martes, 17 de diciembre de 2013

Johann Heinrich Füssli (1) (ARS BOREALIS IV)





Para mí, al menos, en las circunstancias que me rodeaban,
de las puras abstracciones que el hipocondríaco se ingeniaba
en lanzar sobre su lienzo, se alzaba un terror intenso, intolerable,
cuya sombra no he sentido nunca en la contemplación de los sueños,
sin duda, refulgentes, aunque demasiado concretos, de Fuseli.
La Caída de la Casa Usher. Edgard Allan Poe

Semblanza Biográfica
.....¿Quién fue el nacido suizo Johann Heinrich Füssli, rebautizado británico John Henry Fuseli?. "Un pintor", dirán los avisados. "El pintor de las pesadillas", dirán los más avisados. "Un pintor irreverente y salvaje que anunció el romanticismo dando imagen --y voz pictórica-- al fantástico y turbador mundo de los sueños", ampliarán los más descriptivos. "El dibujante más pasmoso desde Miguel Ángel Buonarrotti", precisarán los técnicos del arte. "Un escudriñador del subconsciente, que plasmó de modo soberbio, sobre telas y cartones, sus inquietantes hallazgos", apuntarán, por fin, psicólogos y escritores dramáticos.
.....Qué duda cabe que todos los hijos de su tiempo tienen rasgos comunes, un aire familiar que los distingue de otras intemporales parentelas. El romanticismo, como reacción al clasicismo --o neo-clasicismo, en el arte-- presenta unos rasgos muy marcados, en los que se trasluce, sobre todo, no ya una forma estética de representar el mundo de "afuera", sino que persigue el afloramiento del mundo interior, más emocional y confuso, menos formal y estructurado, menos convencional, menos normativo.

.....El romanticismo supone algo así como la adolescencia del ser humano. En él (en ella) uno se cuestiona, desde dentro, desde los propios sentimientos y convulsiones, el mundo: el de las relaciones propias con todo lo que le rodea, y el de las relaciones con los demás, ya no a través de un código estético estricto e ideal, sino a través de un prisma personal, libre de ataduras que no sean la expresión de las emociones. Surge así la representación de lo fantástico, de lo oculto, de las zozobras y pesadillas interiores, de los sueños que tratan de explicar la desgarradura (Bataille dixit) que para el ser consciente supone lo efímero y frágil de la existencia. Y en esa representación, el romanticismo no para en mientes sobre normas y cánones estructurales, sino que todo vale, cuanto más personalista más auténtico, más romántico, más veraz en lo imaginario, en lo fabuloso, en lo fantasmagórico, que puebla la mente del hombre. Hasta aquí, en el gótico, en el Renacimiento, en el barroco, en el Neoclasicismo, esos mundos subyacentes tomaban la imagen del mito, de las leyendas, de las revelaciones sagradas consignadas en el Libro; ahora, en el Romanticismo, la expresión se libera de ataduras, y aunque se aluda a mitos, leyendas o pasajes bíblicos, se hará desde la perspectiva interior. Es por ello que cobra importancia la mirada atenta y penetrante sobre obras literarias cargadas de sugerencia onírica y fantástica, imaginaria o psicológica. Así, Füssli, que se tenía como un ilustrador de obras literarias más que como un pintor, contempla a Shakespeare, al universo shakespereano, como fuente inagotable de sugerencia gráfica, pictórica, hundiendo una y otra vez su atención en la obra del bardo sajón: La Tempestad, Macbeth, El Sueño de una noche de verano, Próspero, Enrique V,... entre otras, son obras glosadas gráficamente por el pintor anglo-suizo. Pero también Milton, Dante Spenser, Homero, Wieland.

.....Pero este pintor de la emoción va más allá (o se queda más acá) al profundizar en lo insondable de uno mismo, volviendo la mirada hacia adentro para contemplar un universo amenazador (amenazador de la cordura y las referencias sometidas a la condición tridimensional): el de los sueños, el de lo improbable (pero real, pues se experimenta y desasosiega), el de lo fantástico. Y así, Füssli crea su Pesadilla (tres versiones, al menos); recrea el mundo satánico, el de los seres brotados de la fuentes del Mal, el del pecado; reinterpreta, desde la sensación, mitos y leyendas conocidos, literarios; se explaya, sin pudor, en el siempre resbaladizo terreno de lo erótico (la serie denominada por él Simplegma)... Se podría decir que en Füssli, más que en cualquier otro pintor hasta la fecha, el latido del genio se hace oír (se hace ver) de una manera más franca, más veraz, más cruda también (aunque pueda escucharse, si se agudiza bien el sentido, en su estilo, el sonido familiar de un Bosco, un Holbein, un Durero, un Brueghel, un Poussin o un Rembrandt).
.....Pintor excelente, pero más excelente dibujante aún, su aliento (ya que no dejaría discípulos directos de relevancia) y personalidad sí se expandirían, contaminando el mundo del arte por venir, desde William Blake, su más eximio seguidor, hasta los surrealistas o expresionistas que ven en él a un predecesor. La fuerza de su estilo, su expresividad reveladora, su sentido de la composición (dramática y teatral), le aportan una personalidad singular y reconocible (por más que Abildgaard se le asemeje extraordinariamente), inmediatamente identificable, cuyo rastro e influencia es fácil de seguir.

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TEXTOS AMIGOS

VAMPIRISMO
E.T.A. Hofmann

(I)

—Ahora que habláis de vampirismo, me viene a la mente una historia cruel que hace tiempo leí o escuché. Creo que más bien lo último, pues ahora que recuerdo, el narrador insistió mucho en que el relato era verdadero y nombró la familia condal, y el solar donde ocurrió el suceso. Si la historia se ha publicado y la conocéis, interrumpidme, pues no hay nada más fastidioso y aburrido que escuchar cosas conocidas de antiguo.
—Me parece notar que nos vas a ofrecer algo horroroso y tremendo; así es que, por lo menos, piensa en San Serapio y procura ser lo más breve posible, para que Vincenzo tenga la palabra, pues, según veo, está impaciente por referirnos el cuento que nos prometió.
¡Calma, calma! —exclamó Vincenzo—. Nada mejor deseo para mí que Cipriano tienda un tapiz negro que sirva de fondo a la representación mímico-plástica de mis alegres, pintorescas y saltarinas figuras. Empieza, Cipriano amigo, muéstrate seco, terrorífico, incluso espeluznante, más que el vampírico lord Byron, al que por cierto no he leído.
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—El conde Hipólito —comenzó Cipriano— había regresado ya de sus largos viajes, para hacerse cargo de la rica herencia de su padre, fallecido tiempo ha. El palacio solariego estaba situado en una de las regiones más bellas y agradables del país, y las rentas que le proporcionaban sus posesiones bastaban para el costoso embellecimiento del mismo.
»Todo lo que el conde había visto a lo largo de sus viajes de más bello y atractivo y suntuoso quería verlo de nuevo levantarse ante sus ojos. Cortesanos y artistas reuníanse en torno a él y acudían a su llamada, de modo que pronto comenzaron las obras del palacio, y el diseño de un amplio parque de gran estilo, en el que se hallarían incluidas iglesia, cementerio y parroquia, formando parte del artístico jardín. El conde dirigía todos los trabajos, pues tenía conocimientos suficientes para ello. Se entregó en cuerpo y alma a estas ocupaciones, de modo que transcurrió un año sin que se le ocurriese (según le aconsejó su anciano tío) dejarse ver a los ojos de las jóvenes, para escoger como esposa a la más bella, a la mejor y a la más noble.
»Una mañana que se encontraba precisamente sentado ante la mesa de dibujo, haciendo el proyecto de un nuevo edificio, se hizo anunciar una vieja baronesa, lejana pariente de su padre. Hipólito recordó al oír el nombre de la baronesa, que su padre sentía una indignación intensísima contra esta mujer, e incluso que hablaba de ella con repugnancia, y a todas cuantas personas trataban de acercarse a ella les aconsejaba que se alejasen, aunque sin explicar jamás los motivos del peligro. Cuando se le preguntaba al conde, solía decir que había ciertas cosas sobre las que más valía callar que hablar. Con más razón, cuanto que en la residencia corrían turbios rumores de un extraño e insólito proceso criminal, en el que estaba implicada la baronesa, que separada de su marido y expulsada de su alejado lugar de residencia, sólo gracias a la intervención del príncipe se veía libre de encarcelamiento.

»Muy molesto se sintió Hipólito por la proximidad de una persona a la que su padre aborrecía, aunque los motivos del aborrecimiento le fuesen desconocidos. La ley de la hospitalidad, que era privativa de toda esta región, le obligaba a recibir la desagradable visita. Jamás una persona había causado al conde una impresión tan antipática en su apariencia —aunque en realidad no fuese odiosa— como la baronesa.
»Nada más entrar, traspasó al conde con una mirada de fuego, luego entornó los párpados y se disculpó de su visita, casi con expresión humilde. Se quejó de que el padre del conde, poseído por extraños prejuicios, a los que le habían inducido sus enemigos maliciosamente, la había odiado hasta la muerte, de modo que, aunque languidecía en la mayor pobreza, y se avergonzaba de su estado, nunca había recibido la menor ayuda. Al fin, como inesperadamente se hubiera visto en posesión de una pequeña suma de dinero, le había sido posible abandonar su residencia y huir hacia un pueblo muy alejado de aquella región. Antes de emprender el viaje no había podido resistir el impulso de conocer al hijo del hombre que le había profesado un odio tan injusto e irreconciliable, aunque a su pesar le reverenciase.
»Fue el conmovedor tono de verdad con que habló la baronesa, lo que emocionó al conde, cuanto más que lejos de mirar el desagradable semblante de la vieja, hallábase absorta su mirada en la contemplación de la adorable, maravillosa y encantadora criatura que la acompañaba.

»Calló ésta y el conde pareció no darse cuenta: permanecía abstraído. La baronesa pidió que la disculpase, pues al entrar sintióse desconcertada, y se le olvidó presentar a su hija Aurelia. Sólo al oír esto recuperó el conde la palabra, y juró, enrojeciendo totalmente, lo que sumió en la mayor confusión a la adorable joven, que le concediesen enderezar lo que su padre había ejecutado por error, y les suplicó que, conducidas por su propia mano, entrasen en el palacio.
»Para confirmar estas palabras tomó la mano de la baronesa, pero la respiración y el habla se le cortaron, al tiempo que un frío enorme le recorría el cuerpo. Sintió que su mano era apresada por unos dedos rígidos, helados como la muerte, y le pareció como si la enorme y huesuda figura de la baronesa —que le contemplaba con ojos sin visión— estuviese envuelta en la espantosa vestimenta de un cadáver.
»¡Oh, Dios mío, qué desgracia está sucediendo en este momento! —gritó Aurelia, y empezó a gemir con una voz tan quejumbrosa, que su pobre madre repentinamente fue presa de un ataque convulsivo, de cuyo estado, como de costumbre, solía salir unos instantes después, sin necesidad de valerse de ningún medio. Con gran trabajo se desprendió el conde de la baronesa, y como tomase la mano de Aurelia y depositase en ella un ardiente beso, sintió que el dulce deleite del amor y el fuego de la vida retornaban a invadir su ser.

»Próximo a la edad madura, sintió el conde, por primera vez, todo el poder de la pasión, de tal modo que le resultó muy difícil esconder sus sentimientos, y como Aurelia le manifestase su agrado de manera ingenua, se encendió en él la esperanza. Apenas pasaron unos cuantos minutos cuando la baronesa despertó de su desmayo e, ignorante de lo que había sucedido, aseguró al conde que estimaba la invitación de permanecer algún tiempo en el palacio, y que olvidaba para siempre todo el mal que su padre le había causado. Así fue como, repentinamente, cambió el hogar del conde, hasta el punto que llegó a pensar que, por un especial favor, el destino le había llevado hasta allí a la persona más ardientemente adorada de todo el universo, para concederle la mayor felicidad de que puede gozar un ser humano.
»La conducta de la baronesa fue idéntica, permaneció silenciosa, seria, incluso reservada, y mostró siempre que había ocasión favorable, un dulce talante y hasta una inocente alegría en el fondo de su corazón.

»El conde, que ya se había habituado al extraño semblante cadavérico y a su figura fantasmal, atribuyó todo esto a su enfermedad, así como la tendencia a una intensa  exaltación, de la que daba muestras —según le había dicho su gente— durante los paseos nocturnos que efectuaba por el parque, en dirección al cementerio.
»El conde se avergonzó de que los prejuicios de su padre le hubiesen prevenido tanto contra ella y trató de vencer el sentimiento que le sobrecogía, siguiendo los consejos de su buen tío que le indicaba librarse de una relación que tarde o temprano le perjudicaría.
»Convencido del intenso amor de Aurelia, pidió su mano y figuraos con qué alegría la baronesa aceptó, viéndose transportada de la mayor indigencia al seno de la felicidad. La palidez y aquel aspecto que denotaba un interior extremadamente desasosegado, fue desapareciendo del semblante de Aurelia. La felicidad del amor resplandecía en su mirada y daba a sus mejillas un tono rosado.
»La mañana del día que se iba a celebrar la boda, un acontecimiento sobrecogedor vino a contrariar los deseos del conde. Encontraron a la baronesa inerte en el parque, caída en el suelo, con el rostro en tierra, no lejos del camposanto, y la transportaron al palacio, precisamente cuando el conde se levantaba dominado por el sentimiento de su felicidad inminente. Pensó que la baronesa había sido atacada por su acostumbrado mal; sin embargo, fueron vanos todos los medios de que se sirvieron para volverla a la vida. Estaba muerta.

«Aurelia no se entregó a los desahogos propios de un intenso dolor, y muda, sin derramar una lágrima, parecía haberse quedado como paralizada después del golpe recibido. El conde, que temía por su amada, con gran cuidado y suavidad se atrevió a recordarle su situación de criatura sola, de modo que ahora más que nunca era necesario aceptar el destino y proceder convenientemente acelerando la ceremonia de la boda que se había diferido a causa de la muerte de la madre. A esto, Aurelia, echándose en los brazos del conde, gritó, al tiempo que derramaba un torrente de lágrimas, con una voz que desgarraba el corazón: "Sí, sí, por todos los Santos, por mi bien, sí!". El conde pensó que este vehemente desahogo era debido a la consideración bien amarga de que se encontrase sola, sin patria, y no supiese adonde ir, e incluso a las consideraciones sociales que le impedían permanecer en el palacio.
»El conde se ocupó de que una dama honorable le hiciese compañía hasta que el matrimonio se celebró, sin que ningún suceso desgraciado interrumpiese la ceremonia, e Hipólito y Aurelia alcanzaron la cumbre de su felicidad. Mientras todo esto sucedía, Aurelia se había mostrado siempre en un estado de gran excitación. No era el dolor por la pérdida de su madre lo que la desasosegaba, sino una sensación de miedo mortal que parecía atenazarla continuamente.
»En mitad de los más dulces transportes amorosos, sentíase sobrecogida de terror, palidecía como una muerta y abrazaba al conde, derramando lágrimas, como si quisiera asegurarse bien de que un poder invisible y enemigo no la llevase a la perdición. Entonces gritaba: "¡No, nunca, nunca!".

»Una vez que se encontró casada con el conde pareció que el estado de excitación cesaba y que se veía libre del miedo que la sobrecogía. Esto no impidió que el conde adivinase que algún secreto fatídico se escondía en el seno de Aurelia, pero, ciertamente, le pareció inoportuno preguntarle acerca de ello, en tanto que persistiese la excitación, y ella misma se mantuviese callada. Hasta que un día se atrevió a insinuarle la pregunta de cuál era la causa de su desasosiego. Entonces Aurelia afirmó que suponía un inmenso bien para ella desahogar por entero su corazón en su amado esposo. No poco se sorprendió el conde cuando se enteró de que únicamente la fatal conducta de la madre era el motivo del malestar de Aurelia. "¿Hay algo más espantoso —gritó Aurelia— que odiar a la propia madre y tener que aborrecerla?" De aquí se deduce que  tanto el padre como el tío no estaban dominados por falsos prejuicios y que la baronesa había engañado al conde con una premeditada hipocresía.
»Como un signo muy favorable, el conde consideró que la malvada madre se hubiese muerto el mismo día que se iba a celebrar su boda, y no tenía ningún reparo en decirlo. Aurelia, en cambio, dijo que precisamente desde el día de la muerte de su madre se sentía dominada por los más lúgubres y sombríos presentimientos, que no podía evitar sentir un miedo espantoso a que los muertos saliesen de sus tumbas y la arrancasen de los brazos de su amado para llevarla al abismo.

(Continuará)


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GALERÍA



Johann Heinrich Füssli
1741-1825

PAINTINGS

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Dante and Virgil on the Ice of Kocythos, 1774
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Satan Starts from the Touch of Ithuriel’s Spear, 1776
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Satan Starts from the Touch of Ithuriel's Spear (Satan flieht, von Ithuriels Speer beruht), 1779
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Adam and Eve, 1780
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'Henry V', Act II, Scene 2, Henry V Discovering the Conspirators, 1780
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The Death of Achilles, 1780
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Sketch for the "Oath on the Rutti", 1779-1781
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Die drei Eidgenossen beim Schwur auf den Rütli, 1780-1781
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The "Oath on the Rutti", 1780
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The Nightmare, 1781
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The Nightmare, 1781
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The Nightmare, 1781 (engraving) 
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The Nightmare, 1790-91
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The Nightmare, 1790-91
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The Artist in Conversation, 1781
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Dido, 1781
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'Macbeth', Act I, Scene 3, the Weird Sisters, 1783
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Percival Delivering Belisane from the Enchantment of Urma, 1783
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Dispute between Hotspur, Glendower, Mortimer and Worcester, 1784
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Lady Macbeth, 1784
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The Death of Oedipus, 1784
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Teiresias Foretells the Future to Odysseus, 1780-1785
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Teiresias Foretells the Future to Odysseus, 1780-1785
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Scene of Witches, from "The Masque of Queens" by Ben Jonson, c 1785
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A Shakespearean Subject, 1785-86
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Mamillius Conjuring up Sprites and Goblins for His Mother, Hermione, 1786
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Oedipus Cursing His Son, Polynices, 1786
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Prince Arthur and the Fairy Queen., 1788
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Prospero, 1789
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Belinda's Traum, 1780-90
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Thor Battering the Midgard Serpent, 1790
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The Awakening of the Fairy Queen Titania, 1775-90
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Titania and Bottom, 1790
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Titania and Bottom, 1790
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"Midsummer Nights Dream Act IV Scene I--A wood - Titiania, queen of the fairies, Bottom, fairies attending & etc." (engraving)
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Die Vision im Asyl, 1791-93
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Der Nachtmahr Verlast das Lager Zweier Schlafender Madchen, 1793
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Christ Disappearing at Emmaus, 1792
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Falstaff in the Laundry Basquet, 1792
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The Creation of Eve, from Milton's Paradise Lost, 1793
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The Shepherd's Dream, from 'Paradise Lost', 1793
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The Shepherd's Dream, from 'Paradise Lost', 1793
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Titania is leevtallig met Bottom met de daare Eselkopp, 1793-94
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Titania is leevtallig met Bottom met de daare Eselkopp, 1793-94
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Die Sünde, vom Tod verfolgt, 1794-96
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Milton Dictating his Daugther, 1794
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Macbeth, Banquo and the Witches, 1794
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The Apothesis of Penelope Boothby, 1794
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The Night-Hag Visiting Lapland Witches, 1796
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The Dismission of Adam and Eve from Paradise, 1796-99
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The Ladies of Hastings, 1798-1800
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Satan and Death with Sin intervening, 1799-1800
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Satan and Death with Sin intervening, 1799-1800
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Satan and Dead separated by Sin (version 2)
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The Birth of Sin
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Euphrosyne vor der Phantasie und der Temperantia (Mäßigkeit), 1799-1800
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Liegende Nackte und Klavierspielerin, 1799-1800
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Silence, 1799-1801
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Milton When a Boy Instructed by His Mother, 1800
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Teiresias Foretells the Future to Odysseus, 1800
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A Horseman Attached by a Giant Snake, c 1800
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Tekemessa and Eurysakes, 1800-10
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Satanischer Aufruf an den Belzebub im Höllenfeuer, 1802
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Hagen und die Undine von Danubius, 1802
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Kriemhild sieht im Traum den toten Siegfried, 1805
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Kriemhild at the Wake of Siegfried, 1805
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Kriemhild zeigt Gunther im Gefängnis den Nibelungenring, 1807
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 Kriemhild zeigt Hagen das Haupt Gunthers, 1805
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Sleep and Death carrying away Sarpedon of Lycia
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Die Elfenkönigin Titania findet am Strand den Zauberring
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Die Elfenkönigin Titania und Zettel, der Weber mit Eselskopf, Detail: Elfe, 1804
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Die Enkleidung, 1806-7
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The Infant Shakespeare between Tragedy and Comedy, 1805
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The Negro Avenged, 1806
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Die Tugend ruft die Jugend zurück (aus den Armen der Sünde), 1806-07
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Halbfigur einer Kurtisane mit Federbusch, Schleife und Schleier im Haar, 1807
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La Débutante, 1807
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 Romeo at Juliet's Deathbed, 1809
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The Fire King, 1810
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A Scene from 'The Wife of Bath's Tale', 1812
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Lady Macbeth Seizing the Daggers, 1812
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Lady Macbeth Seizing the Daggers, 1812
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Frear Puck, 1812
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The Vision of Catherine de Aragon, n d
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The Dream of Queen Catherine
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The Dream of Queen Katherine
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Temptation of Eve
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The Dream of Queen Catherine
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The Italian Count (Ezzelin Bracciaferro, 'Iron Arm', Musing over Meduna, 
Destroyed by him for Disloyalty, during His Absence in the Holy Land)
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The Tempest
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The Return of Milton's Wife, 1788-1799
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Macbeth consulting the Vision of the Armed Head
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Mistress Page in "The Merry Wives of Windsor by William Shakespeare
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Fairy Mab, 1815-20
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Ariadne Watching the Struggle of Theseus with the Minotaur, 1815-20
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Kriemhild wirft sich auf den toten Siegfried, 1817
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The Vision of the Deluge, 1831
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Die Nachtmahr
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Die Nachtmahr (engraving)
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Ariel
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Die wahnsinnige Kate
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Die wahnsinnige Kate
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Sophia Rawlins, the Artist Wife
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