martes, 25 de junio de 2013

Historias Solares (V) - GALERÍA: Toyohara Chikanobu (1)





El Dios alfarero
(1)

I
Presentación
.....Kikomichi Kakiemon es un muchacho algo extraño. Por tradición debería seguir la estela familiar, la dejada por una saga de alfareros que hunde sus raíces en la protohistoria (se dice que su origen hay que buscarlo en el periodo Jomon, cuando Japón aún estaba sumergido en las tinieblas de un tiempo sin crónica), pero dicen que sus luces son limitadas, que su inteligencia no se correponde con la de un muchacho de su edad, y que, por ello, difícilmente va a poder seguir la senda artesanal de la ilustre familia en el duro y artístico trabajo del alfar. Pero su padre confía en él. Rizuo Kakiemon es ya casi un anciano (la labor alfarera tiene la virtud de acelerar el proceso de envejecimiento, como si el organismo del artista, en contacto continuo con el horno, se cociera más rápido de lo normal) respetado y reconocido tanto por su genio artístico como por su sabiduría, una sabiduría que más tiene de lógica natural que de erudición. Por eso, esa su confianza en el único hijo tenido con una esposa ya muerta (de hecho murió al poco de nacer Kikomichi, de unas fiebres puerperales que la mantuvieron delirando siete días), por un lado enternece y por otro desconcierta. Como si la sabiduría que a Rizuo se le supone fuese capaz de hacer una sospechosa excepción con alguien tan cercano. No falta quien diga que el ya casi anciano ha ido perdiendo la cordura a medida que su hijo no la ganaba. Pero eso lo dicen sólo algunos. La verdad es que, también dicen otros, quien eso asevera lo hace más por envidia que por ser hecho cierto. En cualquier caso, la ternura que provoca cómo el celebrado alfarero  explica una y otra vez de modo paciente, incansable y amable, a su hijo los diversos procesos necesarios para conseguir la obra de arte que supone cada pieza salida del horno, justifica por sí misma la confianza depositada en Rizuo Kakiemon, y de que al final tendrá razón, y su hijo, ése que no parece tener muchas luces, terminará siendo el gran genio que nadie intuye, salvo él, su padre.

.....Gusta Kikomichi de escuchar a su padre, de ayudarle, bien preparando la masa de arcilla, bien cebando el horno con los haces de leña especialmente escogida, bien mirando por las escotillas de ojeo el avance en el proceso de cocido, bien sacando --siempre con la supervisión de su padre-- las piezas del horno una vez cocidas. Se puede decir que en todas y cada una de las fases de fabricación --creación-- de la obra única y singular en que se acabará convirtiendo cada pieza, los ojos y la atención de Kikomichi está presente, y su padre gusta de decir que sin esa mirada inocente y pura aquellas obras de arte no serían las mismas, que ese acabado tan apreciado de que gozan todas sus obras, y que tanto se alaba, sobre todo desde que nació este su hijo, a él se lo debe todo, a su hijo, que desde bien pequeño observaba el ir y venir de su padre en el alfar, santificando con su atenta observación tanto materiales como artista. Hay quien dice, en cambio, que es el espíritu resignado y sabio de Rizuo quien se ha sublimado en su obra, estimulado tanto por la muerte de su esposa como por la vida de ese niño de pocas luces. Sea como fuere, lo que sí es cierto es que la irrupción de aquel hijo en la vida del artista ha sido capital, pues se constata, coincidiendo con este doble y contradictorio aconteciento, un giro a su obra, para mejor. Su genialidad se multiplicó, pasando de ser un excelente alfarero, a ser considerado un tesoro viviente, pues sus singulares piezas gozan del reconocimiento de todos, traspasando incluso fronteras y llegando hasta la China, donde se cuenta que el emperador tiene ya una buena colección de sus jarrones florales y sus vajillas para el té.
.....En lo tocante al grado de dominio de un arte (o de cualquier otra habilidad creativa humana) hay menor distancia cualitativa en pasar de malo a bueno (a veces propiciado simplemente por el azar) que la que supone sobrepujar de excelente a extraordinario, a único, a absolutamente genial. Rizuo Kakiemon había alcanzado esta última y sobresaliente categoría, sólo reservada a unos pocos elegidos y bien amados de los dioses.

.....¿Cómo no considerar que la saga familiar tocaba a su fin, y que con este insigne viudo daba el último, si magnífico, fogonazo antes de extinguirse? Era tal el grado de inaudita perfección contenida en aquellos objetos de cerámica y porcelana, que resultaba del todo imposible (por inimaginable) que aquel aparentemente limitado hijo pudiera siquiera intentar remedar al padre. No parecía sino que la perfección que el artista había ido alcanzando, lo había hecho a base de ir absorbiendo el talento destinado al hijo. Pero todo esto son especulaciones hechas desde fuera, quién sabe qué pasaba en realidad por las mentes y los corazones de aquellos dos seres. Sólo ellos lo sabían, si es que lo sabían; quiero decir: si es que eran conscientes de todo cuanto su vida, y en ella, su especial relación paterno-filial, suscitaba a su alrededor, en los demás, porque más bien parecía lo contrario. En ningún momento se los vio pendientes de su entorno, si no fuere en lo relativo a su trabajo: pedidos, encargos, compras y recogidas de materiales; hasta las ventas las llevaba a cabo un marchante de su confianza que periódicamente les daba cuenta de la revalorización que los productos Kakiemon iban cobrando en el selecto mercado al que iban dirigidos. Padre e hijo ni buscaban ni accedían a tener una vida social, por lo que difícilmente se podía obtener de ellos ninguna opinión o consideración acerca de lo que al común interesa. Ellos sólo estaban interesados en sus obras, en su mutua relación y en la relación con la naturaleza que los rodeaba por todas partes.


II
El escenario
.....El alfar estaba situado en el valle que surca, de norte a sur, la prefectura de Arita, en la isla de Kuyshu (cuna de la civilización japonesa), en una zona en que el terreno comienza a empinarse, justo antes de adentrarse en una densa y exuberante fronda, conocida como el Bosque Impenetrable. La casa de los Kakiemon se hallaba, pues, en una zona fronteriza: ya no valle y aún no bosque. Los hornos estaban incrustados en un talud natural, un desnivel que servía como excelente cobertor a las bóvedas de aquellos singulares espacios cerrados donde, remedando el corazón del sol, el fuego culminaba la obra del genio (se decía que éste era uno de los secretos). La familia Kakiemon tuvo siempre allí el alfar: en sus orígenes sólo con el horno destinado a la cerámica; después, ya con Rizuo como maestro, tras el descubrimiento del caolín en Izumiyama, con el nuevo horno para porcelana capaz de alcanzar más de 1000º C de temperatura. Si bien las realizaciones en porcelana esmaltada eran prodigiosas, sus más celebradas obras seguían siendo las cerámicas de barniz natural. Era ésta una técnica descubierta por azar (como tantos decisivos hallazgos del ser humano; como si el azar se empeñase en demostrar a la inteligencia lo modesto de su capacidad para desentrañar los misterios de mundo) en el siglo XII, correspondiente a la cerámica de estilo Sueki. Consistía en que las mismas cenizas de la combustión de la madera al adherirse a la superficie de la cerámica, por efecto del calor, acababan licuándose sobre la arcilla cocida formando un barniz natural y original; tan original que nunca salían dos piezas iguales del horno. Una vez descubierto este efecto se llegó incluso a revestir la superficie del barro húmedo de las piezas que iban a ir al horno con diversos tipos de materiales leñosos (pajas, cañas, juncos) para obtener así barnices aún más artísticos y, sobre todo, intencionados, no ya obra enteramente del azar sino de la voluntad del artista.
.....No obstante, el albur seguía imprimiendo su sello, pues el horno tenía vida propia, una vida que no se dejaba dirigir por la voluntad del hombre. Rizuo Kakiemon había adquirido esa maestría capaz de domeñar el capricho del veleidoso atanor, logrando la realización de piezas en que la naturaleza y, por ende, el diseño del barniz, su caprichoso azar, como le gustaba apuntar al mismo artista, suponía no más del 50% en la obra final. Por eso una de las expresiones que se forjaron para calificar su arte, alcanzando categoría de lema, decía: "En el arte de Rizuo Kakiemon colaboran los dioses al 50%". O, más llanamente, como traducía el vulgo: "El arte de Kakiemon es mitad divino, mitad humano".

.....La época en la que está inmerso este relato es la correpondiente a las postrimerías del conocido como Período Sengaku, o período de los estados en guerra, tiempo en que el Japón se había levantado en armas (se calcula que en aquel período el número de guerreros -no todos samurais- se acercaba a los dos millones) y donde poderosos daimyos se disputaban la hegemonía, las tierras y el poder de influir en el emperador (relegado ya a poco más que una figura representativa, religiosa y estética, mero títere sin poder real). Ni la distancia al foco de las contiendas, ubicado en la zona central de la mayor de las islas, Honsu, hizo que allí, en la más meridional de las grandes islas, el estado de guerra continua llegara amortiguado. Con estatus autónomo propio, la isla de Kyushu, no escapó a la acción de los diversos clanes para alinearse con uno u otro Señor de la Guerra. Dos eran los clanes predominantes en aquel momento en Kyushu: el poderoso y antiguo clan Otomo (400 años de antigüedad serían testigos de su gobierno sobre las provincias de Bungo y Buzen), uno de los pocos clanes convertidos al cristianismo (traído hasta allí por jesuitas portugueses); y el opuesto clan Shimazu, otro, no menos poderoso y más rico, clan fundado a comienzos del siglo XIII, descendiente del mítico clan Minamoto (también denominado Genji, el mismo que disputara a los Fujiwara y los Taira la supremacía en el Japón de la Era Heian, y cuyo clan protagonizaría dos de las más antiguas y famosas crónicas de aquella época ubicada entre los siglos VIII y XII: el Heike Monogatari, y el Genji Monogatari, obras cumbre de la literatura japonesa)que controlaba la amplia región de Satsuma (y que incluía la provincia homónima y las de Osumi e Hyuga). Aquél se alinearía con Toyotomi Hideyoshi, éste con Oda Nobunaga.
.....Hideyoshi, quien daría el primer impulso unificador al Japón, estaba a punto de acabar con la resistencia en Honsu, cuando se decidió a invadir Kyushu. Se alió con el clan Otomo y juntos combatieron al clan Shimazu (Oda Nobunaga acababa de morir traicionado por uno de sus generales). Kyushu en aquellos días fue un campo de batalla. Las escaramuzas eran constantes, las aldeas sufrían las consecuencias: tan pronto se veían en manos de uno, como de otro contendiente. A pesar de que por una ley no escrita la vida aldeana se respetaba durante las hostilidades bélicas, los campesinos y artesanos no pocas veces padecían la ira de tropas derrotadas o la avaricia de las vencedoras.


III
Los personajes
.....Pese a no tener más que cuarenta y cinco años, la dura vida en el alfar, su incesante labor creativa y la preocupación constante por su hijo, Rizuo Kakiemon parecía envejecido prematuramente. Grandes surcos cruzaban su frente y sus mejillas, el pelo ralo y blanco apenas le cubría el cráneo y sus movimientos remedaban cada vez más a los de un simio: la artrosis roía sus articulaciones, por lo que se desplazaba dando tumbos, bamboleándose a un lado y otro, aunque lo hiciera con una cadencia pendular de reloj desvencijado. Tres eran los rasgos que desentonaban de este estado de aparente ruina física: sus ojos, que aunque enmarcados por piel cuarteada, conservaban una viveza y lozanía impropia de su aspecto general; sus manos, que pese a estar también avejentadas, se movían con precisión y habilidad pasmosas; y su mente, que a pesar de lo hermética no dejaba de germinar con ideas nuevas, con prodigiosos diseños, con insultante frescura. Rizuo, el tesoro viviente, hablaba lo preciso, no gastaba palabras para comunicarse. Su arte era su expresión, en él iba dicho cuanto Rizuo quería decir en la vida.
.....Este hermetismo se acentuó aún más con la muerte de su esposa; se adensó, se volvió más introspectivo. Aunque habría que subrayar que, en el caso de Rizuo, no era la suya la típica huida hacia el interior de sí mismo del que sufre los reveses de la fortuna a nivel emocional, sino, antes bien, al contrario, su aparente silencio se trataba más de una apertura atenta e ilimitada hacia el exterior. Tras la muerte de su esposa, su alma se abrió como una sensible antena para recoger cuanto del entorno podía percibir, y no me refiero sólo a registros sensoriales, debidos a los cinco sentidos corporales, sino a fuerzas y energías más sutiles que rodean constantemente la vida de los seres. Incluso el contacto con su hijo, extremadamente tierno, era parco, realizado a través de suaves gestos, de indicaciones, de movimientos de voluntad, que Kikomichi era capaz de captar como si fuesen claros mensajes orales. Oh, sí, hablaban entre ellos, pero sólo para las imprescindibles cuestiones prácticas que lo requiriesen. En realidad no necesitaban hablar para entenderse. Si bien, desde fuera no era sencillo percibir esta corriente de permanente comunicación entre ellos. La gente creía que simplemente Rizuo no hablaba a su hijo porque Kikomichi no entendería lo que su padre le quisiera decir. Cuan lejos se hallaban de la verdad quienes así pensaban.

.....Kikomichi pesó al nacer menos de lo esperado para un varón de su etnia, pero tenía un cráneo desproporcionado respecto al resto del cuerpo; podría fácilmente deducirse que lo menguado de su cuerpo se debía, y compensaba, a lo desmesurado de su cabeza. Quizá por esta causa el parto se complicó, naciendo encarnado como un antojo, con su propio cordón umbilical alrededor del cuello. Los esfuerzos de la comadrona para sacar al niño cuanto antes del seno materno quizá estuvieran en el origen de las fiebres que su madre contraería tras el parto, pues sufriría graves desgarros a resultas del esfuerzo. Era ella, su madre, una muñeca de porcelana, perteneciente a una noble, si de rango humilde, familia afecta al clan Ryuzoji, como Rizuo Kakiemon. Tenía dieciocho años cuando tuvo a Kikomichi, diecinueve cuando murió. Cumpleaños aciago, sarcásticamente celebrado con el nacimiento de un hijo que le costaría la vida.
.....Poseía pues, Kikomichi, una cabezota redonda como un sol, y sus ojos, aunque levemente rasgados como corresponde a su raza, eran anormalmente grandes, por lo que daban la impresión de ser redondeados. Este fue el primer dato que abonó la opinión de que el niño no era normal. El segundo dato lo dio precisamente en el hecho de lo tardo en emitir más datos: demoró más tiempo de lo habitual en aprender a hablar (o simplemente tardó mucho tiempo en hacerlo, como si saber, supiera, pero no quisiera hacerlo. Claro que tampoco lo necesitaba). No lloraba, como mucho gimoteaba cuando tenía hambre o cuando se notaba escocido, pero jamás se lo vio llorar. La nodriza, y después aya, que pusieron a su cuidado, podía confirmar este aserto. La fámula y niñera, que hablaba algo más que su patrón, aunque tampoco fuera dicharachera, decía que aquel niño era un tanto extraño pero adorable y tranquilo, como un budita de esos que copaban las hornacinas de los altares familiares, y que ella, siendo niña, contemplara en el templo de Sofuku-ji, en el vecino Nagashaki.

(continuará)


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GALERÍA

Toyohara "Yōshū" Chicanobu
1832-1912

Selección 1

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Tea Ceremony
Tea Ceremony (detail)
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Tea Ceremony
Tea Ceremony (detail)
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Cherry Blossom Viewing
Cherry Blossom Viewing (detail)
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Preparing for a Concert
Preparing for a Concert (detail)
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Wedding Preparations
Wedding Preparations (detail)
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Creating Bonseki
Creating Bonseki (detail)
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Theater Perfoming
Theater Perfoming (detail)
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Beauties with Toys and Pet Bird
Beauties with Toys and Pet Bird (detail)
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Catching Fireflies
Catching Fireflies (detail)
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Villa of a Wealthy Family, 1889
Villa of a Wealthy Family, 1889 (detail)
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Dancer on a Boat under the Moonlight, 1890
Dancer on a Boat under the Moonlight, 1890 (detail)
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Beauties Serving Refreshments
Beauties Serving Refreshments (detail)
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Wednesday, Waterfall at Meguro, 1896
Wednesday, Waterfall at Meguro, 1896 (detail)
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Genji Noblewoman and Tea Ceremony
Genji Noblewoman and Tea Ceremony (detail)
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Imperial Lineage, 1878
Imperial Lineage, 1878 (detail)
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Cherry Blossoms at Night, 1889
Cherry Blossoms at Night, 1889 (detail)
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Excited Dogs, 1896
Excited Dogs, 1896 (detail)
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View of Urami no taki Waterfall, 1891
View of Urami no taki Waterfall, 1891 (detail)
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Cat Monster of Okazaki, 1887
Cat Monster of Okazaki, 1887 (detail)
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High-ranking Ladies of the Tokugawa Era, 1897
High-ranking Ladies of the Tokugawa Era, 1897 (detail)
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Diving Girls
Diving Girls (detail)
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Garden in Early Summer, 1893
Garden in Early Summer, 1893 (detail)
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Warding off Evil Spirits
Warding off Evil Spirits (detail)
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Tea Ceremony with Flower Arranging in Turn 
Tea Ceremony with Flower Arranging in Turn (detail)
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Thursday: Waiting for the Rain to Stop, 1896
Thursday: Waiting for the Rain to Stop, 1896 (detail)
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A Spring Game of Ball
A Spring Game of Ball (detail)
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Sanno Festival 
Sanno Festival  by Chikanobu (1838 - 1912)
Sanno Festival (detail)
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Yamato, Snow at Yoshino, Lady Shizuka, Yoshitsune and Benkei, No. 4  by Chikanobu (1838 - 1912) Sagami, Flowers of Yokoyama, Princess Terute and Oguri Hangan, No. 48 by Chikanobu (1838 - 1912)
Yamato, Snow at Yoshino, Lady Shizuka, Yoshitsune and Benkei, No. 4  //  Sagami, Flowers of Yokoyama, Princess Terute and Oguri Hangan, No. 48
Yamato, Snow at Yoshino, Lady Shizuka, Yoshitsune and Benkei, No. 4  by Chikanobu (1838 - 1912) ...Sagami, Flowers of Yokoyama, Princess Terute and Oguri Hangan, No. 48 by Chikanobu (1838 - 1912)
Yamato, Snow at Yoshino, Lady Shizuka, Yoshitsune and Benkei, No. 4  //  Sagami, Flowers of Yokoyama, Princess Terute and Oguri Hangan, No. 48. (details)
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Evening Wind on the Sumida, 1888 by Chikanobu (1838 - 1912)Yamato, Utabiko, Lady Kasuga and Princess Chujo, No. 8  by Chikanobu (1838 - 1912)
Evening Wind on the Sumida, 1888  //  Yamato, Utabiko, Lady Kasuga and Princess Chujo, No. 8
Evening Wind on the Sumida, 1888 by Chikanobu (1838 - 1912)...Yamato, Utabiko, Lady Kasuga and Princess Chujo, No. 8  by Chikanobu (1838 - 1912)
Evening Wind on the Sumida, 1888  //  Yamato, Utabiko, Lady Kasuga and Princess Chujo, No. 8. (details)
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Musashi, Moon over Tatsumi, Lord Tsunayoshi and Lady Osame, No. 16  by Chikanobu (1838 - 1912)Sanuki, Moon over Kotohiki Shrine, Princess Shiranui and Butoda, No. 22 by Chikanobu (1838 - 1912)
Musashi, Moon over Tatsumi, Lord Tsunayoshi and Lady Osame, N 16  //   Sanuki, Moon over Kotohiki Shrine, Princess Shiranui and Butoda, N 22
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Man Riding a Kite by Chikanobu (1838 - 1912) Priest Raigo's Mysterious Rat by Chikanobu (1838 - 1912)
Man Riding a Kite  //  Priest Raigo's Mysterious Rat
Man Riding a Kite by Chikanobu (1838 - 1912) ...Priest Raigo's Mysterious Rat by Chikanobu (1838 - 1912)
Man Riding a Kite  //  Priest Raigo's Mysterious Rat. (details)
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A Record of Beautiful Young Men of Recent Times by Chikanobu (1838 - 1912) Asahina's Travels by Chikanobu (1838 - 1912)
A Record of Beautiful Young Men of Recent Times  //  Asahina's Travels
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Beauty Riding atop a Dog by Chikanobu (1838 - 1912) The Eight Dog Heroes of the Satomi Clan of Nanso by Chikanobu (1838 - 1912)
Beauty Riding atop a Dog  //  The Eight Dog Heroes of the Satomi Clan of Nanso
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Yamashiro, Snow at Rokuhara, Prime Minister Monk Jokai, No. 14  by Chikanobu (1838 - 1912) Iga no Tsubone, No. 32 by Chikanobu (1838 - 1912)
Yamashiro, Snow at Rokuhara, Prime Minister Monk Jokai, No. 14  //  Iga no Tsubone, No. 32 
Yamashiro, Snow at Rokuhara, Prime Minister Monk Jokai, No. 14  by Chikanobu (1838 - 1912) ...Iga no Tsubone, No. 32 by Chikanobu (1838 - 1912)
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