miércoles, 3 de agosto de 2016

(Conocer a) Joseph Conrad: Homo Duplex, de Jules Cashford (I) - GALERÍA: Montague Dawson (1)





Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar...
Coplas a la muerte de su padre. Jorge Manrique

No, insigne poeta castellano, no; la mar no es el morir,
sino el reflejo del vivir sempiterno del universo.
La mar, el mar, es metáfora de la existencia informe
donde todo se forma, de donde todo sale para poblar
todas las tierras, tan probables como posibles.
La mar, el mar, es el misterio: allí donde confluyen
todas las preguntas, con sus respuestas, en torno a la vida.
Sí, el mar, La Mar, es el vivir de donde todo sale
y a donde todo vuelve. Es el lugar común de los poetas,
y de los románticos que sueñan con aventuras, es decir,
con el descubrirse a sí mismos a la vuelta de lo azaroso,
y con llevar a cabo la imposible conquista del misterio.
Sobre la mar y su misterio. Héctor Amado


Conocer a Joseph Conrad

.....Artículo excepcional para conocer no sólo la vida y la obra del políglota escritor polaco —ya que, además de su lengua materna, dominaba el francés y el inglés, además de poseer amplios conocimientos del alemán y el ruso— nacionalizado inglés y cuya prosa, escrita en lengua inglesa, es una de las más valoradas por su precisión —aunque en ocasiones resulte intencionalmente alambicada—, sino las claves psicológicas, sociológicas y ontológicas que ésta contiene y desarrolla.
.....Incluido, en forma de Epílogo, junto al relato corto El copartícipe secreto (The Secret Sharer, 1904), en la colección Ars Brevis de la editorial Atalanta (Girona), este lúcido ensayo biográfico y analítico de la obra de Conrad, es una buena manera de acercarse a uno de los dos escritores que, en lengua inglesa, sirvieron de puente entre el romanticismo y el modernismo, prefigurándolo y dotándolo de un simbolismo humanista que influiría en las siguientes generaciones (el otro escritor es el norteamericano Henry James).
.....El artículo-ensayo consta de dos partes, más o menos definidas: una primera, dedicada a una semblanza biográfica que nos dará información de las cuestiones fundamentales que explicarían la posterior construcción literaria del autor; y una segunda, en la que la glosadora se dedica a analizar las claves fundamentales de esa estructura, así como su intención narrativa. Sobre éstas el edificio conradiano se rellena con ornamentos de estilo —pero a la vez enriquecedora complejidad— y perfección renacentista.
.....Tres serán los posts dedicados a este ensayo/artículo: el primero contendrá la parte biográfica y psicológica del individuo Joseph Conrad; el segundo y tercero tratarán sobre la imprescindible referencia a su obra y, sobre todo, una penetrante mirada analítica aplicada sobre ella.

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Nota Biográfica: Jules Cashford

.....Jules Cashford estudió filosofía en la universidad de St. Andrews y realizó una investigación de post-grado en literatura en la de Cambridge. Posteriormente, mediante un a beca Carnegie, realizó un doctorado sobre la tragedia en las novelas de Joseph Conrad.
.....Fue supervisora de Tragedia en el Trinity College de Cambridge durante algunos años. Estudió psicología de la conciencia con Max Cade y dio conferencias sobre mitología en el Birkbeck College of Extra-Mural Studies, de la Universidad de Londres, en un curso llamado Antes de la Filosofía.
.....Se formó como analista junguiana con la Asociación de Analistas de Jung en Londres, y es miembro de la Asociación Internacional de Psicología Analítica. 
.....Es autora The Moon: Myth and Image (Cassell Illustrated, 2003). Tradujo Los Himnos Homéricos para Penguin Classics (2003). También fue co-autora, con Anne Baring, de The Myth of the Goddess: Evolution of an Image (Penguin 1993). Ha escrito, además, dos libros para niños: El mito de Isis y Osiris, y Teseo y el Minotauro (Barefoot y Shambala, 1992 y 1994). Así mismo ha contribuido en capítulos y artículos de varios libros, periódicos y revistas, incluyendo Joseph Campbell y el Mito del Grial, en John Matthews editorial, 1990; Homo Dúplex, un epílogo al libro El copartícipe secreto (The Secret Sharer), de Atalanta Ediciones, Girona, 2005; Imaginando la Eternidad: tejiendo bordados en el cielo (Imagining Eternity: Weaving the heavens embroidered cloths), en El Cosmos y Psique, ed. Nicholas Campion, Floris Books, 2006. Su último libro en ver la luz ha sido El mito de Osiris, en Atalanta ediciones, Girona, 2010.
.....Con Kingfisher Art Productions hizo una película que explora el simbolismo del pintor del Renacimiento Jan van Eyck, llamada: El misterio de Jan van Eyck (disponible en DVD), que se exhibió en la exposición sobre van Eyck en el Kupferstich Kabinett en Dresde en 2005, y en 2008 en la Conferencia Arte y Psique en San Francisco. (kingfisherartproductions.com).
.....En la actualidad escribe, da conferencias y hace películas sobre Mito y literatura.



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Joseph Conrad: Homo Duplex
de Jules Cashford

Ensayo incluido como Epílogo en el libro El copartícipe secreto

I

.....Conrad nació el 31 de diciembre de 1857 en la Ucrania polaca, entonces bajo dominación rusa. Ewa y Apollo Korzeniowsky pusieron a su único hijo el nombre de Jozef Teodor Konrad Nalecz Korzeniowsky, aunque siempre le llamaron Konrad por el héroe del drama polaco cuya misión era liberar a Polonia de la tiranía rusa. El padre era miembro de la aristocracia terrateniente que se opuso apasionadamente a la ocupación rusa de Polonia. Para celebrar el bautizo del niño, compuso un poema que termina diciendo: «hijo mío, hijo mío,/dite a ti mismo que estás sin tierra, sin amor, sin patria, sin humanidad,/mientras nuestra madre Polonia se encuentra esclavizada». Fue un líder idealista de los Rojos, partido patriota que propugnaba la liberación de los siervos y la independencia nacional. Trabajó durante un tiempo como agente inmobiliario, pero su verdadero interés, a parte de la política nacional, era la literatura. Escribió comedias y poemas de tono patriótico y tradujo obras de Shakespeare, Dickens, Víctor Hugo y Alfred de Vigny. En 1861 fue detenido y desterrado al norte de Rusia. Le acompañó Ewa, su esposa, con su hijo de cuatro años; pero la salud de ella se resintió y, tras su regreso a Polonia, murió de tuberculosis en 1865 a la edad de treinta y dos años. Conrad, que entonces tenía ocho años, guardó el recuerdo de su madre como una mujer profundamente seria pero con una sonrisa encantadora, siempre vestida de negro en desafío a las autoridades: el color del duelo por la nación perdida.
.....Muerta Ewa, el padre intentó asumir la educación de Conrad: le enseñó francés y le inició en sus propias traducciones. Pero, cuatro años más tarde, Apollo también enfermó de tuberculosis y se vio confinado a su lecho de enfermo bajo el cuidado de unas monjas. Más tarde evocará Conrad el ambiente de esa época: «La atmósfera que me rodeaba era todo piedad, resignación y silencio. No sé qué habría sido de mí sin mi afición infantil a la lectura». En 1869 muere Apollo, y Conrad recordaría cómo, a los once años, observaba con sus propios ojos «el funeral público, las calles despejadas, la multitud silenciosa», una muchedumbre que, con la cabeza descubierta, rendía homenaje a un patriota que no pudo soportar ver esclavizado el espíritu de una nación.

.....Huérfano a los once años, Conrad fue acogido por su tío materno, Thaddeus Bobrowski, que se convirtió en su tutor, consejero y amigo. Años después Conrad contaría cómo su tío fue «el más sensato, firme e indulgente de los tutores, que me brindó un cuidado y afecto paternales, y un apoyo moral que siempre, aun encontrándome en las regiones más apartadas del planeta, sentí cerca». El tío, por su parte, procuraba sacar a su sensible sobrino de una ensoñación y ensimismamiento excesivos, tendencia que, se temía, había heredado de la rama paterna de la familia, y procuraba animarle —en cartas vehementes que le escribió durante el resto de su vida— 
a ser diligente en el deber y disciplinado en el desempeño de sus funciones. La tensión entre estos dos rasgos hereditarios —el idealismo romántico, pero desilusionado, de su padre, y la ética pragmática del trabajo y la «sencilla noción» de lealtad de su tío— impregna el mundo de ficción de Conrad.

.....E. M. Forster habla de la «sima central de su gran genio», sima que separaba al Conrad navegante del Conrad clarividente, y señala las «constantes discrepancias entre su visión de lo inmediato y de lo más lejano».
.....Bobrowski envió a Conrad a una escuela de Cracovia para estudiar lenguas clásicas y alemán, y contrató a un preceptor, un estudiante de la universidad de Cracovia; pero un par de años más tarde Conrad sintió vivos deseos de convertirse en marino y no quiso renunciar a llevar a cabo tal idea, que más tarde consideraría su «vocación secreta». Había leído los relatos de aventuras marineras del capitán Marryat y de Fenimore Cooper, y también libros de viajes como Voyage of the Fox, de McClintock, o Travailleurs de la Mer, de Hugo, que conocía por las pruebas de traducción de su padre. Pero su tío le sugirió que se tomase tiempo para pensárselo despacio, y le mandó a Suiza a pasar unas vacaciones con su preceptor, cuya misión confidencial era disuadirle de aquella «extravagancia romántica». Conrad relata este episodio a su manera irónica: en el desfiladero de Furca se cruzó con ellos, caminando con paso decidido, un inglés que llevaba pantalones bombachos y calcetines cortos; curiosamente, esta visión inspiró al joven Conrad la necesidad de rebelarse contra su preceptor. Cuando éste se levantó de repente y dijo «Eres un quijote incurable. Eso es lo que eres», comprendió que se había salido con la suya (Crónica personal). Y añade que en ese momento, a sus quince años, se sintió vagamente halagado.

.....Por tanto, en 1874, Conrad abandona Polonia. Según él mismo refiere «Subí al tren... camino del mar, como un hombre que entra en un sueño». Cuando llegó a Marsella tenía sólo dieciséis años. Su tío le había asignado una paga modesta pero suficiente y le había dado cartas de presentación; no tardó en integrarse en la culturalmente animada vida francesa; trabajó en los muelles junto a los marineros provenzales y unos meses más tarde se hizo piloto. Entonces inició sus propios viajes oceánicos a las Indias Occidentales, y realizó la primera travesía de su carrera en el velero Montblanc. Embarcado como camarero en el Saint-Antoine, se hizo íntimo amigo del segundo oficial, Dominic Cervoni, que lucía un gran bigote negro (más tarde se convertiría en el Nostromo de la novela de ese título, y en el Dominic de La flecha de oro), y juntos suministraron armas de contrabando al bando conservador de una guerra civil sudamericana. En El espejo del mar, libro de memorias publicado en 1906, cuenta que Dominic y él pertenecían a una sociedad que desde Marsella pasaba armas de contrabando a la costa española para los carlistas. Esta amistad se rompió, probablemente debido a una traición, y a consecuencia de ello Conrad perdió el dinero que tenía invertido y se vio cargado de deudas. Hay cartas de su tío Thaddeus que hablan con alarma de un intento de suicidio, seguramente a causa de las deudas (que su tío saldó por él), y rumores sobre un duelo por una joven llamada doña Rita. En 1878, finalizado todo este asunto, Conrad embarcó en un vapor inglés con destino a Constantinopla y luego a Lovestoft, Inglaterra.


.....Sin embargo, comprensiblemente, llegó con sus lealtades divididas, como si considerase que la fidelidad a la nueva vida fuera al mismo tiempo una traición a la antigua. Contestando a una pregunta que le hizo un expatriado polaco quince años más tarde, Conrad explica: «En el mar y en tierra mi punto de vista es inglés, de lo cual no hay que sacar la conclusión de que me haya convertido en inglés... lo de homo duplex tiene en mi caso más de un sentido».

.....Al hablar de su súbita marcha de Polonia, cuenta Conrad que encontraba «misteriosos» sus impulsos; describe dicho acto como «un salto fuera de su medio y entorno racial» (Crónica personal), y dice que llegó a ver su vida posterior como «una serie de traiciones». Esto nos recuerda de inmediato al personaje central de Lord Jim, con su desconcertada confesión a Marlow —«Yo había saltado... al parecer—», pero, de manera más general, nos muestra a un Conrad que se ve bajo la misma luz con que contempla a muchos de sus personajes: como seres expuestos a esos actos impulsivos que hacen saltar en pedazos una forma de vida segura, establecida; actos que entregan a una persona a su destino de un modo inexorable. En Crónica personal aborda la cuestión de la deserción: «No debería pronunciarse ninguna acusación de deslealtad a la ligera... La lealtad a una tradición concreta puede persistir a lo largo del devenir de una existencia sin relación con tal tradición, siguiendo fielmente el camino trazado por un impulso inexplicable. Sería demasiado largo explicar la íntima alianza de contradicciones que en la naturaleza humana hacen que el amor mismo adopte a veces una forma desesperada de traición».

.....Pasó los dieciséis años siguientes en el mar. Navegó dos veces a Australia en barcos de vela (al principio como simple marinero, por un chelín al mes), y también dos veces a China, India e Italia. En 1866, sólo ocho años después de su llegada a Inglaterra, obtuvo el título de patrón de la marina mercante británica, y se nacionalizó inglés. En 1888 aprobó el examen de capitán.

.....Era el final de la gran época de la navegación a vela, cuando veleros de hierro como el Tilkhurst (Conrad fue su segundo oficial en 1886) transportaban yute de Calcuta a Dundee, y clippers como el Torrens llevaban lana de Adelaida a Londres. Pero se estaban empezando a imponer los buques de vapor, que eran más rápidos y seguros. Sin embargo, Conrad sólo había obtenido puestos importantes en barcos de vela, y estos puestos eran cada vez más difíciles de conseguir. Él siempre contrapuso el arte y la intimidad de la vela a la eficacia impersonal del vapor, que era «asunto de amor en menor medida», porque «la maquinaria, el acero, el fuego, el vapor se han interpuesto entre el hombre y el mar» (El espejo del mar).
.....En El negro del «Narcissus», el velero, una vez en alta mar, «se transforma en una pirámide alta y solitaria que se desliza, blanca, espléndida, en medio de una bruma encendida de sol». En cambio el remolcador se parece a «un enorme y negro escarabajo acuático sorprendido por la luz» que deja una negra y redonda mancha de hollín en el agua, «huella sucia del descanso de la criatura». En El espejo del mar, Conrad rememora: «Era tal la intimidad, que un marinero vivía con su barco de ayer que sus sentidos eran como los del barco [sic. en el original], y calibraba la tensión de los palos por la tensión de su cuerpo».

.....El mando del Otago, un tres palos de 367 toneladas, «una criatura de líneas armoniosas, cuerpo hermoso y proporcionada esbeltez en su arboladura», le llegó por casualidad, y fue la única vez que estuvo al mando. En su primer viaje como capitán, de Bangkok a Singapur, tardó tres semanas en vez de los habituales tres días: la tripulación enfermó y el mar se mantuvo en calma. Ése fue el germen de los dos relatos sobre el mar de su madurez literaria, de sus dos «piezas en calma», como él los llamaba: El copartícipe secreto (1910) y La línea de sombra (1916). Conrad fue capitán de 1888 a 1889, año en que renunció para ir a visitar a su tío en la Polonia ocupada por los rusos; sólo entonces, pasados quince años, se le eximió oficialmente de la nacionalidad rusa y pudo visitar Polonia sin temor a ser llamado a filas. A su regreso a Inglaterra no encontró trabajo, así que en 1890 efectuó su crucial viaje al Congo, al mando de «un desdichado vaporcito con rueda de paletas a popa» y al servicio de la Societé Anonyme Belge pour le Commerce du Haut-Congo, la principal compañía encargada de la explotación del Congo Belga, propiedad personal del rey Leopoldo II. Indudablemente la visión de la brutalidad y la hipocresía de la empresa colonial de Leopoldo cambió a Conrad: «Una gran melancolía me embargó —recordaría más tarde—, al descubrir la vil disputa por el botín que siempre ha afeado la historia de la conciencia humana y la exploración geográfica» (Últimos ensayos). Regresó a Londres física y mentalmente agotado, con disentería y un paludismo que le atormentó el resto de su vida. El diario donde escribió sobre aquellas experiencias habría de convertirse en El corazón de las tinieblas, quizá su obra maestra.

.....Más tarde, en 1891, aceptó el puesto de primer oficial en el Torrens, y allí conoció a John Galsworthy, que se convertiría en su amigo para el resto de su vida. En Reminiscences of Conrad, Galsworthy le describe como «un buen marino, observador del estado del tiempo, diligente en el gobierno del barco, considerado con los novatos [...] Era apreciado por la tripulación, que para él eran individuos, no un mero puñado de gente [...] Era amable con el joven segundo oficial [... ] y respetuoso (aunque un punto irónico) con su recio y bigotudo capitán inglés». Tras otro largo periodo sin trabajo en tierra, en el invierno de 1893, Conrad embarcó como segundo oficial en un vapor de hierro, el Adowa, que iba a ser su último barco. El viaje se canceló; y entonces se enteró de que su querido tío había muerto. 
.....Durante los últimos cinco años de su vida de marino, Conrad llevó un manuscrito que, según decía, crecía línea a línea más que página a página, y que llevaba consigo en todos sus viajes, ya fuesen por mar o por tierra. Se lo llevó a Polonia cuando visitó a su tío, y lo acompañó también al Congo, «como si fuese un talismán o un tesoro». En el Torrens, durante un viaje a Australia, preguntó a un joven de Cambridge, que estaba a bordo por cuestiones de salud, si quería leerlo. El joven, que se llamaba Jacques y se estaba muriendo de tuberculosis, se lo llevó, pero al día siguiente
no le comentó nada. «¿Merece la pena terminarlo?», tuvo que preguntarle Conrad. «Por supuesto», contestó Jacques.
.....En 1894, Fisher Unwin aceptó publicar La locura de Almayer, en parte por recomendación de uno de los redactores, Edward Garnett, que durante años apoyaría lealmente a Conrad, así como a otros escritores. Garnett le recuerda como «un hombre de cabello oscuro, de baja estatura pero muy elegante en su nerviosa gestualidad, de ojos brillantes, unas veces agudos y penetrantes, otras suaves y cálidos, con una actitud alerta pero amable, y con un tono de voz afable, brusco o cauteloso, según las circunstancias. Jamás he visto un hombre tan profundamente masculino con una sensibilidad tan femenina». La novela obtuvo reseñas variadas de todo tipo —algunas de ellas llamaban a Conrad «el Kipling del archipiélago malayo»—, pero fueron suficientes para que Conrad decidiera embarcarse en su segunda carrera, la de novelista a tiempo completo.

.....Pero, ¿por qué Conrad, un polaco que, como él mismo decía, «no había escrito una sola línea para la imprenta hasta los  treinta y seis años», se puso a escribir en inglés, una lengua que no llegó a hablar hasta casi los veinte?.
.....La segunda lengua de Conrad era el francés, con el que estaba familiarizado desde la infancia; después de haber vivido en Francia durante tres años y medio, lo hablaba con soltura. Aunque el inglés era su tercera lengua, fue con la que se sintió más a gusto cuando empezó a escribir. En esa época, apuntaba, ya hacía años que pensaba en inglés.
.....En la «Nota del autor» a su Crónica personal, Conrad considera necesario corregir el «malentendido» en virtud del cual él había elegido entre escribir en francés o en inglés.
.....«La verdad a este respecto es que mi aptitud para escribir en inglés es tan natural como cualquier otra con que haya podido nacer. Tengo la extraña y abrumadora sensación de que siempre ha formado parte inherente de mí. Para mí, el inglés nunca ha sido una cuestión de elección o de adopción. Jamás me ha venido al pensamiento la idea de elegir. En cuanto a la adopción, bueno, sí, la ha habido, pero he sido yo el adoptado por el genio de la lengua: en cuanto salí de la fase de balbuceo, me hizo tan suyo que creo francamente que incluso sus modismos ejercieron una acción directa en mi temperamento y modelaron mi todavía plástico carácter».
.....Conrad llegó a la lengua inglesa por medio de la literatura: los «gruesos volúmenes con tapas verdes» de Shakespeare y un Byron que llegó a sus manos estando de permiso. Como niño solitario, primero en el exilio y después sin su madre, se había abierto paso en la biblioteca de su padre: desde los cinco años había leído novelas y libros de historia y viajes en polaco y en francés, y a la edad de diez a Dickens, Scott, Thackeray, Hugo y Cervantes. Durante la enfermedad final de su padre había leído para él en voz alta las pruebas de alguna de sus traducciones.

.....Lo que no le acompañó en esa época fue la conversación corriente y coloquial de la vida diaria; ni siquiera en polaco, ya que en su juventud, según nos cuenta, estaba «acostumbrado más bien a los largos silencios». El siguiente contacto con la lengua que iba a adoptarle fue el habla directa y vigorosa de sus  compañeros de a bordo. En el mar, Conrad leía lo que encontraba: periódicos, revistas, novelas populares; incluso Singleton, el robusto y callado timonel —uno de «los eternos hijos del mar misterioso» (El negro del Narcissus)— lee una novela de Bulwer Lytton. No es de extrañar, pues, que el inglés de Conrad se moviera entre dos extremos: el uso de una versión estilizada, netamente literaria, de la lengua común (que en ocasiones le valió el reproche de utilizar una «prosa grandilocuente»), y un fino oído para el toma y daca del diálogo, que él podía hacer transparente para sus fines artísticos. A veces se aprecia una rica extrañeza en el vocabulario, la sintaxis y el ritmo, una extrañeza que se debe antes bien al polaco y al francés que al inglés, aunque tal vez tenga que ver también con el hecho de la propia carencia de un idioma familiar, adquirido instintivamente en la niñez, concede una pausa creadora en la que buscar aquellas palabras y construcciones que reflejan mejor las complejidades del pensamiento maduro. Reflexionando sobre su vida literaria en 1919, Conrad confiesa que «si no hubiese escrito en inglés, no habría escrito nada en absoluto». En contraste, el francés le parecía tan perfectamente «cristalizado», que no le habría dejado espacio suficiente para expresar su personalidad.

.....El amigo literario más íntimo de Conrad, Ford Madox Ford, con quien colaboró en la creación de Los herederos (The Inheritors, 1901) y La Aventura (Romance, 1903), y que más tarde alcanzó renombre por derecho propio con El buen Soldado (The Good Soldier, 1915) y su tetralogía sobre la Gran Guerra, ha dicho sobre la afinidad de Conrad con el inglés:
.....«El reproche de Conrad a la lengua inglesa era que ninguna palabra inglesa es una palabra; que todas las palabras inglesas son instrumentos para suscitar emociones borrosas: oaken en francés significa "hecho de madera de roble", nada más; oaken en inglés connota un sinfín de atributos morales: impasibilidad, resolución honradez, rasgos nórdicos, relativa indomabilidad, absoluta inflexibilidad, y también "hecho de roble"... En resumen, ninguna palabra inglesa tiene límites claros...».
.....Adaptando una frase de Thomas Mann, se podría decir que las palabras inglesas están «abiertas por detrás»: Ford describe aquí un idioma que se presta a la imaginación simbólica. Tal vez esta referencialidad múltiple y en continua expansión contribuya a explicar por qué el lenguaje de Conrad parece desembocar a menudo, de manera natural, en un significado simbólico, incluso cuando se centra en los pequeños detalles de lo que está tratando. El propio Conrad dijo en una carta que «todas las grandes creaciones de la literatura son simbólicas», y, además, que cuanto más se  acerca una obra al arte, «más carácter simbólico adquiere».

.....Aunque sus «Notas de autor» se detengan con frecuencia en los datos históricos y ofrezcan, sin ironía aparente, los hechos reales que dieron lugar a los relatos, ese supuesto realismo se diluye en presencia de los relatos mismos, como advierte D. H. Lawrence: «No os fiéis nunca del artista, fiaos del relato». O, como apuntó Forster, cuando se le pregunta al señor Conrad sobre «el uno y el ninguno», contesta como un astuto marino para quien «lo importante es saber distinguir entre una cuaderna y un cuadernal». Porque el realismo —la exacta consignación de los hechos observados en la experiencia— es algo que Conrad parodia generalmente en sus novelas y repudia en sus cartas. Basta con pensar en Jim ante su prueba, en su cerebro dando vueltas y más vueltas en torno al «apretado círculo de los hechos» —«como si los hechos pudiesen explicar algo»—, en contraste con la mirada inquisitiva de Marlow, que trata de comprender no sólo el «cómo superficial, sino el porqué fundamental». O en el contable de El corazón de las tinieblas en la estación exterior, haciendo «asientos de transacciones perfectamente correctas», mientras en la arboleda de la muerte, bajo las copas de los árboles, los nativos agonizan por todas partes. Está también el patilludo primer oficial de El copartícipe secreto, que «era de natural cuidadoso». Como solía decir, «le gustaba explicarse todo lo que se encontraba por delante». 

.....En 1917 Conrad escribe a Sidney Colvin: «Me han llamado escritor del mar, de los trópicos, escritor descriptivo, escritor romántico... y también realista. Pero la verdad es que toda mi preocupación ha estado en el valor ideal de las cosas, de los sucesos y de la gente. En eso y en nada más»

.....En 1896 Conrad se casó con Jessie George, y tuvieron dos hijos, Boris, en 1898, y John, en 1906. Ese mismo año publicó su segundo libro, Un paria de las islas, que contiene algunos personajes y la msima ubicación exótica que su primera novela; esta obra fue comparada con las de Robert Louis Stevenson y Ruyard Kipling. El matrimonio se trasladó a Stanford-le-Hope, Essex, donde Conrad se instaló para terminar el relato que finalmente le dio voz propia como escritor e inauguró su carrera literaria: El negro del Narcissus.

(continuará)



GALERÍA



Montague Dawson 
1890-1973

.....Nada más apropiado para acompañar, ilustrando, estos posts sobre la figura y la obra de Joseph Conrad que una manifestación artística sobre la actividad que fue su gran vocación, por no decir devoción: el mar, y su mezcla de misterio y aventura, su carácter de medio en el que el hombre, fuera del ámbito que le es más propio y propicio, se enfrenta a sí mismo, como un Titán desafiando los elementos, pretendiendo el gobierno de lo azul —el del mar y el del cielo. Es por ello que me he decidido por quien de mejor forma ha sabido recrear lo marino, lo náutico, lo aventurero y lo romántico en el lienzo: Montague Dawson. Creo, sinceramente, que el gran escritor polaco-británico se hubiese sentido satisfecho por esta elección. 
.....Reconocido unánimemente en los ambientes artísticos, tanto críticos como populares, como el mejor pintor de marinas del siglo XX, Montague Dawson sobresale sobre todo por su asombrosa fidelidad detallista del natural, a la que aporta una gran fuerza expresiva y un espíritu (sí, espíritu) decididamente romántico, logrando con cada trabajo trascender la mera imitación de la realidad para contarnos una historia (la de un buque en concreto o la de una acción de éste en el mar)

.....El ámbito de la marina es amplio, y Dawson lo enfoca ante todo en la relación del hombre con el mar: la náutica, y, dentro de ésta, una de sus expresiones más espectaculares: la reproducción de airosas goletas de tres mátiles, clippers, —de la que tiene una ingente cantidad de obras—, galeones y fragatas; sin olvidar las reproducciones más modernas referentes a las armadas de EEUU y Gran Bretaña ante todo, y ocasionalmente diversos hechos bélicos de ambas grandes guerras mundiales —a las que asistió en su calidad de registrador gráfico de los acontecimientos. Siempre, en todo caso, con el mar como protagonista, un cambiante y proceloso mar en plano de igualdad, representativa y emocional, con la obra del hombre por dominarlo. Sí, porque en sus cuadros tan protagonista es el mar como el barco, o, en su caso, la acción que se muestra en el cuadro. Un mar furibundo la mayoría de las veces, con lo que pone en valor el coraje del hombre, pero otras, las menos, calmado mientras la luna se alza sobre la silueta arbórea y alada de la nave y se refleja en las suaves ondas. El mar en todos sus colores y tonalidades, nunca el mismo —en esto es verídicamente reincidente—, siempre con matices que expresan ese algo de eterno e infinito que conlleva la inmensidad de su imparable movimiento, ese mar que asimilamos al mismo pensamiento, nunca quieto, siempre activo.

.....En el presente y siguientes posts me limitaré a la extensa obra que tan bien reprodujera Dawson sobre el arte de la navegación en su edad quizá más dorada, por romántica: el siglo XIX, con sus rápidos veleros que competían entre sí para acercar los continentes (Europa, Asía, América, África, Oceanía) en sus transacciones comerciales o en su labor de hegemónica vigilancia de los mares (originarias fragatas). Pero también algunas escenas bélicas, con sus pesados y armados galeones (Trafalgar), un homenaje al Mayflower que llevó al germen de la comunidad sajona al más nuevo continente, algunas escenas de regatas, e incluso un cuadro sobre una nave dedicada al transporte de legiones romanas.
.....Yo he logrado reunir más de 250 obras —hay muchas más—, que son una buena selección de este impresionante y bello trabajo artístico en el que lo evocador no es menos importante que lo estético. Las distribuiré entre los tres posts. De muchas de las obras no sé o no he encontrado el título; poco se pierde (quizá algo de significación), ya que la belleza de las imágenes hacen prescindible este hecho.
.....Por último, recomiendo ampliar las imágenes (haciendo click en el botón derecho para abrir enlace en pestaña nueva) para poder disfrutar más aún de la belleza que ofrecen.
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MARINAS
GOLETAS, CLIPPERS, GALEONES


Montague Dawson - A Clipper Ship In A Moonlit Sea
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Montague Dawson - A Rift in the Clouds, The Joshua Balls
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Montague Dawson - A Ship In Open Water
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Montague Dawson - A Ship In Stormy Seas
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Montague Dawson - A Southerly Wind - Waimate
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Montague Dawson - A three masted clipper running before the wind
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Montague Dawson - A Three Master
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Montague Dawson - A three-master rounding Cape Horn, in a lively sea
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Montague Dawson - American Windjammer Under Full Sail
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Montague Dawson - And Ho! the Clipper Ship North America
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Montague Dawson - Antiope Clipper Ship
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Montague Dawson - Before The Wind
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Montague Dawson - Bird of dawn - the Sir Lancelot
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Montague Dawson - Blackball Clipper James Baines Off Cape St. Vincent
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Montague Dawson - Blowing Hard -The Thermopylae
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Montague Dawson - Blowing Hard -The Thermopylae
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Montague Dawson - Blowing Hard_
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Montague Dawson - Blowing Hard_
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Montague Dawson - Bowling alone
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Montague Dawson - Breaking Foam
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Montague Dawson - Broad Horizons
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Montague Dawson - Caliph at sea in a fresh breeze
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Montague Dawson - Cape Horner, The Clipper Ship Lightning
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Montague Dawson - Chinese Port-Morning Departure
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Montague Dawson - Clearing - The Middlesex
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Montague Dawson - Clipper And Pt Boat
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Montague Dawson - Clipper Days The Glorious Lightning
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Montague Dawson - Clipper Winona Of Newburyport
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Montague Dawson - Clippers On Starboard And Port Tracks
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Montague Dawson - Deep Pacific, The Race between Cutty Sark and Thermopylae
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Montague Dawson - Eddying Foam - The Young Australia
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Montague Dawson - Evening Gold - The Dreadnought
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Montague Dawson - Eventide
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Montague Dawson - Fair weather - The Charles L. Hunt
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Montague Dawson - Fair Wind, Dumbarton Rock
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Montague Dawson - Fair Wind, Dumbarton Rock
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Montague Dawson - Gleaming Foam - Chariot of Fame
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Montague Dawson - Head seas - The emigrant ship West Australia
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Montague Dawson - Heading For Home; The Clipper Ship Flying Cloud
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Montague Dawson - High Noon - The Walmer Castle
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Montague Dawson - High wind
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Montague Dawson - Homeward Bound
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Montague Dawson - Homeward bound
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Montague Dawson - Hurrying Seas
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Montague Dawson - Idle Sails
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Montague Dawson - Into The Westerly Sun
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Montague Dawson - Lak Loo
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Montague Dawson - Fighting Frigates, The Nymphe and The Cleopatre
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Montague Dawson - Moonlight, South Pacific The James Baines
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Montague Dawson - Nearing Port - The Mary Glover
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Montague Dawson - Off The White Cliffs Of Dover
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Montague Dawson - On The Crest of a Wave
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Montague Dawson - On The Tack
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Montague Dawson - Onward - The Clipper Ship Norman
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Montague Dawson - Onward - The Clipper Ship Norman
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Montague Dawson - Pacific Days, The Shun Lee, 674 Tons, Built in 1866
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Montague Dawson - Pacific Rollers
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Montague Dawson - Picking Up The Pilot
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Montague Dawson - Racing Home
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Montague Dawson - Racing Home
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Montague Dawson - Racing Home, The China Clippers Chrysolite
And Stornoway Almost Neck-And-Neck
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Montague Dawson - Red Jacket At Sunset
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Montague Dawson - Red Jacket, Homeward Bound
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Montague Dawson - Red Jacket
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Montague Dawson - Riding The Ocean Swell
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Montague Dawson - Rollicking Days
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Montague Dawson - Rolling Seas - Eastern Monarch
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Montague Dawson - Rum Runner
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Montague Dawson - Running On The North Atlantic By Moonlight
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Montague Dawson - Sea Beauty (The Flying Cloud)
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Montague Dawson - Sir Lancelot
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Montague Dawson - Slashing Wind
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Montague Dawson - Snugging Down The Norman Court
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Montague Dawson - Spindrift Preparing To Leave Foochow
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Montague Dawson - Squally weather
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Montague Dawson - Statek 2
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Montague Dawson - Stormy Days
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EN PRIMER PLANO


Montague Dawson - Days Of Old
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Montague Dawson - Decks Awash In The Teeth Of A Gale
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Montague Dawson - Night Suspect
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Montague Dawson - Rising Wind
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Montague Dawson - Shortening Sail Ahead Of The Gale
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Montague Dawson - The Guardian
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Montague Dawson - The Rising Wind On Deck Aboard The Ethiopian
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Montague Dawson - Trimming the Sails
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Montague Dawson - Wind in The Rigging
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