Justificación
.....¿A santo de qué un espacio (continuado) expresamente dedicado al Manierismo Nórdico? ¿Por qué algo tan específico, y no contemplar el fenómeno en su europea amplitud? Como todas las decisiones que el autor del blog toma, en lo concerniente a la temática de este sacro pagano espacio, la explicación no es una sino múltiple, resultado de un encadenamiento de razones (e intuiciones), en parte fortuitas, en parte intencionadas, en parte consecuentes (tenidas en su día y que quedaron postergadas).
.....Si se sigue con una ligera atención (no demasiada, pero tampoco demasiado distraída) esta bitácora, se podrá comprobar que sigue constantemente una cierta ley del péndulo, nada errática, nada caótica, pero si azarosa, en la que los contenidos van oscilando de lo profano a lo sacro, de lo filosófico a lo poético, de lo narrativo a lo ensayístico. Esto es así por una simple razón de higiene mental, de eficacia generativa. Bien es sabido que los terrenos dedicados a la agricultura, si no se quiere echar mano de artificiosos abonos químicos, fertilizantes forzados, sustancias potenciadoras que indefectiblemente causarán agotamiento de los sustratos (es decir, de la tierra que es matriz y madre), lo propio de la agricultura biodinámica, vamos, es la rotación de cultivos: un par de años se siembra trigo, otro trébol o cualquier otra leguminosa, otro se deja en barbecho, al siguiente se cultivan hortalizas, etc. Así el terreno no se fatiga, va disponiendo de su potencial gradualmente y se renueva por la acción benéfica que tiene cada cultivar sobre el medio (pues cada especie vegetal absorbe del ambiente y fija en el suelo sustancias diferentes, en diferente proporción). Pues así, esta es una analogía más o menos acertada del porqué esta oscilación pendular de los contenidos del blog.
.....Tras la Semana Santa, semana de pasión a contracorriente para un gentil sacralizado como yo (o creyente gentil, que tanto da), en que las tentaciones de San Antonio ocuparon el espacio por triplicado, (el interregno del homenaje a Gabo no cuenta, por incidental), le toca el turno ahora a lo pagano. Donde allí penitencia y privación, aquí regalo y exceso; donde allí mortificación y abstinencia, aquí placer y agasajo, donde allí espiritualidad, aquí carnalidad, donde allí resistencia a la tentación, aquí entrega a la misma. Entiéndaseme, entrega a la tentación de lo visual que la carnalidad de los cuerpos, propinada con todo el exceso de que será objeto, constituirá todo un placer para la vista y un regalo para el alma del contemplativo y sensible observador que se sentirá, así, agasajado, cuando no abrumado, por tal desfile de cuerpos naturalmente desnudos, esplendorosos, sugerentes, mas no pecaminosos (no, al menos, en la medida en que uno los quiera contemplar como motivo estético, artístico. Queda al libre albedrío de cada cual -y a la singularidad de su sensible ser- el que las obras de arte que aquí se van a exponer, no más sea por su agolpamiento, susciten un más íntimo regocijo y sensual gozo). Así pues manierismo nórdico: festival de sensualidad, entrega a la tentación del placer estético sustanciada en la lujuria esplendente de la desnudez. No todo será desnudez, pero sí la mayor parte, pues este movimiento artístico se caracteriza, entre otras peculiaridades, por buscar sus motivos en la mitología y en la leyenda histórica, y hacerlo sin tapujos, sin velos encubridores. Orgía de los cuerpos pues, tras las penurias del desierto.
.
Introducción
.....Se llama Manierismo al movimiento artístico que sucediera, como reacción, al esplendor renacentista y su modelo clasicista. Precursor necesario de lo que vendría después, el Barroco, le debe el nombre a Vasari (ese artista renacentista que fuera el primer historiador del arte y que escribiera el primer catálogo de pintores, escultores y arquitectos); llamo manierista a ese movimiento que pintando a a la maniera de otro célebre pintor renacentista (Michelangelo, Rafael) detentaba su propia particularidad. Ésta, la particularidad, consistía en transformar el ideal clásico, estirarlo, retorcerlo, contemplarlo bajo perspectivas poco habituales (pero reales), escorzos inverosímiles, posturas forzadas, pero con figuras de proporciones irreales (es común disminuir el tamaño de la cabeza, alargar los miembros o el cuerpo), pero también se subrayarán los cuerpos musculosos, miguelangescos, las curvas femeninas marcadas, el esfumato alternado con claroscuros de colores ficticios o exagerados. Manierismo, pues, entre Renacimiento y Barroco, como puente, como vereda que da solución de continuidad, sin sobresaltos, de una corriente a otra, de un estilo al otro, de una forma de expresión revolucionaria a otra que desembocaría en otra revolución. Desde un punto de vista formal, entre el Alto Renacimiento, el Manierismo y el Barroco no hay una verdadera ruptura formal, de estilo, sino una evolución de madurez, una forma de explotar todas las posibilidades de ese renacimiento clásico (griego y latino). La revolución equivalente a la que supuso el Renacimiento con respecto al gótico, la traerá el Romanticismo. La tercera revolución vendría de la mano de las Vanguardias (superadas las formas puente del primer impresionismo y el simbolismo).
.....El Manierismo es un movimiento que surge en Italia (como casi todo el arte en general desde el Imperio Romano), de aquí se extenderá hacia el norte, traspasando los Alpes. Éstos serán la frontera que delimitará lo que se llamará el Manierismo Nórdico de sus fuentes originales meridionales. Como vemos, nada que ver con un uso privativo del término nórdico ceñido al ámbito boreal (cuya frontera la marcaría Dinamarca, y cuyo seno lo formarían Suecia, Noruega y Finlandia); sino que se denomina nórdico debido a su situación norteña respecto al foco italiano. Existiría pues un manierismo meridional (italiano, español) y otro manierismo septentrional (francés, flamenco, holandés, germano). El Manierismo Nórdico, a su vez, tendría tres núcleos principales: La Escuela de Fontainebleau, en Francia (1530-1550); Praga, centro cultural del Sacro Imperio Germánico, con sus emperadores Maximiliano II y, sobre todo, el excéntrico Rodolfo II (a partir de 1575); y los Países Bajos (a partir de 1580). En esta ocasión, dejaremos fuera a la Escuela de Fontainebleau, y nos ceñiremos a los otros dos focos: el de Praga y el de los Países Bajos.
.....Serán siete los artistas traídos aquí para mostrarnos su buen hacer: tres de la escuela de Praga (Bartholomeus Spranger y Hans van Aachen, pintores; Giambologna, escultor), y cuatro de los Países Bajos (Hendrick Goltzius, Cornelis Cornelisz van Haarlem, Joachim Wtewael y Abraham Bloemaert). Seis serán los posts (los flamencos Wtewael y Bloemaert, compartirán uno de ellos).
.
Un relato incidental
Prefacio
.....La carpeta azul cobalto contenía los textos narrativos. Era voluminosa y como el resto de las carpetas guardaba en su interior un material diverso, en soporte y en formato. Llamó poderosamente mi atención un legajo que, pese a lo variado del contenido ya apuntado, se distinguía a simple vista de los demás documentos. Parecía un viejo tomito sin encuadernar, de holandesas cosidas por el lomo. Al sacarlo de entre el batiburrillo comprobé que, efectivamente, no sólo era viejo, sino muy viejo. Se trataba de un manuscrito de papel apergaminado; el cosido del canto parecía más cuero que vegetal; y sobre su portada, fijada con adhesivo, había una cuartilla manuscrita por el propio Héctor que, con tinta azul, avisaba del contenido:
1563-1612. Praga
Crónica de una época: la Corte de Rodolfo II
Crónica de una época: la Corte de Rodolfo II
[Autor anónimo -de origen español-, Preceptor y Consejero
del Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico]
.....Bajo este título una nota precisaba el origen y carácter del documento:
I
.....Mi llegada a la Corte de Madrid, en 1563, procedente de Valladolid, en cuya Universidad yo daba clases, se produjo, como no podía ser de otra manera, llena de expectación por mi parte. Había sido llamado por el Chambelán del Rey, Felipe II, que me eligió entre una terna de candidatos para realizar la función de preceptor del sobrino de su Majestad, el hijo primogénito y sucesor de Maximiliano II, Emperador del Sacro Imperio. Mi meteórica carrera, cimentada no sólo en la capacidad o la disposición, sino en un genuino y desinteresado amor por el saber, había propiciado este privilegiado destino.
.....He de apuntar que mi origen, sin ser humilde, no es noble. Pertenezco a una familia de la incipiente burguesía castellana, que basa su estatus en la liberalidad de su profesión: comerciantes, artesanos, letrados, pequeños propietarios. En mi caso, oriundo de Medina del Campo (donde nací el mismo año y casi el mismo día en que muriera mi admirado -ahora ya lo puedo decir- Erasmo de Rotterdam), de una familia de hosteleros, convertidos en pequeños propietarios (poseedores de algunas cabezas de ganado y unas tierras de labor, con viña y huerta), fui enviado a estudiar a Salamanca. Me dejaron elegir y opté por estudiar Artes (que incluían Filosofía, Filología y Artes Plásticas), tras mucho dudar entre ésta carrera y la de Medicina. Consciente que los estudios de Medicina suponían un sacrificio aún mayor para mi familia, opté por una carrera menor que me permitiera un más rápido acceso a un puesto de trabajo (hay que tener en cuenta que la época de esplendor de las famosas Ferias de Medina ya había pasado, y las represalias por la alineación de la villa con los Comuneros y en contra de los realistas había ocasionado el golpe de gracia a una prosperidad ya en incipiente pero fatal decadencia. Los medinenses, sin excepción, eran todos un poco o mucho más pobres desde aquel 21 de agosto de 1520 en que el obispo Fonseca mando quemar la ciudad por los cuatro costados en represalia por negarse a entregar la artillería, que el delegado real quería emplear contra la rebelada Comunidad de Segovia). No obstante, realicé el grado de Licenciado en Artes y el de Bachiller en Teología con gran aprovechamiento y diligencia; tan es así que enseguida fui reclamado por el claustro de la Universidad de Salamanca, primero, y después por el de Valladolid. A mis veintisiete años era un profesor reconocido en el ámbito pedagógico, y mi natural carácter, amable y tolerante, casi estoico, si piadoso, hizo el resto.
.....El caso es que sin saber yo cómo, mi nombre figuraba en aquella terna de la que el Chambelán me eligió a mí. Dicen que por ser el único que no portaba conmigo ninguna obligación ni compromiso, por ser un buen profesional, pero anónimo, vamos; ya se sabe que en la Corte todo se mueve siguiendo un complejo sistema de intereses y por ello, en cuanto se puede, los responsables de alto rango, optan por liberarse de esta incómoda maraña de débitos y obligaciones contraídas.
.....Mi llegada a aquel enorme palacio recién construido, en las faldas de la Sierra de Madrid, decía, estuvo llena de expectación. Mis dotes de observación, mi natural reservado y una sensibilidad en constante competencia con un fino instinto, propiciaron mi buena acogida. A pesar de la rigidez formal de la Corte, yo me encontré como pez en el agua. Mi innato y discreto sentido de la liberalidad era un bien que yo poseía como un tesoro: escondido en lo más recóndito de mi conciencia, y para su mejor salvaguarda le venía bien la férrea estructura del cortesano comedimiento. Uno, allí, podía ser el más temible de los impíos o, incluso, de los asesinos, que mientras siguiera el rígido protocolo de la Corte, pasaría inadvertido.
.....Éramos cuatro los preceptores del futuro rey: un licenciado en Cánones (leyes), otro en Teología (Jesuita), un políglota (encargado de transmitir conocimientos de francés, alemán e inglés) y yo, que sería el encargado de perfeccionar su castellano y pulir su latín -ya que estas dos eran lenguas de uso común: la vernácula, en la Corte española; y la lengua de Horacio y Virgilio, en todas las Cortes Europeas; además tenía la encomienda de iniciarle en el conocimiento de la filosofía (escolástica, aristotelismo e historia del pensamiento) y en los secretos del arte plástico y musical. Posteriormente, a partir de los quince años, se añadiría un quinto preceptor, matemático y financiero.
.....Mi primer encuentro con el futuro educando se produjo en un acto solemne, en el que fuimos presentados los preceptores a su Excelencia por el Chambelán. Éste era un hombre práctico que no tardó más de quince minutos en cumplir su cometido, encomendándonos mutuo entendimiento y entrega, tanto al real infante como a nosotros, sus instructores. Así mismo, se nos hizo entrega del calendario y programa ya establecido, sin posibilidad de modificación, salvo por causa mayor y previa notificación por vía reglamentaria al Canciller de Palacio. La regla básica era causar las mínimas preocupaciones a los de arriba, así pues los problemas que pudieran surgir debían ser resueltos, preferentemente, en el interín de cada responsable. Nuestro grado de autonomía sería limitado, pero dentro de esos límites podíamos actuar con toda la libertad que creyéramos conveniente. Una auditoría semestral, compuesta por una terna de catedráticos de la Universidad de Alcalá de Henares, se encargaba de controlar nuestros progresos y eficacia educativa: se le realizaban al educando varios exámenes, según las materias y el programa oficial, y dependiendo de su resultado el preceptor confirmaba o perdía la confianza del Chambelán (es decir: se lo confirmaba en su puesto o era relevado).
.....Contaba Rodolfo, a la sazón, once años de edad, cuando nos fue presentado. Era un niño delicado, taciturno, delgado y paliducho, poseedor del rasgo fisionómico más característico de los Habsburgo: su marcada y prominente mandíbula; de hecho, el parecido con su abuelo, Carlos I, era notorio. Sin aquel rasgo sobresaliente que caracterizaba, deformándolo, su rostro, hubiera podido ser un muchacho atractivo. Durante la presentación nos miró a los cuatro, sin apenas pestañear. Seguía una pauta, un ritmo, en su mirar: clavaba la mirada durante cinco o seis segundos en cada uno, y dedicaba igual atención a seguir las explicaciones protocolarias del Chambelán. Lo hacía siguiendo un orden espacial: primero de derecha a izquierda (los preceptores estábamos situados frente a él; a su lado izquierdo, el Chambelán), después de derecha izquierda; iba y venía, venía e iba, como un péndulo o un diapasón. Así durante esos quince minutos que duró el acto. Quizás porque yo era notoriamente el más joven, creo poder asegurar que me dedicó alguna mirada más que al resto, o que, incluso, duraran más las miradas dirigidas a mi persona. O quizá fuera porque mi cometido, las materias en que debía instruirle, atrajeran más su interés. No sabría decirlo, pero creo que en aquellas primeras miradas, intercambiadas de manera totalmente solemne y formal, ya hubo un germen de reconocimiento y simpatía que con los meses acabaría floreciendo, y con los años crecería y se fortalecería con la flexibilidad y la solidez de un fresno.
.....Muy pronto constaté que la sensibilidad de Rodolfo, salvada la distancia de los años, era semejante a la mía (¿Habría influido ello en mi elección? ¿Hasta ese punto se afinaba en las decisiones de la Corte? No me extrañaría, teniendo en cuenta la compleja maquinaria necesaria para hacer funcionar adecuada y eficazmente un estado tan extenso como el Reino España). Si bien, él tendía hacia la melancolía, como si esa sensibilidad se abismase en su interior en vez de explayarse y manifestarse, como si se recociese en su propio sentir. Yo, en cambio, siendo un ser de natural tímido y reflexivo, en cuanto se me da la oportunidad tiendo a la extroversión, y mis melancolías duran lo que yo les permito durar. Poseía el infante un gusto exquisito, aunque algo extravagante, y lo nuevo le entusiasmaba, lo oculto, lo raro, lo inexplicable. Era un soñador, no es necesario subrayarlo, y proclive a la idealización. Debería realizar grandes esfuerzos para llegar a ser un buen gobernante; o eso, o ñe sería preciso rodearse de los personajes adecuados, que compensaran sus carencias prácticas.
.....El primer periodo crítico, la primera gran crisis de su vida, la tuvo, como es lógico, al entrar en la adolescencia. Cuando las hormonas de su cuerpo brotaron para conducirlo hacia la madurez sexual, se produjo en su interior un tumulto tal que estuvo postrado en cama durante dos meses. Tenía doce años, y la postración le sirvió para dar un estirón y coger color, ya que le aumentó el apetito. Fue a partir de ese momento que el joven príncipe se sentaba a la mesa para comer (y beber) con la delectación propia de un gourmand borgoñón (algo común, por otra parte a todos los Habsburgo). Pero el gran cambio lo realizó sotto voce, y no todos se percataron de él. Su sensualidad se desarrolló con la fuerza de un huracán. Yo le observaba, y sentía cómo la tensión lo hacía temblar. A veces era tanta que se desvanecía. Le sorprendí muchas veces en los jardines contemplando el apareamiento de los insectos, la fecundación de las flores por éstos, los escarceos reproductores entre los canes de caza y de guarda de palacio. Era un puro manojo de nervios a flor de piel. Esta fase de álgida excitación le duró un año, después se aplacó ligeramente, se adormeció, pero siguió reclamando su interés. Con trece años, se pasaba las horas muertas contemplando la colección de cuadros que su tío iba reuniendo en El Escorial. Le encantaban los que mostraban cuerpos desnudos, y no cejó hasta hacerse con una llave de la sala privada, donde Felipe II guardaba las obras más indecorosas (para la rígida y puritana moral católica que imperaba en la Corte tenida como más cristiana de todas, salvaguarda y celadora de la Fe).
Volumen hallado y adquirido en una librería de viejo du Quartier Latin. Ofrecido por el librero, un checo exiliado tras el fracaso de la Primavera de Praga, cuando supo de mi nacionalidad española, lengua en la que está escrito el documento, y que él desconocía. Me lo ofreció con la condición de que lo tradujese al francés y le hiciera llegar una copia.
Es muy posible que se trate de un relato fidedigno, pues varios de los hechos en él narrados, y por mí comprobados, concuerdan grosso modo con las referencias históricas conocidas.
Valiosa narración de un privilegiado espectador, cercano al poder, que desvela los entresijos de la Corte de un personaje enigmático y controvertido, como fue el Emperador Rodolfo II de Habsburgo, sobrino de Felipe II y nieto, por tanto, de Carlos I de España.
.....El legajo en sí carecía de título, sólo venía consignada la horquilla temporal antes citada y debajo de ésta, el nombre de la capital de la antigua Bohemia. Esta ausencia de información en su portada quizá fuera lo que propició que llegara a mis manos. Seguirle el rastro, de todas formas, se antojaba tarea inútil, pues al ser anónimo (por más que indagué no me fue posible asignarle una autoría, ni tan siquiera especulativa) nada podía servir para establecer su precisa ubicación, más allá de lo que lo narrado desvelaba. Quizá procediera de alguna biblioteca particular, deshecha en su momento, que acabara por diseminarse al azar. Bastante suerte tuvo en no ser pasto de las llamas, alimento de las ratas o la podredumbre inherente al paso del tiempo y el arrumbamiento en algún oscuro desván. Lo cierto es que allí estaba, entre mis manos. Tras leerlo, lo transcribí a castellano actual, lo dividí en capítulos (seis) y lo puse un título: El Preceptor del Rey. Me resisto a darlo a la imprenta, pese a contener una historia jugosa, pues su estilo es más didáctico que propiamente narrativo o novelesco. Quizá, eso sí, pudiera servir para que alguien con el talento suficiente bordara sobre su trama un recamado más novelesco, capaz de atrapar la atención y suscitar el interés del lector. Yo me remito aquí a transcribirlo tal cual lo encontré (con la salvedad de la actualización lingüística), más con el ánimo de rendir homenaje al escritor anónimo que por afán de divulgación: al fin y al cabo, lo que se cuenta se cuenta para otros; yo me remito a darlo cauce. Convertido en casual eco, sirva este espacio de escenario pertinente para propagar la original y anónima voz.
.....El legajo en sí carecía de título, sólo venía consignada la horquilla temporal antes citada y debajo de ésta, el nombre de la capital de la antigua Bohemia. Esta ausencia de información en su portada quizá fuera lo que propició que llegara a mis manos. Seguirle el rastro, de todas formas, se antojaba tarea inútil, pues al ser anónimo (por más que indagué no me fue posible asignarle una autoría, ni tan siquiera especulativa) nada podía servir para establecer su precisa ubicación, más allá de lo que lo narrado desvelaba. Quizá procediera de alguna biblioteca particular, deshecha en su momento, que acabara por diseminarse al azar. Bastante suerte tuvo en no ser pasto de las llamas, alimento de las ratas o la podredumbre inherente al paso del tiempo y el arrumbamiento en algún oscuro desván. Lo cierto es que allí estaba, entre mis manos. Tras leerlo, lo transcribí a castellano actual, lo dividí en capítulos (seis) y lo puse un título: El Preceptor del Rey. Me resisto a darlo a la imprenta, pese a contener una historia jugosa, pues su estilo es más didáctico que propiamente narrativo o novelesco. Quizá, eso sí, pudiera servir para que alguien con el talento suficiente bordara sobre su trama un recamado más novelesco, capaz de atrapar la atención y suscitar el interés del lector. Yo me remito aquí a transcribirlo tal cual lo encontré (con la salvedad de la actualización lingüística), más con el ánimo de rendir homenaje al escritor anónimo que por afán de divulgación: al fin y al cabo, lo que se cuenta se cuenta para otros; yo me remito a darlo cauce. Convertido en casual eco, sirva este espacio de escenario pertinente para propagar la original y anónima voz.
I
.....De la suerte que le cabe a un ser humano no es la menor la de ser testigo privilegiado de la historia, la de ocupar un lugar preeminente al lado de los hombres protagonistas de la misma; pues la energía que no se gasta tratando de llevar a buen fin ese protagonismo, se emplea en la detenida observación de lo que acaece en el escenario. Ser testigo puede ser, en muchas ocasiones, preferible a ser actor. Además, ¿qué sería de los grandes actores de la Historia sin los testigos que dieran cuenta de sus hazañas? Yo soy uno de esos testigos, uno de esos privilegiados. Y para más ventura, lo soy, y seré por voluntad propia, anónimo. El destino así lo quiso, y no seré yo quien, en nombre de no sé qué afán presuntuoso, contravenga lo que la Providencia (o las Parcas) haya dispuesto. Seré, simplemente el preceptor, ya que así, para el desempeño de esa función, es cómo lo conocí a él, a Rodolfo II, Archiduque de Austria, Rey de Hungría y Bohemia, Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, y como él siempre me llamó, ya que aunque mi labor como tutor finalizara al concluir la formación básica del joven rey, de alguna forma continuaría en el tiempo, pues seguiría a su servicio ya como consejero privado en asuntos de arte, que era su gran pasión.
.....Pero no adelantemos acontecimientos. Es preciso que primero narre cuál fue esa, mi original función, y que siga, en lo posible, un relato secuencial de mi vida al servicio de uno de los personajes más controvertidos y maltratados por la historia. Ahora, desde la distancia, el rey ya muerto, yo anciano, es el momento de reunir (las notas dispersas escritas a lo largo de los muchos años) y redactar estas sintéticas memorias. No creo que me quede mucho tiempo, y es hora de rendir cuentas. Lo hago con la intención de dejar constancia de otra historia alternativa a la contada, se lo debo a él.
.....Pero no adelantemos acontecimientos. Es preciso que primero narre cuál fue esa, mi original función, y que siga, en lo posible, un relato secuencial de mi vida al servicio de uno de los personajes más controvertidos y maltratados por la historia. Ahora, desde la distancia, el rey ya muerto, yo anciano, es el momento de reunir (las notas dispersas escritas a lo largo de los muchos años) y redactar estas sintéticas memorias. No creo que me quede mucho tiempo, y es hora de rendir cuentas. Lo hago con la intención de dejar constancia de otra historia alternativa a la contada, se lo debo a él.
.....Mi llegada a la Corte de Madrid, en 1563, procedente de Valladolid, en cuya Universidad yo daba clases, se produjo, como no podía ser de otra manera, llena de expectación por mi parte. Había sido llamado por el Chambelán del Rey, Felipe II, que me eligió entre una terna de candidatos para realizar la función de preceptor del sobrino de su Majestad, el hijo primogénito y sucesor de Maximiliano II, Emperador del Sacro Imperio. Mi meteórica carrera, cimentada no sólo en la capacidad o la disposición, sino en un genuino y desinteresado amor por el saber, había propiciado este privilegiado destino.
.....He de apuntar que mi origen, sin ser humilde, no es noble. Pertenezco a una familia de la incipiente burguesía castellana, que basa su estatus en la liberalidad de su profesión: comerciantes, artesanos, letrados, pequeños propietarios. En mi caso, oriundo de Medina del Campo (donde nací el mismo año y casi el mismo día en que muriera mi admirado -ahora ya lo puedo decir- Erasmo de Rotterdam), de una familia de hosteleros, convertidos en pequeños propietarios (poseedores de algunas cabezas de ganado y unas tierras de labor, con viña y huerta), fui enviado a estudiar a Salamanca. Me dejaron elegir y opté por estudiar Artes (que incluían Filosofía, Filología y Artes Plásticas), tras mucho dudar entre ésta carrera y la de Medicina. Consciente que los estudios de Medicina suponían un sacrificio aún mayor para mi familia, opté por una carrera menor que me permitiera un más rápido acceso a un puesto de trabajo (hay que tener en cuenta que la época de esplendor de las famosas Ferias de Medina ya había pasado, y las represalias por la alineación de la villa con los Comuneros y en contra de los realistas había ocasionado el golpe de gracia a una prosperidad ya en incipiente pero fatal decadencia. Los medinenses, sin excepción, eran todos un poco o mucho más pobres desde aquel 21 de agosto de 1520 en que el obispo Fonseca mando quemar la ciudad por los cuatro costados en represalia por negarse a entregar la artillería, que el delegado real quería emplear contra la rebelada Comunidad de Segovia). No obstante, realicé el grado de Licenciado en Artes y el de Bachiller en Teología con gran aprovechamiento y diligencia; tan es así que enseguida fui reclamado por el claustro de la Universidad de Salamanca, primero, y después por el de Valladolid. A mis veintisiete años era un profesor reconocido en el ámbito pedagógico, y mi natural carácter, amable y tolerante, casi estoico, si piadoso, hizo el resto.
.....El caso es que sin saber yo cómo, mi nombre figuraba en aquella terna de la que el Chambelán me eligió a mí. Dicen que por ser el único que no portaba conmigo ninguna obligación ni compromiso, por ser un buen profesional, pero anónimo, vamos; ya se sabe que en la Corte todo se mueve siguiendo un complejo sistema de intereses y por ello, en cuanto se puede, los responsables de alto rango, optan por liberarse de esta incómoda maraña de débitos y obligaciones contraídas.
.....Mi llegada a aquel enorme palacio recién construido, en las faldas de la Sierra de Madrid, decía, estuvo llena de expectación. Mis dotes de observación, mi natural reservado y una sensibilidad en constante competencia con un fino instinto, propiciaron mi buena acogida. A pesar de la rigidez formal de la Corte, yo me encontré como pez en el agua. Mi innato y discreto sentido de la liberalidad era un bien que yo poseía como un tesoro: escondido en lo más recóndito de mi conciencia, y para su mejor salvaguarda le venía bien la férrea estructura del cortesano comedimiento. Uno, allí, podía ser el más temible de los impíos o, incluso, de los asesinos, que mientras siguiera el rígido protocolo de la Corte, pasaría inadvertido.
.....Éramos cuatro los preceptores del futuro rey: un licenciado en Cánones (leyes), otro en Teología (Jesuita), un políglota (encargado de transmitir conocimientos de francés, alemán e inglés) y yo, que sería el encargado de perfeccionar su castellano y pulir su latín -ya que estas dos eran lenguas de uso común: la vernácula, en la Corte española; y la lengua de Horacio y Virgilio, en todas las Cortes Europeas; además tenía la encomienda de iniciarle en el conocimiento de la filosofía (escolástica, aristotelismo e historia del pensamiento) y en los secretos del arte plástico y musical. Posteriormente, a partir de los quince años, se añadiría un quinto preceptor, matemático y financiero.
.....Mi primer encuentro con el futuro educando se produjo en un acto solemne, en el que fuimos presentados los preceptores a su Excelencia por el Chambelán. Éste era un hombre práctico que no tardó más de quince minutos en cumplir su cometido, encomendándonos mutuo entendimiento y entrega, tanto al real infante como a nosotros, sus instructores. Así mismo, se nos hizo entrega del calendario y programa ya establecido, sin posibilidad de modificación, salvo por causa mayor y previa notificación por vía reglamentaria al Canciller de Palacio. La regla básica era causar las mínimas preocupaciones a los de arriba, así pues los problemas que pudieran surgir debían ser resueltos, preferentemente, en el interín de cada responsable. Nuestro grado de autonomía sería limitado, pero dentro de esos límites podíamos actuar con toda la libertad que creyéramos conveniente. Una auditoría semestral, compuesta por una terna de catedráticos de la Universidad de Alcalá de Henares, se encargaba de controlar nuestros progresos y eficacia educativa: se le realizaban al educando varios exámenes, según las materias y el programa oficial, y dependiendo de su resultado el preceptor confirmaba o perdía la confianza del Chambelán (es decir: se lo confirmaba en su puesto o era relevado).
.....Contaba Rodolfo, a la sazón, once años de edad, cuando nos fue presentado. Era un niño delicado, taciturno, delgado y paliducho, poseedor del rasgo fisionómico más característico de los Habsburgo: su marcada y prominente mandíbula; de hecho, el parecido con su abuelo, Carlos I, era notorio. Sin aquel rasgo sobresaliente que caracterizaba, deformándolo, su rostro, hubiera podido ser un muchacho atractivo. Durante la presentación nos miró a los cuatro, sin apenas pestañear. Seguía una pauta, un ritmo, en su mirar: clavaba la mirada durante cinco o seis segundos en cada uno, y dedicaba igual atención a seguir las explicaciones protocolarias del Chambelán. Lo hacía siguiendo un orden espacial: primero de derecha a izquierda (los preceptores estábamos situados frente a él; a su lado izquierdo, el Chambelán), después de derecha izquierda; iba y venía, venía e iba, como un péndulo o un diapasón. Así durante esos quince minutos que duró el acto. Quizás porque yo era notoriamente el más joven, creo poder asegurar que me dedicó alguna mirada más que al resto, o que, incluso, duraran más las miradas dirigidas a mi persona. O quizá fuera porque mi cometido, las materias en que debía instruirle, atrajeran más su interés. No sabría decirlo, pero creo que en aquellas primeras miradas, intercambiadas de manera totalmente solemne y formal, ya hubo un germen de reconocimiento y simpatía que con los meses acabaría floreciendo, y con los años crecería y se fortalecería con la flexibilidad y la solidez de un fresno.
.....Muy pronto constaté que la sensibilidad de Rodolfo, salvada la distancia de los años, era semejante a la mía (¿Habría influido ello en mi elección? ¿Hasta ese punto se afinaba en las decisiones de la Corte? No me extrañaría, teniendo en cuenta la compleja maquinaria necesaria para hacer funcionar adecuada y eficazmente un estado tan extenso como el Reino España). Si bien, él tendía hacia la melancolía, como si esa sensibilidad se abismase en su interior en vez de explayarse y manifestarse, como si se recociese en su propio sentir. Yo, en cambio, siendo un ser de natural tímido y reflexivo, en cuanto se me da la oportunidad tiendo a la extroversión, y mis melancolías duran lo que yo les permito durar. Poseía el infante un gusto exquisito, aunque algo extravagante, y lo nuevo le entusiasmaba, lo oculto, lo raro, lo inexplicable. Era un soñador, no es necesario subrayarlo, y proclive a la idealización. Debería realizar grandes esfuerzos para llegar a ser un buen gobernante; o eso, o ñe sería preciso rodearse de los personajes adecuados, que compensaran sus carencias prácticas.
.....El primer periodo crítico, la primera gran crisis de su vida, la tuvo, como es lógico, al entrar en la adolescencia. Cuando las hormonas de su cuerpo brotaron para conducirlo hacia la madurez sexual, se produjo en su interior un tumulto tal que estuvo postrado en cama durante dos meses. Tenía doce años, y la postración le sirvió para dar un estirón y coger color, ya que le aumentó el apetito. Fue a partir de ese momento que el joven príncipe se sentaba a la mesa para comer (y beber) con la delectación propia de un gourmand borgoñón (algo común, por otra parte a todos los Habsburgo). Pero el gran cambio lo realizó sotto voce, y no todos se percataron de él. Su sensualidad se desarrolló con la fuerza de un huracán. Yo le observaba, y sentía cómo la tensión lo hacía temblar. A veces era tanta que se desvanecía. Le sorprendí muchas veces en los jardines contemplando el apareamiento de los insectos, la fecundación de las flores por éstos, los escarceos reproductores entre los canes de caza y de guarda de palacio. Era un puro manojo de nervios a flor de piel. Esta fase de álgida excitación le duró un año, después se aplacó ligeramente, se adormeció, pero siguió reclamando su interés. Con trece años, se pasaba las horas muertas contemplando la colección de cuadros que su tío iba reuniendo en El Escorial. Le encantaban los que mostraban cuerpos desnudos, y no cejó hasta hacerse con una llave de la sala privada, donde Felipe II guardaba las obras más indecorosas (para la rígida y puritana moral católica que imperaba en la Corte tenida como más cristiana de todas, salvaguarda y celadora de la Fe).
(continuará)
-o-o-
GALERÍA
Bartholomeus Spranger
1546-1611
Mitological and Allegorical
.
Mars op het slagveld, 1580
.
Glaucus and Scylla, 1580-82
.
Glaucus and Scylla, 1580-82
.
Glaucus and Scylla, 1580-82
.
Hermaphroditus and the Nymph Salmacis, 1580-82
.
Salmacis and Hermaphroditus, 1580-85
.
Hermaphroditus and the Nymph Salmacis, 1580-82
.
Hercules, Deineira and the Centaur Nessus, 1580-85
.
Herkules, Dejanira und der Kentaur Nessus, 1580-85
.
Odysseus and Circe, 1580-85
.
Vulcan and Maia, 1585
.
Hercules and Omphale, 1585
.
Venus and Mercury, 1585
.
Odysseus and Circe, 1586-87
.
Venus and Adonis, 1587
.
Venus and Mars warned by Mercury, 1586-87
.
Sfida tra apollo e pan, c 1587
.
"Sine Cerere et Baccho friget Venus”, 1590
.
Apollo und die Muses, 1590
.
Minerva Victorious over the Ignorance, 1591
.
Allegory of the Kaiser Wilhelm II, 1592
.
Adam and Eve, 1593-1595
.
Sunderfall, 1593-95
.
Venus and Adonis, 1595-97
.
Venus and Adonis, 1595-97
.
Jupiter und Antiope, 1596
.
Venus and Mercury Blindfold Cupid, 1597
.
Angelica und Medoro, c 1600
.
Venus in Vulcan's Forge, c 1610
.
Venus in der Schmiede des Vulkan, c 1610
.
Allegorie de la Justice et de la Prudence, 1599-1600
.
Death of Lucretia,
.
Perseus and Andromeda, 1597
.
Venus and Adonis
.
Mithological Scene
.
Hermes and Athena, c 1585
.
Religious
The Temptation of Adam, 1604 (attributed)
.
Sarah presentig Agar to Abraham
.
The Adoration of the Kings
.
Epitaph of Goldsmith Nicolas Müller of Prague, 1592-93
.
Ecce Homo, between 1575-1580
.
Noli me Tangere
.
Noli me Tangere
.
St Mary Magdalene
.
St Mary Magdalene
.
Engravings
Jan Harmensz Muller After Bartholomeus Spranger
.
Apotheosis of the Fine Arts
.
Bacchus, Ceres and Venus, 1597
.
Bacchus and Ceres Leaving Venus and Cupid
.
Venus and Mercury, ca 1600
.
Venus and Mercury, ca 1600
.
Venus and Mercury, ca 1600
.
Minerva and Mercury arming Perseus, 1604
.
Minerva and Mercury arming Perseus, 1604
.
Cupid and Psyche, c 1600
.
Cupid and Psyche, c 1600
.
Oreads Removing a Thorn from a Satyr's Foot, c 1602
.
Oreads Removing a Thorn from a Satyr's Foot, c 1602
.
Minerva, 1602
.
Hercules Being Shown the Mountainous Road to the Ttemple o Immortal Fame
int the Company of Minerva & Mars, c 1607
.
The feast of the Gods at the Marriage of Cupid and Psyche
.
Virgin and Child with Jose and Two Music-Making Angels, 1590
.
The Adoration of the Shepherds, 1606
.
Christus erscheint Magdalena als Gärtner, Ägidius Sadeler after Bartholomäus Spranger
.
Allegorisch portret van Bartholomeus Spranger en zijn vrouw Christina Muller,
gegraveerd door Aegidius Sadeler II naar een tekening van Bartholomeus Sprange
.
Portrait of Bartholomeus Spranger with an Allegory on the Death of his Wife, Christina Muller
.
Sculptures
Achelous and Deianeira, c 1600
.
-o-o-o-