jueves, 16 de agosto de 2012

Dánae (2)






Dánae y el Destino
Romance 

1
El Oráculo

Vanamente intenta el hombre
escapar a su destino,
prevenir el infortunio,
enmendar lo que está escrito;
y en su vana tentativa
pierde el rumbo y el sentido,
que no es bueno conocer
de las Moiras los designios.
Si no que lo diga aquel
desgraciado rey Acrisio,
gemelo que fue de Preto,
si no lo fuera mellizo,
con quien disputara, incluso,
ya en el ámbito uterino,
el derecho a la corona
de los muy nobles argivos;
derecho que bien ganó,
en privilegio legítimo,
por ser parido el primero:
primogénito de oficio.
Aquel rey atribulado
ante la ausencia de un hijo
que, varón, asegurara
en el trono continuismo,
al oráculo acudió
buscando seña y aviso,
encontrando indicación
de contenido fatídico.
Ya la angustia le conmina
ya el temor fuerza su arbitrio,
y a la hija, que es su sol,
somete a umbrío presidio:
torre levanta de bronce
de muros bien guarnecidos,
altas lucernas con rejas
y muy sólido postigo,
que guardan fieles eunucos,
si castrados bien provistos
de pavoroso armamento,
por lo aguzado del filo.
Allí encerrará a la niña
por salvaguardarle el virgo,
y con él su propia vida,
al decir del vaticinio.
Llora el padre su desgracia,
llora la hija el cruel retiro,
ambos lágrimas derraman
que el tiempo lleva consigo...


2
Dánae

Sueña la bella doncella
horizontes infinitos,
sueña fuentes y jardines,
sueña prados y caminos,
sueña dormida y despierta
dando al éter mil suspiros
desde una torre que es celda
de recios muros broncíneos.
Ámbito es de su universo
según el regio designio,
que es, a la vez, el del padre
temeroso de su sino.
(Un oráculo veraz
fatalmente le predijo
que a manos ha de morir
de un nieto aún no nacido; 
por ello a su hija confina,
niña, en sólido recinto:
por guardarla de varón,
conjurando así el peligro.
Princesa la quiere estéril
antes que fértil motivo
de su fatal perdición
por darle un nieto asesino).

Mas la bella tal suspira
con aliento tan sentido, 
tan bellamente quejoso,
tan tiernamente emotivo,
que en el éter viaja, alado, 
hasta el confín del Olimpo.
Y allí Zeus que lo escucha,
encantado y conmovido,
del aliento de la bella
sin remedio cae cautivo.
En su pecho ya el deseo,
en su mente ya el capricho,
le impulsan a conocer
a un pecho tan afligido,
a un corazón tan cuitado,
a un sentimiento tan vivo.
Y así el Todopoderoso,
el Señor de los Olímpicos,
hasta la torre se llega
que es surtidor de suspiros,
y se asoma, y allí ve
--por supuesto, sin ser visto;
que, de nube, la figura
toma el sagaz fementido--
a una doncella muy bella
presa de ardiente delirio. 
Parece soñar despierta:
besos y abrazos lascivos,
caricias voluptuosas
y placenteros gemidos
no dejan lugar a dudas
del sueño tan bien vivido.

Un imperioso deseo
al dios excita la líbido,
y en colmo de inspiración
de oro se sueña a sí mismo
que en lluvia sobre la bella,
sensual, desciende mirífico.
En el sueño Dánae ama
al dios hasta el paroxismo,
ya que es Zeus buen amante
y, en el deleite, prolijo.
Siente la bella por fin,
tras un placer infinito,
inundarse sus entrañas
de fértil semen aurífero,
que la deja bien preñada
como auguró el vaticinio.
No es la semilla vulgar,
que el dios sembrara solícito,
pues surgirá de ella un héroe,
primero entre los argivos,
que, si fecundo en hazañas,
en fama será fructífero.


3
El Destino

Consternado piensa el rey,
del embarazo inaudito,
 ser obra del dios de dioses
tan fantástico prodigio.
El cariño y el temor
impiden el homicidio:
el amor que a su hija tiene
y el respeto al dios Olímpico,
No obstante intenta alejar
de su costado el peligro:
en un cofre dará al mar
a la madre y a su hijo,
confiando en que las ondas
resolverán el conflicto.
Pero Zeus es custodio
y Poseidón compasivo:
las olas mecen el cofre
con delicadeza y mimo
hasta las playas de Sérifos
donde serán recogidos
por quien, hermano del rey
de la isla, los da cobijo.

Perseo allí crecerá,
sano, fuerte y atrevido;
y, tras venturosas gestas
que doran su nombre eximio,
decidirá retornar
a su patria, del exilio.
Acrisio, no bien se entera,
decide huir, precavido:
a Larisa pone rumbo
donde hay juegos deportivos.
Allí acudirá Perseo
por el laurel honorífico,
ignorando que el abuelo
se hallará en el graderío.
(Lo que ha de cumplirse busca
el escenario debido;
como busca inexorable
su mar el caudal de un río).
Compiten los esforzados
atletas con gran ahínco,
dando al citius, altius, fortius,
su sentido más genuino.

Y es cuando la Moira, al fin,
decide cortar el hilo
de la vida de aquel rey
que a la muerte quiso, esquivo,
eludir tan vanamente,
pues a su encuentro se avino:
en un lance desgraciado
mal lanzó Perseo el disco
que en alas de un viento infausto
trazó un fatal recorrido,
con tan funesta fortuna
--y tan malhadado tino--
que en el cráneo fue a parar
del infortunado Acrisio.
El héroe lamenta el hecho,
mas sabe que aquel destino,
sobre toda voluntad,
en el cielo estaba escrito.
No se siente, pues, culpable
pero sí lo está afligido:
renunciará al trono de Argos
y se exiliará en Tirinto.
Allí la fértil simiente
que en oro vertió el Divino
continuará dando frutos
y, a los griegos, lustre y brillo.

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GALERÍA

Dánae
(1800-actual)

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Antonio Bellucci (1700-05)
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Paolo de Matteis (1705)
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Anne-Louis Girodet-Trioson  (1799)
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Anne-Louis Girodet-Trioson  (1799) (detail)
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François-Leon Comerre (1850-1916) (v 2)
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François-Leon Comerre (1850-1916) (v 3)
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Danae sous l'onde d'or - Eugene Soubiran (s XIX)
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Carolus Duran (1900)
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Gutav Klimt (1907-08) (v 1)
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Gutav Klimt (1907-08) (v 2)
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Gustav Klimt (1907-08) (v 3)
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Lovis Corinth (1920)
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Pablo Picasso (1962)
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Danae and the Shower of Gold - George Platt Lynes Photographs 1931-55
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