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Consideraciones sobre el Pecado,
el Sufrimiento, la Esperanza
y el Camino Verdadero
57. El lenguaje puede ser utilizado sólo de un modo alusivo para todo lo que queda fuera del mundo sensible, pero nunca de un modo aproximativo al método comparativo, ya que el lenguaje correspondiente al mundo sensible trata sólo de la propiedad y de sus relaciones.Y hablando de imposibilidades... Aquí tenemos la última recomendación, que como corolario, cierra el Tractatus wittgensteiniano: "De lo que no se puede hablar, mejor es callarse" (es fácil rastrear en el pensamiento de ambos, Wittgenstein y Kafka, una similar concepción del mundo en general y de lo místico, en particular; bien que en uno expresado en forma lógica y geométrica, y en el otro en forma alusiva, narrativa, intuitiva). El lenguaje tiene sus límites, límites que sólo puede transgredir de forma alusiva (poesía, ficción, es decir: metáfora, imagen, espejo, fantasía). Al pertenecer al mundo sensible (al mundo de los sentidos), el lenguaje no puede acceder, de forma comparativa (escolástica, silogística) a lo queda más allá (lo inexpresable, lo que se muestra a sí mismo, que diría, otra vez, el filósofo austriaco). Fútil será, pues, intentar, por medio del lenguaje, iluminar el camino; el lenguaje no intensificará la luz, más que por alusión, por intuición.
60. Quien renuncia al mundo debe amar a todos los hombres, pues renuncia también a su mundo. Comienza a vislumbrar, por tanto, al verdadero ser humano, que no puede ser más que amado, presuponiendo que se sea de su misma condición.
61.* Quien ama en el mundo a su prójimo no comete una injusticia mayor ni menor que el que se ama a sí mismo en el mundo. Sólo queda la cuestión de si lo primero es posible.
Y llegamos al amor... fulcro capital en la vida del ser humano. Quien renuncia al mundo debe amar a todos los hombres... ¿debe? ¿En defensa propia, por haber renunciado, también, a su mundo? El verdadero ser humano no puede ser más que amado... O sea que la existencia del ser humano pasa, sí o sí, por el amor al que está llamado, ligado, por el que está, quizá, creado. El ser humano como justificación y muestra del amor. Quien renuncia al mundo, renuncia al Mal, ¿debe de quedar, entonces, en brazos del Bien (¿del amor?)? Quien renuncia al Mundo, renuncia en él a cuanto de desamor haya, a ése ya no le queda otra alternativa que el amor, el amor a los hombres, y desde esa atalaya que es la renuncia del mundo podrá vislumbrar, ahora sí, al verdadero ser humano, que no puede ser más que amado. No es ésta una conclusión digna de un desesperado o un nihilista; late un brillo de esperanza en el corazón de Kafka, pese a toda su desesperanza.
El aforismo 61, continuación del anterior, señala directamente al "Amarás al prójimo como a ti mismo" cristiano, que Jesús elevara al rango del "Amarás al señor, tu Dios" mosaico. Kafka, no obstante, sale al paso de la prevención cristiana contra el amor a sí mismo, al equiparar amor al prójimo con amor a sí mismo (no comete una injusticia mayor ni menor). Pero, al final, siempre la duda, el camino,... Sólo queda la cuestión de si lo primero [el amor al prójimo] es posible. Con lo que todo el edificio del amor, antes descrito, queda en el aire... Así es Kafka, así es su visión.
62. El hecho de que no hay nada más que un mundo espiritual nos quita la esperanza y nos otorga la certeza.
Si no hay más que un mundo espiritual, nada hay que temer, la certeza de que el espíritu no es corruptible nos debe de aportar calma. El mundo de los sentidos, el mundo percibido, corruptible no es el final, la meta no se haya aquí, pero tampoco se gana (ni se pierde), sólo se juega. Y nos quita la esperanza porque la esperanza apela al mundo: no esperemos salvar nada de esto que nuestros sentidos disfrutan, el mundo del espíritu, libre de sentidos, lo es también de apetencias, sin posibilidad de apetencias, sin opción ni necesidad de satisfacción, la esperanza huelga: lo que ha de ser, es (y será). La mentira (nada) que el mundo es, no es más que una necesidad transitoria en nuestra evolución --el devenir eterno del Ser. La esperanza desaparece, pero llega la certeza, y, con ella, la paz. Otra imagen genuinamente mística.
Y llegamos al amor... fulcro capital en la vida del ser humano. Quien renuncia al mundo debe amar a todos los hombres... ¿debe? ¿En defensa propia, por haber renunciado, también, a su mundo? El verdadero ser humano no puede ser más que amado... O sea que la existencia del ser humano pasa, sí o sí, por el amor al que está llamado, ligado, por el que está, quizá, creado. El ser humano como justificación y muestra del amor. Quien renuncia al mundo, renuncia al Mal, ¿debe de quedar, entonces, en brazos del Bien (¿del amor?)? Quien renuncia al Mundo, renuncia en él a cuanto de desamor haya, a ése ya no le queda otra alternativa que el amor, el amor a los hombres, y desde esa atalaya que es la renuncia del mundo podrá vislumbrar, ahora sí, al verdadero ser humano, que no puede ser más que amado. No es ésta una conclusión digna de un desesperado o un nihilista; late un brillo de esperanza en el corazón de Kafka, pese a toda su desesperanza.
El aforismo 61, continuación del anterior, señala directamente al "Amarás al prójimo como a ti mismo" cristiano, que Jesús elevara al rango del "Amarás al señor, tu Dios" mosaico. Kafka, no obstante, sale al paso de la prevención cristiana contra el amor a sí mismo, al equiparar amor al prójimo con amor a sí mismo (no comete una injusticia mayor ni menor). Pero, al final, siempre la duda, el camino,... Sólo queda la cuestión de si lo primero [el amor al prójimo] es posible. Con lo que todo el edificio del amor, antes descrito, queda en el aire... Así es Kafka, así es su visión.
62. El hecho de que no hay nada más que un mundo espiritual nos quita la esperanza y nos otorga la certeza.
Si no hay más que un mundo espiritual, nada hay que temer, la certeza de que el espíritu no es corruptible nos debe de aportar calma. El mundo de los sentidos, el mundo percibido, corruptible no es el final, la meta no se haya aquí, pero tampoco se gana (ni se pierde), sólo se juega. Y nos quita la esperanza porque la esperanza apela al mundo: no esperemos salvar nada de esto que nuestros sentidos disfrutan, el mundo del espíritu, libre de sentidos, lo es también de apetencias, sin posibilidad de apetencias, sin opción ni necesidad de satisfacción, la esperanza huelga: lo que ha de ser, es (y será). La mentira (nada) que el mundo es, no es más que una necesidad transitoria en nuestra evolución --el devenir eterno del Ser. La esperanza desaparece, pero llega la certeza, y, con ella, la paz. Otra imagen genuinamente mística.
63. Nuestro arte radica en un «ser-cegado» por la verdad: la luz en el rostro grotesco que retrocede es verdadera; si no, nada.
Nuestro arte... No función, no labor, no objetivo, sino nuestro arte. La disposición artística del individuo es necesaria, su perspectiva más sublime, su capacidad más estética, su habilidad superior --la que es capaz de crear--, para poder ser-cegado por la verdad. Y concluye: la luz (de la verdad) en el rostro grotesco que retrocede (el mundo --la mentira-- siempre se resiste a su aniquilación) es verdadera; por que sino, si la luz no fuese verdadera, si si no hubiera verdad luminosa, la alternativa es: nada. Otra vez, la sonrisa congelada por la duda; mas a estas alturas ya debiéramos estar acostumbrados... la duda es el camino hacia la meta (...si es que hay meta, nos remataría Kafka por no dar ni un sólo resquicio a la esperanza --ni a su contrario).
66. Es un ciudadano libre y protegido del mundo, pues está sujeto por una cadena que es lo suficientemente larga para alcanzar cualquier espacio libre de la tierra y, sin embargo, tan corta que nada le puede llevar más allá de los límites terráqueos. Al mismo tiempo, es un ciudadano libre y protegido del cielo, pues también está sujeto por una cadena celestial similar en sus características a la anterior. Si pretende ir a la tierra, le estrangula la argolla del cielo, si pretende ir al cielo, la de la tierra. No obstante, posee todas las posibilidades y así lo siente; sí, incluso se niega a atribuirlo todo a un error en el primer encadenamiento.
Poco importa que el hombre haya podido franquear la barrera terrestre, salir al espacio, llegar a la luna, enviado sondas hasta el límite del sistema solar, la cadena terrestre de que habla Kafka sigue invariable: lo terrestre, en este caso es la materia, el mundo de los sentidos, y en cuanto a este ámbito su libertad no ha variado y su encadenamiento, tampoco: el ser humano está encadenado a la materia, a lo corruptible, al Mal. Por otro lado la cadena que lo une a lo celestial, el espíritu que hay en él, ese pálpito de lo incorruptible que en su interior siente, pese al siglo pasado desde que el aforismo fue escrito, puede asegurarse que permanece así mismo invariable: la esperanza de la libertad (o su espejismo) sigue ciñendo con eslabones férreos la vida del hombre. La doble direccionalidad: cielo-tierra, materia-espíritu, sigue actuando, continúa en vigor aunque de una forma más solapada, más encubierta: muchas son las distracciones que al ser humano le impiden ensimismarse, y dialogar con su angustia. Posee todas las posibilidades pero no es consciente de ello, las distracciones también lo enajenan de sentir esta realidad (se conforma con el simulacro de libertad condicional que cree gozar).
69. Desde un aspecto teórico existe una posibilidad de alcanzar la felicidad completa: creer en lo indestructible en sí y no aspirar a ello.
70/71. Lo indestructible es único. Cada ser humano lo es y, al mismo tiempo, es algo común a todos, de ahí el indisoluble vínculo sin parangón que une a los seres humanos.
En el aforismo 69, aboga Kafka por un sentido taoista de la existencia, también en el sentido expresado por el Zaratustra de Nietzsche (a quien el escritor leyó con interés, del mismo modo que leería a Schopenhauer y Kierkegaard, entre otros). Creer en lo indestructible en sí, creer en su existencia, en su posibilidad, y que él, el hombre, porta su semilla, su savia, su impronta; y una vez creído, teniendo la certeza indubitable de ello, no aspirar ya, pues no se aspira a lo que se sabe que se posee, y si se aspira a ello es porque no cree tenerlo (es creerse enajenado del Bien, es creerse subyugado por el Mal). Hay aquí toda una declaración de intenciones que torpedea la Ley talmúdica y aún la cristiana o islámica, basadas en el premio-castigo como resultado de la conducta moral del individuo. Para reafirmarse en esto, Kafka, subraya en los aforismos 70/71 que lo indestructible es único, y que cada ser humano lo es, siendo a un tiempo algo común a todos, y de aquí se sigue el insoslayable e indisoluble vínculo que los une (a todos los humanos: una misma sustancia indestructible). Lo indestructible único bien puede asimilarse al Deus sive natura espinoziano, del cual el ser humano participa.
Una paradoja más. Lo que impide ser libre al espíritu es su condición de apoyo al ser material que somos; pero el ser material que somos no podría soportar la angustia sin apoyarse en el espíritu (donde intuye lo indestructible que en ser humano debe haber). Difícil resolución. Este aforismo abunda en el anterior sobre la doble cadena, terrenal-celestial. En este momento cabría hacer una salvedad para introducir una cuestión nada nimia: ¿por qué esta doble condición? ¿Por qué el ser humano no es sólo espíritu, y disfruta por tanto de lo incorruptible (es decir, ¿por qué no sigue aún en el Paraíso?, a ello se intentará contestar más adelante, o, al menos, a ello se aludirá). La respuesta a esta cuestión que ahora introduzco quizá sea tan simple como: porque lo que define al ser humano es esta doble condición, si no, sería otra cosa, otro ser (¿Uno con Dios?). El ser humano como un estadio del ser, un estadio a superar (o, cuando menos, a jugar). Aquí, así mismo, cabría introducir las cuestiones de pecado, redención y paraíso (se quiera o no se quiera, se crea o no se crea: lo que estas palabras sugieren, evocan, van más allá de lo que en ellas coloca una mera religión, apelan a la esencia del ser humano y la problemática, aparentemente irresoluble, del papel que representa en la vida). Sea como fuere, el espíritu, eximido de su servil condición de guindola, quedará libre. No otra cosa buscan todas las disciplinas que van en pos de la iluminación, no otra cosa pretenden todos los misticismos (desde el sufí al cabalístico, desde el yóguico al budista). Prescindir del apoyo que el espíritu nos brinda, no considerarlo como tal, solamente ser, sin aspirar a nada, sin pretender nada, aceptar el mundo de los sentidos como se acepta un sueño, y no sentirse más implicado por él de lo que nos sentimos por los sueños. No utilizar el espíritu como muleta ni sostén, prescindir de su apoyo, dejarlo libre...
En el aforismo 69, aboga Kafka por un sentido taoista de la existencia, también en el sentido expresado por el Zaratustra de Nietzsche (a quien el escritor leyó con interés, del mismo modo que leería a Schopenhauer y Kierkegaard, entre otros). Creer en lo indestructible en sí, creer en su existencia, en su posibilidad, y que él, el hombre, porta su semilla, su savia, su impronta; y una vez creído, teniendo la certeza indubitable de ello, no aspirar ya, pues no se aspira a lo que se sabe que se posee, y si se aspira a ello es porque no cree tenerlo (es creerse enajenado del Bien, es creerse subyugado por el Mal). Hay aquí toda una declaración de intenciones que torpedea la Ley talmúdica y aún la cristiana o islámica, basadas en el premio-castigo como resultado de la conducta moral del individuo. Para reafirmarse en esto, Kafka, subraya en los aforismos 70/71 que lo indestructible es único, y que cada ser humano lo es, siendo a un tiempo algo común a todos, y de aquí se sigue el insoslayable e indisoluble vínculo que los une (a todos los humanos: una misma sustancia indestructible). Lo indestructible único bien puede asimilarse al Deus sive natura espinoziano, del cual el ser humano participa.
77. Tratar con seres humanos induce a ejercitar la introspección.
No hay mejor modo de conocimiento del otro que la introspección. El conócete a ti mismo socrático como medio para conocer a los demás se impone. Quien no busca en su interior --y halla-- lo que le une al otro, nunca se comprenderá a sí mismo, ni comprenderá al otro, ni entenderá, por tanto, al alma humana. Quien se desvela a sí mismo, quien es capaz de abrirse en canal y contemplar sus entrañasen el espejo de la humanidad, ése, será capaz de entender, comprender y amar a los demás: ése, podrá, ya, renunciar al mundo. Y recíprocamente: es el trato con los demás quien nos induce a buscar en nuestro interior una explicación al vacío aparente que se abre entre los individuos, la única forma de salvarlo, la única forma de tender un puente, es desde aquello que nos une como especie, y eso, eso, se encuentra en lo más profundo de nuestro ser, tan profundo está que no sabemos si en verdad lo poseemos: lo indestructible que se extiende más allá del mundo, estando en el mundo. En resumidas cuentas, no estamos solos aunque nos lo parezca; el otro, los otros, comparten conmigo lo eterno de que está hecha el alma humana, ese algo indestructible que barruntamos, por más que en este mundo fugaz de los sentidos cueste creerlo.
No hay mejor modo de conocimiento del otro que la introspección. El conócete a ti mismo socrático como medio para conocer a los demás se impone. Quien no busca en su interior --y halla-- lo que le une al otro, nunca se comprenderá a sí mismo, ni comprenderá al otro, ni entenderá, por tanto, al alma humana. Quien se desvela a sí mismo, quien es capaz de abrirse en canal y contemplar sus entrañasen el espejo de la humanidad, ése, será capaz de entender, comprender y amar a los demás: ése, podrá, ya, renunciar al mundo. Y recíprocamente: es el trato con los demás quien nos induce a buscar en nuestro interior una explicación al vacío aparente que se abre entre los individuos, la única forma de salvarlo, la única forma de tender un puente, es desde aquello que nos une como especie, y eso, eso, se encuentra en lo más profundo de nuestro ser, tan profundo está que no sabemos si en verdad lo poseemos: lo indestructible que se extiende más allá del mundo, estando en el mundo. En resumidas cuentas, no estamos solos aunque nos lo parezca; el otro, los otros, comparten conmigo lo eterno de que está hecha el alma humana, ese algo indestructible que barruntamos, por más que en este mundo fugaz de los sentidos cueste creerlo.
78. El espíritu queda libre desde el mismo momento en que deja de ser un apoyo.
Una paradoja más. Lo que impide ser libre al espíritu es su condición de apoyo al ser material que somos; pero el ser material que somos no podría soportar la angustia sin apoyarse en el espíritu (donde intuye lo indestructible que en ser humano debe haber). Difícil resolución. Este aforismo abunda en el anterior sobre la doble cadena, terrenal-celestial. En este momento cabría hacer una salvedad para introducir una cuestión nada nimia: ¿por qué esta doble condición? ¿Por qué el ser humano no es sólo espíritu, y disfruta por tanto de lo incorruptible (es decir, ¿por qué no sigue aún en el Paraíso?, a ello se intentará contestar más adelante, o, al menos, a ello se aludirá). La respuesta a esta cuestión que ahora introduzco quizá sea tan simple como: porque lo que define al ser humano es esta doble condición, si no, sería otra cosa, otro ser (¿Uno con Dios?). El ser humano como un estadio del ser, un estadio a superar (o, cuando menos, a jugar). Aquí, así mismo, cabría introducir las cuestiones de pecado, redención y paraíso (se quiera o no se quiera, se crea o no se crea: lo que estas palabras sugieren, evocan, van más allá de lo que en ellas coloca una mera religión, apelan a la esencia del ser humano y la problemática, aparentemente irresoluble, del papel que representa en la vida). Sea como fuere, el espíritu, eximido de su servil condición de guindola, quedará libre. No otra cosa buscan todas las disciplinas que van en pos de la iluminación, no otra cosa pretenden todos los misticismos (desde el sufí al cabalístico, desde el yóguico al budista). Prescindir del apoyo que el espíritu nos brinda, no considerarlo como tal, solamente ser, sin aspirar a nada, sin pretender nada, aceptar el mundo de los sentidos como se acepta un sueño, y no sentirse más implicado por él de lo que nos sentimos por los sueños. No utilizar el espíritu como muleta ni sostén, prescindir de su apoyo, dejarlo libre...
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GALERÍA
René Magritte
1898-1972
Periodo de Bruselas, pre-Guerra y Guerra
(1931-1942)
(1931-1942)
Copper hand-cuffs, 1931
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Project for a mural, Norine House, Brussels, 1931
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A Storm, 1932
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Act of Violence, 1932
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Elective Affinity, 1932
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The Human Condition, 1933
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The Light of Coincidence, 1933
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Unexpected Answer, 1933
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Black Magic, 1934
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Collective Invention, 1934
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Georgette Magritte, 1934
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Hommage to Mack Sennet, 1934
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Rape, 1934
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The Red Model, 1934
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Bather Between Light and Dakness, 1935
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Composition on a Seashore, 1935
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Eternity, 1935
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Perpetual Motion, 1935
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Portrait, 1935
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Rape, 1935
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Project for a mural, Norine House, Brussels, 1931
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A Storm, 1932
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Act of Violence, 1932
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Elective Affinity, 1932
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The Human Condition, 1933
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The Light of Coincidence, 1933
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Unexpected Answer, 1933
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Black Magic, 1934
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Collective Invention, 1934
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Georgette Magritte, 1934
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Hommage to Mack Sennet, 1934
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Rape, 1934
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The Red Model, 1934
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Bather Between Light and Dakness, 1935
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Composition on a Seashore, 1935
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Eternity, 1935
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Perpetual Motion, 1935
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Portrait, 1935
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Rape, 1935
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The Amourous Perspective, 1935
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The Discovery of Fire, 1935
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The Human Condition, 1935
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The Red Model, 1935
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Clairvoyance, 1936
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Forbidden Literature (The Use of the World), 1936
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Meditation, 1936
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Philosophers Lamp, 1936
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The Key to the Fields, 1936
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The Revealing of the Present, 1936
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Black Flag, 1937
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Georgette, 1937
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In Praise of Dialectics, 1937
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Not to Be Reproduced, 1937
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Representation, 1937
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The Future of Statues, 1937
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The Pleasure Principle (Edward James), 1937
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The Therapeutist, 1937
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The White Race, 1937
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Youth Illustrated, 1937
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Project of poster "The center of textile workers in Belgium (celebration on 18th september)", 1938
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Project of poster "The center of textile workers in Belgium (celebration on 18th september)", 1938
Project of poster "The center of textile workers in Belgium (celebration on 18th september)", 1938
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The Beyond, 1938
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The Domain of Arnheim, 1938
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Time Transfixed, 1938
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The Glass House, 1939
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The Leader of Fire, 1939
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The Marches of Summer, 1939
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The Present, 1939
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The Victory, 1939
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Homesickness, 1940
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Plain of Air, 1940
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The Return, 1940
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The Break in the Clouds, 1941
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Deep Waters, 1941
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Early Morning, 1942
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Island of Treasures, 1942
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