Reflexiones Veraniegas
Pulsar, tañer, palmear... Instrumentos musicales y simbología sexual
(Apéndice a la Galería de Mária Szánthó)
.....Mástil, mango, caja de resonancia, botón, cuerdas, pandero... Pulsar, percutir, tocar, tañer, rasgar (o rasguear), frotar, palmear. Sustantivos y acciones que aluden equívoca o inequívocamente a lo sexual.¿Hay un objetivo simbólico en el hecho de incluir un instrumento musical en un cuadro? Imagino que habrá casos en que sí y otros, en cambio, en que no haya otro motivo que el meramente temático. Todo dependerá del contexto, de la escena representada. Todos sabemos que la pintura (lo mismo que la escultura y cualquier otra manifestación artística plástica susceptible de ser vehículo de significados) ha servido siempre no sólo para recrear la naturaleza (sea humana o no) sino para transmitir mensajes, más o menos codificados. No hay más que mirar cualquier cuadro (cualquier escultura) desde el románico o el gótico hasta nuestro días, pero sobre todo barroco –haciendo caso omiso del estilo simbolista, por su obviedad–, para encontrar allí todo un universo de representación simbólica. El pintor, motu proprio o por encargo, introducía en su obra, para matizarla, completarla, realzarla, explicitarla u obscurecerla, una serie de objetos, animales, plantas, minerales, construcciones, etc, acompañando el tema principal. Con ello, como digo, conseguía transmitir mensajes cifrados que el observador descodificaba en la medida que reconocía las claves. Esto también tuvo –tiene– su utilidad en épocas censoras, donde el artista debía atenerse a un rígido marco oficial representativo, que podía burlar con estos pequeños detalles.
.....La simbología sexual es muy amplia, y, así mismo, depende de la cultura y sensibilidad del observador (y del artista, obviamente). Los órganos sexuales externos, masculinos y femeninos, víctimas de un puritanismo más o menos riguroso, siempre han debido ocultarse o expresarse de la manera más natural y menos libidinosa, so pena de ser sometidos al rigor, o de la ley o del mal gusto (¿?). Así, ante esta forma de intentar poner puertas al campo, tanto artistas como espectadores han ido creando todo un sistema de códigos simbólicos que sugieren o aluden a dichos órganos. Por otra parte, la frontera entre lo que se ha dado en llamar erotismo y pornografía es, a veces, muy difusa: ni todo sexo explícito es erótico, ni toda exhibición de órganos sexuales es pornografía. Como siempre, depende del contexto y de la formación del observador. Yo soy de los que cree que esa frontera es artificiosa y absurda, porque no se puede tachar negativa o peyorativamente una actividad placentera, mientras sea libremente asumida y disfrutada por quienes la realizan, sin coerciones ni coacciones, sin violencias (más que las consentidas en un juego de poder sensorial y estimulador) y sin obligaciones. Estimo, en cambio, que allí donde hay una sexualidad libre y libremente expresada hay mayor equilibrio y menos frustración. Esto lo vio –con algún reparo– Freud, y también Jung, y Reich, y Fromm y tantos otros.
.....Ahora bien, si de alguna frontera cabe hablar, ésta la marcaría el carácter del hecho –erótico o pornográfico– relativo a un concepto por otra parte así mismo elástico: lo obsceno, contrapuesto al buen gusto. Lo obsceno es aquello que ofende al pudor (vergüenza), por tanto dependerá del pudor del observador; sería, desde este punto de vista, un factor esencialmente moral subjetivo y variable; por otra parte, el buen gusto se refiere más a cuestiones ético-estéticas antes que a morales, aunque es, de la misma manera, un factor subjetivo y variable; pero mientras el pudor (o la vergüenza) es un sentimiento restrictivo, paralizante y sancionador, el buen gusto es crítico, dinámico y tolerante. Nos hallamos a todas luces ante el eterno problema de lo convencional versus lo singular, de lo moral (concepto más restrictivo y sectario) versus lo ético (término más amplio y neutral), de lo que coarta frente a lo que libera. Hablamos, pues, de marcos referenciales, y cada sociedad, cada comunidad, se dota de los que cree necesarios para lograr la ansiada estabilidad y armonía. Así hay sistemas sociales más cerrados y otros más abiertos, unos más restrictivos y otros más permisivos, dependiendo de la formación –y fortaleza de espíritu– individual de sus miembros y la cohesión relacional entre ellos.
.....Es ilógico considerar la sexualidad al mismo nivel –o peor– que la violencia en los contenidos legales de exhibición, por ejemplo. Cuando en un caso se está hablando de bienestar, de placer, de actividad lúdica y satisfactoria, y en el otro de desdicha, de dolor, de actividad indeseable y perjudicial. Es más, hoy en día (pero ha ocurrido siempre) se bombardea a la gente con imágenes completamente obscenas de contenido violento (incluso en películas autorizadas), y en cambio, se prohíbe exhibir una teta en la televisión. Eso sí, se permite todo tipo de bailes sugerentes... mientras no enseñen nada de mórbida carne más o menos sonrosada, tostada o negra. Lo obsceno es la intención, no el hecho. Una sexualidad libremente manifestada no tiene por qué ser negativa o inadecuada.¿Utopía? Por supuesto, en el actual estado de cosas. No pretendo ser más papista que el Papa, defendiendo, para ya, una liberalización del sexo urbi et orbe. Soy realista, pero eso no quita para que haga una reflexión sobre ello. Porque es aquí donde se encuentra el origen de los mensajes más o menos subliminales que los artistas envían en sus obras, referentes a un tema que sienten y saben es de absoluta y sempiterna actualidad. Hipocresía es el tupido lienzo con el que las sociedades puritanas (y la occidental lo es, reconozcámoslo o no) cubren las vergüenzas de sus mentes retorcidas (se condenan oficialmente la prostitución y la pornografía, pero se consienten, y no por motivos meramente económicos...).
.....Mária Szánthó, no sé si intencionadamente o no (ella, de origen y educación aristocrática, antes de optar por la pintora había estado subyugada por la música), en sus cuadros, la mayoría de ellos de contenido abiertamente erótico, sitúa a las mujeres (omnipresentes en su obra: mujeres de grandes ojos y bocas intensamente rojas, cuellos esbeltos y manos delicadas) con un instrumento musical (invariablemente estos tres: violín, mandolina, pandereta), ¿quiere esto decir algo más que un simple motivo, sin otros significados subyacentes? ¿O hay otra intencionalidad? No tenemos delante a la artista para responder, pero es significativo que sólo estos tres instrumentos, algunos de los más alegóricos respecto a la sugerencia sexual, son los que se repiten constantemente en su obra. La pintora, que dedica una especial atención a recrear fiel y bellamente los senos de la mujer, parece transmitirnos un mensaje: esta es la mujer, su potencialidad sexual, sobre todo representada explícitamente en los senos, y simbólicamente en los instrumentos musicales. A veces naïf, a veces más ilustradora que pintora, Szánthó reitera su mensaje hasta la extenuación: la mujer, desnuda, tendida, reclinada, sentada, de cuerpo entero, de medio cuerpo, casi siempre mostrando unos senos naturales pero esplendorosos, de cuidada fábrica y esmerado dibujo, creíbles, deseables... Pero, los tres instrumentos citados ¿qué papel juegan? Violín, mandolina, pandereta. Tañer, pulsar, palmear...
.....Parece la artista querernos transmitir en su obra, parece querer hacernos explícito, lo que el buen gusto y el limitado marco no aconseja ni puede lograr: esta mujer bella, de cuerpo hermoso y senos perfectos, turgentes de sugerencia, además de lo que aquí veis, de lo que así os muestro, posee tesoros ocultos, tesoros que no puedo mostraros pero sí sugeriros, tesoros que constituidos por partes (ocultas) orgánicas concretas deben su incalculable valor a la inmarcesible función que desempeñan. Tañer, rasgar, palmear; violín, mandolina, pandereta: ¿te apetece tocar una melodía? Esto parece querer decirnos la pintora. Mas, vayamos por partes, analicemos cada uno de estos símbolos y de las acciones que sugieren en un vuelo imaginativo que relaciona el placer de interpretar o de disfrutar una melodía con acciones que conllevan el disfrute de otra no menos deleitosa actividad.
.....En dos de los casos, violín y mandolina, el instrumento, su forma, sus partes, ya tienen connotaciones más o menos explícitas: el mástil o mango (dos metáforas del miembro viril masculino; pero también soporte de las cuerdas, que habrá de tañer, pulsar, pellizcar, rasgar o frotar para producir melodía), la caja de resonancia (esencial hueco sobre el que se fija el mástil, y donde el sonido se traduce en bella melodía), las cuerdas (que debidamente tañidas arrancarán la melodía de las entrañas del instrumento), aluden de forma clara a los órganos sexuales y a la obtención de placer (melodía) en ellos. En el violín será el arco quien, al frotar y deslizarse por las cuerdas, provoque en la caja de resonancia el sonido, la melodía. En la mandolina, en cambio, serán los dedos, sus yemas, sus uñas, las que al rasgar las cuerdas hagan brotar la deliciosa sintonía. El violín es un instrumento más sofisticado precisa de un arco, pero sus posibilidades son, así mismo, inmensas, sus melodías más diversas, su potencial ilimitado. La mandolina es más simple, pero sus posibilidades, siendo más limitadas que en el caso del violín, son numerosas y más accesibles. Podemos concluir, en una primera recensión, que el violín alude más al coito, la mandolina, en cambio, a la masturbación. Siendo, en ambos casos, trasunto de los órganos sexuales femeninos que subsumen en sí, y asimilan para sí, el masculino (mástil, mango).
.....El otro caso, el de la pandereta, ineludiblemente sugiere el pandero, vulgo culo, nalgas o posaderas. Y a nadie se le esconde la función del palmeo en el trasero como acción con fines excitantes o estimulantes (y los estrechos pueden poner la pertinente queja en el departamento correspondiente del órgano hacedor de la Naturaleza). Palmear con habilidad la pandereta es todo un arte; no se puede palmear sin ton ni son, se requiere ritmo, oportunidad, sensibilidad... mano, en una palabra, para que su sonido acompase debidamente a la melodía. Instrumento, pues, de percusión, imprescindible en toda sinfonía que se precie, pero que también en el folclore más regional es una buena manera con que aproximarse al hecho musical.
.....Fijémonos en uno cualquiera de los cuadros de Mária Szántó en que representa a una mujer, de medio cuerpo (alguna mostrando generosa los senos), tocando el violín: invariablemente, el clavijero, la voluta y el mástil se hallan colocados en la parte inferior (donde los sujeta y abraza una mano, encargada de pulsar los invisibles trastes que se traducirán en notas), las escotaduras de la caja de resonancia ocupan la zona central y la base de ésta, donde se fija el cordal que permite fijar las cuerdas, se sitúa en la parte superior (bajo el mentón y sobre la clavícula). Pues bien, en la base del cordal –la fijación de las cuerdas a la caja, en el extremo opuesto al clavijero–, hay un anclaje que se denomina botón, y que en la disposición reflejada en los cuadros (disposición de violín en acción) ocupa la parte superior, culminando la caja de resonancia... ¿casualidad? Obviamente la melodía surge de las cuerdas en el violín, no del botón, que no es más que un anclaje, pero la nomenclatura y la disposición son harto elocuentes a la sugerencia (que es de lo que se trata; porque yo no sostengo que el violín sea un modelo en madera, metal y tripa del órgano sexual femenino, sino una posible alegoría).
.....Además ¿hay una imagen más sugestiva, rica y elocuente que hablar de tañer debidamente las cuerdas precisas para lograr la melodía deseada, refiriéndose al modo en que hay que hacerle el amor a una mujer? (y viceversa, aunque para la versión masculina de la alegoría deberíamos incluir, además, y para que el paralelismo fuese aún más ajustado, otros instrumentos, éstos de viento, que Mária Szántó nunca utiliza).
.....¿Acaso es aventurado asociar el frotar, pulsar o tañer las cuerdas del instrumento para arrancar de él sonidos melódicos, con otros frotamientos menos sonoros pero que producen un similar regocijo al intérprete, aunque de otro tipo y generalmente de intensidad superior? Especie de bolero de Ravel es esta melodía que tras diversos movimientos se resuelve en un momento culminante donde todo confluye y la tensión se dispara hasta el clímax melódico (¿es demasiado audaz traer aquí a colación el final de la Coral de Beethoven para asociarlo al éxtasis orgásmico? Si se quiere conocer la respuesta acudir a A Clockwork Orange de Stanley Kubrick).
.....Para interpretar adecuadamente la sinfonía del placer, de la satisfacción sensorial (sexual), del enardecimiento emocional, todas las sugerencias son pocas, todos los guiños, todas las metáforas, todas las alusiones, todos los paralelismos, bienvenidos, si con ello se consigue el objetivo perseguido: la culminación, el regocijo, la satisfacción.
.....Una melodía, lo mismo que el acto de amor, necesita una cadencia, un ritmo, en el que los compases deben de ser respetados para que suene bien, para que sea correctamente interpretada: tañer, pulsar, palmear... con ritmo, con una determinada cadencia, acompasadamente, como cuando se toca una melodía, siguiendo siempre, en oleadas sucesivas, un crescendo que vaya aumentando gradualmente la tensión melódica hasta conducirla a una resolución en el clímax, donde todos los instrumentos culminan, exaltados, en un frenesí casi irracional, dionisíaco, la composición (a veces se resuelve, tras este clímax, en una disolución de la tensión, en una lenta vuelta a la calma). ¿De qué estoy hablando? Pues eso: pura simbología sexual.
.....Al fin y al cabo, el sexo es el principio que promueve la vida, ¿qué hay de malo en mirarlo cara a cara, sin rubor, sin miedo, sin recelo, sin coerción o intimidación, de manera limpia y meridiana, es decir, contemplando polvo y paja?
-o-o-
GALERÍA
Mária Szánthó
1897-1998
VIOLINES, MANDOLINAS y PANDERETAS
.
.
.
.
.