miércoles, 7 de enero de 2015

Diana: de la Mitología a la Brujería (I) - GALERÍA: Iconografía de Diana (1)






Diana 

Presentación

.....Nunca sabré, desgraciadamente, como tantas veces me sucediera con el legado de Héctor, si las historias que se contaban en unos folios sueltos incluidos en la carpeta púrpura tenían algo de cierto o se trataba de otra de sus fabulaciones. Demasiado fácil sería concluir que esto último, pero si algo había aprendido durante los meses que pasé con aquel extraño y —en más de un sentido— extraordinario ser, es que la frontera de la realidad en su vida era tan imprecisa, tan difusa, que lo aparentemente fantástico se daba con la más absoluta y desconcertante normalidad en su existencia. 
.....Mi buen amigo Héctor. Mucho hacía que no lo traía a colación en estas páginas. Desaparecido en el combate de otras batallas menos evocadoras pero más acuciantes (para quien esto escribe), ha estado siempre ahí, agazapado, escondido, quizás al acecho, esperando su momento. Y ha llegado. El momento ha llegado al tratar a una de sus amadas figuras femeninas. Me atrevería a decir que ha sido, incluso, la figura femenina en cuestión quien me lo ha sugerido, quien me lo ha cuchicheado, quien me lo ha recomendado ("¿te acuerdas, Rodrigo, de lo que sobre mí escribió tu trasunto Héctor? No encontrarás mejor perspectiva que aquella, ni más clara, más sugerente o más fantástica. Atrévete, y rescátala"). Y hete aquí que la heroína tenía razón. No podría abordar de una forma mejor la figura de la diosa, la de la bruja, que echando mano de aquellos folios garabateados a toda prisa, impulsadas las letras por una especie de fiebre, o frenesí, que yo bien recordaba en Héctor: era la fiebre que le acometía cuando estaba de parto, cuando daba a luz sus reflexiones, sus recuerdos, sus emociones... qué se yo... sus recreaciones de experiencias vividas o imaginadas. 

.....Como en todas las carpetas, allí se guardaba un amplio dossier con diverso contenido: un batiburrillo de lo que sin duda era una documentación de base: citas, obras referenciales, datos enciclopédicos, listados con obras de arte correctamente ordenados referentes al tema nuclear (en este caso a la figura femenina tratada), algún dibujo, varias estampas con algunas de las obras referenciadas, pertenecientes a museos de media Europa (y alguna de USA, Australia, Canadá o Japón —éstas, sin duda, adquiridas por correo, intercambio o librerías de viejo, pues Héctor nunca abandonaría el Continente europeo), y, sobre todo, las dos historias —¿vivencias?— donde glosaba su experiencia personal. Él las trataba como tales: experiencias personales. Reitero que vano sería atribuirlas al reino de lo fantástico o al de lo real; conociendo a Héctor, lo real y lo fantástico se trenzaba de tal manera en su existencia que difícilmente se podría distinguir qué hebras corresponderían a uno o a otro.

.....Eran, ya lo he dicho, dos historias sobre la misma figura, no como dos caras de una moneda (si hemos de entender con ello una cara, positiva, y una cruz, negativa) sino como las dos riberas de un río, como las dos costas que demarcan, conteniéndolo, al oceáno existente entre dos continentes, como las dos fases —noche y día— en que se divide el ciclo de rotación de la tierra alrededor del sol. De hecho, nuestra figura, reclama ambas atribuciones: la del día y la de la noche, pues es tanto diosa diurna como nocturna, dadora de vital luz (no en vano su hermano mellizo es el dios sol, Apolo o Febo), como iluminadora de la noche. Pocas figuras han generado a lo largo de la vida una más fecunda descendencia, y menos aún, con tanta transversalidad. Su origen se hunde en lo más arcano y recóndito del alma humana, aquella que padeció la expulsión del Paraíso, arrojada a los peligros y la amenaza constante de lo desconocido, de lo salvaje, de fuerzas misteriosas y del horror. De ahí, de ese sustrato atávico surgió, poderosa, la diosa más polifacética y contradictoria, la más enigmática, la más terrenal, sí, pero también la más intimista, la que conecta la emoción más primordial y animal con el sustrato más espiritual. Me estoy refiriendo a la Diana romana, expresión más acabada y compleja de la Artemisa griega. 

.....En esos dos relatos Héctor nos presenta a dos Dianas en cierto sentido diferentes: la Diana recogida en los mitos pre-griego y griego, primero, y romano después; y la surgida o derivada de éstos, la Diana bruja, maga y taumaturga que pervive a través de los tiempos emboscada en círculos restringidos, la Diana madre, hija y abuela, la diosa triple de los movimientos religiosos que, como un torrente de montaña que atraviesa sólidas formaciones rocosas, aparecen y desaparecen a lo largo de la historia hasta el momento presente. Él, Héctor, accedió como testigo protagonista a estas dos perspectivas gracias a la intercesión de una de estas sectas o corrientes religiosas neopaganas que tienen a Diana como figura central y nuclear.
.....Él, tan agnóstico (por no decir paganateo), acercándose a uno de estos grupos... no me lo puedo imaginar; aunque, bien mirado, si de algo adolecía, y en grado sumo, Héctor era de previsibilidad. Creo, no obstante, que si se acercó a estos grupos lo haría más como curiosidad investigadora que por interés personal o inquietud moral. Es lo más posible y plausible. La forma con que abordaba sus pesquisas, sobre aquello que fuere que llamase poderosamente su atención, era la de un sabueso que olisquea y olisquea hasta dar con lo que quiere encontrar, así se meta en la osera. Y Héctor, sin duda, se metió en una. En una donde halló a toda una genealogía de osos, desde los inocuos de peluche a los temibles osos cavernarios.

.....Las narraciones se titulaban: Diana: Una historia Mitológica (la más tópica y conocida, la más convencional) y Diana entre nosotros (donde el eco de la diosa —quién sabe si ella misma — resuena hasta nuestros días); y en ellas se enfocaba esta figura desde su propia visión, desde su personal perspectiva, como si Héctor las hubiese acompañado —como alma invitada— a una visita por su biografía. Sí, esta sería la analogía: Héctor, cual trasunto del Dante, acompañado por Diana/Ovidio, quien, a la vez, le muestra el propio relato de su doble (empero poliédrica) representación.
.....Estas son, pues, las dos historias expuestas en cuatro posts, dos para cada historia. En cada uno incluiré una parte de la iconografía que el propio Héctor había sistemática y minuciosamente reseñado, completadas las posibles lagunas que allí hubiere con los fondos que yo mismo he podido hallar.
.....En este primer post de la serie, con la presentación y la primera parte de la primera historia, en la Galería 1, se adjuntarán las imágenes correspondientes al Nacimiento de DianaDiana y ApoloDiana Cazadora Diana en el baño o El descanso de Diana; con la segunda parte de la primera historia, en el segundo post, se incluirán: Las relaciones de Diana (I): Diana y Calisto, Diana y Acteón, Diana y Endimión y Diana y Orión; con la Primera Parte  de la segunda historia, en el tercer post, se adjuntará la iconografía correspondiente a Las relaciones de Diana (II): Leto y Diana, Diana y Níobe y  Diana e Ifigenia; y con la segunda parte de la segunda Historia, en el cuarto post y último de la serie, se expondrá unaa y exhaustiva colección de Esculturas de Diana.

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Diana: Una historia Mitológica

Primera Parte
La llegada a Delos

.....La proa del quaique (Kaikia, una especie de pequeño paquebote que cumple la función de barca-taxi) iba cabeceando de forma sincopada mientras cortaba al sesgo el leve oleaje que se había levantado con la mañana. Habíamos salido del puerto viejo de Mykonos con las primeras luces del alba, amparados, pues, por Eos, diosa de la Aurora y benefactora de los poetas.
.....En el pequeño buque —un transportín de poco más de diez metros de eslora— además de la tripulación (dos hombres y el capitán), y de mí mismo, viajaban otras seis personas, a saber: un grupo de cuatro miembros de una sociedad académica, digamos que dedicada al estudio de las religiones, compuesto por un hombre enjuto, ya maduro, embutido en un traje oscuro, al que los demás llamaban "El Profesor", otros dos hombres de estatura media y aspecto vulgar, que apenas rebasaban los treinta años, y una mujer rubia, también joven, cuyo aspecto no era nada vulgar ya que rebosaba hermosura se la mirara por el costado que se la mirara; una galerista de arte afincada en Atenas, de edad indefinible y rasgos inconfundiblemente helenos, es decir: frente y nariz rectas, labios pulposos, pómulos suaves, barbilla ovalada y carnosa, cejas de un negro profundo, que, si depiladas, subrayaban por arriba unos ojos marrones haciéndoles parecer casi negros, y una cabellera azabache ligeramente ondulada recogida atrás en un airoso moño bajo, que, en su conjunto, daba la impresión que aquella mujer hubiera salido de un cuadro de William Godward; el sexto miembro del pasaje era nuestro cicerone, Basilides, un joven licenciado de Historia por la Universidad de Atenas, de aspecto nada griego, pues era alto y flaco, y cuyo torso, a buen seguro, no inspiraría a ningún Praxíteles, que, por ende, gastaba grandes gafas de carey con gruesos cristales que una titánica nariz aguileña sostenía milagrosamente sobre su puente.

.....Durante el breve viaje (poco más de media hora) que duró la travesía no dejé de preguntarme qué diantre hacía yo allí en tan variopinta compañía. Oh, sí, desde luego, en el origen de todo se hallaba una de mis caprichosas investigaciones artístico-mitológicas, la concerniente a la misteriosa figura de Diana, la diosa romana, más conocida como la cazadora, y en gran parte coincidente con la Artemisa griega. En las siempre exhaustivas pesquisas indagatorias con que suelo abordar estas azarosas obsesiones, había descubierto que aún existían sociedades mistéricas dedicadas a cultos neopaganos que tenían a Diana como núcleo de su panteón divino. Pude acercarme a una de ellas en Londres, asistiendo a uno de esos encuentros, disfrazados de conferencias, en los que suelen hacer las nuevas "captaciones". Obviamente yo no era un captado, aunque ellos así lo creyesen; simplemente era un curioso con ganas de saber. Llevaba con ellos algo más de seis meses y debieron creerme ya "maduro" para la iniciación. Ésta se llevaba a cabo indefectiblemente en uno de los lugares más sagrados de Grecia, allí donde la virgen diosa cazadora naciera: Delos.
.....El plan estaba bien trazado: El Profesor ejercería de maestro de ceremonias, uno de los varones acólitos entretendría al cicerone en la parte opuesta de la isla, lejos de las ruinas del antiguo Santuario (está de más precisar que al guía se le pagaba generosamente para dejarse entretener), mientras que el otro varón y la mujer rubia asistirían como testigos. El papel de la galerista no estaba claro. Al menos a mí no se me informó de ello. Aunque el respeto y la deferencia con que la trataban mostraba que su protagonismo sería importante. No había duda que aquella misteriosa mujer guardaba alguna relación con el grupo, pero yo ignoraba cuál. Bien hubiera podido deducirlo cuando supe su nombre, Egeria, ya que así se llamaba la ninfa del agua, sirviente y ayudante de Diana en su acción benéfica como protectora de los partos, y la que, no obstante, según las fuentes, en algunos ritos llega a solaparse y coincidir tanto con ella que uno duda si no se trataría de la misma diosa.

.....No soy hombre fácilmente impresionable ni especialmente emotivo, pero no pude evitar que mi corazón acelerase su ritmo a medida que nos acercábamos a la costa de aquella pequeña isla que un día fue sacro faro de toda una cultura irrepetible. En el corazón de las Cícladas, centro de un ámbito legendario, se enclava la que, a decir del mito, descansa en el lecho marino sobre esbeltas columnas de pórfido verde talladas por el mismo Poseidón (otros aseguran que sobre lo que descansa esta isla flotante es sobre su tridente), la pequeña isla de Delos (hoy Dilos).
.....El mito, o la leyenda surgida de él, nos refiere que en la época olímpica, cuando dioses y hombres compartían la tierra, haciendo de ésta escenario de sus recíprocas correrías (alguna de ellas imbricadas de forma lujuriosa y fecunda), hasta esta isla llegó la titánide Leto —hija de Ceo y Febe— para parir. En sus entrañas el fruto de su unión con Zeus/Júpiter, dios de dioses e incorregible garañón divino ávido de ayuntamiento con cuanta bella ninfa, mortal o diosa se le encaprichara. Hasta aquí llegó perseguida por la celosa Hera/Juno, esposa del Crónida, que quería evitar el parto a toda costa, dictando para ello, urbi et orbe, que ningún lugar en la tierra o bajo sol osara acogerla. Mas no se salió con la suya, pues Poseidón, hermano del Padre de todos los dioses, la concedió asilo en esta isla no unida a la tierra (sino sustentada, ya por columnas,  ya por el tridente del dios del mar, al fondo marino), levantando después un formidable oleaje del seno del mar con el que formó una cúpula de agua para que los rayos del sol no fuesen testigos del parto. Hera/Juno, viendo que estaba a punto de ser burlada, envió a Pitón, la gran serpiente, para que estrangulara a la parturienta y, en su caso, al producto del parto. Pero Zeus/Júpier concedió a Artemisa/Diana el deseo de nacer la primera, ya formada y hecha mujer, para ayudar a su madre en el parto de su hermano mellizo, Apolo. Éste, ya nacido y provisto de sus atributos, entre ellos, el arco y las flechas de oro, mató a Pitón, protegiendo de esta forma la vida de su madre y salvando la propia y la de su hermana mayor.

.....Así se las gastaban los dioses. Y, ¡ay!, del pobre mortal que osara cruzarse en su camino... La mitología está plagada de casos en que los mortales sufrieron, impotentes, los veleidosos estados de ánimo de los divinos, casi siempre con funestas consecuencias. Esperaba yo, al menos, no ser uno de ellos...
.....Y allí ante mí, la somera elevación del Monte Cynthos, apenas ciento trece metros de roquedal y monte bajo, que se constituye como la zona más elevada de esta, por lo demás, casi plana y desértica isla. Mi corazón parecía correr al compás del traqueteo del taxi-bote que comenzaba a bordear la isla para acceder a su parte oeste (nosotros llegábamos desde Mykonos por el nordeste) donde se enclavaba la parte más monumental de un lugar que es todo él un monumento. Sus blancas ruinas, declaradas patrimonio artístico por la UNESCO, cubrían la mayor parte de la superficie de la isla. El bien labrado mármol de la cercana Paros parecía haber crecido allí de forma natural: otrora orgullosos templos, anfiteatro, teatro y casas, se esparcían ahora, aquí y acullá, como espigas desgranadas que hubiesen dado con sus semillas y sus cañas, convertidas por la acción del tiempo en fragmentos de cañamazos y barbecho, por el suelo
.....Una vez contorneada la parte norte del islote, enfocamos hacia el discreto embarcadero aún oculto por la estrecha aguja de tierra que se adentra en el mar apuntando hacia la también deshabitada Renia. A nuestra izquierda parecía deslizarse la playa más famosa del lugar, y, tras ella, emergiendo de la tierra, plegaria de esqueletos del más noble mármol, las vistas más celebradas, aquellas que incluyen los santuarios de Apolo, el anfiteatro, la Casa de Cleopatra y demás restos que muestran un pasado a todas luces (nunca mejor dicho) esplendoroso.
.....Al poner el pie en tierra, mi corazón, instantes antes desbocado, pareció ralentizar su ritmo, como si él mismo fuera consciente del recogimiento necesario para abordar tan sagrado terreno.
.....A partir de aquí todo sucedería —y se sucedería— de la manera más vertiginosa, más irreal, más fantástica, y aún, y a pesar de ello, más incontestable y palmaria...

(continuará)

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GALERÍA

NACIMIENTO DE DIANA
DIANA y APOLO
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Apollon et Artémis. Médaillon d'une coupe attique à figures rouges. 470 BC
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Apollo an Diana, 1504. Albrecht Dürer
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Diana and Apollo, 1526. Lucas Cranach the Elder
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Apollo and Diana, 1530. Lucas Cranach the Elder
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Apollo and Diana, 1530. Lucas Cranach the Elder
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Latona (con sus hijos, Diana y Apolo) y los Campesinos Licios, 1595-1610. Jan Brueghel the Elde
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Diana and the Lyciasn peasants, c. 1604. Francesco Albani
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Apollo and diana, 1757. Giovanni Domenico Tiepolo
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Apollo and diana (detail), 1757. Giovanni Domenico Tiepolo
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Naissance de Diana et d'Apollon sous le palmier de l'île de Délos, Abel de Pujol, Alexandre Denis
1er quart 19ème Siècle
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Latone fuyant les persécutions de Junon emporte ses enfants Apollon et Diana, Merry Joseph Blondel
1er quart 19ème Siècle
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The Birth of Apollo and Diana, 1692-1709. Marcantonio Franceschini
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Apollo and Diana dead Python, 1692-1709. Marcantonio Franceschini
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Apollo and Diana, 1628. Gerrit van Honthorst
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DIANA CAZADORA
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Diana the Hunter, after 1526. Giampetrino
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Diana Chasseuse, Jules-Joseph Lefebvre
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Diana as personification of the Night, 1765. Anton Raphael Mengs
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Diana at her bath, 1880-1910. Alexandre-Jacques Chantron
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Diana, Louis Machard(1839-1900)
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Diana the Huntresss, 1828-30. Pelagio Palagi
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Diana the Huntress, Luc-Olivier Merson (1846-1920)
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Diana the Huntress, Paul Desiré Trouillebert (19e Siècle)
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Diana and Cupid, Pompeo Batoni.
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Diana the Huntress, Second quarter of the 17th century. Orazio Gentileschi
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Diana the Huntress, Second quarter of the 17th century. Orazio Gentileschi
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Diana the Hunter, 1550-60. Fontainebleau School
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Diana la Chasseuse, 1550-60. Fontainebleau School
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Diana Cazadora, Guercino
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Diana and her Dog, 1700-05. Sebastiano Ricci
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Diana Cazadora, Giuseppe Cesari
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 Diana Chasseuse. Gaston Casimir Saint-Pierre
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Diana and her Dog, Ferdinand Wagner (1847-1927)
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Diana, 1637. Simon Vouet
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Madame de Montespan as Diana the Huntress. Charles Baubrun
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Madame Pompadour comme Diana Chasseuse, 1746. Jean-Marc Nattier
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Madame de Pompadour as Diana, 1752. Jean-Marc Nattier
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Madame de Maison-Rouge as Diana, 1756. Jean-Marc Nattier
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Madame la Comtesse d'Argenson, 1743. Jean-Marc Nattier
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Diana the Huntress, 1867. Renoir
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Diana the Huntress, 1867. Renoir
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Diana the Huntress. Gillaume Seignac (v 1)
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Diana the Huntress. Gillaume Seignac (v 2)
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Diana the Huntress. Gillaume Seignac (v 3)
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Diana chasseresse, 1879. Jules-Joseph Lefebvre
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Diana la Chasseuse, 1871-80. Horace de Callias
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Diana, Alexandre Cabanel
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Diana Hunter, Marcos Vinicius Ferandes Ferreira
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Hercules on Mount Meirale (Diana and her Nymphs), 1822-25. Merry-Joseph Blondel 
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Diana y sus Ninfas cazando (boceto), 1639-40. Peter Paul Rubens
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Diana and her Nymphs departing for the Hunt, 1615. Peter Paul Rubens (y Paul de Vos)
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Diana presenting the Catch to Pan, 1615. Peter Paul Rubens
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Diana the Huntress, 1617-20. Peter Paul Rubens (y Paul de Vos)
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La chasse de DianaLouis de Jeune Boullogne
1er quart 18e siècle
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Diana Huntress, 1870. Nikolaus Baur
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EL DESCANSO DE DIANA, DIANA EN EL BAÑO
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Diana Resting. Lucas Cranach the Elder
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Diana resting, Friedrich von Amerling
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Diana reposing, 1859. Paul-Jacques-Aimé Baudry
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Diane au Repos, Paul Baudry
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Diana Resting, 1935. René Buthaud
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Diana after the Hunt, François Boucher
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Diana after the Hunt, François Boucher
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Diana resting after her Bath, 1742. François Boucher
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Diana resting after her Bath, 1742. François Boucher
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Diane et ses compagnes se reposant après la chasse, Louis de Jeune Boullogne
1er quart 18e siècle
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Diana resting, Hans von Aachen
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Diana and her Nymphs. 1616. Domenichino
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Diana and her Nymphs after their  Hunt, 1630. Jan Brueghel (II)
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Diana and her Nymphs after their  Hunt, 1630. Jan Brueghel (II)
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 Diana and Her Nymphs Asleep, Spied Upon by Satyrs, 1620. Hendrick van Balen
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Diana and her Nymphs after the hunt, 1st quarter of 17th century. Hencrick van Balen with Jan Brueghel the Younger
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Bacchus and Diana, 1632. Hendrick van Balen 
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Diana resting after the Hunt, 1st half of 17 century. Hendrick van Balen
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Diana and a Nymph sleeping visited by Satyrs. Abraham Janssens
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Rest of Diana after the Hunt, 1645. Jacob Jordaens
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Diana and her Nymphs, 1654. Jacob van Loo
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Le bain de Diana et ses Nymphs, (XVIIIème siècle) Jean Baptiste van Loo
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Rest of Diana, Charles Vanloo
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Diana and her Nymphs bathing. 1722. Jan François de Troy
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Diana and her Nymphs bathing. 1722. Jan François de Troy
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Diane a bain 1732. Nöel-Nicolas Coypel
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Diana sleeping and her Nymphs, Etienne-Barthelemy Garnier
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Femmes se baignant au ruisseau (Diana et ses Nymphes), 1848. Ferdinand Georg Waldmuller 
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Diana and her Nymphs, 1650. Pietro Liberi
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Diana and Her Nymphs resting after the Hunt, Adriaen de Gryeff (1670-1715)
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Landscape with Diana and Her NymphsJan Brueghel (II) and studio of Peter Paul Rubens
 (1st half of 17 century)
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Diana resting with her Nymphs and Satyrs, Peter Paul Rubens and Jan Brueghel
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Diana resting after the Hunt, Gerrit van Honthorst
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The Diana's bath, 1559-60. François Clouet
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Le Bain de Diane, 1559-60. François Clouet
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Diana resting after the Hunt, 1620-25. Jan Brueghel d.J. and Hendrick van Balen
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Diana resting after the Hunt, 1620-25. Jan Brueghel d.J. and Hendrick van Balen
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Diana and her Nymphs at the Bath, Jan Brueghel d.J. and Hendrick van Balen
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Diana and her Nymphs, Sebastiano Ricci
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Diana and Her Companions, 1653-54. Jan Vermeer
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Diana and a Nymph sleeping surprised by a Satyr, Anton van Dyck
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Diana and a Nymph sleeping surprised by a Satyr, Anton van Dyck
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Diana y sus ninfas sorprendidas por los Sátiros, 1639-40. Peter Paul Rubens
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Diana and her Nymphs, 1702. Wilhelm van Mieris
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Diana Cazadora, 1850-1865. Louis Devedeux
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Diana surprise. 1879. Jules-Joseph Lefèbvre
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