosa, cosa que hará negro sobre blanco, busca y rebusca por la red, siguiendo su propio instinto, un complementario y muy poderoso antídoto que lo congraciará con la realidad de los otros: busca la representación de la belleza en el arte, sobre todo en su expresión gráfica y musical. Es decir, procede a descubrir obra gráfica (pintura, escultura, ilustración) y musical que se relacione de una u otra manera con lo trascendental que siente, y que contribuirá de modo esencial a traducir en palabra el sentimiento. Bueno, en realidad, esa es su forma de actuar en cualquier circunstancia, cuando escribe algo, por ejemplo, para subirlo a la bitácora. Pero que en este caso requiere de una concentración especial, y de un proceso también especial. Como de lo que se trata es de liberarse de una pletórica sensación de irrealidad (trascendentalismo) que llega a ser decididamente incómoda y agobiante, tanto la obra pictórica como la música ejercen la función de un exorcismo, de un conjuro liberador, que alivien el estado más o menos emocionalmente incómodo en que se halla. Es por ello que: tan pronto opta por acompañar los textos trascendentes con obras pictóricas (sobre todo) así mismo trascendentes, paradójicas y/o perturbadoras (alejándose, pues, de todo academicismo y clasicismo, de lo gótico o lo barroco), para lo que busca y rebusca, pues, en las vanguardias, en los simbolistas, en los impresionistas, en los expresionistas, e, incluso, en los surrealistas; o tan pronto busca lo contrario: superar la incomodidad y el agobio de la irrealidad, el misterio y el caos, de forma compensatoria, con una dosis extra de arte apolíneo, de escultura clásica o barroca, o de ilustración, que es el caso que nos ocupa ahora.

f
...¿Que se siente transido de dolor sordo? ¿Imbuido de una angustia abstracta? ¿Perturbado por una sensualidad exuberante, pero confusa? Acude, indefectiblemente, al cuerpo femenino, a la sensualidad de las formas, ya sean rotundos cuerpos desnudos, ya sutiles cuerpos vestidos, ya volúmenes voluptuosos, ya líneas sugerentes, pero, en todos los casos, cuerpos que dicen algo, algo más allá de la carne, más allá de la sensualidad húmeda de la simple excitación visual. Parece ser que busca con ello, como el que está en trance de ahogarse, asirse a un flotador, a un salvavidas, en este caso, fifty fifty erótico y artístico (aunque bien mirado, y reflexionado, ¿no hay en toda contemplación artística un esencial factor de erotismo, de sensualidad estética, tan indivisiblemente unido/a a la física?). Se trataría de la necesidad de tierra firme, de un punto de apoyo, ante el trance amenazador de lo informe, de lo fluctuante, de lo abismal. ¿Y qué mejor punto de apoyo para combatir la perplejidad causada por la irrealidad que la contundente presencia/contemplación de los cuerpos que trasudan sensualidad y ensoñación palpitante?. Nada combate mejor la desafección que la excitación (no me refiero a la vulgar, onanista o voyeurista, sino a esa facultad del alma que se traduce en emoción y efervescencia, en una especie de ebriedad que facilita el tránsito por la irrealidad, aunque parezca, en cierto modo, favorecerla: es esta, ahora ya, una irrealidad cercana, propiciada por la propia capacidad de ensoñación: se ha orientado así lo trascendente mistérico, desconocido, desasosegante y perturbador hacia derroteros más inocuos, menos ominosos, más creativos, más fundacionales de lo concreto placentero, que devuelven el equilibrio, aunque sea un equilibrio vacilante y dubitativo, ya no chapoteo infructuoso, sino fructífero impulso turbador fraguado en obra.

g
...Hay ocasiones en que esa capacidad para comunicar bienestar sensual puede provenir, no ya de un arte mayor como la pintura o la escultura, sino de la ilustración, cuando ésta goza de solvencia y originalidad. En estos tres posts, por ejemplo, dedicados al magnífico ilustrador peruano Alberto Vargas, se adjuntan unas ciento cincuenta ilustraciones de modelos femeninas: cuerpos desnudos, vestidos, posando en simple exhibición o como soporte de un texto picaresco, casi todas dedicadas a la publicidad, bien sea de revistas de moda o de sociedad, destinadas a hombres y/o mujeres (nunca he tenido del todo claro que una revista como Playboy no guste por igual a unos y a otras...). No pocas veces sus pin-ups representaban a modelos reconocibles del mundo del cine y la moda; sí, por supuesto, también de modelos ex-profeso dedicadas al mundillo de los almanaques. Y son, las pin-ups varguianas, figuras rotundas, de senos generosos, piernas largas y esbeltas, caras sonrientes o, ampliamente reidoras, representaciones todas ellas muy del gusto del público norteamericano, público al que iban mayoritariamente dirigidas. Lo que es innegable, es que sus modelos rebosan alegría, rezuman bienestar, comunican vitalidad, sensualidad generosa; a veces, no obstante, sus diseños son más sutiles y evocadores (caso de las ilustraciones que sirven de cabecera en los tres posts, sobre todo en los dos últimos). Y como nuestro autor lo que busca es sacudirse el trascendentalismo anonadador, nada más indicado para ello que estas exuberantes y risueñas damiselas para proveerle de la necesaria realidad (aunque sea por medio de la idealización...), una realidad ligada a algo de lo bueno que la vida ofrece: la estimulación provocada por la contemplación estética capaz de suscitar emoción (poco importa aquí que nuestro autor no vea en esta contemplación emocionada sino la nada de trasfondo, imbuido como está de estro trascendente).

h
...Otro tanto ocurre con la música. Habitualmente --que no normalmente, porque la norma, ni en esta, ni en cualesquiera otras circunstancias, es del gusto de nuestro autor aquejado de trascendentalismo-- la clave, el tono y la cadencia musical acompaña, de entre los diversos estilos posibles, de su gusto, que son varios, el talante en el que su alma se encuentra. Esta música, así sintonizada, lo acompañará en la labor compositiva, vibrando en su interior, y haciendo vibrar acompasadamente el diapasón de su labor lírica, ordenando el ritmo de sus palabras, sugiriendo matices, provocando sensaciones que tendrán sus traducción en frases más o menos musicales, más o menos influidas y teñidas por las notas de las piezas escuchadas. Compone así, y alivia esa sensación perturbadora que lo acosa, dando cauce ordenado al caos que siente; en cierto modo, se trata, y trata él, de armonizar lo sentido como confuso, con lo sentido como infuso, y todo ello, siguiendo las pautas rítmicas y melódicas insertas en las palabras que forman frases, oraciones y párrafos, significados. Es por ello, y de aquí, lo de la antedicha violencia ejercida sobre el lenguaje, esa violación de los sentidos y los significados que (no sólo) proporciona la licenciosidad de lo poético. Es necesaria, la siente necesaria para dar expresión relativamente coherente (expresa) a lo informe y difuso que surge aleatoria e inusitadamente de las raíces del misterio.

i
...Arvo Pärt, el sensible, casi atormentado, muñidor de universos musicales propios de almas transidas o arrebatadas, cumple específicamente este cometido de sintonizador musical, vibratorio, de este alma aquejada de trascendentalismo. No importa que este compositor anteriormente haya ilustrado melódicamente otras entradas de este blog (presumo que en similares circunstancias: el agua siempre corre hacia abajo); eso ocurrió hace ya bastante tiempo, y aquí, de todas formas, se incluyen nuevos temas, allí no incluidos. Ese tratamiento de la voz, doliente, compungida, lamento sublime ante lo inevitable y lo trágico; esas cuerdas, creadoras y sostén de ambientes hipnóticos, abismados, circulares, como ideas fijas que vuelven una y otra vez, subrayando, remachando, claveteando a una imaginaria cruz la voluntad atormentada; esos metales, esas maderas, ese órganum, soportes del melódico mensaje transmitido, aleve, en el éter...
...Lo dicho, banda sonora expresamente pertinente. Se me podrá objetar que poco tiene que ver esta música a flor de piel y fruto de mística emoción, con las ilustraciones de Alberto Vargas. Puede ser, pero no es: sólo hay que pensar en una idea muy musical, el contrapunto, o la disarmonía que crea conjuntos unitarios en pos de la idea musical, del efecto sonoro, de la impresión melódica, surgidos del mismo vibrar arcano del universo. ¿Hay algo más turbador que la voluptuosidad de los cuerpos, que es promesa de placer, de vida celebrante, armonizando (disarmónicamente, contrapuntísticamente) con el martirio del cuerpo lacerado, con el sufrimiento del alma atormentada o con la turbación anonadadora, extática, del espíritu? La question telle qu'elle est.

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GALERÍA


Alberto Vargas
1896-1982

Pin-Ups
Selección 3

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Olive Thomas
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