jueves, 5 de julio de 2012

El Guerrero de Uruk (2)




A modo de Proemio
...Es el Amor causa de dicha y de desdicha. El amor, en sí, siempre de dicha; ciertas consecuencias colaterales, lo preciado de su posesión y disfrute, la privación de él, el deseo exacerbado que provoca quien prendado y prendido se halla del objeto de sus ansias... indefectiblemente provocan la desdicha. Si la amistad es generalmente benéfica de un modo absoluto, el amor sólo alcanza a serlo de un modo relativo. Pocos desastres ha causado la amistad a lo largo de la historia; en cambio el amor... Mueve el mundo, se suele decir, pero más que moverlo lo agita, como si fuera una coctelera. Por amor, a lo largo de la Historia, se han ganado y perdido reinos, se han salvado y condenado almas, se han dado y se han quitado vidas. Gracias al amor lo pesado se vuelve ligero, pero, también, cuando no es correspondido, suele pesar como una losa. El amor nos obnubila, nos extravía, nos saca de la armonía para arrojarnos al desequilibrio constante: fundacional tobogán en que transcurre la vida del enamorado.
...Porque, claro está, el amor al cual me refiero es el amor-amor, el amor pasión, el que busca el olor y la humedad de un celo nunca satisfecho, el que persigue posesión nunca alcanzada de un modo completo (siempre, en el último momento, huida); el amor que busca al otro y, hallado, en el otro se pierde por encontrarse... mas nunca se encuentra, pero le vale el simulacro, la pérdida, la muerte del yo solo, en la soledad percutida del otro. Este amor que nada puede y que nada para (ni aun la muerte), este amor ciego (porque debe de ser ciego, como un topo, para penetrar profundamente en el otro) es el motor de la vida, la chispa primigenia, el postrero bostezo de Dios que diera lugar a la risa... risa que aún se oye: es el ruido de fondo registrado por los radiotelescopios, el sonido del Big-bang fue una carcajada, una carcajada que surgió del vientre y por el vientre se propaga, como un eco, por simpatía. Amor: vibración reiterativa de diapasones afinándose. Orgasmo: carcajada de la carne.
En el presente post, bajo el epígrafe del Amor, seguimos recorriendo la Epopeya de Gilgamesh, y vemos cuánto importa el amor que llega a buen fin, y las desdichas que trae el desamor o amor no correspondido (sobre todo hacia una diosa entregada y caprichosa -también temible y terrible). En el Poema original, la carga erótica está depositada, sobre todo, en la pareja Enkidu-Shamash; pues el amor es capaz de pacificar y humanizar a la fiera salvaje --e inmortal-- hasta el punto de preferir la mortalidad por apurar hasta la última gota la dicha de ese amor. La pareja Ishtar (Inanna) y Gilgamesh, por contra, causa de desamor y contrariedad de la diosa, sería el factor determinante que da sentido y tema a toda la historia. Este desamor causado a la diosa del amor (y de la muerte en las religiones mesopotámicas) tendrá consecuencias catastróficas para nuestros héroes (que se verán en los próximos posts). Para un mayor acercamiento a esta primigenia figura de la fertilidad y la destrucción se puede consultar El Diamante de Mosul II, donde se desarrolló de una forma narrativa, pero veraz, sus atribuciones y valor en aquella cultura sumeria, asiria y babilónica.
El enfoque dado aquí a la relación Ishtar-Gilgamesh es especulativo. He decidido derivar a ésta la carga erótica (que sólo en el Poema se sugiere) por mor de la creación poética, y por no repetir lo que ya el Poema dice acerca de la estratagema para domesticar a Enkidu por medio del amor carnal.

-o-


El Guerrero de Uruk

El Amor

Son los ojos de la diosa
luceros que intensos brillan,
con ocho rayos que apuntan
al corazón de sus víctimas.


Los guerreros ya regresan
de la aventura vivida:
los amigos, más amigos;
los hermanos, más familia
(si no de sangre, de espíritu,
fraternal lazo los liga,
que no hay vínculo mayor
que la misión compartida).

"¡Coronados van de soles,
engalanados de lunas,
son, Enkidu y Gilgamesh,
portadores de fortuna!"

Todo el pueblo así les canta
exultantes de alegría,
mientras los héroes recorren,
saludando, la avenida.
Sobre una carroza blanca
que cuatro caballos tiran,
van Enkidu y Gilgamesh,
dando a los dioses envidia.
Los corceles van al paso,
regalándose, sin prisa;
brillantes llevan los cascos,
lucientes llevan las bridas,
las crines muy bien trenzadas
con multicolores cintas,
y los arneses de cuero
forrados con plata fina.
Su camino lo flanquean
cien leones de caliza:
impresionantes guardianes
que celan la travesía.

  Hacia el templo se dirigen
donde a Ishtar se glorifica;
a la diosa ofrendarán
hacha que hizo al cedro astillas.
(en el Bosque de los Cedros
ya no hay guarda ni vigía:
para el hombre, buena nueva;
para el cedro, la desdicha).

Penetrando en el recinto
los guerreros se arrodillan
ante quien Uruk protege
y a quien Uruk glorifica:
Inanna, la asiria Ishtar,
diosa querida y temida,
pues dispensa amor y guerra
de manera gratuïta.
Gilgamesh hacia la imagen,
tras levantarse, camina:
lleva el hacha entre las manos
y en la cara una sonrisa,
que el rostro más le embellece
y el gesto más le ilumina;
mas hay veces que las gracias
más problemas traen que dicha...
Con su porte majestuoso
de apostura sugestiva,
Gilgamesh, el rey de reyes,
pasión a la diosa inspira.


En aquel tiempo los dioses
se entrometen en las vidas
de los hombres y mujeres
si así el afán les inclina,
y la diosa del amor
de Gilgamesh se encapricha.
Y allá que se le presenta
hermosa como una ninfa:
los cabellos de azabache
sobre una piel tersa y nívea;
los senos pomas maduras
con areolas magníficas;

    el talle, tallo de sauce,
mástil es de mandolina
con caja de resonancia
adorable por curvilínea,
cuya roseta presagia
deliciosas melodías;
los muslos columnas son
talladas a maravilla,
y los pies tan delicados
como hechos de loza fina;
pero aquello que en la diosa
más encanta y encandila
son, del rostro, los luceros:
dos estrellas verde oliva,
cuyo mágico fulgor
cuando no seduce hechiza.

Como oráculo, su boca
-roja corola encendida-,
a Gilgamesh se dirige
con palabras sibilinas:
Magnífico rey de reyes,
Señor de triunfo y conquista,
sin pretenderlo has ganado
fortaleza que palpita
en el pecho de una diosa
que ante ti viene sumisa;
acepta este bello cuerpo
como campo de dulces lizas;
a ti me entrego deseosa
de lances y acometidas,
que mi carne sea la arena
de tus duelos y mis dichas;
si consientes y me tomas,
si mis deseos culminas,
no ha de faltarte victoria
ni gloria te será esquiva.”
Así dijo, sugerente,
la deidad que más fascina,
esperando a Gilgamesh
reclinada y ofrecida.


   El Guerrero la contempla,
de hito en hito la examina...
nunca vio nada más bello
ni halagó mejor la vista:
- “¡es la diosa quien se ofrece!”-
para sí mismo recita;
y su orgullo se envanece,
crece, late y, firme, se hincha:
ya se ve ceñido al traste
pulsando las suaves fibras...
Pero al mismo tiempo piensa,
considera y... no se fía.
Dando un paso atrás, contesta
con las manos extendidas
(las palmas hacia la bella;
hacia sí, cerco de espinas):
"No me tientes, tú, mi diosa,
si es que de verdad me estimas;
eres de Uruk protectora,
y Uruk por ti es bendecida,
muchos bienes has traído
a quien bienes te dedica;
mas, teniendo un corazón,
Ishtar corazones tima;
díganlo aquellos amantes
a quien tanto prometías:
Tammuz, que, en tu juventud,
dejó todo por tu risa,
y al que rompiste las alas
y entregaste a las arpías;
o al guardador de rebaños,
quien te ofrendaba cabritas,
tú le convertiste en lobo
y lo echaste a su jauría;
o al garañón imponente
que montaste enardecida,
y por todo premio obtuvo
espuelas, látigo y bridas;
o al jardinero Isullanu,
henchido de gallardía,
al que en topo convertiste
por rechazar tu lascivia.
¿Qué podría esperar yo
cuando de mí estés ahíta?"

    Mil demonios irritados
suficientes no serían
para mostrar tanta cólera,
ni expresar tamaña ira.
La mirada de Ishtar, antes
toda ternura meliflua,
se tornó explosiva brasa
toda centellas y chispas.
Tapándose con un velo
de densa noche infinita,
amenazante, se fue,
con su orgullo, malherida:
De esto te arrepentirás,
Gilgamesh, pues tu osadía
grave ofensa es a tu diosa,
y la ofensa se castiga.”


Gilgamesh contó al hermano,
-Enkidu al amigo oía-,
el relato de la escena
con la diosa a la que humilla;
y la cólera temible,
y la incontenible ira,
con que Ishtar, la desdeñada,
amenaza cruel vindicta.
Enkidu queda abstraído,
la mirada dirigida
a un pasado muy cercano:
cuando su ser se humaniza.

(Pues la existencia de Enkidu,
por inmortal, fue divina,
que en mortal por elección,
y por amor, cambiaría).
Do su pecho aún el recuerdo
de su fiereza felina,
el batir campos y bosques
siendo horror y pesadilla,
Y recuerda la llegada,
esa aparición magnífica,
de Shamhat, y su belleza,
que al instante le cautiva.

   Él, que, sólo en esta tierra,
el amor desconocía,
cuando apareció la bella
se le reveló enseguida
(pues los dioses lo crearon
usando de humana arcilla
y aunque de soplo inmortal
era, su conciencia, homínida);
deseóla él en tal grado,
ella tal le solicita.
que en sus brazos bien gozó
durante seis cortos días
(que en los brazos del amor
el tiempo vuela y se achica;
las horas huyen veloces
por el placer perseguidas).
Y queriendo más gozar
de aquella suprema dicha,
renunció a inmortalidad,
aceptando vida efímera,
pero vida tan intensa,
tan gozosa de sí misma,
que un inmortal envidiara
ésta en que se regocija.

De la abstracción, Gilgamesh,
le saca cuando le agita
del hombro, creyendo que
del sueño es, Enkidu, víctima.


-o-o-

GALERÍA

Jean-Auguste-Dominique Ingres
1780-1867
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La Grande Odalisque
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Odalisque with slave (v 1, 1839-1840)
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Odalisque with slave (v 2, Ingres with Jean-Paul Flandrin, 1842)
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The Turkish Bath
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Bañista de medio cuerpo
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The Bather of Valpinçon
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The small bather (1)
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The small bather (2)
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Venus Anadyomene (v 1)
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Venus Anadyomene (v 2)
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Jupiter and Antiope
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The Source
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Study for the Roger Delivering Angelica
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Ruggiero libera a Angélica
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Raphael and la Fornarina
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Odalisque with slave (drawing)
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Study for the Golden Age
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Woman with three arms
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