El Archivo Solar
(A modo de introducción)
.....A partir de primavera, convocado por un atavismo casi litúrgico, gusta pasearse todas las mañanas, a primera hora, por la playa. Lo hace de Oeste a Este, disfrutando así del placer de contemplar la salida del sol sobre el perfil quebrado de Serra Gelada. Da igual si algún día las nubes impiden su visión, él logra sentir su aparición a través de la veladura gris, pues ha llegado a desarrollar una fina sensibilidad para acertar ese momento en que el primer rayo, cual dardo de luz, sale disparado desde un punto situado en el ondulado límite entre el cielo y la tierra. Hasta ese momento, el muro del costero farallón que se alza, cortado a pico, más de trescientos metros sobre el nivel del mar, y que se desparrama en empinadas laderas hacia el interior, aparece sumido en la oscuridad; una oscuridad casi ominosa. En esos primeros momentos aurorales, cuando la claridad apenas se anuncia, cuando las formas comienzan a surgir distinguiéndose de la ubicua negrura, el bello acantilado semeja una colosal empalizada erigida para impedir el paso a seres, o dioses, venidos por mar desde el Levante. Mas, diariamente, la defensiva formación calcárea es una y otra vez burlada por el Dios de la Luz, quien pareciera gozar escalando las verticales escarpas hasta alcanzar la cima para, sobrepasándola, proseguir su parabólico ascenso en el orbe celeste flechando por el camino, con sus rayos de fuego y vida, cuanto bajo él se haya.(A modo de introducción)
.....Ya fuere en premio por este amor al nacimiento de la luz, que da y procura la vida, ya fuere por capricho o curiosidad del dios, lo cierto es que un día de Junio, el habitual paseo --siempre, aparentemente, el mismo; siempre, interiormente, distinto-- deja de serlo para constituirse en una experiencia singular. Él camina, como suele hacerlo, descalzo, siguiendo la línea de la playa donde la arena húmeda y apelmazada permite un deambular despreocupado. Camina con la vista fija en Levante, deteniéndose en descubrir cómo los perfiles se van haciendo cada vez más nítidos, cómo los tonos rosáceos del cielo, en aquel punto, viran hacia el azul y el blanco; atento al borde por donde el primer rayo ha de asomar. Ese día, en cambio, cuando el sol lanza su primer dardo, él lo siente como si penetrara aún más profundamente en su conciencia de lo que la mera percepción visual tiene por costumbre. Siente así cómo ese rayo primero, esa luz incisiva, al penetrar por los ojos en su mente, allí estalla cubriendo su conciencia de una luminosidad intensa, a ratos blanca como la nieve, a ratos dorada como el oro, a ratos roja como el fuego que habita las entrañas de la Tierra. Tras este primer instante de deslumbramiento, se ve a sí mismo caminando, pero no ya sobre la arena de la playa, sino sobre una estela de luz; a su alrededor una extensión sin límites, sin volúmenes, sin formas --el cielo y el mar y la tierra, desaparecidos-- donde la luz cobra todos los matices imaginables. Sus pasos lo conducen hacia una estructura semejante a un inmenso palacio incandescente. A medida que se acerca, comprueba que la ígnea estructura palaciega tiene la naturaleza de una inmensa radiación pulsátil. Le embarga la sensación de estar ante una formación solar con apariencia de templo griego, de estilo dórico, pero de curvos frontón y columnatas; una formación solar que, no obstante, no desprende el calor que su apariencia sugiere.
.....Cuando cree estar a una distancia en la que parece no poder acercarse más sin pasar a formar parte de aquel magma incandescente con forma arquitectónica, se detiene. Las columnas de fuego parecen elevarse hasta el infinito; bajo el frontón una alta puerta da acceso a un interior aún más luminoso que la estructura exterior. No siente temor, algo extraño pues la visión que tiene ante sí bien podría calificarse de sobrecogedora. Se ve irremisiblemente atraído hacia aquella construcción de luz que no es ni blanca ni dorada, pero que de ambas tonalidades participa: pura radiación, luz vibrando, y en su vibración desprendíendo destellos que tan pronto hacen recordar la nieve irisada como el oro deslumbrante. Penetra en el seno de esta estructura luminosa, y al instante se percibe a sí mismo convertido en destello... Entonces se oye una voz: "No temas", le dice (y es una voz semejante al crepitar de una llama). "Continúa avanzando, eres mi invitado". Él, sin titubear, así lo hace, penetra en esa luz o magma o fuego, en esa fusión efervescente que arde sin quemar, como lo haría en un santuario venerado. Su conciencia se hace una con la luz, con la llama, pero sin perder su individualidad. La voz, que parece proceder de todos lados y de ninguno, se deja oír de nuevo: "Te he traído hasta mí porque estoy conmovido por el interés y la dedicación que muestras hacia mi existencia --crepita la voz--. Muchos han sido los que me han adorado en el pasado, los que me han convertido en su dios, algunos, incluso en su dios supremo. Pero eso fue en otros tiempos. Hoy en día, en que la fe en los dioses ya no existe, en que los hombres no adoran sino a un dios pura entelequia, íntimo de cada cual, morador de su propia conciencia, conmueve ver cómo alguien como tú aún se acerca a un ser como yo de esta forma ya tan intempestiva --y en ese momento, la voz calla; un run run creciente, como la reacción en cadena de mil lejanas explosiones, suena de fondo, alrededor todo se estremece. Después, el run run, el estremecimiento, desaparece. La voz, prosigue--. He creído detectar en ti una antigua veneración. Una veneración que los hombres de antes sentían, y que ahora se ha perdido. Ahora no soy, para los hombres, sino un objeto más, uno de tantos miles de millones de objetos estelares, sin personalidad alguna, uno más de la miríada de manifestaciones sujetas a la química y la física, a la dinámica de partículas sometidas a leyes apenas vislumbradas. Pero la Realidad supera a la realidad que los hombre conciben, y acaso aquellos hombres antiguos, tenidos de forma ligera e ingenua por supersticiosos, se hallaban más cerca de la realidad que es de lo que éstos, con todo su arsenal científico y tecnológico, pretenden. Querer comprender la vida, la existencia, la Realidad que las contiene, en base al análisis de lo aparente es tan inútil como pretender hallar el alma en el cerebro, o como ubicar el espíritu entre los límites de la materia."
....."Mas no quiero aburrirte con metafísicas. Si te he traído hasta mí es para mostrarte, ya que en tanto me estimas, el Archivo Solar. Es éste una especie de registro donde se guardan, en anaqueles incandescentes, todos los hechos de los hombres en que mi intervención ha sido decisiva. La mayoría de ellos pertenecen a un pasado remoto, de cuando los dioses interveníamos habitualmente en las cosas de los humanos (intervención necesaria, según ellos, para justificar una existencia azarosa preñada de preguntas sin respuesta y de vacíos pavorosos; algo que nosotros, los llamados dioses, vendríamos a contestar y llenar), pero también los hay más recientes. Al fin y al cabo, y a pesar de esta edad descreída, la vida no es concebible sin nuestra existencia. Algunas de estas intervenciones las conoces, han quedado en el anecdotario de vuestra Historia; pero otras muy posiblemente las ignoras. En este archivo podrás encontrar muchos hechos históricos registrados por vosotros, pero entre cuyas determinantes circunstancias no figura mi decisivo protagonismo, lo que no quiere decir que no haya tenido lugar. Por fin, podrás conocer aquellos casos en que pueblos piadosos poseedores de culturas hegemónicas, y gentes singulares sin más poder que el emanado de su propia fe, se acercaron a mí en el pasado, y en cómo lo hicieron, y lo que de mí obtuvieron."
.....Eso le dice aquella voz de fuego y luz en un lenguaje en extremo extraño, pero que él entiende como si le hablase en su propia lengua.
.....Vano es cuestionarse si todo lo hasta aquí acontecido forma parte de un sueño, o si nuestro protagonista es víctima de una especie de alucinación; o si, quizá, su cuerpo se encuentra sobre la arena de la playa, desvanecido, mientras su conciencia vaga imaginando hallarse ante --y dentro de-- la presencia de una estructura solar, un sol dórico, que lo habla como lo haría otro ser humano. También piensa que pudiera estar muerto, y aquello no ser sino la experiencia de la otra vida (al fin y al cabo, ¿no se dice que quienes han vuelto, tras sufrir una experiencia extrasensorial límite, refieren un túnel en cuyo final brilla una intensa luz, una luz intensa y tranquilizadora?). Pero le da igual, porque si está muerto de nada ya vale inquietarse, y si no lo está, menos aún. Así pues se dispone a seguir asistiendo a aquella experiencia con toda la naturalidad del mundo, tal que si hubiese sido invitado a la casa de un amigo.
.....En estas cavilaciones nuestro amigo se halla cuando la voz crepitante se deja oír otra vez. "Y ahora quiero enseñarte el Archivo. Pasea entre los anaqueles donde se acumulan registrados y catalogados los anales solares; consulta los que estimes oportuno, aquellos que más atraigan tu curiosidad. Entre estos hechos encontrarás los pertenecientes a la gran historia, y aquellos otros que sólo figuran en la pequeña historia de los seres anónimos, factibles, por tanto, de ser propios de cualquiera." Y en este punto la voz mitiga su crepitar hasta apenas hacerse murmullo de fanal chino. El invitado, sin solución de continuidad, tras un intenso resol, semejante a un fogonazo, se encuentra en una gran sala hipóstila de tan altas y fulgentes columnas que su resplandor parece perderse en lo alto, invisible su cielo raso. Dispuestas en forma laberíntica, a espacios regulares, entre columna y columna, estanterías cuadrangulares de un fuego azulado albergan multitud de llamas singulares (éstas de diversas tonalidades que van del amarillo pálido al rojo intenso, o del verde-azulado al azul pastel). Al acercarse a los anaqueles el invitado observa cómo las llamas individuales, que bien pudieran considerarse trasunto de libros, pero flamígeros, parecen surgir de un núcleo cuya forma es la de un capullo en flor, un capullo de fuego que arde de forma uniforme sin llegar, aparentemente, a consumirse. También comprueba que al fijar la atención sobre una de estas llamas, el capullo ardiente que conforma su núcleo se abre como la flor que es, y de la corola llameante brota un texto que en forma de ígneas runas relata una historia, una leyenda, un acontecer. Lleno de asombro, el invitado deambula por esta increíble y laberíntica biblioteca de llamas historiadas. Se detiene aquí y allá atraído por el color de algunas de ellas (así descubrirá que el matiz cromático hace referencia al carácter de lo allí relatado, como si atendiera a un ordenado catálogo temático). Y lo que sigue son algunas de las historias que allí encuentra, contenidas en capullos de fuego ardiendo como teas eternas...
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El espejo ustorio
(El Rayo de Calor de Arquímedes)
.....Era el color de la llama de un azul turquesa, si bien, ocasionalmente, de su seno se desprendía alguna lengua de fuego de tonalidad amarilla anaranjada. Fue esta característica lo que atrajo su atención. Fijó su atención en ella. Al instante, el capullo de fuego se abrió mostrándole el secreto de su historia...
.....Un hombre, ya maduro, casi anciano, se encuentra sentado en un promontorio costero desde donde se divisa, en los días claros y soleados, el refulgente manto de un mar de cobalto. Está mirando hacia levante, pero parece no ver, pues sus ojos están abismados en sus propios pensamientos. A sus pies se extiende la formidable fortaleza de Siracusa, en el extremo sureste de la isla de Sicilia. Transcurre el año 214 a.C., los cartagineses, aliados de los griegos que pueblan la ciudad desde hace cinco siglos, están en guerra contra la pujante República de Roma. Es la Segunda Guerra Púnica. Aníbal, el genial general cartaginés, ha doblegado el orgullo romano y está en la península itálica intentando atraerse la alianza de todos los pueblos sometidos por Roma. Podría, tras la aplastante victoria de Cannas, haber continuado hasta la capital del Tíber y sojuzgado al Senado, derrotado definitivamente al ejército más poderoso del Occidente en aquellos días. Pero como le dijo el jefe de la caballería, el númida Maharbal: "Los dioses no han concedido al mismo hombre todos sus dones; sabes vencer, Aníbal, pero no sabes aprovecharte de la victoria".
.....El destino estaba a punto de cambiar el giro de su rueda. Los romanos, reorganizados y evitando otro enfrentamiento campal con el genial estratega púnico, contraatacaron. Lo harían en dos frentes a la vez: hostigando Hispania, por el Oeste; y, por el Sur, cortando la vía de suministros que desde la africana Cartago llegaba a través de Sicilia. Un general capaz, Marco Claudio Marcelo, fue enviado por el Senado romano para conquistar Siracusa. Lo inexpugnable de su situación costera, en alto, y bien guarnecida por sólidas murallas, no auguraban una toma fácil de la fortificada ciudadela. Mas no era la situación, ni sus sólidas fortificaciones, ni el ánimo irreductible de los colonos griegos, ya tan sicilianos como los mismos cíclopes que, decían, moraban aún por sus escarpas. Lo que haría tan extremadamente difícil la conquista desde el mar por la poderosa flota romana (único reducto donde su ejército era superior al cartaginés), sería la participación decisiva de un solo hombre, un siracusano formado en Alejandría, un sabio dotado de una mente poderosa que aplicaría en diversos órdenes de la vida. Uno de estos órdenes sería contribuir a que su patria no fuese derrotada por los romanos, poniendo su ingenio al servicio de su señor, el tirano Hierón II.
.....Este hombre no es otro que el célebre Arquímedes, al que se deben no pocas contribuciones a la ciencia recogidas en sus numerosas obras. Así: en el Ostomachion preconiza lo que será el Tangram, la conjunción de 14 piezas que pueden ser ensambladas para formar un cuadrado; o en Sobre el equilibrio de los planos explicaría la ley de la palanca (dadme un punto de apoyo y moveré el mundo); o en Sobre la medida de un círculo, mediante el "método exhaustivo", determinaría el valor aproximado de Pí (π); o en Sobre los cuerpos flotantes define el principio de flotabilidad (aquel que descubriera en la bañera y que le hiciera salir desnudo a la calle gritando "¡Eureka!", "¡Eureka!", "¡lo encontré!"; y varias obras más, todas ellas recogidas en el Palimpsesto que lleva su nombre.
.....Pues bien, este sabio, puso su talento al servicio de su ciudad. Como ingeniero bélico aplicó su genio a la creación de armas de defensa y ataque sofisticadas, capaces de mantener a la flota romana a raya: perfeccionó la catapulta, dotándola de mayor potencia y precisión mediante un sistema de poleas; inventó la "manus ferrea o garra de Arquímedes", con la cual a los barcos que se acercaban a las murallas para apoyar las escalas de asalto los izaba por la proa hasta que el agua penetraba en la nave por popa, o los soltaba bruscamente hasta hacer que zozobraran y se hundieran; y otros muchos ingenios que harían imposible el éxito romano. Pero una de sus más geniales creaciones fue el rayo de calor.
.....Era éste algo mágico (o tenido por tal por sus contemporáneos). De hecho, fue este invento el que le generó una cierta fama de demiurgo, de mago aliado con los dioses, capaz de utilizar en su beneficio las más misteriosas fuerzas de la naturaleza. A ello contribuyó, sin duda, su inveterada costumbre (poco habitual para un científico, por muy alejandrino que sea) de realizar todas las mañanas, el ritual de ofrenda al dios Apolo; lo que llevaba a cabo con recogimiento y sin publicidad: para ello, allí donde se hallare, improvisaba una especie de ara (pudiera ser cualquier superficie plana de piedra), orientada hacia el Este, donde realizaba las pertinentes ofrendas de vino y óleo justo antes del amanecer. Se decía que absorbía el primer rayo de sol con un ojo que, invisible, poseía en mitad de su frente, herencia indudable de su ciclópea estirpe siciliana. También se decía que era este rayo quien alimentaba su ingenio (concesión del dios Apolo, en recompensa por su devoción), ingenio solar gracias al cual crearía aquel arma poderosa, la más temible de todas cuantas inventara. Para crear este arma utilizó multitud de escudos de cobre tan pulidos que podían reflejar aun el rasgo más nimio del rostro humano. Los colocó todos unidos con una determinada y gradual orientación de tal forma que el sol, al reflejarse en ellos, concentraban su poder calorífico en un solo rayo capaz de incendiar velámenes y maderas embreadas de las naves en cuestión de segundos. Este dispositivo se conocería después con el nombre de espejo ustorio (es decir: espejo que quema). La situación de Siracusa, orientada al Este, permitía utilizar el rayo de calor durante todo el día, variando gradualmente la orientación de la parábola formada con los escudos.
.....Así Siracusa fue capaz de mantener el sitio durante casi dos años. Mas, como siempre suele suceder, sería una traición desde el interior la que provocaría su caída. A pesar de las directrices de Marco Claudio Marcelo para respetar la vida de Arquímedes, éste fue muerto por un soldado romano. Las circunstacias en que se produjo la muerte del sabio permanecen oscuras. La leyenda dice que fue sorprendido por el infausto soldado mientras el sabio estaba enfrascado en la contemplación de un diagrama geométrico, y en la resolución de un complejo problema matemático, y que no atendió la orden de rendición (no molestes mis círculos, se cuenta que le dijo al soldado), por lo que fue ajusticiado allí mismo; otros dicen que el soldado no reparó en quien era y que lo mató, como a tantos, llevado por la saña tras los sufrimientos soportados durante los largos meses de asedio (la ciudad fue asolada, derribada hasta los cimientos, como, por otra parte, solía hacerse tradicionalmente con las ciudades más reacias a someterse). El caso es que el Cónsul romano se mostró furioso por lo que consideró la pérdida de un valioso activo, tras lo cual honraría y daría sepultura a Arquímedes en aquel mismo lugar, su tierra, en un lugar llamado la puerta de Agrigento (también se dice que es significativo que en ese preciso lugar es por donde el primer rayo de sol penetra en la ciudad de Siracusa).
.....Un hombre, ya maduro, casi anciano, se encuentra sentado en un promontorio costero desde donde se divisa, en los días claros y soleados, el refulgente manto de un mar de cobalto. Está mirando hacia levante, pero parece no ver, pues sus ojos están abismados en sus propios pensamientos. A sus pies se extiende la formidable fortaleza de Siracusa, en el extremo sureste de la isla de Sicilia. Transcurre el año 214 a.C., los cartagineses, aliados de los griegos que pueblan la ciudad desde hace cinco siglos, están en guerra contra la pujante República de Roma. Es la Segunda Guerra Púnica. Aníbal, el genial general cartaginés, ha doblegado el orgullo romano y está en la península itálica intentando atraerse la alianza de todos los pueblos sometidos por Roma. Podría, tras la aplastante victoria de Cannas, haber continuado hasta la capital del Tíber y sojuzgado al Senado, derrotado definitivamente al ejército más poderoso del Occidente en aquellos días. Pero como le dijo el jefe de la caballería, el númida Maharbal: "Los dioses no han concedido al mismo hombre todos sus dones; sabes vencer, Aníbal, pero no sabes aprovecharte de la victoria".
.....El destino estaba a punto de cambiar el giro de su rueda. Los romanos, reorganizados y evitando otro enfrentamiento campal con el genial estratega púnico, contraatacaron. Lo harían en dos frentes a la vez: hostigando Hispania, por el Oeste; y, por el Sur, cortando la vía de suministros que desde la africana Cartago llegaba a través de Sicilia. Un general capaz, Marco Claudio Marcelo, fue enviado por el Senado romano para conquistar Siracusa. Lo inexpugnable de su situación costera, en alto, y bien guarnecida por sólidas murallas, no auguraban una toma fácil de la fortificada ciudadela. Mas no era la situación, ni sus sólidas fortificaciones, ni el ánimo irreductible de los colonos griegos, ya tan sicilianos como los mismos cíclopes que, decían, moraban aún por sus escarpas. Lo que haría tan extremadamente difícil la conquista desde el mar por la poderosa flota romana (único reducto donde su ejército era superior al cartaginés), sería la participación decisiva de un solo hombre, un siracusano formado en Alejandría, un sabio dotado de una mente poderosa que aplicaría en diversos órdenes de la vida. Uno de estos órdenes sería contribuir a que su patria no fuese derrotada por los romanos, poniendo su ingenio al servicio de su señor, el tirano Hierón II.
.....Este hombre no es otro que el célebre Arquímedes, al que se deben no pocas contribuciones a la ciencia recogidas en sus numerosas obras. Así: en el Ostomachion preconiza lo que será el Tangram, la conjunción de 14 piezas que pueden ser ensambladas para formar un cuadrado; o en Sobre el equilibrio de los planos explicaría la ley de la palanca (dadme un punto de apoyo y moveré el mundo); o en Sobre la medida de un círculo, mediante el "método exhaustivo", determinaría el valor aproximado de Pí (π); o en Sobre los cuerpos flotantes define el principio de flotabilidad (aquel que descubriera en la bañera y que le hiciera salir desnudo a la calle gritando "¡Eureka!", "¡Eureka!", "¡lo encontré!"; y varias obras más, todas ellas recogidas en el Palimpsesto que lleva su nombre.
.....Pues bien, este sabio, puso su talento al servicio de su ciudad. Como ingeniero bélico aplicó su genio a la creación de armas de defensa y ataque sofisticadas, capaces de mantener a la flota romana a raya: perfeccionó la catapulta, dotándola de mayor potencia y precisión mediante un sistema de poleas; inventó la "manus ferrea o garra de Arquímedes", con la cual a los barcos que se acercaban a las murallas para apoyar las escalas de asalto los izaba por la proa hasta que el agua penetraba en la nave por popa, o los soltaba bruscamente hasta hacer que zozobraran y se hundieran; y otros muchos ingenios que harían imposible el éxito romano. Pero una de sus más geniales creaciones fue el rayo de calor.
.....Era éste algo mágico (o tenido por tal por sus contemporáneos). De hecho, fue este invento el que le generó una cierta fama de demiurgo, de mago aliado con los dioses, capaz de utilizar en su beneficio las más misteriosas fuerzas de la naturaleza. A ello contribuyó, sin duda, su inveterada costumbre (poco habitual para un científico, por muy alejandrino que sea) de realizar todas las mañanas, el ritual de ofrenda al dios Apolo; lo que llevaba a cabo con recogimiento y sin publicidad: para ello, allí donde se hallare, improvisaba una especie de ara (pudiera ser cualquier superficie plana de piedra), orientada hacia el Este, donde realizaba las pertinentes ofrendas de vino y óleo justo antes del amanecer. Se decía que absorbía el primer rayo de sol con un ojo que, invisible, poseía en mitad de su frente, herencia indudable de su ciclópea estirpe siciliana. También se decía que era este rayo quien alimentaba su ingenio (concesión del dios Apolo, en recompensa por su devoción), ingenio solar gracias al cual crearía aquel arma poderosa, la más temible de todas cuantas inventara. Para crear este arma utilizó multitud de escudos de cobre tan pulidos que podían reflejar aun el rasgo más nimio del rostro humano. Los colocó todos unidos con una determinada y gradual orientación de tal forma que el sol, al reflejarse en ellos, concentraban su poder calorífico en un solo rayo capaz de incendiar velámenes y maderas embreadas de las naves en cuestión de segundos. Este dispositivo se conocería después con el nombre de espejo ustorio (es decir: espejo que quema). La situación de Siracusa, orientada al Este, permitía utilizar el rayo de calor durante todo el día, variando gradualmente la orientación de la parábola formada con los escudos.
.....Así Siracusa fue capaz de mantener el sitio durante casi dos años. Mas, como siempre suele suceder, sería una traición desde el interior la que provocaría su caída. A pesar de las directrices de Marco Claudio Marcelo para respetar la vida de Arquímedes, éste fue muerto por un soldado romano. Las circunstacias en que se produjo la muerte del sabio permanecen oscuras. La leyenda dice que fue sorprendido por el infausto soldado mientras el sabio estaba enfrascado en la contemplación de un diagrama geométrico, y en la resolución de un complejo problema matemático, y que no atendió la orden de rendición (no molestes mis círculos, se cuenta que le dijo al soldado), por lo que fue ajusticiado allí mismo; otros dicen que el soldado no reparó en quien era y que lo mató, como a tantos, llevado por la saña tras los sufrimientos soportados durante los largos meses de asedio (la ciudad fue asolada, derribada hasta los cimientos, como, por otra parte, solía hacerse tradicionalmente con las ciudades más reacias a someterse). El caso es que el Cónsul romano se mostró furioso por lo que consideró la pérdida de un valioso activo, tras lo cual honraría y daría sepultura a Arquímedes en aquel mismo lugar, su tierra, en un lugar llamado la puerta de Agrigento (también se dice que es significativo que en ese preciso lugar es por donde el primer rayo de sol penetra en la ciudad de Siracusa).
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GALERÍA
Joaquín Sorolla
1863-1923
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Sol y Mar (1)
(1893-1905)
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The Net, 1893
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Fishing Nets, 1893
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Return from Fishing, 1894
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The Cave at San Javea, 1895
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Valencian fisherman, 1897
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Lunch on the Boat, 1898
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Arrival of the Boats, 1898
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Arrival of the Fishing Boats on the Beach, Valencia, 1898
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On the Coast of Valencia, 1898
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The Samll Cove, Javea, 1898
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Children at the beach, 1899
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Sad Inheritance, 1899
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Boy in Sea Foam, 1900
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End of the Day, Javea, 1900
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Idyll, Javea, 1900
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On San Sebastian Beach, 1900
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The Waterwheel, Javea, 1900
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Gray Day on Valencia Beach, 1901
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Morning Sun, 1901
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After the Bath, 1902
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Pine trees, 1902
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To the Water, 1902
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Children on the seashore, 1903
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Afternoon Sun, 1903
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Bulls in the Sea, 1903
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Three Sails, 1903
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Valencian Fishwives, 1903
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Oxen in the sea, study for “Sun of afternoon”, 1903
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Bathing Time, 1904
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Clothide at the Beach
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Fisherman in Valencia, 1904
Afternoon Sun, 1903
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Bulls in the Sea, 1903
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Three Sails, 1903
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Valencian Fishwives, 1903
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Oxen in the sea, study for “Sun of afternoon”, 1903
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Bathing Time, 1904
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Clothide at the Beach
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Fisherman in Valencia, 1904
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Mending the Sail, 1904
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Midday at Valencia Beach, 1904
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Verano, 1904
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Valencia, Two LIttle Girls on a Beach, 1904
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On the Beach, Valencia, 1905
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Clothilde and Elena on the Rocks at Javea, 1905
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Isla de Cap Martí, Javea, 1905
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Looking for Shellfish, 1905
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On the Rocks at Javea, 1905
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Rocks anf White Boat, Javea, 1905
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Rocks of the Cape, Javea, 1905
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Swimmers, Javea, 1905
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The Bath, Javea, 1905
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The White Boat, Javea, 1905
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Boys in the Sea, s/d
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Bathing, s/d
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