miércoles, 24 de agosto de 2016

Joseph Conrad revisitado: tres calas en "El Negro del Narcissus" (I) - GALERÍA: John Bentham-Dinsdale. Marinas





Visitar asiduamente a los inmortales tiene, qué duda cabe, su benéfico efecto:
uno, no más sea que por compartir especie, parece envolverse en ese bello ropaje
con el que aquéllos se encuentran, ya per saecula saecolurum, revestidos.
Quien frecuenta con asiduidad ciertos ambientes acaba por mimetizarse con ellos,
como si la naturaleza, tan inteligente siempre y en todo, le proveyese así
de una defensa natural, en este caso, contra los depredadores más aniquiladores,
aquellos que perviven en el alma atávica de la especie,
agazapados en todo momento, dispuestos a saltarnos al cuello,
depredadores caníbales de una ferocidad despiadada y un apetito insaciable:
monstruos de lo efímero, lo vano y lo absurdo que habitan en los rincones más sombríos
del corazón humano, y de donde surgen para traer angustia y horror a su existencia.
Los inmortales nos aportan el necesario sentido a la vida;
nos hacen sentir justificados como especie.
Últimos pensamientos. Héctor Amado


Joseph Conrad revisitado:
tres calas en "El negro del Narcissus"

.....Ejercicio muy apropiado para descubrir, conocer o revisitar a un autor literario (o artista de cualquier ámbito) es este de calar su obra, es decir, someterla a la escrutadora y dilucidadora labor de la cala, tomando para este término tanto la acepción undécima recogida en el diccionario de la RAE ((Investigación en algún campo inexplorado del saber), como también, en sentido figurado, la acepción tercera (pedazo cortado de una fruta para probarla), así como por cierta alusión, por lo familiar del tema que aquí se va a tratar, con las acepciones quinta (Parte más baja en lo interior de un buque) y sexta (Parte del barco que se sumerge en el agua). Pues que de todas estas acepciones puede nutrirse la labor expositiva y someramente crítica que realizaré de esta temprana —y ya magistral— novela del ya talludo Joseph Conrad —talludo, pues comenzó su carrera literaria a los 37 años, tras abandonar su vocación marinera para dedicarse a surcar las no menos procelosas aguas de la literatura; y porque, a la sazón, contaba ya cuarenta años cuando escribió este relato.
.....Investigación somera, apenas introductoria, pero investigación, si no de un mundo inexplorado (a estas alturas, pocos terrenos menos inexplorados que el inabarcable universo conradiano), sí al menos de esta multifacética perspectiva que seguidamente ofreceré. En sentido figurado, digo, se cortarán tres pedazos de la fruta que se sustancia en El negro del Narcissus, para probar a qué sabe, cómo es el corazón que encierra en su interior (su impulso, su sentir, su genio, su fertilidad); cómo la jugosa pulpa que nos evoca esta novela de aventuras marineras; y todo ello tras gozar de la bella apariencia de su piel sustanciada en una prosa soberbiamente construida, firme pero aterciopelada y, sobre todo, directa. Las acepciones quinta y sexta, que hacen referencia a términos náuticos, me parecen muy apropiadas para el caso —y siempre siguiendo el sentido figurado—, pues que del interior de la profundidad de su estructura, de la consistencia de la forja íntima de su marinera quilla, de lo que permanece por debajo de la línea de flotación, es de lo que aquí se hablará.

.....Tres calas para conocer mejor —revisitar— una de las obras más náuticas de este náutico escritor —aunque no sólo. Aventura (pues sólo se narra una, pero tan fecunda que no parece sino preñada de ellas: las que padecen sus varios personajes) en la que está el código genético de toda la obra posterior de Conrad. La que es su tercera novela, y su primera obra maestra, recala en un género ya ejercitado magistralmente por Stevenson o Melville, y que colocaría a su autor a la misma altura de éstos (aquí no hago referencia a Kipling, con quien se le compararía en esta primera época, al no ser éste un autor eminentemente marinero). El negro del Narcissus es la crónica de un viaje marítimo, de un viaje de regreso desde las Indias Orientales a Londres, en una época en que la navegación romántica, la de aquellos ágiles y airosos veleros alados que atravesaban contra reloj los océanos llevando y trayendo suministros desde Europa a América, África, Asia y Oceanía, tocaba a su fin. Los buques de vapor, infinitamente menos bellos, menos interesantes, menos románticos y menos poéticos, tomaban el relevo relegando a aquellos audaces y solitarios marinos (porque el marino de un barco de vela siempre está sólo en medio del cielo y el mar), incardinados a su nave como una pieza —aunque capital— más de su estructura, a poco más que meros funcionarios de la máquina motriz, desprovista del alma que sin duda alguna poseían —y poseen— los barcos a vela.
.....Pero Conrad debía llegar para rescatar aquella época del olvido, evocarla con toda la pasión con que él la vivió, recrearla y expresarla para ofrecérnosla en espléndida bandeja de plata ribeteada de una nívea blonda de espuma. Pocos como él —por no decir nadie como él— nos ha sabido transmitir la vida en el mar, la lucha del hombre contra sí mismo y contra las fuerzas elementales que parecen empeñadas en poner a prueba la calidad del ser humano. Porque las aventuras que Conrad nos cuenta, no son meras peripecias de personajes convencionales, sino experiencias prototípicas que aportan luz a las tinieblas en que se encuentra el ser humano en su existencia.

.....Son tres calas que muestran tres facetas diferentes del libro y su autor. En la primera, como ya he apuntado anteriormente, Conrad nos muestra su corazón —pero también el esquema de su mente creativa—, es decir, la perspectiva del creador, que explicita en un esclarecedor prefacio, no ya acerca de esta obra en particular sino acerca de su consideración del arte novelístico en general. En la segunda, mediante un breve fragmento del inicio de la aventura, se ilustra dónde pueda estar uno de los motivos de esa crítica que al correr del tiempo se le ha formulado al escritor, sobre una cierta actitud racista plasmada en alguna de sus obras (y básicamente en ésta y, sobre todo, en El corazón de las tinieblas); transcribiré, pues, la cita más polémica de El negro... y que sea el lector quien juzgue. En tercer lugar, una transcripción de la que puede ser una de las más verídicas y realistas muestras de lo que es una tormenta en mar abierto, ocurrida en uno de esos puntos míticos y críticos donde dos océanos se encuentran y se baten como los colosos que son: El Cabo de Buena Esperanza (más apropiadamente llamado por aquellos marinos "de las Tormentas", por hallarse pertinazmente encrespado al estar sometido a fuertes corrientes marinas y sazonado con un tiempo atmosférico de mil demonios).
.....Estas tres muestras nos acercarán aún más, y con voz propia, la figura del autor y su obra. Con ello complementaré la perspectiva crítica de los tres anteriores posts. En este caso, los posts serán dos distribuidos de la siguiente forma: en el primero, las dos primeras calas, El Prefacio del Autor y el fragmento del inicio de la novela en la que se presenta a "el negro (del Narcissus)"; en el segundo, transcribiré las soberbias páginas que narran de forma vívida la travesía del Narcissus por el Cabo de las Tormentas.




PRIMERA CALA

.....Es este prefacio una declaración de intenciones y principios con el que el autor avisa y previene a sus lectores de cuál es su punto de partida, cuál el tránsito y cuál la finalidad que persigue al dedicarse al noble y arduo arte de escribir. Son no más que nueve párrafos, donde se encierra toda su filosofía acerca de su método y su concepción de qué sea eso de pintar, esculpir, edificar o componer obras a base de palabras escritas (una especie de guía para perplejos conradiana sobre el oficio de escritor y su motivación y finalidad). Nueve párrafos en los que, de modo ordenado, utiliza la primera o primeras frases para expresar una idea esencial, un fundamento necesario, un criterio veraz, un motivo orientador, una circunstancia imprescindible, una característica básica de su punto de vista acerca de la tarea del artista en general y de la creación narrativa, de la ficción, en particular. 
.....En cada uno de estos párrafos —que separaré con un interliniado en pos de una lectura más fácil y discernidora—, resaltaré en negrita el enunciado de esa primera o primeras frases que constituye/n la idea a desarrollar en la totalidad del párrafo. De esta forma, resaltando lo axial, nos fijaremos más en el fulcro sobre el que pivota el contenido del pensamiento que Conrad nos quiere transmitir.
.....La transcripción que sigue está tomada de la versión de Espasa Calpe de El Negro del Narciso (traducido aquí, inopinadamente, al castellano el nombre del barco original; las otras versiones existentes en castellano —Alianza Editorial, Barataria, Valdemar, Abada, Espuela de Plata o la rara de Montaner y Simón— respetan el nombre latino originario).

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Prefacio del Autor

na obra que aspire, siquiera sea humildemente, a la condición de arte debería llevar su justificación en cada una de sus líneas. Y el arte mismo puede definirse como un intento tenaz de otorgar la cualidad más alta de justicia al universo visible, sacando a la luz la verdad, múltiple y única, que subyace a cada uno de sus aspectos. Se trata de un intento de encontrar en sus formas, en sus tonos, en su luz, en sus sombras, en las representaciones de la materia y en los hechos de la vida cuál es el fundamental, cuál es el duradero y esencial —su única cualidad iluminadora y convincente—: la verdad rediviva de su existencia. Entonces el artista, como el pensador o el científico, busca la verdad o la invoca. Impresionados por la apariencia del mundo, el pensador se sumerge en las ideas, el científico en los hechos —de donde, emergiendo al instante, invocan a aquellas cualidades de nuestro ser que mejor convienen a la arriesgada tarea de vivir. Se dirigen con autoridad a nuestro sentido común, a nuestra inteligencia, a nuestro deseo de paz o a nuestro anhelo de inquieta actividad; no rara vez a nuestros prejuicios, en ocasiones a nuestros miedos, con frecuencia a nuestro egoísmo, pero siempre a nuestra credulidad. Y sus palabras se escuchan con reverencia, pues sus preocupaciones conciernen a cuestiones importantes: el cultivo de nuestros pensamientos y el cuidado adecuado de nuestros cuerpos, la realización de nuestras ambiciones, el perfeccionamiento de los medios y las glorificación de nuestras metas más preciadas.

.....No ocurre lo mismo con el artista.

.....Enfrentado a idéntico espectáculo enigmático, el artista indaga en su interior, y en esa región solitaria de tensión y lucha, si es digno de ello y afortunado, halla los términos de su invocación. Esta se dirige a nuestras capacidades menos obvias: a esa parte de nuestra naturaleza que, a causa de las condiciones agresivas de la existencia, queda necesariamente fuera de nuestro campo de visión, dentro de las cualidades más fuertes y resistentes, como el cuerpo vulnerable dentro de una armadura de acero. Su invocación es menos altisonante, más profunda, menos marcada, más conmovedora, y queda más pronto sumida en el olvido. Sin embargo su efecto permanece para siempre. La sabiduría cambiante de sucesivas generaciones desecha ideas, cuestiona hechos, destruye teorías. Pero el artista apela a aquella parte de nuestro ser que no depende de la sabiduría; a aquello en nosotros que constituye un don y no una adquisición, y que, por lo tanto resulta más permanentemente duradero. Él habla a nuestra capacidad para el deleite y el asombro, al sentido de misterio que circunda nuestras vidas; a nuestro sentido de la compasión, y de la belleza, y del dolor; al sentimiento latente de comunión con todo lo creado, y a la sutil pero invencible convicción de solidaridad que vincula la soledad de innumerables corazones: la solidaridad en los sueños, en la alegría, en la tristeza, en las aspiraciones, en las ilusiones, en la esperanza, en el miedo, que une a los hombres, que une a toda la humanidad, a los muertos con los vivos y a los vivos con los que aún no han nacido.

.....Es sólo tal corriente de pensamiento, o más bien de sentimiento, la que puede explicar en cierta medida la finalidad del intento acometido en el relato que viene a continuación: presentar un episodio impregnado de inquietud en las vidas oscuras de unos pocos individuos extraídos de entre toda la desatendida multitud de los ofuscados, los sencillos y los silenciados. Pues si algo de verdad reside en la creencia antes confesada, se hace evidente que no existe un lugar de esplendor o un rincón sombrío de la tierra que no merezca al menos una mirada pasajera de asombro y compasión, así puede sustentarse el motivo para justificar el asunto de la obra; pero este prefacio, que es simplemente una declaración de intenciones, no puede terminar aquí, pues la confesión no está completa todavía.

.....La ficción —si aspira de algún modo a convertirse en arte— apela al genio. Y en verdad debe ser, como la pintura, como la música, como todo arte, la invocación de un temperamento a todos los otros innumerables temperamentos cuyo poder sutil e irresistible dota a los acontecimientos que ocurren de su significado auténtico y crea la atmósfera moral, emocional, del lugar y el tiempo. Para que dicha invocación sea efectiva, debe tratarse de una impresión transmitida a través de los sentidos; y, de hecho, no puede realizarse de otra manera, porque el temperamento, sea individual o colectivo, no se ve sujeto a la persuasión. Todo arte, por lo tanto, apela a los sentidos, y la finalidad artística, cuando se expresa mediante la palabra escrita, debe expresar su invocación también a través de los sentidos si su elevado anhelo es el de alcanzar la fontana secreta de las emociones sensibles. Debe aspirar intensamente a la plasticidad de la escultura, al color de la pintura y a la a capacidad mágica de sugerir de la música, que es el arte entre las artes. Y sólo a través de una devoción completa e inquebrantable por la fusión perfecta de forma y sustancia, sólo a través de una preocupación incesante e inasequible al desaliento por la configuración y el timbre de las frases puede lograrse una aproximación a la plasticidad, al color, y puede traerse a un primer plano la luz de una sugerencia mágica durante un instante evanescente sobre la superficie gastada de las palabras: de las viejas, viejas palabras, deterioradas, desfiguradas por eras de uso descuidado.

.....El propósito sincero de llevar a cabo dicha tarea creativa, llegar tan lejos por ese camino como sus fuerzas le permitan, marchar sin dejarse desanimar por el desfallecimiento, el agotamiento o el reproche, es la única justificación válida para el prosista. Y si su conciencia es clara, su respuesta a aquellos que, henchidos de una sabiduría que busca el beneficio inmediato, solicitan específicamente ser edificados, consolados, entretenidos; que solicitan ser mejorados de inmediato, o animados, o aterrorizados, o escandalizados, o fascinados, debe ser la siguiente: «la tarea que intento llevar a cabo mediante el poder de la palabra escrita es haceros oír, haceros sentir; ¡es, ante todo, haceros ver! Nada más y nada menos; eso es todo. Si tengo éxito, hallaréis aquí, de acuerdo con vuestros merecimientos, ánimo, consuelo, miedo, fascinación: todo lo que exigís y, quizá, también también ese destello de verdad que habéis olvidado reclamar».

.....Robarle en un instante de valentía al despiadado devenir del tiempo un momento fugaz de la vida es sólo el comienzo de la tarea. La tarea a la que me aproximo con ternura y fe es la de sostener sin condiciones, sin otra opción y sin temor, el fragmento rescatado ante todas las miradas a la luz de un sentimiento sincero. Es mostrar su vibración, su color, su forma; y mediante su movimiento, su forma y su color, revelar la sustancia de su verdad, esclarecer el secreto que lo inspira: la tensión y la pasión dentro del núcleo más profundo de cada instante seductor. En un intento pertinaz de esta clase, si uno es digno de ello y afortunado, acaso pueda conseguir una sinceridad tan diáfana que al final la visión exhibida, de pena o compasión, de terror o alegría, avive en los corazones de los que la contemplan ese sentimiento de solidaridad inevitable, de la solidaridad en el origen misterioso, en la adversidad, en la dicha, en la esperanza, en el destino incierto que vincula a los hombres entre sí y a toda la humanidad con el mundo visible.

.....Es evidente que aquel que, correcta o equivocadamente, se mantiene apegado a las convicciones antes expresadas no puede ser fiel a cualquiera de las fórmulas temporales de su oficio. Las partes perdurables de ellas —la verdad que cada una esconde sólo de manera imperfecta— deberían ser consideradas por él como la más preciada de sus posesiones: el Realismo, el Romanticismo, el Naturalismo, incluso el sentimentalismo oficioso (del que, al igual que del mendigo, es harto difícil librarse), todos estos dioses deben, tras un breve periodo de camaradería, abandonarlo —aunque esté pisando el mismísimo umbral del templo— al tartamudeo de su conciencia y al penetrante discernimiento de las dificultades de su trabajo. En esa incómoda soledad, el clamor supremo de el «Arte por el Arte» pierde el sonido fascinante de su aparente inmoralidad. Suena lejano. Ha dejado de ser un clamor y se escucha sólo como un susurro, a menudo incomprensible, pero en ocasiones tenuemente alentador.

.....A veces, cómodamente tumbados a la sombra de un árbol junto al camino, observamos los movimientos de un labriego en un prado distante y, pasado un tiempo, comenzamos a preguntarnos lánguidamente qué estará haciendo. Observamos los movimientos de su cuerpo, la agitación de sus brazos; lo vemos inclinarse, elevarse, dudar, empezar de nuevo. Que nos cuenten el propósito de sus esfuerzos puede añadir encanto a un intervalo ocioso. Si sabemos que está intentando levantar una piedra, cavar una zanja o desbrozar una cepa, contemplamos sus esfuerzos con un interés más real; estamos dispuestos a perdonar la discordancia de su agitación en la quietud del paisaje. Es más: si nos hallamos en una disposición de ánimo fraternal, puede que le perdonemos su fracaso. Comprendimos su objetivo y, después de todo, el campesino lo ha intentado, y tal vez no tenía la fuerza suficiente —y tal vez carecía de los conocimientos requeridos. Perdonamos, seguimos nuestro camino, y olvidamos.
.....Lo mismo acontece con aquel que trabaja en el arte. El arte es inabarcable y la vida es breve*, y el éxito queda muy lejano. Y así, dudando de nuestras fuerzas para viajar tan lejos, hablamos un poco acerca de la finalidad, la finalidad del arte, que, como la vida misma, es estimulante, difícil, oscurecida por las brumas. No habita en la lógica diáfana de una conclusión triunfal; no habita en el descubrimiento de uno de esos secretos despiadados que llamamos leyes de la naturaleza. ¡No es menos sublime, sino sólo más inaccesible!

.....Detener, para tomar aliento, las manos que se afanan en el trabajo de la tierra y obligar a los hombres extasiados ante el vislumbre de metas distantes a contemplar por un instante la visión circundante de forma y color, de sol y sombras, hacer que se paren a echar un vistazo, a emitir un suspiro, a bosquejar una sonrisa, es la finalidad, compleja y evanescente, reservada sólo para que la consigan nada más que unos pocos. Pero, a veces, el que es digno de ello y el afortunado logran incluso llevar la tarea a buen término. Y cuando se consigue, hete aquí que toda la verdad de la vida se muestra ante nosotros: un instante visionario, un suspiro, una sonrisa y el regreso a un descanso eterno. 
J.C. (1897)..........
* Alusión al epigrama latino: Ars longa, vita brevis.



 

SEGUNDA CALA

.....A las quince páginas de dar comienzo el relato aparece nuestro hombre, el sujeto que da título a la novela: el negro, que formará parte de una variopinta tripulación. Y la forma de aparecer, el cómo es descrito por Conrad, puede dar lugar a un entendido cuestionable. En realidad no sabemos si quien lo describe es el autor por boca del narrador en off, o si no es más que una apreciación vertida por el propio escritor. Cuesta creer que así sea, y una lectura detenida del fragmento, unido a cómo es tratado caracteriológicamente el personaje en toda la obra, nos puede llevar cuanto menos a la ambigüedad. Si, por otro lado, se tiene en cuenta la obra por la que algunos lo han tachado sin reparos de "racista" (como otros lo han tildado de misógino y machista; aunque estas apreciaciones son, a todas luces, más descabellada), es decir, El corazón de las tinieblas, la defensa del autor sobre este particular parece más endeble, o dubitativa.
.....Hay que tener en cuenta —y muchos han sido quienes así lo han hecho constar— que Conrad es un hombre de su tiempo, y, como tal, sus convicciones y opiniones, por más que emerjan de una fuerte y acusada personalidad, no dejan de estar influidas por el "ambiente" reinante. Sus experiencias, tanto en el Congo Belga como las tenidas durante diecisiete años de marino mercante, forjarían además una manera de ver la raza —aquellas razas conquistadas y sometidas, y la raza dominante, la blanca— desde la perspectiva del colonizador y cultivado espíritu occidental. No olvidemos que, en su obra, los personajes más cuestionables, oscuros y abyectos no son, en ningún caso, negros (ni amarillos o aceitunados), sino blancos como él (y en alguna ocasión, como él, eslavos). El negro del Narcissus, de todas formas, no da la sensación de ser tan distinto, en su humanidad, a cuantos le rodean, y sí, en cambio, es poseedor de una picardía profundamente humana alentada por un instinto de supervivencia que contrasta con la tosca, sí, pero genuina ingenuidad del resto de marineros enrolados en el "Narcissus", a excepción hecha del contestatario, inconformista y taimado Donkin, con mucho el más trapacero de toda la tripulación.
.....Así pues, la siguiente cala muestra, quizá, un aparente borrón en la límpida (aunque tortuosa, oscura y compleja) obra de Conrad, aunque es posible que no sea más que un mero recurso para, con una frase lapidaria, resumen de un párrafo despiadado (bien que aparentemente desafortunada), describir a un personaje, por más que en tal descripción se incluya a la raza entera. Otra posibilidad es que la responsabilidad culpable recaiga sobre una traducción malintencionada; pero no, esa lapidaria frase a la que me refiero figura así en el original, en inglés, sin error o interpretación alternativa. No queda más que aferrarse a que la expresión no sea sino la apreciación del marino-narrador; apreciación que, no obstante, y a lo largo del relato, la propia figura del negro, su actitud calculadora y mezquina, su pensamiento interesado y sus sentimientos egoístas, aunque cuestionables básicamente humanos, hasta cierto punto desmienten.
.....Leamos y Veamos...


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El negro del «Narciso»
(fragmento)

.....Habían nombrado al último hombre, y se hizo un instante de silencio mientras el oficial miraba la lista con atención:
.....—Dieciséis, diecisiete —musitaba—. Me falta un marinero, contramaestre —exclamó en voz alta. El hombre recio, originario del sudoeste de Inglaterra, cetrino y barbado como un español gigantesco, situado junto al oficial, replicó con voz cavernosa:
.....—No queda nadie, señor. Ya me he cerciorado. No está a bordo, pero puede que aparezca antes del amanecer. 
.....—Sí. Puede que sí y puede que no —comentó el oficial—. No puedo descifrar el último nombre. está todo emborronado... Está bien, marineros. Volved abajo.
.....El grupo apiñado e inerte se agitó, se dispersó y comenzó a ponerse en marcha.
.....—¡Wait! —gritó una voz profunda y atronadora.
.....Todo se quedó quieto. El señor Baker, que se había girado bostezando, se dio la vuelta aún con la boca abierta. Finalmente, furioso, dijo con brusquedad:
.....—¿Qué es esto? ¿Quién dijo Wait? ¿Qué...?
.....Entonces distinguió a una figura alta de pie sobre la batayola. Bajó de allí y se abrió camino a través de la muchedumbre, caminando con paso pesado hacia la luz del alcázar. Luego la voz sonora repitió con insistencia:
.....—¡Wait!
.....El resplandor de la lámpara iluminó el cuerpo del hombre. Era alto en verdad. Su cabeza se perdía en las sombras de los botes salvavidas que se elevaban en las varaderas sobre cubierta. La blancura de sus ojos y sus dientes relucía intensamente, pero no se le distinguía el rostro. Sus manos eran grandes y parecían ir enguantadas.
.....El señor Baker avanzó con intrepidez;
.....—¿Quién es usted?  ¿Cómo se atreve a...? —profirió.
.....El grumete, asombrado al igual que los demás, elevó la luz hacia la faz del hombre. Era negro. Un rumor de sorpresa —un débil rumor que sonó como el murmullo contenido de la palabra «Negro»— se extendió por la cubierta y se perdió en la noche. El negro no parecía escucharlo. Se balanceo allá donde se alzaba en un vaivén que se acompasaba al transcurso del tiempo. Tras una pausa, dijo con calma:
.....—me llamo Wait, James Wait.
.....—¡Oh! —exclamó el señor Baker. Luego, transcurridos unos escasos segundos de silencio, explotó de irritación—: ¡Ah! Así que se llama Wait ¿Y qué? ¿qué quiere? ¿Qué pretende viniendo aquí dando gritos?
.....El negro se mantenía calmado, impasible, encumbrado, incomparable. Los marineros se le acercaron y se quedaron de pie detrás de él como un solo hombre. El sobresalía media cabeza por encima del más alto. Dijo:
.....—Pertenezco a este barco.
.....Lo enunció marcadamente, con una tenue precisión. Los tonos profundos y encrespados de su voz llenaron la cubierta sin esfuerzo alguno. era despreciativo por naturaleza, condescendiente sin afectación, como si desde su altera de un metro noventa hubiera contemplado toda la vastedad de la estulticia humana y hubiera decidido no ser demasiado riguroso con ella. Prosiguió:
.....—El capitán me contrató esta mañana. No pude subir a bordo antes. Les vi a todos en popa al subir por la escala y pude distinguir que estaban pasando lista a la tripulación. Naturalmente, dije mi nombre en voz alta. Pensé que usted lo tenía en el papel y comprendería la situación. Me ha malinterpretado.
.....Se calló súbitamente. La estupidez que le circundaba era desconcertante. Tenía razón como siempre y, como siempre, se mostraba dispuesto a perdonar. Los matices desdeñosos habían cesado y, respirando pesadamente, se mantuvo quieto, rodeado por todos aquellos hombres blancos. Sostuvo su cabeza erguida bajo el resplandor de la lámpara, una cabeza modelada vigorosamente con sombras profundas y luces brillantes, una cabeza poderosa y deforme con un rostro atormentado y achatado, un rostro patético y brutal: la máscara trágica, misteriosa y repulsiva del alma de un negro.

(pags. 45-47, de: El negro del «Narciso», de Joseph Conrad. Editorial Espasa Calpe, 2006)
* La negrita es mía.


 

GALERÍA

John Bentham-Dinsdale
(1927 -    )

MARINAS

John Bentham-Dinsdale - Cutty Shark
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John Bentham-Dinsdale - The 'Donald Mckay'
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John Bentham-Dinsdale - The Evening Gun
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John Bentham-Dinsdale - Hermes, Gypsey Schooner and Belle Poule
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John Bentham-Dinsdale - The Blackballer 'New York'
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John Bentham-Dinsdale - The Blackballer 'New York'
John Bentham-Dinsdale - Pirate's Cove
John Bentham-Dinsdale - The American clipper Nightingale ploughing through the waves
John Bentham-Dinsdale - The Ark Royal flying the Royal Standard in the Channel
John Bentham-Dinsdale - The British Clipper Ship, Garfield
John Bentham-Dinsdale - The Clipper 'nightingale'
John Bentham-Dinsdale - The clipper 'Santa Clara'
John Bentham-Dinsdale - The Clipper Ship 'young America' Coming Into Port
John Bentham-Dinsdale - The Fleet Messenger
John Bentham-Dinsdale - The Four Masted Barque Jacqueline
launched for the Bordes Fleet in 1897
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John Bentham-Dinsdale - The James Baines
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John Bentham-Dinsdale - The Great White Ship France II
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John Bentham-Dinsdale - The Loch Garry
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John Bentham-Dinsdale - The Loch Katrine
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John Bentham-Dinsdale - The Norman Count Tea Clipper
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John Bentham-Dinsdale -
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John Bentham-Dinsdale - The Spindrift
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John Bentham-Dinsdale - The Sweepstakes Clipper Ship
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John Bentham-Dinsdale - The Three Brothers
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John Bentham-Dinsdale - The U.S. Clipper Westward Ho
Cracking Along In The Trade Winds
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John Bentham-Dinsdale - The United States Clipper Ship 'flying Crow'
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John Bentham-Dinsdale - The James Baines
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John Bentham-Dinsdale - Title unknown
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John Bentham-Dinsdale - Under the Red Cross
John Bentham-Dinsdale - The Chase & Capture Of The Pallas
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John Bentham-Dinsdale - The 'Victorious' & 'Rivoli'
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John Bentham-Dinsdale - Hermes, Gypsey Schooner and Belle Poule
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John Bentham-Dinsdale - The Surrender of the Prince de Neufchatel, December 1814
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John Bentham-Dinsdale - Action Between U.S.S. CONSTITUTION and H.M.S. JAVA
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John Bentham-Dinsdale - ateer GRAND TURK vs H.M. Packet HINCHINBROOKE
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John Bentham-Dinsdale - battle
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John Bentham-Dinsdale - battle 2
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John Bentham-Dinsdale - battle 3
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John Bentham-Dinsdale - English King Charles Ii Receiving
The Fleet After The Battle Of Sole Bay 1672
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John Bentham-Dinsdale - Niger & Tagus With Ceres, 6th January 1814
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John Bentham-Dinsdale - The Battle Of Sole Bay, 28th May 1672
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John Bentham-Dinsdale - U.S. Privateer Grand Turk Vs H.M. Packet Hinchinbrooke
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John Bentham-Dinsdale - US Frigate ESSEX Battles HMS ALERT
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