lunes, 9 de abril de 2012

James Pradier: ¿El Fidias francés?





Aunque, con permiso de la Grecia Clásica que la alumbrara, Italia sea cuna y fértil venero de la escultura Occidental no es la única nación que haya dado hijos taumaturgos de la piedra y el ensueño en mármol cincelado. Muchos hay, hijos de otras naciones, que a lo largo de las épocas han realizado un par de obras soberbias, incluso capaces de medirse a las de un Gimabologna, un Donatello, o a las de la trilogía dorada que comenzando en el gran Michelangelo pasa por el caballero Bernini hasta culminar en el divino Canova. Pero pocos existen con semejante profundidad, amplitud e impronta. Entre éstos podría encuadrarse al neoclásico/neo-canovista islandés/danés Bertel Thorvaldsen (al que se dedicará el oportuno espacio) y al que hoy presento aquí: Jean-Jacques (James) Pradier.
James Pradier, nacido en Ginebra, de raíces francesas, en un tiempo en que las fronteras poseían aún la elasticidad propia de los estados no del todo fraguados (Ginebra en 1798, ocho años después del nacimiento de nuestro escultor, era capital del departamento francés del Leman), despuntó temprano por su talento artístico en la Escuela de Dibujo de su ciudad natal. Al mismo tiempo entró como aprendiz en el taller de un joyero-relojero, experiencia que más tarde le serviría para realizar copias de sus obras en formatos reducidos como objetos decorativos y ornamentales. A los 17 años se trasladó a París con su hermano mayor donde, a la sazón, oficiaba como grabador.

En 1813 se presenta y obtiene el prestigioso Premio de Roma a la mejor escultura de aquel año, lo que le abrirá las puertas de la meca de la escultura y donde podrá estudiar a los clásicos. Será becado hasta 1818, residiendo en la elitista Villa Médicis. La obra que le abre las puertas del éxito y la fama será un altorrelieve Neoptoléme empêche Philoctète de percher Ulysse de ses flêches, en la que se representa la famosa escena en que el hijo de Aquiles detiene el ímpetu del depositario del arco y las temibles flechas de Heracles (sin las cuales, había predicho el oráculo de Delfos, Troya no caería), ante la demanda del artero héroe Odiseo.
Esto será el comienzo; a partir de aquí, Pradier, se convertirá en el escultor de Francia. De tendencia neoclásica, revisionista del neo-canovismo imperante, su eclécticismo le lleva a coquetear en sus obras con el manierismo y, tardíamente, con el romanticismo. Ambas tendencias son fácilmente detectables en sus obras menos suntuarias (que también) y más libres.

Los motivos de preferencia son los mitológicos, en esto es tan neoclásico como el que más, pero también, en sus encargos, deja traslucir un gran bagaje alegórico como en las Fuentes de Molière y de Nîmes; además el tratamiento formal de los personajes está dotado de un cierto matiz moderno (visible en los peinados femeninos y en ciertas actitudes y poses). Alejado de lo forzados escorzos de Bernini o la sutileza etérea de Canova participa de ambos con una naturalidad pasmosa (véanse, para corroborarlo, los ilustrativos casos de La Odalisca, Las Tres Gracias o Nyssia). La delicadeza de Canova o el poder de Bernini también están allí presentes (Venus y el Amor Niño, Prometeo Encadenado), si bien no alcanza la expresividad de estos más que en raras ocasiones. En su Sátiro y Bacchante, el conjunto más erótico que realizara, en cambio, sobrepasa a aquéllos en el milagroso matrimonio entre "modernidad" y "clasicismo".
El tratamiento del cuerpo femenino oscila entre las líneas más voluptuosas y los volúmenes más estilizados, destilando sus figuras un extraño aroma a modernidad. Esos cuerpos, muchas veces, son cuerpos más de modelos novecentistas que de mujeres clásicas. Los peinados, los rostros, muestran (y esto nadie lo ha dicho, al menos en ningún sitio lo he leído) una desconcertante similitud con los rasgos orientales (Psyché podría ser perfectamente la representación de una deidad del panteón hindú).

Cuerpos modernos en personajes clásicos; rasgos cotidianos relacionados con el contemporáneo siglo XIX para representar escenas y episodios mitológicos, esa fue su gran contribución, su gran apuesta: conseguir el más difícil todavía que sin obviar la tradición, el canon griego de un Fidias, acercara la expresión al gusto de la época, y ello sin traicionar ni a uno ni a otro.
En cambio todo el afán con que encaró el tratamiento del eterno femenino y el éxito que con ese tratamiento obtendría se le negaría en la realidad. Tuvo dos grandes amores, y los dos terminaron mal. El primero, con la bellísima Juliette Drouet, quizá su gran amor, duraría cerca de diez años, con ella tendría una hija, Claire, que moriría a los 20 años de edad. Después, ella --eterna aspirante a actriz, sin demasiado éxito--, conocería a Victor Hugo con quien mantendría una larga y célebre relación.
El segundo sería con su esposa, Louise d'Arcet, con quien tendría otros tres hijos. Louise fue lo opuesto a un firme apoyo; famosa por ser manirrota y casquivana hasta el punto de no saber decir que no a nada ni a nadie (fue amante, entre otros muchos, de Alexandre Dumas hijo, quien la cantaría como "La belle aux cheveux d'or"). Pradier acabaría separándose de Louise doce años después de casado, en 1845. Existe una curiosa y literaria anécdota en torno a esta mujer: su confidente y auxiliar, Louise-François Boyé, escribiría unas célebres Mémoires de Madame Ludovica, basándose en su escabrosa y ajetreada vida, y es en estas Mémoires... que se inspiraría Gustave Flaubert para su Madame Bovary.

Su obra puede dividirse en:
1. Encargos civiles (decoración de la Asamblea, Arco del Triunfo, Plaza de la Concordia, Panteón de Napoleón, decoración del Palacio de Luxemburgo, Fuentes de Molière y sobre todo la berniniana Fuente de la Explanada de Nimes).
2. Encargos privados (bustos, estatuas de cuerpo entero, de personajes contemporáneos, nobles y militares preferentemente)
3. Obra religiosa. Varias Pietàs: Chapelle de Notre-Dame de la Pitié cerca de Toulon, Saint Paul, en Nimes; esculturas de santos y ángeles: San Carlos, Santa Teresa, El Ángel de la Resurrection, Iglesia de la Madeleine de París: Le Mariage de la Vierge (grupo); arte funerario: estatua alegórica de La Inmortalidad, para la tumba de André Amenlier (cementerio protestante de Nimes).
4. El cuerpo femenino, el erotismo. Aquí se hayan sus obras más representativas y famosas: Las Tres Gracias, Nyssia, La Poesía Ligera, Psyché, El Sátiro y la Bacchante, Cassandra, La Toilette de Atalanta o Safo. Todas ellas de una factura que lo acercan a toda la tradición más clásica de la escultura: desde los griegos (Fidias, Praxiteles), a Bernini o Canova.

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OBRA

Jean-Jacques (James) Pradier
(1790-1852)
(En orden inverso a la exposición)

4.
El Eterno femenino. El erotismo

Sátiro y Bacchante




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Las Tres Gracias
Aglaia, Eufrosine y Talía



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La Toilette de Atalanta



  
  
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La Odalisca


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Safo


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Venus en la venera
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Phryné

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Nyssia


 
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La Poesía Ligera



 
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Psyché

  


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Venus y el amor

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Cassandra
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Alegoría de la Primavera
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Bacchante acostada

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3.
Obras Religiosas

La Pietà (Toulon)
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La inmortalidad

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El Matrimonio de la Virgen
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2.
Bustos, Estatuas de la Nobleza

 
El Rey Louis-Philippe y la Reina Marie-Amélie


  
Fernando, Duque de Orléans, Gral. Barón de Feuchères, Jules Canonge
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1.
Obras Públicas Civiles

Fuente de la Explanada, Nimes

  

   
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Fuente de Molière


 
Comedia Ligera - Comedia Seria
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Panteón de Napoleón, Victorias

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Asamblea, Cámara de los Diputados
 
El Orden Público - La Libertad
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Otras Obras

Niobide herido
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Prometeo encadenado
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Neoptolemo, Filoctetes y Ulises (su primera obra)

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Ulises porta el cuerpo inerte de Aquiles (su última obra)

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