martes, 17 de septiembre de 2013

Leyendo a Roberto Bolaño (I) - GALERÍA: Balthus (1)





A modo de aproximación al universo Bolaño

.....Estoy leyendo a Bolaño, Roberto Bolaño, escritor chileno, exiliado de todas las patrias y refugiado plenipotenciario en el universo de la literatura. Si hace, pongamos, diez años hubiera dicho que leía a Bolaño, en ciertos círculos hubiera podido tomarse como una enigmática declaración de intenciones o, para los más rabiosamente actuales, una provocación; para el común, en cambio, tal declaración no sería sino un dato anecdótico, mero saludo al sol, como si digo que estoy leyendo el periódico o un folleto publicitario de un centro comercial. Decirlo hoy, cuando este malhadado autor, una vez dado con injusta premura a la tierra, ha ascendido meteóricamente a los cielos de las Letras ( o bajado a su infierno, si hemos de atender al espíritu de la letra por él transmitida), es una obviedad para todo el que sienta cierta inquietud hacia la literatura en lengua española (hispana, en su más ecuménico sentido, y, por ello, mundial). Es Bolaño, tan sólo quince años después de su prematuro óbito, un escritor ya reverenciado, de obra escasa pero densa, dotada de una rara e indubitable calidad literaria, profusamente nutrida con su propio imaginario y tremendamente original. Y decir "original" en una época donde la originalidad (en literatura, pero también en el arte en general) consiste en copiar ad nauseam a los clásicos, pero modernizándolos, hasta hacerlos casi irreconocibles (como ha ocurrido, sin ir más lejos, con las óperas de Wagner cuyo argumento se ha ido adaptando al signo de los tiempos, adecuando escenarios y situaciones a una actualidad en perpetuo cambio), o supone trivializar lo excepcional, triturando su molla, añadiéndole considerable cantidad de sebo populista y especiándolo con buenas dosis de ordinariez mistérica y tecnología punta, para acabar embutiéndolo en una globalizada y democrática tripa de realismo fast food low cost exento de genialidad y talento --salvo en muy raras y honrosas excepciones--, es decir mucho. Y es original la obra de Bolaño hasta el punto de que ya se habla de ella --en los mundillos literarios-- como mojón de un antes y un después en la cronología de este noble empeño de escribir en castellano.

.....Formal e imaginativamente se le compara con Cortázar, sobre todo, pero también con Borges (por citar nombres consagrados, conocidos por la mass media; nombres cuya obra el mismo autor confesaba admirar). Una salud endeble le impidió un mayor recorrido, la realización de una obra de mayor extensión; aun así, como en el caso del creador de los cronopios o el del Aleph, su universo, teniendo un principio --su propia vida--, carece de final, pues hay en su obra una intencionada búsqueda de espacios abiertos, de horizontes tendidos e inalcanzables, de vida por resolver, de eterno retorno de lo (en este caso) disímil. Intencionalidad probablemente surgida al hilo de la conciencia amenazada por la ruptura brusca, por el corte definitivo, por el cuadrangular espacio cerrado y limitado de la tumba. Todo en él tendía a la inconclusión, todo en él lo apremiaba a abrir ventanas y puertas --y a dejarlas abiertas--, todo en él lo orientaba hacia la creación de universos posibles dentro de este, universos presentes pero ocultos, subliminales, que él gustó de desvelar con un lenguaje directo, melancólicamente lírico (no olvidar que él se sintió siempre, y ante todo, un poeta), poéticamente prosaico, literariamente rico y hondo. Es su estilo innovador, que permea los límites conocidos para derramarse hacia nuevas y poderosas fórmulas expresivas. Su pasado de poeta inconformista, creador en México de una tendencia denominada infrarrealista --y por él llevada a su misma obra --Los detectives salvajes-- bajo el término más ilustrativo de "realismo visceral"--, le permitió una mayor libertad expresiva; hilvanando, por ejemplo, los diálogos al mismo periodo sintáctico narrativo, sin sufrir, ni éste ni aquéllos, ninguna merma o distorsión significativa, antes al contrario, dotando de una fluidez y fuerza extraordinarios al texto, lo que redunda en un enriquecimiento del propio código lingüístico.

.....Estoy leyendo a Bolaño, y, al hacerlo, me baja a la boca un intenso regusto a espíritu iconoclasta y me sube a las mientes el inconfundible efluvio acre de lo visceral. Fabulador portentoso, tan portentoso que uno apenas distingue la fábula de la realidad en los mundos que recrea (mundos que, recuerdo, están en este; no siente el autor la necesidad de enajenarse ni de buscar puertas estelares), lo atormentado de su espíritu trasciende su propia conciencia de finitud (el temprano conocimiento de los días contados) para adentrarse en el más objetivo terreno de la sempiterna problemática de la especie: quiénes somos, de dónde venimos, a dónde vamos. Y en ese quiénes somos Bolaño siente la necesidad de crearse un alter ego, Arturo Belano, para surcar algunos de sus procelosos mares narrativos; y, además, trasfunde su personalidad aquí y allá, repartiéndola en diversos personajes más, a lo corto y estrecho (pero insondablemente profundo) de su obra, consciente de que el ser que somos no conoce más límites que los debidos a la aceptación, la claudicación y la comodidad o el interés práctico de cada cual, lo que en un (tradicionalmente conocido como) espíritu libre viene a significar la ausencia de fronteras. Para Bolaño sólo existió (a mi entender) una frontera infranqueable: la que delimitaba el término de su propia vida; pero en sí mismo siempre llevó ese germen de lo inasible e inconmensurable, de lo difuso, del movimiento constante y perpetuo. Quizá aquí pulsaba, y pesaba, esa su experiencia del desarraigo: Chile (diversas localizaciones), México, España (diversas poblaciones), y los muchos destinos recorridos por sus personajes (países tan propios como aquellos que le empolvaran los zapatos). Es la pulsión de las raíces volatineras, de la ausencia de enraizamiento a un determinado sustrato. Las raíces de Bolaño eran la propia vida, y allá donde ésta lo esperara, acogiéndolo. No hay mayor patria para un ser humano que la que funda sobre sí mismo. Ningún débito a la tradición, ninguna cuenta pendiente con una genealogía demarcadora, ningún lastre, ninguna atadura. Uno siempre siendo perpetuo refundador de su propio ámbito: demiurgo de la Creación que en su mismo ser porta --consciente y eficaz-- el impulso creador. Nos basta con ser nosotros mismos --parece decirnos el demiurgo creador-- para serlo todo, todo lo que importa, todo lo necesario.

.....A la respuesta del de dónde venimos, la respuesta del apátrida chileno deja lugar a pocas dudas: venimos del aquí ahora, pero de ese aquí y ahora que no se agota en lo aparente, y en el que indaga el escritor desde sus orígenes poéticos, a través de ese movimiento que tildara de infrarrealista junto a otros compañeros de aventura existencial. Pero como él no podía pararse, sobrepasó el rótulo y el impulso, y abandonando el ámbito de la poesía experimental se adentró en el más rígido y formal de la narrativa, para violentarla, para empujarla hacia lugares que parecían inexistentes, demostrando, así de paso, que el hombre sin límites (que no el hombre sin atributos) no debe pararse ante ninguno, y que con determinación y fe en sí mismo, antes o después, acabará por hallar la rendija en el muro, el hueco en la alambrada, por el que salir para conquistar lo nuevo. Con ello, Bolaño, demostraría no sólo el poder de la confianza en sí mismo, sino en el premio que espera a quien se arriesga a perderlo todo por ganar el ser que se es (que uno siente  que es). Venimos, pues (el hombre viene) de donde siempre hemos estado en este viaje que llamamos vida: de nosotros mismos; sólo que no recordamos (o hemos olvidado, o no queremos admitir) el tránsito de la nada que nunca fuimos hasta el ser que sentimos que somos. Es por eso que Bolaño (pero también todos los grandes y originales fabuladores que en el mundo han sido), es capaz de percibir y registrar el mundo alrededor en sonido polifónico, y reproducirlo, por ende, con alta fidelidad. Al fin y al cabo, no hace sino dar rienda suelta a las mismas voces, a los mismos registros, que siempre ha sentido propagándose en su pecho oracular, percutiendo en su conciencia multiversa. El hombre viene de su posibilidad fecundada y fecundante. En su mano está parirse periódicamente otro. Y Bolaño utilizó esta facultad con eficacia abrumadora, con ímpetu genésico inagotable... mientras duró su vida.

.....En cuanto al a dónde vamos, a Bolaño le traía sin cuidado. De aquí su afán por lo inacabado, por lo abierto, por lo sin final. Y no es que hiciera declaración manifiesta de creencias regeneracionistas, ultraístas o redentoristas. Un pito le importaban a él los eternos retornos, las reencarnaciones y otras muletas-antídotos contra el miedo al acabamiento. Probablemente él sí creyera que aquí se acababa todo, pero con la relatividad del que no cree en un principio ajeno a un espíritu que deja demasiadas preguntas en el aire. Él se acogió a la futilidad del preguntar, a este espíritu que no pregunta porque no necesita --ni siente curiosidad, siquiera-- conocer las respuestas. Ateo con fundamento (ese ateísmo que funda la religión sobre el altar del mismo ser --humano), el a dónde vamos (iremos) le inquietaba lo justo para dejar a los suyos con los riñones cubiertos. Más allá la curiosidad (su curiosidad) cejaba. Parecía así compensar esa otra curiosidad inmarcesible que le llevaba a una dedicación absoluta a la labor creativa; no por perdurar, sino por abarcar, sino por ser, por expresar el ser que bullía, efervescente, en su interior. ¿Se podría calificar esta su visión indeterminista, existencialista e irredenta de "una huida hacia adelante"? Puede ser; pero ¿qué otra cosa es la vida, sino una caída aparentemente descontrolada e imparable? La vida misma contesta las preguntas con nuevas preguntas; sus respuestas son batería de nuevas incertidumbres. Esto Bolaño lo comprendió, lo sintió y pudo expresarlo en sus obras con solvencia y de forma magistral. Es Bolaño el mayor artífice de los puntos suspensivos, de los paréntesis sin cerrar, de las frases que entran y salen del tiempo y el espacio con la facilidad de ectoplasmas, no sin antes haberse manifestado con sensible claridad y con una belleza pálida, lunar, argentina, plena de sugerencias y evocaciones. El a dónde vamos se agota en el dónde estamos: ahí donde estamos, iremos. Es preciso llegarse hasta donde uno está, aunque sólo sea para constatar que se está ahí. Y no es siempre fácil hacerlo, pues sucede a menudo que uno se encuentra a disgusto incluso con el lugar que aparentemente ocupa su personaje (el que representa, el que los demás le han adjudicado u obligado a representar), cuanto más para intentar arrostrar el riesgo de emprender la audaz aventura que supone el viaje hacia uno mismo. Bolaño lo hizo, primero titubeando, trastabillando entre versos libres y pies quebrados, y después, con decisión y determinación sobrehumanas, pilotando magistralmente la nave narrativa, construida con la prosa más desvergonzadamente descarada y sobriamente lírica que se recuerda en años.

.....Seguiré hablando de Bolaño, de su poder de sugerencia sobre mí, sugerencia nada evocadora de pasados, si no reveladora de futuros enquistados al presente. Por ahora, para esta primera aproximación a su aura, baste lo dicho. En los dos próximos post incluiré, botones de muestra, dos citas, dos  fragmentos de la última novela aparecida (2011), ya póstuma, y recopilada de entre los textos que dejó, ya en papel ya en el disco duro del ordenador. Obra singular donde las haya, pues está extrañamente pensada por su autor para no ser acabada nunca, como la vida misma, hilvanada al hilo del día día, entresacando de su cotidiana trama la aventura vivida o (imaginada) por vivir. Lleva por título: Los sinsabores del verdadero policía. El policía, aquí, somos tú --lector que ahora me lees a mí, y que quizá acabes, para tu ventura, leyéndolo a él--, yo y cuantos lectores nos abocamos a desentrañar los enigmas sembrados en los textos, en cualquier texto, con trama por resolver --y más concretamente en los de este poliédrico autor.

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GALERÍA



Balthus
Stanislas Klossowski de Rola
1908-2001

Inocencia 1
1929-1954

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Cathy's toilette, 1933
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Alice at the Mirror, 1933
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The Fear of Ghosts, 1933
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The Street, 1933
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Guitar Lesson, 1933
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Lady Abdy, 1934
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The King of Kats (Self-Portrait), 1935
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The King of cats, 1935
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Study for the Dream I, 1935
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La Famille Mouron-Cassandre, 1935
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La Famille Mouron-Cassandre, 1935
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Portrait de la Vicontesse de Noailles, 1936
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André Darin, 1936
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Les Enfants Blanchard, 1937
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Les Enfants Blanchard, 1937
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Girl and Cat, 1937
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Jeune Fille au Chat, 1937
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Joan Miró and His Daughter, Dolores, 1937
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Still Life, 1937
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The Mountain, 1937
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La Jupe Blanche, 1937
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La Jupe Blanche (Alicja), 1937
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The Victim, 1938
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Thérèse, 1938
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Thérèse, 1938
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Thérèse Dreaming, 1938
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Thérèse Dreaming, 1938
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Le Cérisier, 1940 (Fondation Balthus)
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The Cherry Tree, 1940
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Le Goûter, 1940
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Le Salon (II), 1942 (MOMA)
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Drawing Room, 1942
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Drawing Room, 1943
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Drawing Room, 1843
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Patience, 1943
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Jeune Fille Endromie, 1943 (FB)
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Sleeping Girl, 1943
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L'Ecuyere, 1944
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Jeune Fille en Vert et Rouge, 1944
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