miércoles, 21 de noviembre de 2012

Wassily Kandinsky y la Necesidad Interior (V)






No critiques lo que no comprendas,
no des la espalda a lo que no entiendes.
Pregúntate cuál es el secreto de todo comprender, 
qué misteriosa naturaleza posee el entendimiento;
intenta contestar a las preguntas, descubrir el misterio.
No te prives de las maravillas que otros conquistan para ti,
y que te son graciosamente ofrecidas, sólo por comodidad
o porque te falta curiosidad o ansia de conocimiento.
¿No eres acaso ser humano? Ejerce, pues, de ello.
Héctor Amado y Rodrigo Martín, al alimón


El Espectador ante la Obra Abstracta
.
Como un orador que se dirija a nosotros en una lengua extraña, un orador perteneciente a una cultura así mismo extraña, del que no reconocemos más que una lejana similitud orgánica con nuestra propia fisionomía. Allí, parado ante nosotros, en su íntimo dinamismo aparentemente quieto, nos está transmitiendo un mensaje, una jaculatoria de la que, en un primer momento, apenas poco más podemos inferir que nos gusta --o no-- cómo suena lo que dice, aunque nos veamos incapaces de entenderlo. Algo semejante a escuchar una canción que nos atrae --o nos repele-- por su melodía, pero cuyo texto permaneciese codificado, incomprensible. Si en esta primera fase del encuentro el espectador se desalienta, no realiza el esfuerzo de inmersión, se queda al borde del agua sin lanzarse a ella, se da media vuelta, se retira y se olvida, el fracaso brillará con todo el esplendor de la nada más deslumbrante. El fracaso del artista (como médium o intermediario entre los dioses y los hombres) y el del espectador (como intérprete de una realidad existente si subyacente). Ambos permanecerán ajenos el uno del otro, ignorados e ignorándose. El resultado será empobrecedor. El objetivo inicial de todo arte (enriquecer al mundo desvelándolo) se habría mostrado esquivo y fallido. 
Mas si el espectador, tras esta primera impresión, no se desalienta, y apoyado en la difusa e inexplicable (en ese primer acercamiento) atracción --o repulsión-- decide incursionar en lo desconocido, hallar claves, reconocer límites, descodificar significados, en una palabra, comprender lo que allí se quiere decir, entonces, muy probablemente, comenzarán a brillar (como en un cielo sin luna), primero tenuemente, pero después con más intensidad, pequeños puntos de luz que se convertirán en estrellas de un firmamento fabuloso, nuevo, sugerente, inagotable. Cuanto más se sumerja el espectador en ese mundo que se le ofrece, que no es sino su propio mundo interior visto desde la perspectiva del Otro, más descubrirá su propio ser en él. Un ser expresado en un plano, habitualmente rectangular, pero no contenido por sus límites (por su marco), sino proyectado desde él hacia el infinito --y por medio, el espectador, que descubre así su propia naturaleza eterna. Entonces, el espectador entregado a la obra de arte abstracta comenzará a flotar entre formas geométricas básicas o complejas, irregulares, biomórficas; se sentirá impregnado de color que lo zarandeará o lo mecerá con la fuerza o la cadencia de un oleaje. Descubrirá ese espectador, así abandonado en la obra-universo, significados que intuía pero que nunca había contemplado ni experimentado como entes definidos: ya formas ya colores, ya formas forjadas con color, ya color fraguado en formas. Entes separados de sí mismo (del que crea, del que contempla), aunque estén fundidos en sí mismo, en su naturaleza de ser espiritual, donde todo el espíritu confluye (que es por lo que puede llegar a comprender). Entonces, a medida que las formas y los colores presentes en la composición de la obra de arte comienzan a derramar su significado, el espectador se irá enriqueciendo con un mayor conocimiento de lo que él mismo es, de lo que él mismo descubre acerca de su naturaleza por medio de claves que otro, para él, ha intuido y artísticamente expresado. 

La abstracción es el lenguaje directo del espíritu trasladado a un plano. Es por eso que no posee, ni puede poseer, un único y preciso significado; tampoco una única e inmutable forma. Como el espíritu es inasible, se escapa como el agua entre los dedos; queda la humedad, la incontestable presencia líquida y brillante de su paso, la impregnación; pero es imposible contener el espíritu en una mente y conciencia  porosas. Mas, aún así, el agua está ahí, el espíritu está ahí, hablándonos desde un regional --o personal-- dialecto artístico de la lengua vernácula e inmarcesible que le es propia. 
Contemplar una obra abstracta es un acto de meditación contemplativa --acaso trascendental. No todos están dispuestos a realizar ese esfuerzo, a exponerse a ese riesgo, a correr ese peligro. Es más fácil y menos trabajoso contemplar y abandonarse a lo familiar; también es cierto que de lo familiar lo que se obtendrá a cambio no será otra cosa que lo familiar, nada de sorpresas ni sobresaltos, nada de conquistas, nada de aventuras: lo familiar que adocena y condena a una especie de presidio empequeñecedor (como mucho, un cierto cosquilleo --una especie de absorto devaneo liberador-- en quien poseyendo una fina sensibilidad, no se conforma con lo que la voluntad acomodaticia le ofrece). 
La meditación contemplativa, como toda disciplina rigurosa necesita entrenamiento hasta que se adquiere la habilidad y la destreza suficiente para abandonarse a ella sin tensión, sin agarrotamiento, con control y dominio. Sólo quienes están dispuestos a bucearse pueden hallar tesoros en el lecho de sus propias profundidades. Tesoros de valor incalculable, pues ellos permiten a quienes los hallan sentirse tan ricos en espíritu como los mismos dioses todopoderosos, y, al mismo tiempo, sin perder la conciencia de la incuestionable pobreza que toda riqueza conlleva cuando se siente pagada de sí misma.
¿Todo esto nos muestra la obra de arte abstracta? Pues sí, para el espectador sensible, para el espectador avisado, valeroso, armado de irreductible curiosidad, permeable al miedo pero no al pánico ni al pavor que paraliza. A veces es ese miedo (endorfina de los no-héroes al uso) quien sirve de acicate y orienta la acción: allá donde surge el miedo, donde el peligro brilla como un faro, es donde se encuentra la tierra ignota, lo desconocido, el paraíso por descubrir. La incomodidad que nos produce una imagen --un cuadro por ejemplo-- cuando la contemplamos, es señal inequívoca de que algo allí, en ella, ha disparado un agudo significado a nuestro subconsciente. Mal haríamos en rechazarlo, en cerrarnos a esa incomodidad reveladora, pues es muy posible que tras ella se encuentre la sorpresa y el horizonte nuevo. 

El peligro del espectador está en él mismo. El artista ha cumplido su función de médium, de taumaturgo, de traductor de la realidad subyacente, de cazador de lo invisible, al mostrar el resultado de su impagable labor. El cuadro, vociferante, allí estará --no mudo como parece--, susurrando o gritando a quien quiera escucharlo, con su voz de formas y colores a simple vista imcomprensibles, porque lo que nos quiere decir no puede decirse con palabras conocidas, en lenguaje vulgar; tampoco puede ni debe ser un argot ni una jerga abstrusa, sino que debe expresar lo inexpresable de la única forma que puede y debe: con signos artísticos cuya resonancia sonora, bien melódica, bien sinfónica, sea capaz de revelar, a cualquier individuo de cualquier cultura, la sintonía con que resuena su propia alma. ¿Quiere esto decir que el alma del ser humano participa de una sustancia común, sea cual fuere su tiempo y su lugar? Creo que a estas alturas de la película dudarlo no puede ser sino voluntariosa e interesada opción consecuente con intereses egoístas. La obra de arte debe de hablar a todos y a cualquiera o sino no lo será. Puede ser que quien inicie un nuevo tiempo, inaugure un nuevo estilo, suba un nuevo peldaño, abra una nueva puerta, encienda una nueva luz, en el momento de hacerlo sea incomprendido, es más, muy posiblemente todos los cambios de rumbo verdaderos, y más cuanto mayor sea el golpe de timón, no pueden sino resultar sorprendentes, incomprensibles, cuestionables; pero si son Arte, si vienen a anunciar un nuevo tiempo, si son heraldos de nuevas conquistas, acabarán por ser desvelados, escuchados, atendidos, adoptados, asimilados e incorporados al acervo de la humanidad en su imparable evolución hacia el Reino de la Luz
El espectador así implicado, audaz y aventurero, salvado el peligro que su miedo supone, habrá conquistado para sí el mismo dominio que el artista allí le ofrece, lo compartirá, y sentirá con él la satisfacción de la conquista, la expectación por el arribo a la nueva tierra inexplorada y llena de misterio, la alegría por la adquisición de un nuevo territorio en el cual desplegar anhelos y esperanzas, y donde descubrir insospechadas posibilidades. Posibilidades que le hablarán de dinamismo irredento, de movimiento perpetuo --perpetuum mobile--, que desenmascararán la inmovilidad ficticia e inexistente de lo aparente que como una tela de araña atrapa las conciencias y las somete al inmovilismo (apenas vibración estéril). Ya lo dijo --y aquí se consignó en su lugar correspondiente-- Igor Stravinsky hablando de la auténtica tradición y su auténtico valor como motor de cambio: tradición como estructura intrínseca de una cultura que teniendo unos valores determinados, éstos no son cerrados, sino puertas y ventanas abiertas hacia infinitas modulaciones. Lo que caracteriza a una tradición no es la forma acabada de una determinada cultura, sino el alma que resuena en ella; y el alma no tiene límites, sólo orientación, referencias de carácter espiritual, difusa perspectiva de la realidad desde las coordenadas espacio temporales de un pueblo. Pero este pueblo --todos los pueblos-- se mueve, se mueven los individuos que lo conforman, y con ellos la tradición se distorsiona --debe distorsionarse, puesto que los individuos no son exactamente los mismos. El aire de la tradición permanecerá, el aroma de una esencia reconocible y asimilable a esa cultura, a ese pueblo, pero la expresión concreta variará acorde a este movimiento, a este cambio de perspectiva, que es la vida. Lo contrario es la desaparición de la tradición y de la cultura (y muy posiblemente del pueblo).


Lo que nos dice un cuadro abstracto es que la progresión del lenguaje pictórico ha tomado una orientación definida, y acorde, con la progresión de la cultura de los pueblos. Así como la tecnología parece imparable en sus conquistas de territorios imposibles, el arte, en esa frontera espiritual que supuso el cambio de siglo (XIX al XX), expresó dichas inquietudes, anunció cosas que sucederían después, y, entre ellas, y no la menos importante, la interiorización del individuo, un replegarse hacia sus mundos interiores, por más que los aviesos comerciantes hayan querido --tras haber leído astutamente la tendencia-- aprovecharse de la corriente apresurándose a crear productos y servicios capaces de satisfacer esta necesidad de interiorización (el mercadotécnico término de cocooning alude, y pervierte, esta aspiración, defensiva, de privacidad y búsqueda interior). Ahora mismo vivimos una etapa de estupor, de tótum revolútum, de "todo vale", en la que se ha distorsionado tanto el concepto de producción artística que se considera tal cualquier tipo de expresión individual no convencional. Se asocia Arte con subjetividad expresiva. Y posiblemente no falte algo de razón a este dislate. Si el arte es el modo en que el hombre conquista --y capta-- la realidad profunda de las cosas (del mundo y de la vida), ¿Por qué negar todo intento singular en este sentido? Otra cosa será, si la obra de arte singular, singularizada y subjetiva, adquiere la altura o el nivel de "obra maestra" digna de ser considerada obra de arte en atención al significado que esta expresión ha tenido --hasta aquí-- históricamente. De todas formas soy de los que creo que en toda obra de arte digna de tal nombre (arte elevado deberíamos de calificarlo si admitimos como arte todo intento de expresión singular) late una secreta armonía que como un bajo continuo sustenta su sustancia revelando su entidad.
Hacer garabatos sobre un lienzo siguiendo un impulso ciego e incomprensible (incluso para quien los hace) no es, no puede considerarse, obra de arte; sí, en cambio, es legítima expresión --valga decir exteriorización-- de un mundo interior. La diferencia puede hallarse tanto en la belleza del cómo, como en su universalidad y adecuación al alma del ser humano en general (no personal, ni subjetivo). Y estos términos (belleza y universalidad objetivas) sólo pueden ser determinadas a posteriori, cuando una cultura o sociedad les reconoce el alcance y la garantía de portadores de un mensaje eterno. Mensaje eterno que remite al Espíritu que, salvando espacio y tiempo, fluye sin cesar en todas las cosas. Todos somos espectadores del cuadro abstracto que es la vida.

-o-


DE LO ESPIRITUAL EN EL ARTE
Wassily Kandinsky
Citas y fragmentos

B. LA PINTURA

V. Los Efectos del Color

[Impresión ante el color:]
1) Un efecto puramente físico: el ojo queda fascinado por la belleza y las calidades del color.
.
Sólo los objetos habituales tienen efectos superficiales en una persona medianamente sensible. Sin embargo los objetos que percibimos por primera vez nos impresionan inmediatamente de manera psicológica.
.
Cuando se alcanza un alto grado de desarrollo de la sensibilidad, los objetos y los seres adquieren un valor interior y, finalmente, un sonido interior. Lo mismo sucede con el color, que provoca sólo un efecto superficial cuando el grado de sensibilidad no es muy alto: el efecto desaparece al finalizar el estímulo.
.
Pero también a este nivel el efecto simple tiene diverso matiz. Los colores claros atraen el ojo con intensidad y fuerza, y es mayor aún en los colores claros y cálidos: el bermellón atrae y excita como la llama, que el hombre siempre contempla ávidamente. El estridente amarillo limón duele a la vista más que el tono alto de una trompeta al oído. El ojo se inquieta, no puede fijar la mirada y busca profundidad y calma en el azul o el verde. 
.
Cuando la sensibilidad está más desarrollada, ese efecto elemental [el físico] trae consigo otro más profundo, que provoca una conmoción emocional...
.
2) segundo resultado de la contemplación del color [es] el efecto psicológico producido por éste.
.
Aquí aparece la fuerza psicológica del color, que provoca una vibración anímica. La fuerza física elemental es la vía por la que el color llega al alma.
.
Puede discutirse si este segundo efecto realmente es directo [...] o si se produce por asociación. Como el alma generalmente está estrechamente unida al cuerpo es posible que una conmoción psíquica provoque otra por asociación.
.
Si no nos parece suficiente como explicación la asociación, tampoco nos bastará para explicar el efecto del color sobre la psique. En general, el color es un medio para ejercer una influencia directa sobre el alma. El color es la tecla. El ojo el macillo. El alma es el piano con muchas cuerdas. El artista es la mano que, por esta o aquella tecla, hace vibrar adecuadamente el alma humana.
.
La armonía de los colores debe basarse únicamente en el principio del contacto con el alma humana.
Llamaremos a esta base principio de la necesidad interior.
.
-o-o-


GALERÍA


Wassily Kandinsky
1866-1944

5. ARTE ABSTRACTOAbstracción Geométrica (II)
Bauhaus (1928-1933)

Black-Red (1928)
.
 
Divided (1928) - Composition (1928)
.
 
From Cool Depths (1928) - Little Game (1928)
.
Crossing (1928)
.
Mild Process (1928)
.
On the Points (1928)
.
Picture XVI, The Great Gate of Kiev. Stage Set for Mussorgsky's Pictures at an Exhibition in Friedrich Theater, Dessau, Germany (1928)
.
Upward (1929) (1)
.
Upward (1929) (2)
.
Dowmwards (1929)
.
Storeys (1929)
.
Eight Times (1929)
.
 
Strong (1929) - No Name (1929)
.
 Inner Alliance (1929)
.
Capricious (1930)
.
Green Emptyness (1930)
.
Thirteen Rectangles (1930)
.
"Leichtes" (1930)
.
Diagonal (1930)
.
Shallow-Deep (1930)
.
Examination (1930)
.
Shine (1930)
.
Circulation Slowed (1931)
.
Fragile (1931)
.
Taut Line (1931)
.
Lightly Touching (1931)
.
Soft Pressure (1931)
.
Brownish (1931)
.
Calmed (1931)
.
Green (1931)
.
Green Tip (1931)
.
Floating Pressure (1931)
.
Blacvk Tops (1931)
.
Decisive Pink (1932)
.
White-soft and Hard (1932)
.
Unequal (1932)
.
Fixed Flight (1932)
.
Both Striped (1932)
.
Centre Cricles (1932)
.
After right - to the left (1932)
.
Free (1932)
.
Layered (1932)
.
Compensation Rose (1933)
.
Soft Roughness (1933)
.
Gloomy situation (1933)
.
Development in Brown (1933)
.
Round Poetry (1933)
.
-o-o-o-