...Maternal, protectora, vigilante, solícita, cariñosa, tierna, serena... Esplendorosa, sensual, voluptuosa, seductora, enigmática, coqueta... La suma de todo ello arroja un saldo de: Mujer.
En cambio, las tres únicas obras --de las aquí ofrecidas-- en que el protagonismo activo corre a cargo de la figura masculina es, en una, para expresar el miedo pánico, y en las otras dos, como agente de muerte y destrucción. El amor y la ternura frente a la violencia, en suma.
Hay, en la perspectiva pictórica de Léon Bazille Perrault, una decidida apuesta maniquea hombre/mujer en que aquél no sale bien parado, y ésta no para de salir bien. Tienen sus representaciones femeninas el aroma del arcano amable: la madre/amante tierra que seduce y fructifica, fuente y origen de la vida, en la que el varón contribuye como mal necesario, parte dual del imprescindible conflicto en que la vida se resuelve. Sin la destrucción no es posible la renovación, sin la violentación de lo indeterminado lo posible no vería la luz. Eros y Tanatos, trenzados en cada sexo y personificando a cada sexo. Eros es la mujer, siempre gloriosamente victoriosa, que es capaz de germinar en su interior la nueva posibilidad; Tanatos es el hombre, hiende con violencia hasta para engendrar, declara guerras y las lleva a cabo, destruye para construir sobre las ruinas. Eros construye sobre el amor, sobre la entrega, sobre la enajenación de sí mismo en la vida floreciente de los hijos. Tanatos, en cambio, sacrifica a los hijos por sus ideas, los hace encarnación de las mismas, y después los inmola. Eros nunca inmola a su hijos, salvo para generar nueva vida que empuje a lo posible más lejos. De la exaltación de Eros se sigue la lógica de la orgía que promueve el placer y la vida. De la exaltación de Tanatos se sigue la irracional aniquilación que causa dolor y es objeto de muerte. De la necesaria cooperación de ambos se sigue el infinito fluir magmático de lo posible.
...Es Léon Bazille Perrault un pintor dotado, buen dibujante e imaginativo en la composición. Traslada a sus cuadros, con facilidad y rara exactitud, toda la fuerza de las emociones más contenidas, más sutiles, menos caricaturescas. Exhibe una habilidad especial para expresar el universo velado que se esconde tras los párpados cerrados de la inocencia, abandonada la conciencia en los ilimitados y desconocidos territorios del sueño, allí donde la infancia se siente morar en el paraíso nunca perdido. Y nosotros, curiosos y sensibles espectadores, podemos curiosear en ese universo ya olvidado a través de esas representaciones tan fidedignas (invariablemente inocentes, paradigmas de ingenuidad) como si fuesen claraboyas, tragaluces, lucernas donde la transparencia del cristal está sustanciada en rasgos precisos de cuerpos nonchalantes, abandonados a una vida otra, alternativa a ésta donde la beligerancia del conflicto nos hiere con su crudeza amoral.
Fijémonos bien en el rostro de la muchacha que en los dos primeros cuadros ejerce de escudo protector y consuelo del hermanito dormido (enajenado, pues, de la crudeza antes dicha): hay una diferencia sutil, un matiz existencial que pregona: en el primer caso, la desesperanza en el mutuo abandono: esa mano derecha aterida por el frío, esos ojos constipados, ese pie descalzo asomando bajo el vestido, que transmiten soledad y desamparo; en el segundo, la tristeza con ternura compartida: el cálido abrazo que intenta preservar el calor, el contacto de los rostros, la pandereta bien aferrada, que nos comunican el atisbo de un rayo de luz atravesando el gélido ambiente. En el primer cuadro, los colores fríos resaltando el desangelado ámbito; en el segundo, los colores cálidos abundando en la chispa de esperanza. Son dos ejemplos pasmosos de realismo académico que bien podrían ilustrar cualquier campaña de sensibilización ante la injusticia de la miseria, cuyas víctimas más inocentes son los niños en el mundo. Pero mucho me temo que el autor no pretendiera ese loable fin, sino el de, simplemente, recoger una realidad que entonces, hace siglo y medio, y ahora, sigue produciéndose (en esto la actualidad parece abogar por volver a poner de moda escenas tan aparentemente demodés hace tan sólo cinco años).
La belleza de esos rostros, la apacibilidad de la inocencia dormida, precisamente por inocente y por ajena, se clavan aún más en nuestro corazón contemplativo hiriendo nuestra conciencia, poniendo en cuestión el valor de nuestra moderna sociedad de consumo, donde escenas de este tipo, lejos de ralear, comienzan a proliferar de nuevo, ya no productos de la miseria de clase (aquella clase trabajadora explotada y sin derechos) sino producto de la pérdida del precario estado de bienestar conseguido (todo ello en referencia al primer mundo, claro, porque en el Tercer Mundo estas escenas no han dejado de producirse, aunque los rostros no fuesen tan bellos ni los rasgos tan amables, y, sobre todo, tan claros).
...Cuadros que mueven y conmueven el alma, y nos predisponen para contemplar los restantes: belleza prorrateada entre la turbación, la ternura, el misterio, la sonrisa (esos gatos juguetones), el pasmo ante la extrema fidelidad captada de lo maternal o lo fraternal, la turbación ante la escena de Tanatos derrotado en la persona de la joven viuda resignada que se refugia en la esperanza de la nueva vida, la candidez multiforme irradiando del rostro de la niñez (femenina, siempre, femenina), el candor de los angelotes enfundados en el paraíso nunca perdido, la picardía en los ojos no vendados de un cupido displicente, ... Y la niña hecha ya mujer, encantadora de cucos, danzarina, jovial, dormida, soñadora, inspirada o meditabunda. Mujer, ya, que se descubre, se desnuda, y muestra las armas del amor, la tierra fértil y deseable de un cuerpo proclive para el goce que es el señuelo de la fecundación, de la siembra de lo posible. Y él, Tanatos, seducido por la belleza --que esconde, mostrando, la posibilidad--, se enfrentará a mil peligros (o los creará si no le acosan) para lograr que una nueva semilla, implantada en el vientre de la bella, suplante al fruto --por él-- antes aniquilado (quizá, la personificación de él mismo). Se cierra el círculo.
¡Qué lejos parece quedar el origen del recorrido realizado hasta aquí! Aquellos rostros de emoción afilada, de ternura desgarradora, de inocencia irrazonablemente condenada a padecer. Aquella niña desamparada, y con la fuerza, no obstante, de un destino seductor latiéndole en el pecho, trasudando la trágica mirada, es la misma que nos ofrece, esplendorosa, su nívea desnudez desde la hamaca, y que parece estarnos está diciendo:
"Soy el clamor de la vida, el campo fértil en placer que te colmará de dicha, no quiero tu limosna de prudente satisfacción, te quiero a ti por entero: quiero tus caricias de posibilidad nunca satisfecha, quiero tus sueños sembrados en mi carne, quiero tu alma arrojada, audaz, a mi insaciable oleaje de océano infinito; te quiero escalándome las cimas que desconozco, sumergiéndote en la abismal profundidad que, ignorante, albergo, para traer, después, de esas mis altas profundidades, lirios de misterio entre tus labios, y ofrecérmelos diciendo: "aquí están las flores de lo posible que tú atesoras, con ellas haré una diadema que ceñiré a tus sienes de eterno acaso: Tú mi diosa", mientras tus ojos realizan una cumplida y gratificante ofrenda a este mi cuerpo por ti escalado y sembrado".
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GALERÍA
Léon Bazille Perrault
(1832-1908)
Les Jeunes Mendiants (1890)
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Out in the Cold (1908)
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Sisters
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Away from Home (1890)
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Pensive Girl (1904)
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Le Miroir de la Nature
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Son favori (1867)
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Naughty Kitty Steals a Lap
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Tenderness
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En Pénitence
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Jeune Mère avec sa Fille Endormie (1897)
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A Mother with Her Sleeping Child (study) (1896)
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Maternity (1873)
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Mother with Child (1894)
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Maternal Love
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Afection Maternelle (1872)
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Widowed and Fatherless (1874)
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Tendresse Maternelle
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Le Petit Frère (1989)
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L'Amour Fraternel
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Brother and Sister
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La Fille du Bûcheron (1883)
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The Apple Picker (1879)
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The Flower Vendor (1874)
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A Crown of Flowers
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Spring
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Petite Fille au Bouquet de fleurs (1896)
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Une Historie Interessante (1879)
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For my Chapel (1867)
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Sleeping Putto (1882)
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Cupid Sleeping
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Cupid Arrows
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Cupid Arrows (1882)
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L'Éducation de Pierrot (1894)
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Love and Innocence (1884)
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The Bird Charmer (1873)
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La Tarantella (1879)
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A Young Peasant Girl, Sleeping
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The Young Seamstress
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The Tambourine Girl
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Inspiration (1870)
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Meditation (1893)
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La Cigale (1893)
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Venus à la Colombe (1902)
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A Water Nymph (1898)
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Vanitas (1886)
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La Baigneuse (v 1) (1875)
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La Baigneuse (v 2)
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Le Petit Naufragé (1874)
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Le Premier Meurtre (Caín y Abel)
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La Mort de Priame (1861)
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APÉNDICE MUSICAL
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