miércoles, 15 de febrero de 2012

El Eterno Femenino: 8ª Sinfonía en Mi bemol Mayor, de Gustav Mahler.



Pocas veces el genio musical ha emprendido un tal vuelo,
pocas veces la emoción ha escalado tan altas cimas,
pocas, el alma, ha sentido el aliento de lo divino
como en esta Octava Sinfonía de Mahler:
música hecha con notas de Absoluto.
Soberbio homenaje al Eterno Femenino,
sublime regalo a la Mujer, como origen de todo:
a la Madre, a la Amante, a la Compañera, a la Ramera,
a la Cómplice en la dicha y la desdicha, a la Musa y a la Diosa.
El Eterno Femenino. Héctor Amado

EXORDIO

Gustav Mahler está considerado un epítome de Richard Wagner -cuyas obras dirigiera como nadie-, y por tanto, así mismo, heredero de Ludwig van Beethoven -por quien profesaba semejante veneración. También es de dominio público que fue director de orquesta antes que compositor, un gran y exigente director que tenía fama de duro con los intérpretes, quizá ahí residiera el secreto de tantas complejas representaciones exitosas llevadas al escenario. Otrosí, su música está tachada de sólida, perfectamente estructurada, altamente dramática, intensamente emocional, pero, sobre todo, seria, concienzudamente seria, en la estela del poema sinfónico deudor del wagnerianismo. Desde las colecciones de canciones -los lied- hasta su impresionante obra sinfónica, el espíritu dramático es el corazón que late en todas ellas. ¿En todas? No, en todas no; hubo al menos una que, contraviniendo todo su trabajo anterior y, sobre todo, la profundidad del posterior, compuso impregnada de luminosidad, de exaltación, de esperanza: la 8ª Sinfonía en Mi bemol Mayor, mal calificada de "Los Mil" (número referido a los efectivos necesarios para ser interpretada -y del que el mismo autor abjuraba). Ya su misma gestación la hace especial: realizada en ocho semanas de actividad frenética raptado por una inspiración sobrevenida a 15 días de dura pugna con un estro que se resistía, pero que que al fin cedió, regalándole a él un estado de bienaventuranza creativa y a todos nosotros unas de las obras cumbres de la música sinfónica-coral. Por más que comparada con la 9ª de Beethoven, en mi humilde opinión, profana y nada técnica, sino absolutamente emocional, no llega al nivel de aquella composición de belleza y perfección absoluta. Aun así, yo estimo que la 8ª de Mahler es una grandísima ocasión para exponer a nuestra sensibilidad al embate de una creación llena de momentos sublimes y resoluciones magistrales. Ahora bien, hay que sumergirse en ella, hay que bucear, dejarse mecer o azotar por la delicadeza o la exuberancia de su desarrollo: encontraremos momentos inolvidables, lo aseguro.
Su ciclo sinfónico es comparable al de Beethoven o al de Bruckner (con quien es inevitable comparar), de hecho compuso su espléndida 9ª con la sombra amenazadora que se cernía sobre este número -que para aquellos, sus predecesores, significó la última obra realizada-. No se equivocó en sus temores, pues la 9ª no llegaría a verla interpretada, y la 10ª quedaría inacabada. Por tanto es la 8ª la postrera sinfonía que dirigiera en vida. 
¿Por qué es especial esta producción entre toda la suya? ¿A qué se debió este rapto de felicidad, de gozosa inspiración, de plenitud febril? El hecho de que dedicara la obra a su mujer Alma María, quizás oriente la especulación; pudiera ser que en aquel su retiro de Maiernigg, en el estudio que se construyó al pie del lago Wörthersee, y donde se dedicaba a componer durante los veranos, tuviera uno de esos arrebatos místicos que los genios creativos tienen en etapas especialmente felices. Mahler compuso la obra en el verano de 1906, cuatro años antes se había casado con Alma, embarazada ya de su primera hija (María Anna); dos antes, en 1904, tendría la segunda, Anna. Por entonces ya dirigía la Hofoper de Viena, su gran sueño desde que fuera estudiante, y aunque tenía sus diferencias con los propietarios de la institución operística austriaca (antisemitas convencidos que no se encontraban muy conformes con la presencia de un judío, por muy converso que fuese, dirigiendo su teatro), se podía decir que gozaba de una buena situación, ya era reconocido como un gran intérprete, director y compositor. Quizá fuera el pago lógico de su buena fortuna -una buena fortuna trabajada y buscada, eso sí-, una plétora de agradecimiento a la vida la que surgiera en forma de magna sinfonía coral, en aquel verano de 1906. De hecho, él mismo dijo que las siete sinfonías anteriores no habían sido sino un prepararse para ésta, que concebía como obra total (sonata, lied, sinfonía, camerata, oratorio). 




SEMBLANZA 
Gustav Mahler

Bio. Compositor y director austriaco cuya obra marca el cenit de la evolución de la sinfonía romántica. Ejerció gran influencia en compositores del siglo XX como los austriacos Arnold Schönberg y Alban Berg. Nacido el 7 de julio de 1860 en Kalischt (Kaliste en la actual República Checa), Bohemia, de padres judíos germano parlantes, estudió en el Conservatorio de Viena y filosofía en la universidad de esta capital. En el Conservatorio siguió los cursos de Alfred Epstein y asis tió a clases de Anton Bruckner.
En 1880 fue nombrado director asistente en Bad Hall, Austria. Posteriormente trabajó como director de ópera en diversas ciudades europeas como Kassel, Praga, Leipzig, Budapest o Hamburgo. En 1897, tras convertirse al cristianismo, fue nombrado director artístico de la Ópera Imperial de Viena (Hopofer), donde desarrollaría una gran labor de producción: 33 nuevas óperas (entre ellas, obras del checo Smetana, por lo que fue criticado por los puristas gemanófilos), y otras 55 fueron renovadas. En esta época consolidaría su fama de director operístico, sobre todo de Wagner, con representaciones históricas del Anillo del Nibelungo, superando incluso las realizadas en el Festival de Bayreuth (cuna y sanctasantórum del wagnerismo). 
Hastiado del ambiente cada vez más irrespirable que iba creciendo en Viena -por antisemita: es muy expresiva la lamentación que gustaba esgrimir el mismo Mahler de sentirse "triplemente extranjero: un bohemio entre austriacos, un austriaco entre alemanes y un judío ante el mundo"- , en 1907 Mahler viajó a Nueva York, donde entre 1908 y 1910 dirigió la Ópera Metropolitana y de 1910 a 1911 la Filarmónica. Falleció el 18 de mayo de 1911 en Viena. 
Vida familiar. Teniendo en cuenta que de los doce hermanos nacidos tras él solo vivieron seis, hay que conjeturar que para un alma sensible como la suya su infancia estaría marcada con estos luctuosos acontecimientos, lo que con el tiempo impregnaría su misma música. Lo cierto es que Gustav fue un niño hipersensible que al mismo tiempo poseía una clara conciencia de su valor. No puede decirse que tuviera problemas de autoestima, su problemática personal, esa a la que tanto se achaca la culpa del tono dramático y contrastado de su obra, era más bien de índole generacional, cuando no existencial, pues nadie como él ha sabido dar el tono del alma humana -ese alma del siglo XX que tanta tragedia conocería- traducida a música. La irrupción de Alma en su vida sería decisiva, tan decisiva que constituyó el cambio más profundo en su producción: a partir de su relación con esta extraordinaria mujer su voz creativa se hizo más personal, lo que culminaría en la composición que ahora nos ocupa y que él mismo consideraba el zenit de su obra compositiva hasta ese momento (la 7ª sinfonía, a la que se dedicará también un espacio más adelante, ya estaba impregnada de ese sentimiento de autoafirmación enteramente personal derivada de su matrimonio y su paternidad).
Alma también sería parte decisiva -por contraste- en su 9ª sinfonía... Pero esto es otra historia que, quizá, otro día cuente.
Obra. De entre sus sinfonías, la sinfonía no numerada Das Lied von der Erde (El Canto de la Tierra, 1908) y cuatro de las nueve numeradas incluyen voces solistas con o sin coro (2ª, 3ª, 4ª y 8ª). De los ciclos de canciones Kindertotenlieder (Canciones de los niños muertos, 1902) y de la colección de canciones titulada Des Knaben Wunderhorn (1888) hay versiones con acompañamiento orquestal y de piano. Las Lieder Eines Fahrenden Gesellen (Canciones de un camarada errante, 1883) tienen acompañamiento orquestal. También compuso canciones para voz y piano y una décima sinfonía, que dejó inacabada pero de la que existen varias versiones terminadas por otros músicos.
En las sinfonías de Mahler se aprecian influencias de Ludwig van Beethoven y Johannes Brahms así como de Richard Wagner y Anton Bruckner. Mahler utilizó la música coral y vocal en la sinfonía de forma similar a Beethoven, en su Novena Sinfonía en re menor, opus 125, con textos de la Oda a la Alegría de Friedrich Schiller, consiguiendo una unión musical y dramática como la que Wagner buscaba en sus dramas musicales. Al igual que Wagner y Bruckner, Mahler utilizó amplios recursos orquestales y su orquestación se anticipó al siglo XX en cuanto a la búsqueda del color en los diferentes instrumentos, la utilización de pequeñas combinaciones instrumentales y la inclusión de algunos poco comunes como la mandolina, el armonio o la celesta. Su música es siempre de tipo contrapuntístico. 
Para él la orquestación era una herramienta para obtener la mayor claridad posible en las diferentes líneas musicales. La obra de Mahler supone la máxima evolución de la sinfonía romántica "Para mí", solía decir, "componer una sinfonía equivale a un acto de creación del mundo". Sus sinfonías más breves (nº 1 y nº 4) tienen una duración de entre 55 y 60 minutos y la más larga (la nº 3 en seis movimientos) entre 95 y 100. 
Con la misma libertad que permitió a Wagner y a Bruckner llevar casi al límite el sistema tradicional de tonalidades y armonías, Mahler se mantuvo dentro de este sistema, aunque alterando su premisa básica, por lo que la mayor parte de sus sinfonías presentan esquemas tonales progresivos que finalizan en una tonalidad diferente a la inicial. Mahler se sitúa en el límite mismo de los recursos de la herencia tradicional. Fue consciente de la desintegración de los valores armónicos y formales que vivió. Las sinfonías de Mahler constituyen un viaje psicológico, por lo general en forma de batalla titánica entre el optimismo y la desesperación expresados de forma irónica. Esta mezcla de alegría y desesperación, cuyo origen son tristes recuerdos de infancia, fue identificada por Sigmund Freud como la faceta central del carácter del compositor. Sin embargo, todas las sinfonías, excepto la nº 6, finalizan en un ambiente de alegría o al menos de serena resignación. Su música transmite en último término una mezcla de vulnerabilidad humana y consumada musicalidad. 
(Referencias: epdlp. M.E./Wikipedia)


8ª SINFONÍA en Mi bemol Mayor, "De los Mil"
(Dedicada a su mujer Alma María)
Ewige-Weibliche - Eternel Feminine

Tema
Producto, como ya se ha dicho más arriba, de un feliz momento para el compositor, Mahler enfoca esta sinfonía imbuido de optimismo y ánimo exaltado. El leitmotiv de la obra es la Redención del ser humano; la Redención por medio del amor, que será prodigado por el Eterno Femenino. Pero para ella, para la Redención (es decir, para la vida plena, esa que disfrutábamos antes de la caída, en el paraíso, siendo uno con Dios), necesitamos la ayuda del Creador, del Ser Supremo del cual procedemos, del que somos reflejo y a la vez espejo, que nos contiene y al que contenemos, ese que imaginamos por encima de nosotros estando dentro de nosotros, porque tenemos necesidad de imaginar algo/alguien carente de nuestras fallas, algo/alguien sin nuestra herida (desgarradura, diría Bataille), esa que nos vuelve débiles, y víctimas del temor, y que nos hurta el estado de bienaventuranza que supone la indiferencia ante el acabamiento, ante la muerte. Esta petición de ayuda la expresa Mahler en la 1ª de las dos partes de que consta la obra: el Veni Creator Spiritus (texto de la liturgia católica, invocación al Espíritu Santo, que en forma de himno latino se suele cantar en el comienzo de los actos académicos universitarios más solemnes); el resultado de esta petición es el envío, por parte del Creador, del Eterno Femenino, y qué mejor modelo para el texto que ha de glosar esta 2ª parte de la obra que la escena final del Fausto (Parte II) de Goethe. Así, Mahler apela a lo sagrado y a lo profano sublimado: a lo sagrado, ejemplificado en un texto religioso con visos de invocación pagana a las musas; y a lo profano sublimado, en un texto que es paradigma de caída, perdón y redención.


Requerimientos
Como en todas las sinfonías de Mahler los requerimientos orquestales son considerables llegando, en este caso, a recomendar, incluso, el doblaje instrumental en cada una de las secciones; así no es infrecuente que el cuerpo orquestal lo formen 100 músicos, además, dado que hay diversos coros (de niños, de jóvenes, de adultos) y 8 solistas, el total de efectivos necesarios puede llegar a contabilizar varios cientos, llegando a los Mil, de donde toma el apodo, en las puestas en escena más ambiciosas
A lo largo del desarrollo de la obra vemos cómo las cuerdas, siempre soporte de los temas vocales, dialogan con los metales, ejerciendo de continuo cuando éstos toman el protagonismo y ensamblando ambos -vocales y metales- en las partes álgidas y de máxima tensión. Así los arpas, el violín solo, la celesta o los flautinos desarrollan fases de delicadeza incomparable a lo largo de toda la obra; las trompetas, trompas y trombones son conducidas a alturas insospechadas; y las voces, unas voces bien matizadas hasta el susurro o el soplo, o llevadas a los milagrosos límites de su tesitura en los solistas, son capaces de conmocionar la sensibilidad más exquisita.


Estructura
Dejando a parte las cuestiones técnicas y ateniéndonos solo a aquéllas otras estructurales que marcan un desarrollo en la tensión emocional provocada/sugerida, vemos que la obra, contraviniendo el ordenamiento habitual en cuatro o cinco movimientos (siguiendo cualquiera de las pautas rítmico-temporales al uso: Allegro, Adagio, Andante, Vivace, Molto allegro, Scherzo, etc), está concebida en dos grandes partes: la primera, en forma de sonata; la segunda, en forma de gran poema sinfónico donde se mezclan y relacionan de la forma más sorprendente las formas orquestales propias de la sinfonía, del concierto o de la música de cámara con los lieds y el oratorio. El resultado es un conjunto de emoción en continuo oleaje, siguiendo un esquema de exposición, desarrollo y conclusión, con crescendos que se van solapando hasta llegar a un final, el Coro Místico, que es uno de los finales más emotivos de todo el panorama musical clásico. 
Como curiosidad puedo decir que animo a los oyentes a descubrir en qué melodia se basó John Williams para componer su celebérrimo tema central de la banda sonora de La Lista de Schindler, o en dónde, en qué fase de la presente obra, plasmó Mahler un homenaje a Cavalleria Rusticana  de Pietro Mascagni.


Textos
Seguidamente expongo diversos textos de ambas partes (aquí el texto completo: Textos)

1. Veni, Creator spiritus.
Ven, Espíritu Creador,
visita las mentes de tu pueblo,
y llena con tu gracia
los corazones que creaste.
...
Infunde en nuestra débil carne
la fuerza perpetua;
ilumina nuestros sentidos,
y vierte tu amor en nuestros corazones.
...
Danos el premio del gozo,
concédenos tu gracia,
disipa nuestros rencores,
y presérvanos en la paz. 



2. Última escena del Fausto de Goethe (Parte II)
(extracto)
PATER ECSTATICUS
(Ascendiendo y descendiendo)
Eterna beatitud de pasión,
resplandeciente lazo de amor,
ardientes penas del corazón,
¡felicidad divina!
¡Flechas, atravesadme!
¡Lanzas, doblegadme!
¡Mazas, aplastadme por completo!
¡Rayo, enciéndete a través mío
para que todo lo volátil 
desaparezca
y la estrella de amor eterno
pueda brillar por siempre!
.
PATER PROFUNDUS
(región inferior)
Como el precipicio rocoso a mis pies
se hunde, silencioso, en el profundo abismo;
como corren mil arroyos burbujeantes
hacia la pavorosa catarata espumosa;
como el árbol se eleva hacia lo alto
por el impulso poderoso de su fuerza;
así es el amor omnipotente 
que todo lo forma y todo lo protege.
...
LOS ÁNGELES
(Llevando el alma de Fausto,
mientras vuelan en las alturas)
Ha sido salvado este noble miembro
del mundo de los espíritus malignos;
al hombre que persevere en su esfuerzo,
nosotros siempre lo redimiremos
y si el amor desde lo alto,
se derrama sobre él,
encontrará el saludo cordial
de los bienaventurados. 
...
LOS ÁNGELES MÁS JÓVENES
Aquellas rosas recibidas de las manos
de las penitentes llenas de amor,
nos ayudarán a lograr la victoria
y a cumplir con el propósito divino
de capturar el tesoro de ese alma.
El mal se retiró cuando nosotros llegamos
y los diablos huyeron cuando los golpeamos.
En vez de los castigos del infierno, 
los espíritus experimentaron penas de amor;
incluso el viejo Satanás
fue atravesado por el agudo dolor-
¡Alegraros! ¡Es la plenitud! 
...
LOS ÁNGELES MÁS PERFECTOS
Queda en nosotros un residuo terrenal 
que es doloroso de sobrellevar
y aunque esté hecho de asbesto
no llegará a estar limpio.
Cuando el poder del espíritu
absorbe cada elemento,
ningún ángel podrá separar
las dos naturalezas
tan firmemente unidas;
exclusivamente 
el amor eterno
será capaz de separarlos.
...
EL CORO MÍSTICO
Todas las cosas transitorias
son sólo parábolas;
aquí la carencia
se tornará derroche;
aquí lo indescriptible
se verá realizado;
el eterno femenino
nos llevará hacia el cielo.


VERSIONES DISCOGRÁFICAS
Dado que son varias las versiones que circulan por la red, y con objeto de ofrecer, no solo las mejores, sino aquellas que a mi humilde entender reúnen virtudes que se complementan, traigo hasta aquí tres que lo son en vídeo además de audio. 
Una, la primera, es una versión ya clásica, la de Leonard Bernstein con la Wiener Philarmoniker y los grupos corales más prestigiosos del momento, y quizá la que incluya los mejores solistas. Exuberante y con un sonido potente.
La segunda, interpretada con ocasión del centenario de la muerte del compositor, realizado en Leipzig, con la siempre fiable Gewandhaus a las órdenes de su actual titular Riccardo Chailly. Elegante, precisa y preciosista. Lástima que el registro de sonido no esté grabado a mayor volumen.
La tercera, multitudinaria, en el marco más escénico de las tres, saliendo del ámbito expreso de la sala de conciertos para poblar los grandes espacios, en este caso el moderno Palacio de los Deportes de París Bercy; la Orquesta de París, dirigida por su director, Christoph Eschenbach, es la encargada de dar vida a esta espectacular propuesta. En el sonido se refleja este espacio abierto.

1. Leonard Bernstein, Wiener Philarmoniker (1975)
    Duración: 1:23:28
Konzerthaus Viena




...

2. Riccardo Chailly, Gewandhaus Lepizig (2011)
    Duración: 1:21:25
Neue Gewandhaus Leipzig




...

3. Christoph Eschenbach, Orchestre de Paris (2008)
    Duración: 1:25:45
Palais Omnisport Paris Bercy





-o-

ILUSTRACIONES: Gustave Moreau (1826-1898)

-o-o-o-