sábado, 13 de julio de 2013

Relatos de Julio 2013 (2): Especulaciones (I) - GALERÍA: Jean-Honoré Fragonard




Especulaciones
 I

El preámbulo
.....Quien me conoce sabe de mi insobornable rigor intelectual y de mi nula inclinación a dar pábulo gratuito a la fantasía. Quien haya tenido la paciencia --y el dudoso gusto-- de seguir mi trayectoria profesional sabrá que soy poco proclive a aceptar teorías de incierta o poco sólida fundamentación. Mis íntimos, a lo sumo, me habrán oído alguna vez expresar la reserva con la que afronto todo empeño meramente empírico; si bien concedo al menos el beneficio de la duda a quien, en base a una experiencia reiterada y comprobable, se atreve con audacia a enunciar provisionales teorías, soy reacio, por principio, a aceptar cualquier tesis o proposición sin una sólida argumentación que la respalde, sin un serio análisis que la diseccione y sin una suficiente demostración que la avale. Por todo ello lo que seguidamente relataré, la veracidad de lo que me dispongo a contar, está amparado por la honestidad y garantizado por el amor a la verdad que me caracteriza. No pondría mi palabra --y con ella mi honor-- en juego si no estuviera convencido de que todo cuanto voy a decir es tan real como estas mismas palabras que estoy empleando para decirlo.

.....Para comenzar el relato he de retrotraerme a unos meses atrás, cuando, aprovechando mi estancia en Heidelberg, con ocasión de mi asistencia a un congreso sobre Pensamiento en Acción, en el que debía presentar una ponencia sobre Verdad y Mentira de la Ciencia: los orígenes de la Ilustración, conocí a un personaje en extremo peculiar. Procedía de Turín, del departamento de Filosofía Aplicada de su prestigiosa Facultad de Filosofía y Letras, y dictó una conferencia con el extravagante y sugerente título de De la verdadera naturaleza de las olas y otros desvaríos: una epistemología del absurdo. En mi vida había sido testigo de tamaña combinación de conceptos como aquélla en un mismo enunciado, así es que, por mera curiosidad, decidí asistir a tan peculiar disertación. Tras la pertinente presentación por el anfitrión, el decano Von Hasenbach, un hombrecillo de escasa estatura y exigua complexión se subió al estrado. Era casi albino, de piel sonrosada y pecosa, y portaba enormes gafas de carey que le daban un aire casi ridículo, de personaje cómico de uno de esos programas infantiles televisivos que unos adultos bienintencionados realizan con la mejor intención, pero que los niños no suelen ver. Contra todo pronóstico, su voz era firme, bien modulada, de tenor dramático, por lo que cualquier presunción de timidez debida a su apariencia, su voz se encargaba de disiparla al instante. El nombre le venía como anillo al dedo: Pietro Del'Alba. Era Profesor Adjunto, aunque todo apuntaba a un próximo ascenso a Titular de Cátedra. Según rezaba el sintético currículum consignado en el programa de mano, estaba considerado todo un experto en la relación existente entre filosofía y sociobiología. Era difícil calcular su edad (siempre lo es en los albinos), pero conjeturé que no debía sobrepasar los cuarenta.

.....La conferencia, a la que asistimos apenas dos docenas de curiosos, comenzó con dos citas: "Si no te atreves a imaginar, no sabrás de qué está hecha la realidad", y "Lo absurdo de la razón es la razón del absurdo". Ambas citas hacían referencia, obviamente, al título. Y, por lo que cabría esperar, la disertación versaría sobre estas dos ideas que glosaban los dos hemistiquios del epígrafe de cabecera. Después, el profesor Del'Alba nos presentó a un autor que probablemente no conoceríamos (lo daba por descontado, pues él mismo lo descubrió sólo unos meses antes, en una de sus periódicas batidas por las bibliotecas más vetustas de Europa). El hallazgo tendría lugar en el depósito de los fondos de manuscritos anónimos de la Biblioteca Mazarino, de París. Un amplio espacio subterráneo donde se acumulan cientos de textos cuya autoría no se conoce, o cuyo autor signó su obra con seudónimo sin aportar ningún dato que lo hiciera identificable. Normalmente suele haber curiosos, investigadores, ratas de biblioteca (éstas sí), eternos buscadores del asombro, en fin, que escudriñan e intentan identificar los textos que allí se hallan. Sólo se puede hacer, como es obvio, con el preceptivo permiso de las autoridades culturales francesas y el consejo del Instituto de Francia, donde está ubicada la que es Biblioteca Pública más antigua de Francia.

.....En el libro, por toda identificación, sólo figuraba un nombre: Hydrargyros, probablemente un seudónimo del previsible autor, o autores. Sí señores, el señor Mercurio, bromeó (en alusión al significado de dicho término griego). La obra --en realidad una obrita o un opúsculo tamaño cuartilla, con pastas de cartoné y lomo de cuero-- no constaba más que de 144 páginas, escritas a mano, con bella letra bastardilla. También figuraban algunos dibujos, no más que esbozos, alusivos o ilustradores de alguna de las descripciones que se hacían en el texto. Tenía todas las trazas de ser un memorándum, un cuaderno de bitácora en el que figurasen pensamientos y teorías en vez de describir acontecimientos y reflexiones al hilo de ellos.  En un primer momento, nos dijo el adjunto, creyó que se trataba de un escrito tardo medieval, de inicios o mediados del siglo XVI, pero al leerlo, y en base a los datos  que allí se ofrecían, descubrió que correspondía sin duda al XVIII, en plena Ilustración, por tanto. Tras requerir el pertinente permiso (otro más, diferente al de consulta) obtuvo licencia para pedir una datación exacta mediante un análisis del soporte y de la tinta (con la vana esperanza de hallar alguna pista que lo condujera a un nombre propio, alguien concreto, preciso, con historia que hilvanar a la historia conocida). Por su parte, analizaría minuciosamente estilo y contenido para poderlo asociar a algún personaje contemporáneo conocido ¿Y por qué todas estas molestias? ustedes se dirán. Es simple: por la entidad del contenido de aquellas pocas páginas.

.....Tras decir lo cual, Del'Alba ya tenía al auditorio prendido (y prendado) de su discurso: un autor desconocido, que firma con seudónimo --un término griego--, escribe un texto, a mano, en un soporte encuadernado; es un autor contemporáneo a Voltaire, Diderot y D'Alembert, a L'Encyclopédie por tanto; el libro manuscrito acaba (aún sin saber cómo) en una prestigiosa biblioteca del París; queda allí arrumbado en los sótanos, condenado al olvido; hasta que un estudioso, un hombre peculiar, del siglo XX, lo encuentra, lo lee y queda tan impresionado por lo que allí se dice, que decide realizar un análisis físico de la obra y una exégesis del texto para intentar averiguar la verdadera autoría del mismo. Ya tenemos varias piezas de un puzzle que sugiere la presencia del misterio. La atención ya está capturada; el interés, suscitado; la curiosidad, excitada. Cualquier cosa que aquel buscador de asombros pudiera, en adelante, decirnos sería absorbido como lo haría un sediento el agua que al fin se le ofrece. Y nos dispusimos a absorber.

.....¿Qué se decía en aquellas páginas amarillentas, con bella letra escrita en tinta china ligeramente desvaída por el paso del tiempo? ¿Qué secretos allí se guardaban como para atraer la atención de un prestigioso investigador? Tras un  primer vistazo daba la impresión de no ser sino una especie de compendio, de recensión de una obra más desarrollada y extensa; por otra parte también sugería la posibilidad de ser un texto codificado, precisó el albino profesor. Al menos eso pensaba él. Su estilo era el de otros tantos ilustrados de la época, pero tenía ciertos rasgos distintivos: su lenguaje, su corpus parecía traslucir ciertas similitudes con la filosofía hermética. Pero si uno ahondaba, si uno se liberaba del prejuicio de ciertos conceptos que aquí y allá se vertían, si uno se abstraía de los árboles para contemplar con la suficiente perspectiva el bosque, uno descubría allí un trasfondo empírico muy del estilo de un Francis Bacon, muy del estilo (y fundamentación) de un Newton o un Leibnitz, todo ello (si uno seguía profundizando, atenta la mirada al paisaje imperceptible) mechado de una espiritualidad más swedenborgiana que eckhartiana. En fin que aquel pequeño tratado poseía una densidad impropia de un simple entretien. Había en él mucha tela filosófica que cortar. Además, había partes (que ya detallaré más adelante), en las cuales las páginas estaban sembradas de complejas fórmulas de matemática avanzada. Por lo que al interés filosófico debía añadirse el científico. Aquello tenía toda la pinta de ser una bomba de sentido y significación. Llegado a esta conclusión, me dispuse a realizar un pormenorizado análisis. El resultado del mismo, sucintamente, es lo que me propongo narrarles seguidamente. El profesor Del'Alba aprovechó una pausa para beber un sorbo del agua que contenía un vaso dispuesto ante él para tal fin. Se quitó las gafas, las dejó sobre el atril, se pasó las manos por la cara (como si borrase con ese gesto un encerado ya colmado, para poder seguir escribiendo sobre él) y, volviéndoselas a colocar, prosiguió.

.....El libro en cuestión, hora es ya que lo revele, tenía (tiene) el título de Especulaciones. Así, tal cual. Y sólo cuando uno lo abría y consultaba el escueto índice, encontraba alguna pista sobre su temática. Allí uno se topaba con epígrafes como: De la verdadera naturaleza de las olas, Del hombre lunar o De la esencia espiritual de la luz. Con estos tres les bastará para hacerse una idea de ante qué tipo de texto nos encontramos, una obra ciertamente singular a la que podríamos perfectamente aplicar el calificativo de heterodoxa. Bien, pues si se lo aplicáramos --el calificativo de heterodoxa-- veríamos que este término no sería suficiente para determinar el talante del contenido. Pues si es, hasta cierto punto, heterodoxo lo que allí se dice, el cómo lo dice, y, sobre todo, cómo lo argumenta y/o demuestra, sigue la pauta de la más pura ortodoxia, ya sea matemática, física o filosófica. Esto me sugirió la peregrina idea de que podría tratarse de alguien conocido (quizá muy conocido, acaso célebre) que expresase allí, de forma encubierta y bajo un seudónimo, pensamientos y reflexiones, estructurados en teorías, digamos que de dudoso rigor científico y generoso tono especulativo. Intuiciones, vamos, que el teórico autor no se hubiera atrevido a publicar bajo el amparo de su nombre, pero cuyo prurito intelectual no podría resistirse a consignarlas por escrito. Es habitual que estos ejercicios de exhibicionismo intelectual se realicen bajo seudónimo, cuando quien los realiza es alguien bien conocido y reconocido. Se trataría, pues, de un personaje de naturaleza poliédrica: riguroso, empírico y racionalista, por un lado; pero, al mismo tiempo, con una cara oculta que coquetease con lo taumatúrgico, lo mágico y lo hermético. Tampoco es algo inusual en aquella secular época tildada de Las Luces, en la que, con ellas --con las luces--, se intentaba alumbrar lo que hasta ese momento permanecía oculto o velado por el misterio. El poso de lo inasible siempre ha estado presente en la investigación de lo desconocido, es más, es preciso esa apertura mental al terreno inexplorado de lo posible para que el progreso no se detenga. Sólo se descubre lo que se ignora, y lo que se ignora no puede buscarse en lo conocido, hay que abrirse pues al misterio de lo ignoto. Y esto, ni más ni menos, es lo que palpitaba en aquel extraño y denso tratado...

(continuará)

-o-o-

GALERÍA



Jean-Honoré Fragonard
1732-1806

Selección


The See Shaw, 1750
.
The Shepherdess, 1750-1752
.
The Shepherdess, 1750-1752
.
The Shepherdess, 1750-1752 (detail)
.
Psyche showing her sisters her gifts from Cupid, 1753
.
Cephalus and Procris, 1753
.
The Musical Contest, 1754-1755
.
The Birth of Venus, 1753-55
.
The Storm, 1759
.
The Prize of a Kiss, 1760 (study)
.
The Prize of a Kiss, 1760
.
Venus and Cupid, 1760
.
The Laundresses, 1756-61
.
Rinaldo in the garden of the palace of Armida, 1763
.
The Small Park, 1762-63
.
Coresus at Callirhoe, 1765
.
The Bathers, 1765
.

.
Happy Lovers, 1760-65
.
The Cradle, 1761-1765
.
The Swing, 1767
.
Inspiration, 1769
.
Marie Madeleine Guimard, 1769
.
Portrait of Denis Diderot, 1769
.
Jean Claude Richard, Abbot of Saint Non, 1769
.
The Music Lesson, 1769
.
The Warrior, 1769
.
Girl with a Dog, 1770
.
Girl with a Dog, 1770
.
Self-Portrait, 1760-70
.
Blind Man’s Bluff, 1769-1770
.
Blind Man’s Bluff, 1769-1770
.
The Confession of Love, 1771
.
Young Woman Playing with a Dog, 1765-1772
.
The Progress of Love The Pursuit, 1773
.
The Progress of Love The Pursuit, 1773
.
The Adoration of the Shepherds, 1775
.
Visit to the Nurse, 1775
.
Blind Man's Buff, 1773-76
.
Blind Man's Buff, 1773-76
.
The Little Sultan, 1772-76
.
A Young Girl Reading, 1776
.
A Younfg Scholar, 1775-78
.
The Bolt, 1778
.
The Souvenir, 1775-78
.
The Souvenir, 1775-78
.
The Zenith, 1778
.
A Boy as Pierrot, 1780
.
Education is All, 1780
.
The Love Letter, 1770-80
.
The Love Letter, 1770-80
.
Portrait of Elisabeth Sophie Constance de Lowendhal, 1775-1785
.
The Fountain of Love, 1785
.
The Sacrifice of the Rose, 1785
.
The Stolen Kiss, 1788
.
Girl with a Marmot, 1770-1790
.
At the Stove
.
Aurore
.
The Happy Lovers
.
Portrait of a Young Artist, presumed to be Jacques Andre Naigeon
.
Psyche and Her Two Sisters
.
Rest on the Flyght into Egypt
.
Venus and Cupid
.
The Good Mother
.
The Progress of Love
.
The Reader
.
Le Chat Angora
.
The Sermon of Love
.
The Beginnings of Model
.
The Fight Unnecesary.
Two sisters
.
Girl with Bird
.
The Three Graces
.
Marie Madeleine Guimard as Terpsicore
.
The Beautiful Servant (Pointless Resistance)
.
Girl Playing with Dog and Cat
.
-o-o-o-