Cauces
Son los cauces lechos de vida venturosos, corrientes de fluentes singulares en los que lo posible fructifica, figuras de perfiles tan dispares como el azar permite y solicita; son cónclaves fluidos de sueños realidades, son oportunidades de posibles ya vertidos, son inundaciones de sentidos, son desbordamientos de un demiurgo enfebrecido; son cascadas sustanciales precipitándose al vacío para llenarlo de formas primordiales, son cataratas abismales ofrendando su caudal de acasos a la contemplación de un ser divino.
Son, en fin, los cauces seres de límites conocidos por donde corre, torrencial, el ímpetu de Lo Posible hacia su océano infinito.
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Reflexiones más allá del dolor
...De los límites de lo humano, tanto del inferior -con la inusitada adquisición de la conciencia-, como del superior -con la angustia que entraña el misterio de la muerte y el acabamiento-, de esa frontera que es hendidura y abismo, abertura por donde brota a borbotones la creatividad que hace progresar a la vida sin cesar (y a la humanidad con ella), emerge, poderosa, la figura de Dios, surge, imperiosa, la necesidad de poner orden al desorden, rostro y facciones familiares al caos, explicar lo inexplicable y justificar lo desconocido. Partícula de un Todo inabarcable e incognoscible, sustancia de su sustancia, limitado en su perspectiva por su condición de parte, imposibilitado, por lo específico de su función, para la visión de conjunto clarificadora, el ser humano -debido a esa conciencia- posee, al menos, la intuición o premonición de lo que ese Todo supone, es o debe de ser: ni más ni menos que una unidad orgánica, Lo Uno o El Uno, que incesantemente se crea y se recrea, y cuya única ley, su única condición, su sólo objetivo es ir devanando el infinito ovillo de Lo Posible.
Desde esta premisa se podría decir que hay más certidumbre especulativa -más certera verosimilitud en el discurso alegórico- en la Teogonía de Hesíodo que en el Génesis del Libro Trinitario. Hay más plausibilidad en las teorías panteístas que en las monoteístas a la hora de elucidar lo que siempre, para el ser humano (parte y partícula limitada), permanecerá oscuro; a saber: qué es la vida, cómo y por qué ha surgido, qué necesidad hay de la existencia (del hombre o del/los universo/s). De donde se derivará una asunción y una paz tranquilizadora de lo que la muerte supone, no ya como acabamiento de nada sino como comienzo de otra cosa, parte del mismo todo, impulso imparable de la misma sustancia por expresar lo inexpresado, oportunidad para reencarnarse en otro ensayo de lo posible.
...Visto así, ¿cómo sentirse desdichado ante el momento incontestable del cambio que supone el morir para revivir? Sólo es justificable la tristeza ante la muerte por abandonar una vida que milagrosamente nos ha permitido tener consciencia de lo que sucede, y las muchas maravillas que desde esta visión particular hemos tenido la dicha de conocer y disfrutar (el amor, la amistad, la solidaridad, la música, la contemplación estética, la satisfacción ética, el conocimiento y disfrute de la diversidad,...).
Visto así, hasta el dolor, con ser una afección a evitar, y a superar, comprendemos, si no su necesidad, sí su inevitabilidad. El dolor que inflige la materia y el dolor inflingido al espíritu son uno y el mismo dolor: resistencia al cambio. La lucidez en todo esto estaría, así, relacionada, por analogía, a un alto coeficiente aerodinámico que minimizaría esa resistencia, y por tanto, el dolor.
Visto así, sufrir por lo inevitable sólo es comprensible ante una condición de involuntaria o interesada ignorancia (que según el Buda Gautama era el mayor y peor de los pecados -falta, error- del ser humano). Sólo si nos empeñamos en aferrarnos a nuestra pequeñez particular estaremos abocados a sufrir por nimiedades (por lo inevitable), mas si contemplamos nuestra naturaleza desde lo que ella misma es y supone, el sufrimiento ante lo inevitable desaparecerá, y el dolor inherente a este padecimiento quedará relegado a un quiebro, una esforzada pirueta a lo sumo, una especie de contorsión del alma, para adecuarse al cambio necesario que es vida y enriquecimiento de vida.
Empeñarse en el estatismo, en la permanencia, en la durabilidad de lo mismo, eso sí es negarse, negar la vida y negar la posibilidad de que Lo Posible siga recreándose en todas y cada una de las partes que conforman el Todo; negarse a que Lo Posible realice en nosotros una obra de arte original, enmarcada en esa gran y originalísima obra de arte que es la existencia. Empeñarse en pervivir desde la parte más allá de su función es quererse mecanismo, máquina,... y eso, eso, sí supondría un acabamiento... de la naturaleza infinita que nos conforma.
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GALERÍA
Camille Corot
(1796-1875)
2. Les Figures
GALERÍA
Camille Corot
(1796-1875)
2. Les Figures
Bacchante in a landscape (1865)
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Bacchante with a panther (1850-60)
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Bacchante couchée au bord de la mer (1865)
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Bacchante á la tambourin (1860)
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Nymphe couchée dans la campagne (1855-58)
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Le Bain de Diana ou La Fuente (1869)
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Venus bathing (1873-74)
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La Toilette. paysage avec figures (1859)
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L'odalisque romaine Marietta (1843)
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Sicilian odalisque (1872)
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Odalisque (1871-73)
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La petite Jeannette (1848)
Liseuse couronnée de fleurs ou la muse de Virgile (1845)
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La femme à la perle (1868-70)
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Rebecca (1839)
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Dreamer at the fountain (1860-70)
The Greek Girl (1870)
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Young Woman at the Well (1870)
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Interrumped reading (1870)
Woman in a toque with a mandolin (1850)