Preámbulo
.....¿Hay, siquiera, interés o necesidad de mirar o mirarse al espejo de un pensamiento así?
.....¿Qué valor tienen en la actualidad las ideas de pecado, fe o paraíso, en relación a las de sufrimiento, voluntad y justicia ? ¿Qué importancia las de alienación o libertad?.
.....¿Qué le ha sucedido al mundo --al mundo de los humanos se entiende-- para que estas preguntas que el escritor bohemio-austriaco se hace, parezcan algo perteneciente a un pasado arcaico y superado? ¿Realmente este algo está superado, o solo se ha camuflado bajo otro aspecto?
¿No estamos viviendo uno de los momentos de la historia de la humanidad en que el ser humano, pese al acceso a cantidades ingentes de información, parece más desorientado y alienado?
.....¿No es ese simulacro de vuelta a una espiritualidad perdida, manifestada en unos crecientes fundamentalismo y polarización religiosa, un síntoma de que algo se ha dejado por el camino del progreso, algo sin lo cual la angustia, así mismo, no ha dejado de crecer?
.....Y ¿No son, por otra parte, el progreso, la tecnología, los conocimientos cada vez más amplios y precisos del universo, así como el surgimiento de la sociedad del ocio, entre otros logros, los causantes de una sensación de autonomía del ser humano respecto al Destino y la Creación, lo que implicaría una creciente conciencia de soledad?
.....El ser humano, por un lado, ha cambiado la fe y las creencias por la Ciencia y el Materialismo (ha cambiado la esperanza en una recompensa en el más allá, por recompensarse, por si acaso, en el más acá); y por otro, ese materialismo volcado al más acá, sin consecución, sin influencia tras la muerte, ha generado grandes dosis de angustia que provocan una melancólica mirada hacia el pasado, cuando los dioses (la idea de Dios) estaban ahí para servir de consuelo y ayuda.
.....Vivimos una época en que el pensamiento, como no sea el pensamiento único instaurado por la deriva capitalista, cuyo fin es el consumo y la propiedad, no tiene lugar. El pensamiento social ha derivado en pensamiento económico; los seres humanos, en cifras y estadísticas. (El pensamiento individual, introspectivo, sólo existe de forma rala, aquí y allá, bien en ámbitos universitarios, en el terreno de la investigación, o bien en sujetos extemporáneos y rara avis) ¿Qué puede decirnos en este estado de cosas un personaje tan espiritual (y tan existencialista a un tiempo), tan heterodoxamente místico como Franz Kafka, por más que sea considerado como uno de los mejores --sino el mejor-- escritores que ha dado el siglo XX?
.....Sin duda que en su obra podemos encontrar algo que pueda alumbrar nuestra situación actual, aunque ésta fuera escrita desde la perspectiva y referencias de un mundo muy diferente al nuestro, pues al fundarse en preguntas esenciales que incumben a la lo sustancial de la humanidad, no será complicado encontrar una adecuación y actualización desde el latido intemporal que dejó en ella impreso.
.....Habitualmente, el término kafkiano se aplica a situaciones semejantes a las que el autor bohemio dejó consignadas en su obra. Término, sino peyorativo, sí cargado de connotaciones que aluden a lo extraño, lo irreal, muchas veces lo sombrío, cuando no a lo absurdo o angustioso. Pero el universo (los mundos recreados en sus relatos y novelas) kafkiano no sólo se nutre de estas connotaciones: hay allí, antes que nada y sobre todo una preocupación incesante por las preguntas y respuestas que como ser humano, como individuo y conciencia social, se hace. Todos sus relatos salen de su mente con la impetuosidad de un surtidor que se abre paso a través de la roca hasta aflorar a la superficie (de la expresión, en este caso). Salen de su interior por presión, esa misma a la que él achacaba todos sus males, incluso los de sus pulmones --su tuberculosis. Es Kafka el prototipo de autor por necesidad, por imperativo existencial. Si no hubiera podido escribir, es muy probable que hubiera sucumbido mucho antes aún de los cuarenta y un años que vivió.
.....En sus relatos, cortos y largos (El Castillo, El Proceso, La Metamorfosis, La Condena, La Muralla China, Contemplación, Un Médico Rural, Un artista del hambre, entre otros), está esa preocupación, esa postura inquisitiva, esa necesidad por expresar, enunciar y denunciar; pero también nos dejó su pensamiento, angustias e inquietudes en el ingente capital de sus cartas (a Milena, al Padre, a Felice), en sus diarios y sus aforismos. De éstos últimos haré motivo para los siguientes posts. Citaré algunos de los más de cien que dejara consignados en la obra póstuma titulada Aforismos, visiones y sueños (1917), para seguidamente glosar lo que a mí me sugieran. Es decir, tomaré esos destellos, esos fogonazos, para, con ellos, alumbrar los perfiles de mi propia consideración, siempre, por tanto, desde la imprescindible y necesaria subjetividad (absurdo es pedir objetividad en algo tan íntimo; a parte de que yo, la verdad sea dicha, a la hora de expresar pensamientos, no creo en la objetividad, por resultar falsaria). Quizá encontremos en estas reflexiones kafkianas más adecuación a nuestro mundo de lo que podríamos creer desde el estereotipo y el prejuicio.
-o-
Franz Kafka
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Selección I
(En rojo el texto del escritor; en negro mis comentarios)
(En rojo el texto del escritor; en negro mis comentarios)
Consideraciones sobre el Pecado,
el Sufrimiento, la Esperanza
y el Camino Verdadero
Una cuestión previa: Kafka reconoce que hay un "camino verdadero", asume la existencia/veracidad de una vía que conduce a una meta... ¿la salvación? (por lo tanto admite la existencia de "caminos falsos o errados"; que serán todos los demás, pues que al transcurrir el verdadero sólo sobre lo exiguo de una cuerda, el restante ámbito existencial uno lo imagina ocupado por una maraña de sendas equivocadas --que no son ese "camino verdadero"). A partir de esta premisa, se suscitan dos cuestiones: la ubicación y la función de este "camino verdadero". En cuanto a la primera, nos sugiere Kafka que dicho camino no está colocado en un lugar inalcanzable (en las alturas), accesible sólo a unos pocos esforzados y virtuosos elegidos, sino aquí abajo, pero no a ras de suelo, sino lo suficientemente elevado como para poder tropezar con él. Y nos dice que, al transcurrir sobre una cuerda, es un camino estrecho, limitado a la anchura del cabo (he ahí la dificultad para transitarlo, se precisa la habilidad del malabarista, del artista que camina sobre la cuerda floja). Esa misma estrechez unida a su ubicación (al alcance de los pasos) es ocasión para el tropiezo: sólo quien sigue su direccionalidad está libre de tropezar con él (aunque no de caer desde su escasa altura); pero es más fácil tropezarse con la cuerda tendida que caminar sobre ella. Sólo habría que añadir que el hombre, en lo que respecta a su conciencia del mundo y su propio lugar en él, está inmerso en una penumbra permanente, por lo que es aún más difícil hallar la cuerda tendida --del camino verdadero-- y caminar sobre su filo (sólo se puede hacer a tientas), y más fácil, por tanto, tropezar con ella. Otra cuestión sería la que suscita la expresión "parece haber sido dispuesta...", pues entraríamos aquí a analizar qué o quién puede haber dispuesto un tal camino verdadero (¿Dios, la Naturaleza, El Ser, la Inteligencia Universal?), es decir, Kafka puede estar reconociendo tácitamente la injerencia de un Hacedor.
7. Una de las formas de la seducción del Mal más efectivas es la incitación a la lucha.
8. Él es como la lucha con mujeres, que acaba en la cama.
Tema recurrente en el universo Kafka, de forma visible o invisible, el Mal es ubicuo, y está ahí --es la función y el objetivo de su existencia-- para gobernar y hacer posible el mundo (enemigo tradicional del alma, junto al diablo y la carne... a decir no sólo de los cristianos), el mal se identifica con el mundo como realidad ontológica. El camino verdadero sería una vereda, precisamente, al abrigo del Mal, no más que senda fundamentada en el Bien y jalonada por él. El Mal, entre sus atribuciones, tiene la de tentar al ser humano para que no siga esa senda, ese camino verdadero, pues seguir ese camino (del Bien) conduce a la Salvación, lo que, aunque no se diga explícitamente, se puede inferir que libera de la ominosa esclavitud que supone la pertenencia perpetua al mundo (el karma o repetición infinita de existencias sujetas al Mal, que es el mundo). Una de las formas de seducción del Mal más efectivas --nos dice Kafka-- es la incitación a la lucha. La lucha, pues, es el Mal (¿la lucha de los contrarios, que afirmaba Heráclito era el motor de la vida?), lo que pugna, lo que quiere vencer y dominar, lo que quiere prevalecer, eso es una de las formas más atractivas del Mal. El hombre quiere prevalecer, lucha para hacerlo, y una de las formas para que su prevalencia tenga continuidad es la herencia. La herencia es fruto de la generación, de la unión de sexos, de la lucha entre varones y hembras, el amor procreador es una lucha sublimada por la perpetuación. La lucha entre hombres y mujeres se dirime en batallas de amor sobre campos de pluma (que diría el poeta --Don Luis, claro). Los hombres se disputan las hembras (por más que lo hagan de una manera más o menos civilizada o sofisticada), las hembras elegirán a su macho de entre los posibles candidatos atendiendo a su gusto personal, afinidad y necesidades. La vida, así, continuará; y lo hará batallando en la comunidad, en la alcoba, en la intimidad y soledad de cada corazón consigo mismo. La vida es lucha, la vida crea mundos, la vida está sustentada por el Mal, pero también asistida por el Bien (quizá el Bien haya creado al Mal como un mal necesario para la existencia de la vida...; pero esto abre otra línea de reflexión que aquí no toca). El hombre, en fin, acabará encamándose con el Mal, seducido e incitado por la lucha (forma que adopta el Mal para seducirlo), a la que considera como un juego (es curiosa la estrecha relación existente entre la excitación del guerrero por la lucha y la pulsión que siente ligada al deseo de engendrar; relación que no está de más apuntar aquí, pues a ella se refiere, en último extremo --o primero-- el escritor).
15. Como un camino en otoño: tan pronto como se barre, vuelve a cubrirse de hojas secas.
8. Él es como la lucha con mujeres, que acaba en la cama.
Tema recurrente en el universo Kafka, de forma visible o invisible, el Mal es ubicuo, y está ahí --es la función y el objetivo de su existencia-- para gobernar y hacer posible el mundo (enemigo tradicional del alma, junto al diablo y la carne... a decir no sólo de los cristianos), el mal se identifica con el mundo como realidad ontológica. El camino verdadero sería una vereda, precisamente, al abrigo del Mal, no más que senda fundamentada en el Bien y jalonada por él. El Mal, entre sus atribuciones, tiene la de tentar al ser humano para que no siga esa senda, ese camino verdadero, pues seguir ese camino (del Bien) conduce a la Salvación, lo que, aunque no se diga explícitamente, se puede inferir que libera de la ominosa esclavitud que supone la pertenencia perpetua al mundo (el karma o repetición infinita de existencias sujetas al Mal, que es el mundo). Una de las formas de seducción del Mal más efectivas --nos dice Kafka-- es la incitación a la lucha. La lucha, pues, es el Mal (¿la lucha de los contrarios, que afirmaba Heráclito era el motor de la vida?), lo que pugna, lo que quiere vencer y dominar, lo que quiere prevalecer, eso es una de las formas más atractivas del Mal. El hombre quiere prevalecer, lucha para hacerlo, y una de las formas para que su prevalencia tenga continuidad es la herencia. La herencia es fruto de la generación, de la unión de sexos, de la lucha entre varones y hembras, el amor procreador es una lucha sublimada por la perpetuación. La lucha entre hombres y mujeres se dirime en batallas de amor sobre campos de pluma (que diría el poeta --Don Luis, claro). Los hombres se disputan las hembras (por más que lo hagan de una manera más o menos civilizada o sofisticada), las hembras elegirán a su macho de entre los posibles candidatos atendiendo a su gusto personal, afinidad y necesidades. La vida, así, continuará; y lo hará batallando en la comunidad, en la alcoba, en la intimidad y soledad de cada corazón consigo mismo. La vida es lucha, la vida crea mundos, la vida está sustentada por el Mal, pero también asistida por el Bien (quizá el Bien haya creado al Mal como un mal necesario para la existencia de la vida...; pero esto abre otra línea de reflexión que aquí no toca). El hombre, en fin, acabará encamándose con el Mal, seducido e incitado por la lucha (forma que adopta el Mal para seducirlo), a la que considera como un juego (es curiosa la estrecha relación existente entre la excitación del guerrero por la lucha y la pulsión que siente ligada al deseo de engendrar; relación que no está de más apuntar aquí, pues a ella se refiere, en último extremo --o primero-- el escritor).
15. Como un camino en otoño: tan pronto como se barre, vuelve a cubrirse de hojas secas.
El "camino verdadero" es como un camino en otoño, se ve siempre cubierto de hojas secas aunque uno tome la precaución de mantenerlo expedito e incólume. La vida como bosque de hoja caduca, el hombre transitándola en otoño (¿es el hombre un ser otoñal?), las hojas secas son el producto de la actividad de la vida, de su dinamismo, sus reclamos, sus espejismos, sus deshechos, sus prejuicios y sus atributos finiquitados, los restos de su funcionamiento, todo aquello que la vida produce y que va depositándose en el suelo (y que bien podríamos calificar, en lo referente al hombre, como su historia), también en las veredas, ocultándolas (por tanto, ocultando el "camino verdadero"). Se podría deducir, pues, que el camino verdadero, además de ser estrecho y de estar tendido como una celada al paso del común, permanece oculto a la vista (a la conciencia), por la acumulación de hojas secas (prejuicios, tradiciones, experiencia --equívoca-- acumulada, reclamos y cantos de sirena registrados en anales y memoria popular). Sólo quien lo recorre sabe (si es que lo sabe) que camina sobre él, escoba en mano va despejando la senda paso a paso, aunque ésta, a su espalda, vuelve al instante a quedar cubierta otra vez por las hojas secas.
16. Una jaula fue en busca de un pájaro.
¿Es el hombre, en general, un pájaro, y la vida, el mundo (el Mal), la jaula? O bien ¿la Salvación (el Bien) es una jaula y el hombre salvo el pájaro? Dado lo hermético de la máxima, lo parco de su expresión, más habría que tender a lo segundo que a lo primero; dado el carácter de los significantes (jaula = prisión = mal; vuelo = libertad = bien) deberíamos inclinarnos por lo primero; pero cabe una tercera opción: que lo sean ambas, jaula tanto el mal como el bien. Y cada uno de ellos van a la busca de pájaros que lo habiten. La imagen, la metáfora, de todas formas, y en ambos casos, incide sobre la determinación de quién es el agente-sujeto de la acción --la jaula-- y quién el paciente-objetivo del mismo --el pájaro. El resultado, para el pájaro, sigue siendo el mismo: él no es quien busca, sino lo buscado; él no es quien decide, sino la víctima de la decisión. Aquí Kafka creo que apuesta por el fatalismo de la existencia del hombre, un destino que en resumidas cuentas será el sujeto que lo maneje como un objeto (la pintura simbolista y surrealista ha dado a la plástica, en diversas ocasiones, jaulas con alas a la busca de pájaros...).
22. Tú eres la obra, ningún discípulo hasta donde la vista alcanza.
Guiño a la vía única en que consiste la autorrealización. El ser humano como obra en sí mismo, su vida es su obra. Pero, también, el caso de todos aquellos --pocos-- que fueron (son) tan audaces como para ser hasta las últimas consecuencias, todos cuantos agotaron (agotan) hasta las heces el cáliz de su existencia, sin negarse a sí mismos, sin renunciar a lo único en que se constituye el ser de cada individuo, y, por tanto, sin posibilidad de dejar discípulos, a pesar de las presiones, a pesar de los cantos de sirena, a pesar del miedo pánico a la muerte, a pesar del calor del rebaño, de la comodidad y el apoyo de la tribu, a pesar, en fin, de todos los pesares, de todas las hojas secas y de todas las leches nutricias de la gran madre Sociedad Convencional. El Zaratustra de Nietzsche, Diógenes de Sínope, Li-Tai-Po, Emile Ciorán... seres irrepetibles, imposibles de seguir, que no crearon escuela, sino que fueron singulares estrellas errantes. En cierta medida, el mismo Kafka, y todos cuantos se funden con su obra, quienes son capaces de supeditar su vida a su obra, porque consideran ésta la única forma posible de vivir, quienes ni pretenden sentar cátedra ni la desean.
23. El verdadero enemigo te transmite un valor sin límites.
No lo dice, pero lo sugiere: ¿quién es el verdadero enemigo? ¿cualquiera que sea capaz de transmitirte un valor sin límites? ¿alguien que se halla, como el camino verdadero, tan al alcance, tan cercano, tan próximo, que podemos tropezarnos con él? ¿O es aquel que puede realmente aniquilarte? ¿Es acaso un enemigo ante el que nada tienes que perder más importante que la vida misma? ¿Un enemigo a la altura de tu ansia de eternidad? ¿Es preciso el enemigo verdadero para que de nosotros surja un valor sin límites? ¿No es el valor una virtud que florece al lado del peligro? ¿Y qué mejor ocasión para que florezca el valor que ante el peor de los peligros, el que puede suponernos el verdadero enemigo? Y si, como sospecho, ese enemigo verdadero se encuentra dentro de la conciencia de cada uno, alguien que nos conoce tan íntima y verdaderamente, ¿no será ese valor sin límites una reacción, un poderoso instinto de supervivencia, ante lo que Freud llamó el impulso autodestructivo, el Tanatos, que cada cual porta desde el momento del nacimiento? ¿No es ese conflicto (Eros vs Tanatos) el primigenio de toda la historia de la Humanidad? ¿No es esa polaridad, sustanciada entre el impulso de generación y el de destrucción, la causa y origen de la vida, y razón de ser del Mal?
26.* Los escondites son incontables, la salvación es una; pero posibilidades de salvación hay tantas como escondites.
*Hay una meta, pero ningún camino. Lo que llamamos "camino" es duda.
Aparente y densa paradoja (¿qué no lo es en la vida?). Son incontables los escondites, el ser humano puede ocultarse, camuflarse, renunciar a la partida, evitar su puesta en juego, pero siempre puede buscar el camino verdadero, acceder a él, porque ese camino no es un lugar, no transcurre por el espacio, sino que es un estado del alma que conduce al espíritu. Y eso lo podrá hacer desde cualquier escondite, en cualquier momento: la posibilidad de salvación acompaña a cada alma allá donde se encuentre, suya es la opción, suya la decisión de buscar su posibilidad. Mas Kafka ahora nos dice que existe una meta (la salvación) pero no el camino, pues lo que él llama camino no es más que duda, el camino verdadero está trazado sobre la duda, es la duda misma. No dudar es errar, no dudar es tomar un camino equivocado. Se me ocurre que quizá Kafka identifique aquí la naturaleza del ser humano, su meta, esa hacia la que tiende, y a la que no puede llegar por ningún camino hecho de certidumbre, con algo inaprensible, absoluto, que escapa a la ubicación, a la demarcación, y a lo que no puede accederse más que a tientas. Uno sólo sabe que ha llegado cuando está ya allí, disuelta su individualidad, vacía de referencias, aniquilado (en el sentido místico de la palabra).
*Hay una meta, pero ningún camino. Lo que llamamos "camino" es duda.
Aparente y densa paradoja (¿qué no lo es en la vida?). Son incontables los escondites, el ser humano puede ocultarse, camuflarse, renunciar a la partida, evitar su puesta en juego, pero siempre puede buscar el camino verdadero, acceder a él, porque ese camino no es un lugar, no transcurre por el espacio, sino que es un estado del alma que conduce al espíritu. Y eso lo podrá hacer desde cualquier escondite, en cualquier momento: la posibilidad de salvación acompaña a cada alma allá donde se encuentre, suya es la opción, suya la decisión de buscar su posibilidad. Mas Kafka ahora nos dice que existe una meta (la salvación) pero no el camino, pues lo que él llama camino no es más que duda, el camino verdadero está trazado sobre la duda, es la duda misma. No dudar es errar, no dudar es tomar un camino equivocado. Se me ocurre que quizá Kafka identifique aquí la naturaleza del ser humano, su meta, esa hacia la que tiende, y a la que no puede llegar por ningún camino hecho de certidumbre, con algo inaprensible, absoluto, que escapa a la ubicación, a la demarcación, y a lo que no puede accederse más que a tientas. Uno sólo sabe que ha llegado cuando está ya allí, disuelta su individualidad, vacía de referencias, aniquilado (en el sentido místico de la palabra).
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GALERÍA
René Magritte
1898-1967
Obra Temprana
1919-1925
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Nude, 1919
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Landscape, 1920
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Portrait de Pierre Bourgeois, 1920
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Bathers, 1921
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The Model, 1922
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Donna, 1923
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Georgette at the Piano, 1923
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Self-Portrait, 1923
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Three Nudes in A Interior, 1923
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Reclining Nude, 1923
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Youth, 1924
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Advertisement for "Norine", 1925
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Advertisement for "Norine", 1925
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Advertisement for "Norine", 1925
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Advertisement for "Norine", 1925
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Advertisement for "Norine", 1925
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Bather, 1925
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Blue Cinema, 1925
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Nocturne, 1925
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The Window, 1925
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Untitled, 1925
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Pintura Surrealista. Años de París (1)
1926-1930
A Famous Man, 1926
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After the Water, the Clouds, 1926
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Check Mate, 1916
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Landscape, 1926
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Midnight Marriage, 1926
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Polar Light, 1926
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Popular Panorama, 1926
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Primavera, 1926
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The Birth of Idol, 1926
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The Conqueror, 1926
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The Dawn of Cayenne, 1926
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The Face of Genius, 1926
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The Musings of the Solitary Walker, 1926
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The Sensational News, 1926
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The Silver Gap, 1926
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A Taste of the Invisible, 1927
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