Romance de Nochebuena
2013
Cuento de Navidad
I
En
la fría noche se oye
Coro
de ayes en quejas,
Son
los dolores de un parto
Que
difícil se presenta…
El
viento por las rendijas
Silbante
gime y se cuela
Poniendo
acompañamiento
A
la coral lastimera.
Una
joven exiliada,
Primeriza,
mal se esfuerza
Por
traer al mundo un niño
En
lo oscuro de una tienda
De
un Centro de Refugiados,
Al
lado de una frontera
Que
separa dos países,
No
importa cuáles, cualquiera
De
los muchos que dividen,
Artificiales,
la tierra,
Donde
se alternan, fortuitas,
La
injusticia y la miseria.
Llegó
huyendo de una paz
Que
se parece a una guerra,
Tales
las hostilidades
Que
esa paz allí fomenta.
No
se halla en el Tercer Mundo
--Aunque
así nos lo parezca—
El
escenario del cuento
Que
aquí, en verso, se cuenta,
Antes
bien, en el Primero
Donde
una paz opulenta
Genera
desigualdades,
Exclusión,
ruina y pobreza.
Es,
nuestra protagonista,
Una
víctima de esas
Que
ansían algo mejor
Para
el hijo que se espera…
Procedente
de un suburbio
De
condiciones infectas,
Donde
hasta el sol que allí luce
Lo
hace menos, lo hace apenas,
Desolado
por la angustia
Que
sus rayos allí encuentran,
Y
donde las noches son
Más
oscuras, más siniestras,
Con
plenilunios velados
Por
argentina vergüenza,
La
esperanza que no tuvo,
Hasta
entonces, para ella
La
sintió palpitar fuerte
Desde
el vientre en sementera.
II
Virgen
concibió, ignorante
Del
abrazo las secuelas
Que
se diera con Pepito,
Un
día de primavera,
Entre
los cañaverales
Que
un sucio arroyo bordean,
Vertedero
de inmundicias
Que
a los juncos alimentan
(Pepito,
aquel arrapiezo,
Hijo
de Paca, La Tuerta,
Que,
inseparable, seguía
A
María a donde fuera).
Concibió
sin saber cómo,
Mas,
sabiéndolo, dispuesta
A
cambiar aquella vida
Abocada
a la indigencia.
Una
noche se lo dijo
Mientras
miraban estrellas:
“Pepito,
vente conmigo,
Salgamos
de esta miseria;
Hagámoslo
por el niño,
Para
que otra vida tenga
Mejor
que la que nosotros
Hemos
tenido, ¿Aceptas?”
Y
Pepito, que también
Es
un romántico y sueña,
Le
dice que sí a los ojos
Que
las estrellas reflejan,
Y
ve en ellos, fugazmente,
Pasar,
veloz, un cometa
Que
deja a su paso, brillante,
Una
indicadora estela:
Hacia
el Oeste señala,
Revelándoles la senda.
Una
tarde ya no vuelven
A
su mísera vivienda:
A
más tocará el reparto
De
la inexistente cena,
Y
a menos las estrecheces
Que
han de sufrir los que quedan.
Invisibles
como son
En
falta no se los echa.
En
los ojos de las madres
Quizá
una lágrima seca,
Y
una ahogada aspiración
Los
padres acaso sientan;
Unas
y otros seguirán
Luchando
en la feroz guerra,
Que
a la sombra de la paz
Se
desarrolla sin tregua.
María
y José caminan
Hasta
cruzar la frontera
Que
los separa, intangible,
De
la asumida impotencia.
Y
a un Centro de Refugiados
Seis
días más tarde llegan,
Cansados
pero contentos,
Rota
ya por fin la cuerda
Que
los ataba a un destino
Con
carácter de condena.
Llegan
y ven, alineadas,
Formando
calles, las tiendas
Que
acogen a refugiados
Que,
como ellos, desertan
De
inhumanas condiciones
Por
mejores pretenderlas.
Allí
pasan cuatro meses,
Hasta
que sale de cuentas
María,
llena de gracias,
María,
de sueños llena,
Llevando
una vida dura
Con
coraje y entereza
Impropia
de dos criaturas
En
mentida adolescencia:
Dieciséis
años José,
Quince,
María, cuenta,
Y
parecen, por maduros,
Alcanzar
ya la treintena.
Es
lo que tiene vivir
En
situaciones extremas:
El
tiempo cambia de ritmo,
Se
comprime y acelera,
Las
etapas de la vida
Como
pólvora se queman,
Dejando
atrás las cenizas
De
tempranas experiencias.
Durante
todo este tiempo,
Conciben,
urden, planean,
En
el Centro, su futuro
Para
cuando el niño venga:
Pepito,
que es muy mañoso
trabajando la madera,
Pretende
ser carpintero,
Y
a ello se juramenta;
María,
que es muy paciente,
Desearía
ser maestra
En
suburbios y barriadas,
Donde
enseñar es quimera.
Es
diciembre, veinticuatro,
Y
ya hace un frío que pela.
Aunque
de forma sencilla,
Hasta
en el Centro se aprestan
A
celebrar esta noche
Que
dicen de Nochebuena:
En
las tiendas farolillos
De
cartón y candilejas
De
material reciclado
La
austeridad ornamentan;
Por
gastados altavoces
Unos
villancicos suenan,
Calentando
el frío ambiente
Con
su alegre cantilena;
Se
servirá, especial,
Un
rancho para la cena
Que
servirán voluntarios,
Solidarios,
con entrega,
Compuesto
por: col lombarda
hervida,
con mayonesa;
Sopa
de pollo y verduras
Y
cordero en caldereta,
Congelado,
procedente
De
excedentarias remesas;
Y
de postre, bien caliente,
Dulzona
sopa de almendras,
A
base de concentrado
y
leche en polvo rehecha;
Los
dulces de navidad
--Turrones
y frutas secas—
De
la campaña anterior
Que
ya el comercio desdeña.
En la fría noche se oye
Coro de ayes en quejas,
Son los dolores de un parto
Que difícil se presenta…
El viento por las rendijas
Silbante gime y se cuela
Poniendo acompañamiento
A la coral lastimera.
Una joven exiliada,
Primeriza, mal se esfuerza
Por traer al mundo un niño
En lo oscuro de una tienda…
Son
las ocho y ya María
En
pleno parto se encuentra,
La
asiste la comadrona,
Que
es también la cocinera,
Con
gorro blanco en el pelo
Y
el delantal de faena.
Lo
inmaduro aún del cuerpo
Y
las estrechas caderas,
Se
lo ponen más difícil
A
la joven parturienta.
En la fría noche se oye
Coro de ayes y quejas…
Y el viento por las rendijas
Silbante acude y se cuela…
...Para
enjugar el sudor
Que
la piel nimba de perlas
A
María, del esfuerzo
Que
el alumbrar le acarrea.
La
comadrona la anima
Y
una canción tararea
Marcando
las contracciones
Con
melodiosa cadencia.
Ya
los “¡ayes!” con los “¡vamos!”
En
un duetto se trenzan,
Polifónicos
avanzan
In crescendo hasta que… cesan.
La
comadrona que asiste
De
cocinera manera
Saca
del horno, morada,
Ya
culminada, la pieza;
Corta
el cordón y procede
A
provocar la llorera…
Hecho
lo cual, a la madre
Con
cariño se la entrega:
Es
un niño más bien chico
Que
tras el llanto no deja
De
sonreírles a todos
Cuantos
allí lo contemplan.
Tiene
los ojos verdosos
Y
la piel luce morena;
Pese
al tamaño menudo
Es
de armónica apariencia;
El
cabello tiene fosco
Y
abombada la cabeza;
Y
un antojo rosa claro,
Si
se mira bien, se observa,
Con
forma de cruz latina,
Bajo
su tetilla izquierda.
Pese
al frío, todos ríen
Y
el nacimiento celebran,
Deseando
parabienes
A
la bisoña pareja.
Se
propaga por el Centro
La noticia, vïajera,
Contagiándose
veloz
Como
una alegre epidemia:
Todos
comparten el hito,
E
incluso la parentela,
Con
los primerizos padres
Del
niño de Nochebuena.
Por
una noche se olvidan
Los
pesares y tristezas;
El
Centro de Refugiados
Pareciera
una verbena.
Hasta
el paritorio vienen
En
pos de la buena nueva,
Peregrinando
y cantando,
Refugiados
de otras tiendas,
Quieren
unirse, gozosos,
A
la duplicada fiesta:
Cada
vez que un niño nace
Con
él llega una promesa,
Una
posibilidad,
Un
propósito de enmienda
Que
encarnado en nuevo ser
Enriquece
la existencia.
Allí
encuentran a María
Y
a un feliz José a su vera,
Y
a un niño que los sonríe
Disipándoles
las penas.
Envuelto
en jubón prestado
Por
única pertenencia,
El
recién nacido es símbolo
De
humana naturaleza:
Nada
tiene y es feliz,
Sólo
vida que se estrena,
Sin
temores ni zozobras,
Sin
la angustia del que espera...
En la fría noche se oye
Coro de voces que expresan
La alegría por un parto
Que a buen término al fin llega.
El viento por las rendijas
Su silbo toca y se cuela,
Acompañando, templado,
A la coral bullanguera...
.
Mas
la vida es lo que es,
Y
al cabo lo que se cuenta
Sólo
es cuento, nada más;
Como
lo fue la leyenda
De
aquel niño de Belén
Que
en un pesebre naciera.
La
dureza de la vida,
Lo
injusta que se revela,
Hace
necesario el sueño,
Deseable
la entelequia,
Y
el ser humano los busca,
O
en su defecto los crea.
Fin
del Romance de Nochebuena 2013