miércoles, 29 de abril de 2015

El Eterno Femenino en la Pintura (V): Eva - GALERÍA: Eva (1)





Y creó Dios al hombre a imagen Suya,
y lo creó a imagen de Dios.
Lo creó hombre y mujer.
Le insufló el aliento de la vida
y el hombre se convirtió en criatura viviente.

La Creación (Die Schöpfung). Joseph Haydn.
SEGUNDA PARTE. Día Sexto: Uriel


Eva en el Eterno Femenino
Reflexiones incidentales

1

.....Arquetipo y no sólo figura bíblica, Eva, como primera mujer, se erige en modelo, y su ejemplaridad abarca diversos ámbitos: el de la seducción física, el de la tentación, el de la causa de la caída, el de la madre singular —como primera madre— presta siempre a la entrega y el sacrificio por su prole. Es el arquetipo de Eva uno de los cuatro pilares que sustentan la figura del Anima junguiana (la parte femenina que reside en el alma de todo hombre —como es el Ánimus la parte masculina presente en toda mujer—, quizás como una especie de recordatorio o reminiscencia de lo que una vez fue uno antes de dividirse en dos. Los otros tres pilares serían: Helena, María y Sofía).
.....Este arquetipo fundado sobre la figura de Eva remite a lo biológico y meramente impulsivo, e identifica a la mujer con la madre, representando "lo que hay que fecundar" (wikipedia). Eva es por tanto la versión más terrena y pegada a la necesidad, a lo necesario de una existencia puramente material. Más ligada al cariño maternal que al amor romántico (que representará Helena en la citada tétrada junguiana), Eva es la compañera de fatigas (y nunca mejor dicho), la cómplice en las fechorías existenciales, la matrona y el ama de la casa, quien comparte paraísos, purgatorios e infiernos. Alguien menos atenta e interesada por las "pamplinas" idealistas del hombre, que a cubrir las necesidades familiares. Se sacrificará por él, su hombre, su esposo, su compañero, y por la descendencia que de éste obtenga. Pero, capaz de la abnegación más extrema, no dudará en cambio —por lo general— en abandonar al compañero si es la prole quien lo exige: ante la disyuntiva, Eva siempre optará por los hijos (ha de darse un elevado componente romántico para que no sea así, y eso sólo le corresponderá a otra figura ya, a otro arquetipo, que será Helena).

.....En tiempos de vino y rosas, en tiempos de Paraíso, ningún problema afectará a una relación que, sin poseer un claro elemento pasional, goza de complicidad en un destino forjado en el mutuo disfrute: Eva y Adán se darán los gustos pertinentes a una pareja biológicamente constituida. El amor no será tal, sino costumbre satisfecha, usufructo gozoso de unos cuerpos beatíficos, derivada natural de un estado de cosas sexuado en que lo que era Uno ha sido dividido en dos formas complementarias, que se darán a la unión por el consustancial deseo de gozar de temporal fusión. Eva disfrutará con Adán del Paraíso como lo hacen, de forma análoga, los animales en la vida corriente. La verdad es que el Paraíso constituye el estado pre-humano por excelencia. Es un ámbito anonadador, más semejante al mundo feliz de Huxley que a una efervescencia vital donde las emociones actúan de voraces levaduras consumiendo, ávidas, el dulce tiempo otorgado (por más que éste a veces muestre más una naturaleza acerba). Habría que congratularse pues de la expulsión de aquel reducto de inconsciencia donde todo estaba engranado y lubricado para funcionar sin fricción ni sobresalto. Definitivamente se debe agradecer a Eva la propuesta del Ángel Caído —verdadero benefactor de la Humanidad— para acabar con aquel insulso e insustancial estado de cosas. (De la misma forma que, posteriormente, otra figura de mala fama en la tradición cristiana sería una pieza esencial para llevar a cabo los planes divinos —Judas Iscariote—, el Ángel Caído, Satán, Lucifer, cumpliría oportuna y adecuadamente su papel subversivo para dar comienzo a la Historia del Hombre en el mundo).
.....Si hemos de hacer caso al Génesis, el Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal, sobre el que Dios impuso un interdicto a Adán y Eva de no probar su fruto, no significaba más que la posibilidad de acceder a un estadio superior de conocimiento: un conocimiento ético y estético, en el que las cosas, hasta ese momento grises, tomarían color: rojo pasión, azul razón, verde ilusión, amarillo aflicción,... Este proverbial árbol sería, pues, una especie de as en la manga del Creador para hacerse trampas a sí mismo llegado el caso de soberano aburrimiento (como a la postre aconteció).

.....Que ello supusiera, como punitiva consecuencia, la muerte, en sí mismo no es tan terrible, pues, ¿no es mucho peor vivir de forma inconsciente, de manera maquinal, como un idiota autómata de sonrisa sempiterna, donde la dicha no se experimenta como tal, pues no hay posibilidad de desdicha? Con la muerte, la vida de mujeres y hombres cobraría un fantástico colorido, la existencia se haría increíblemente más rica, más valiosa, más... digna de ser deliciosamente vivida (porque, también, se hacía susceptible de ser dolorosamente padecida). Para ello, eso sí, tanto mujeres como hombres habrían de ser conscientes del significado del conocimiento que les fue transmitido por aquel arcano fruto, y este significado no es otro que el de la certeza de que todo lo que es, de que todo cuanto existe, ha existido o existirá, Paraíso, Cielo, Tierra, Averno, no es sino múltiple manifestación de una sola entidad: Dios, la Naturaleza, Lo Uno, Lo Que Es (y que incluye el No Ser, que también es). El ser humano no sería así otra cosa que la manifestación terrena de la consciencia divina (¿a alguien le cabe duda de que poseer esta consciencia que da cuenta de lo que el mundo es, ha sido y puede ser, no tiene algo de prodigiosamente divino?). Pero, al fin y al cabo, una consciencia que al tiempo que participa de aquella verdad última —y primera—, que le puede aportar tranquilidad y paz espiritual (por sentir en sí el latido de lo eterno), ha de afrontar la certeza de lo efímero de su ser individual como humano, lo que le acarreará angustia y temor (por saberse formalmente caduco).

.....Y, según nos dice el Génesis, fue Eva quien hizo posible que la Humanidad compartiera la divinidad de Dios, es decir, su conciencia —la conciencia de sí—, pues... un ¡Viva! y tres ¡Hurras! por Eva. Sólo se les puede ocurrir a mentes temerosas (del poder de la mujer) hacer de este hecho providencial —la Caída— un pecado o una falta, algo ominoso y transgresor, cuando de lo que en verdad se trataba era de heroicidad: aliarse con el subversivo Lucifer para contravenir el interdicto del autócrata tiene más de revolucionario que de sedicioso. Si a Eva le debemos nuestra conciencia del bien y del mal, de la dicha y la desdicha subsecuentes, si le debemos la conciencia no menos determinante de la muerte (y, por ende, del valor de la vida), entonces le deberemos un gran favor , y estaremos en impagable deuda con ella. Creo que algo hay de esto en la estimación de su condición de parte fundamental del Eterno Femenino. Sin ella, sin Eva, y su contribución a la conciencia del ser humano, seguiríamos en la inopia de un escasamente atractivo Paraíso, donde todo funcionaría con la precisión de un reloj suizo, y donde nadie podría darse realmente cuenta de qué cosa supone vivir, más allá de una sucesión —privada de tiempo— de gestos sin valor emocional (la emoción no es otra cosa que un sentirse arrojado e inmerso en el proceloso mar del tiempo azotando las frágiles quillas de la individualidad), mero deslizarse anodino por una existencia impropiamente concebida como tal, sosa e insípida.

.....No. En realidad yo creo que si a Dios se le ocurrió crear el universo, fue con todas las consecuencias, no sólo con las que de modo tendencioso e interesado nosotros le queramos endosar. Creó Dios la Vida, los mundos posibles (o se crearon solos, como consecuencia de una entropía insoportable), y creó al ser humano a su imagen y semejanza (como creo yo que creó las demás cosas: a su imagen y semejanza: imágenes singulares de una totalidad dada a recrearse), sólo que al ser humano, como especie animal (aunque de sofisticada realización), la creó sometida a la naturaleza del género: macho y hembra, polos complementarios en el juego de la evolución que es el devenir de las cosas materiales. Y al macho le dio fuerza y a la hembra belleza, y a los dos inteligencia, y a los dos habilidad. Pero en el Génesis es Eva quien da muestras de inteligencia no taimada sino sagaz, mientras el macho permanece conformista y obediente. Es Eva quien se rebela contra la mecanicidad de una vida carente de aliciente; es ella quien se atreve a contravenir el interdicto, porque, como mujer que es, no se conforma con lo siempre idéntico a sí mismo, sino que necesita cambio, dinamismo, diversidad, impulso irrefrenable y no medido, fecundidad fundada en la indeterminación, seguridad en el desequilibrio que busca eternamente equilibrarse. Pienso que Dios puso en la mujer lo mejor de sí mismo —aquel exceso de entropía que le llevó a decidirse por la Creación. Al darse cuenta Dios que creando al hombre no había hecho otra cosa que crear un ser demasiado parecido a sí mismo, ese sí mismo que parecía conformarse con ese estado de punto infinitesimal donde habita de forma sempiterna y aburrida la Posibilidad, reconoció el fatal error, y, mostrando un sentido autocrítico y un genio dignos del dios que era, se enmendó creando la mujer, y la llamó Eva, y fue ésta quien sacó a Adán de su estéril ensimismamiento; pero también la llamó Pandora, y la dotó de un valioso cofre, haciéndola protagonista, gracias a su curiosidad, de la existencia tal y como la conocemos. Y por todo ello debemos estarle agradecidos.

.....Eva no es romántica, eso queda para Helena (o para Madame Bovary). Eva es la Tierra, es la fecundidad, es la posibilidad de la materia en que se sustenta todo (hasta el espíritu), es la necesidad de la imparable huida hacia adelante, la impulsora de la evolución. Y como tal el hombre la ama, la desea y la necesita: para engendrar en ella el ámbito de lo posible, donde sembrar y poner a germinar sus ideas, donde asentar y satisfacer sus anhelos, donde, en fin, cumplir los divinos designios: Ser en proceso incesante.
.....No puede Eva ser romántica, no puede perderse en idealizaciones abstractas, porque ella debe asegurar la continuidad de la obra (no sólo la de la especie). La Naturaleza (de la que Eva es reflejo) tampoco sabe de romanticismos, su función es otra, su objetivo más insaciablemente ambicioso. El romanticismo —se verá en su momento— tiene su propia función, persigue su determinado objetivo, que son subsidiarios a los más esenciales que acomete y persigue Eva.
.....Eva es la madre y es la Naturaleza, y por ello también posee (y transmite) una insospechada inquietud: la madre naturaleza engendra, pero, para engendrar, debe destruir. Circularidad: esa es la esencia formal de la naturaleza. El círculo es su símbolo; la curva perfecta su anhelo. Como la eternidad, Eva persigue un sin fin a base de eslabones cuyo primero y último coinciden en cualquier punto de la cuerda que circunscribe su circunferencia. El Eterno Femenino es, en el Eterno Retorno de lo no idéntico, la parte del divino guión donde Eva representa el papel de sostén material sobre el que Lo Posible se hace posible. Es la encarnadura, allí donde se asienta, otrosí, la belleza y donde el arte encuentra tema para su razón de ser formal. Sin Eva no habría posibilidad de nada. Sin Eva nada sería; sin Eva, sería la nada. Dejemos, pues, de estigmatizarla y coloquémosla donde se merece: heroína de la Creación, gracias a la cual el impulso creador no se agotó en un banal e insípido dolce far niente de creaturas bienintencionadas sumidas en una paradisíaca floresta limpia de ponzoña y donde conceptos como aventura, anhelo o conquista no tendrían cabida.


..

.....Dos serán los posts dedicados a la primera mujer, a la primera madre, a la primera rebelde. Injustamente tildada de causante de la Caída del Hombre, reivindico aquí otra perspectiva de aquella primera mujer —cuyo modelo es Eva—, que en realidad no sería una sino múltiple, como suele ocurrir en todos los saltos evolutivos. La sabiduría de la Naturaleza (que yo aquí equiparo o identifico con la voluntad de Dios), su inteligencia (si alguna cabe o se necesita achacársele), es infinitamente superior (por total e integradora) a la de este singular ser, ínfima parte del suyo, que es el ser humano. La figura de Eva como arquetipo, lo que representa como símbolo o metáfora (y que aquí asimilo al primer pilar junguiano del ánima masculina, integrante y forjadora, a su vez, del Eterno Femenino), bien puede ser motivo de reflexión; su historicidad o verosimilitud, no. El Génesis (la Biblia, en general) es una metáfora continuada de la Creación del mundo, y como tal la tomo y la utilizo; como tal también la cuestiono y discuto. El valor de la figura de Eva es el del arquetipo que sugiere, más que el de la fe que reclama, o el que, desde las instancias jerárquicas de las Iglesias, se le asigna. Yo, al menos, así se lo doy y reconozco —su valor como arquetipo, pero nada más. Como tal me sirve. Creo que es la posición adecuada a alguien que utiliza la razón como marco legal de actuación, la duda como herramienta, la imaginación como escenario y la emoción —el sentimiento— como brújula instintiva.

.....En la GALERÍA de este primer post se incluirán las representaciones de Eva realizadas por pintores de los siglos XV a XVII (fallecidos en este siglo); en el segundo post se adjuntarán las correspondientes a los siglos XVIII (fallecidos en este siglo) a XX. Esta división se ha realizado con criterio meramente cuantitativo, por distribuir de forma más o menos equivalente el número de obras disponible. En ambas entradas estarán recogidas la mayoría de pinturas que sobre el tema de Eva están ubicadas en la red, desde las renacentistas de Miguel Ángel, Raphael, Durero, Cranach, Baldung o Mabuse, hasta las más modernas de Klimt, Munch, Chagall, von Stuck, Watts o Picabia.
.....No he querido seguir criterios sub-temáticos por no complicar la consulta, pero sí que se ha de tener presente una sencilla clasificación compositiva en este sentido:

– Eva sola.
– Eva y Adán en el Paraíso (casi siempre con los símbolos de la caída formando parte del escenario: manzana, árbol, serpiente/Satán).
– Eva tentando a Adán (hay intencionalidad/seducción por parte de Eva, y los símbolos antes citados son protagonistas y no sólo mero atrezzo del escenario).
– Lamentación de Eva, sola o junto a Adán, tras la caída.
Expulsión del Paraíso (bien a indicación de los ángeles, bien por indicación de Dios mismo).
– Eva y Adán como familia, ya fuera del Paraíso, con Caín y Abel niños.

.....La Creación, de Joseph Haydn, pondrá el pertinente acompañamiento musical a este primer post. Será una lista de reproducción con las mejores versiones disponibles en el tube (siempre a mi juicio). Así mismo se adjunta la letra del oratorio (aquí: La Creación/Die Schöpfung) en edición bilingüe (alemán-español). Parece ser que el compositor austriaco al componer esta obra tenía la nada humilde pretensión, tras escuchar varias obras de Haendel, entre ellas El Mesías, de alcanzar fama universal y eterna, cosa que, al menos en la faceta del oratorio, es patente que el compositor austriaco no ha alcanzado en igual medida que el alemán. Teniendo en cuenta que el texto de la partitura está basado tanto en el primer libro del Pentateuco, el Génesis, y los Salmos bíblicos, como en el poema de Milton, El Paraíso Perdido, no puede esperarse de él otro tono que el diametralmente opuesto a la reflexión consignada más arriba, y sí, en cambio, más acomodado a la tradición doctrinal cristiana, donde el papel de Eva es el de subordinación y sumisión a Adán (además de a Dios, obviamente) y el de culpable, en primera instancia, de la expulsión del Paraíso. Lo que no quita que se pueda gozar de la belleza musical que esta partitura ofrece haciendo caso omiso del sentido del texto (una de las dudosas ventajas de no entender el idioma en que está cantado); al fin y al cabo es la música la que se sustancia en lenguaje universal, sólo matizado por el significado de las palabras, allí donde se encuentren presentes, más como vehículo del hecho musical que como fundamento de éste; apreciación ésta que suele ser válida, al menos, en lo concerniente a la música clásica.




GALERÍA

EVA
(1)
s. XV-XVII
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Masolino da Panicale (1382-1440)
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Jan van Eyck  (1390-1441)
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Jan van Eyck  (1390-1441)
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 Masaccio (1401-1428)
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Hans Memling (1423/43-1494)
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 Hugo van der Goes (1440-1482)
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 Hugo van der Goes (1440-1482)
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 Alberto Durero (1471-1528)
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Adán y Eva. Alberto Durero (1471-1528)
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Adán y Eva (antes, durante y tras la restauración). Alberto Durero (1471-1528)
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Adán y Eva (antes, durante y tras la restauración). Alberto Durero (1471-1528)
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  Alberto Durero (1471-1528)
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 Alberto Durero (1471-1528)
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Jan Gossaert Mabuse (1478-1532)
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Jan Gossaert Mabuse (1478-1532)
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 Jan Gossaert Mabuse (1478-1532)
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 Jan Gossaert Mabuse (1478-1532)
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 Jan Gossaert Mabuse (1478-1532)
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 Jan Gossaert Mabuse (1478-1532)
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Jan Gossaert Mabuse (1478-1532)
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Jan Gossaert Mabuse (1478-1532)
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Jan Gossaert Mabuse (1478-1532)
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 Jan Gossaert Mabuse (1478-1532)
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  Jan Gossaert Mabuse (1478-1532)
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Jan Gossaert Mabuse (1478-1532)
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 Jan Gossaert Mabuse (1478-1532)
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 Jan Gossaert Mabuse (1478-1532)
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 Lucas Cranach the Elder (1472-1553)
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 Lucas Cranach the Elder (1472-1553)
Elder (1472-1553)
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Lucas Cranach the Elder (1472-1553)
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Lucas Cranach the Elder (1472-1553)
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 Lucas Cranach the Elder (1472-1553)
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 Lucas Cranach the Elder (1472-1553)
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 Lucas Cranach the Elder (1472-1553)
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Lucas Cranach the Elder (1472-1553)
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Lucas Cranach the Elder (1472-1553)
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 Lucas Cranach the Elder (1472-1553)
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 Lucas Cranach the Elder (1472-1553)
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 Lucas Cranach the Elder (1472-1553)
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Lucas Cranach the Elder (1472-1553)
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 Lucas Cranach the Elder (1472-1553)
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 Lucas Cranach the Elder (1472-1553)
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Lucas Cranach the Elder (1472-1553)
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 Lucas Cranach the Elder (1472-1553)
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Lucas Cranach the Elder (1472-1553), workshop
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 Creación de Eva. Miguel Ángel Buonarrotti (1475-1564)
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Tentación y Expulsión de Adán y Eva. Miguel Ángel Buonarrotti (1475-1564)
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Tentación. Miguel Ángel Buonarrotti (1475-1564)
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Rafael Sanzio (1483-1520)
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Rafael Sanzio (1483-1520)
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 Hans Baldung Grien (1485-1545)
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  Hans Baldung Grien (1485-1545)
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 Hans Baldung Grien (1485-1545)
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 Hans Baldung Grien (1485-1545)
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  Hans Baldung Grien (1485-1545)
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Lucas van Leyden (1494-1533)
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 Tiziano (1477/90-1576)
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 Tiziano (1477/90-1576)
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 Jacopo Pontormo (1494-1557)
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 Jan van Scorel (School) (1495-1562)
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  Jan van Scorel (School) (1495-1562)
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Jan van Scorel (1495-1562)
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Hans Holbein the Younger (1497-1543)
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 Maerten van Heemskerck (1498-1574)
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  Maerten van Heemskerck (1498-1574)
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Michiel Coxcie (1499-1592)
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 Hans Sebald Beham (1500-1550)
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 Hans Sebald Beham (1500-1550)
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Pieter Coecke van Aelst (1502-1550)
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 Tintoretto (1518-1594)
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 Frans Floris (1519-1570)
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 Frans Floris (1519-1570)

Frans Floris (1519-1570)
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 Frans Floris (1519-1570)
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Giuseppe Porta Salviati (1520-1575)
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William Krodell (1528-1561), after Lucas Cranach
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 G Macchietti (1535-1592)
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 Bartholomeus Spranger (1546-1611)
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Adán y Eva con Caín y Abel. Jacopo Chimenti, o Jacopo da Empoli (1551-1640)
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 Giovanni Battista Paggi (1554-1627)
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Hendrik Goltzius (1558-1617)
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 Hendrik Goltzius (1558-1617)
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 Hendrik Goltzius (1558-1617)
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Hendrik Goltzius (1558-1617)
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 Hendrik Goltzius (1558-1617)
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 Hendrik Goltzius (1558-1617)
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Hendrik Goltzius (1558-1617)
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Cornelis Cornelisz van Haarlem (1562-1638)
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 Cornelis Cornelisz van Haarlem (1562-1638)
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The Fall of Man. Cornelis Cornelisz van Haarlem (1562-1638)
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Adán y Eva con Caín y Abel. Cornelis Cornelisz van Haarlem (1562-1638)
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 Cornelis Cornelisz van Haarlem (1562-1638), workshop
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 Joachim Anthonisz Wtewael (1566-1638)
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 Joachim Anthonisz Wtewael (1566-1638)
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  Joachim Anthonisz Wtewael (1566-1638)
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Jan Brueghel The Elder (1568-1625)
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Jan Brueghel The Elder (1568-1625) and Peter Paul Rubens (1577-1640)
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Pietro Mera (1571-1611)
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 Guido Reni (1575-1642)
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 Cornelius Galle (1576-1650)
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 Peter Paul Rubens (1577-1640)
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  Peter Paul Rubens (1577-1640) and Jan Brueghel The Elder (1568-1625)
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  Peter Paul Rubens (1577-1640)
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  Peter Paul Rubens (1577-1640)
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 Francesco Albani (1578-1660)
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Adam and Eva. Domenico Zampieri Domenichino (1581-1641)
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La Caída de Adán y Eva. Domenico Zampieri Domenichino (1581-1641)
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La Caída de Adán y Eva. Domenico Zampieri Domenichino (1581-1641)
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La Caída de Adán y Eva. Domenico Zampieri Domenichino (1581-1641)
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Alessandro Varotari (1588-1649)
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Jacob Jordaens (1593-1678)
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Jacob Jordaens (1593-1678)
 Jacob Jordaens (1593-1678)
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Jacob Jordaens (1593-1678)
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Francesco Furini (1600-1646)
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 Rembrandt Hamerszoon van Rijn (1606-1669)
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 Rembrandt Hamerszoon van Rijn (1606-1669)
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David Teniers (1610-1690)
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Valentin Castello (1624-1659)
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Johann Carl Loth (1632-1698)
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