martes, 29 de abril de 2014

El Manierismo Nórdico (II): Hendrick Goltzius - RELATO: El Preceptor del Rey (II)







El Preceptor del Rey
Un relato incidental

II
.....La excesiva rigidez y formalidad de la Corte española no le sentaba nada bien al espíritu sensible de Rodolfo. Apenas reía, entre otras cosas porque tampoco había muchas ocasiones que propiciaran la risa en aquel ambiente sobrio, pacato y austero, pese al (comedido) lujo cortesano. Ese carácter nada risueño, no obstante, le acompañaría de por vida, lo que haría pensar de él a sus súbditos que era un gesto de altivez (reminiscencia de su educación española), cuando en realidad lo era de reserva y prudente distanciamiento. Hay que tener en cuenta que mientras estuvo en España, durante esos ocho años, se le preparó para gobernar como un emperador (en esto, como en tantas otras cosas, Felipe II, no sólo demostró ser el Prudente, sino también el Inteligente y Previsor; pues había querido tener cerca a su sobrino consciente de que un día heredaría el trono del padre, Maximiliano II, y quién sabía si hasta el de España, ya que el Infante, Don Carlos, poco mayor que Rodolfo, daba claras muestras de perturbación mental); por lo tanto, poco margen había para la ligereza y la frivolidad en un programa que tanta responsabilidad demandaba.
.....Apenas hizo amigos en su estancia escurialense. Pero sí encontró el consuelo afectivo que le faltaba en su tía Isabel, la Reina, esposa de Felipe II, que no sólo le mostró simpatía, sino un sincero cariño. En ella halló lo que no le dio su madre, María de Portugal, hermana del Rey español y mujer adusta, quien se tomara muy en serio su fervor religioso, en lo generador (hijos te dé Dios), al darle quince hijos a su marido Maximiliano. Más preocupada por su piedad católica que de su labor maternal, Rodolfo no recibiría de ella sino indiferencia, cuando no sincero desdén (la prematura muerte de su hermano mayor, y primogénito, Fernando, al poco de él nacer, quizá influyera en ello de alguna forma que nos es desconocida).

.....El caso es que ahí le tenemos, un muchacho soñador, hipersensible, con una poderosa vida interior y al tiempo con una sensualidad exacerbada, constreñido por el deber y la responsabilidad, sometido a una rigurosa formación práctica. No es de extrañar que su carácter naufragara constantemente en este proceloso mar revuelto de contrariedades: entre lo sentido y lo vivido, entre el deber y el querer, entre lo que se le ofrecía y lo que necesitaba. Tampoco es de extrañar, por tanto, su tendencia al ensimismamiento y, lo que sería su tabla de salvación, su interés contemplativo por el arte. Tanta tensión no suficientemente aliviada también ocasionaría que esa tendencia a la ensoñación tomara un camino tortuoso y buscara alivio de forma extravagante: comenzó a interesarse por la alquimia, la astrología y la mecánica capaz de contradecir aparentemente a la realidad, domeñarla y enmascararla. Al fin y al cabo, quizá con ello no hacía sino proyectar su impotencia hacia las ramas del saber más especulativas, más abiertas y liberales, menos férreas y encorsetadas por la necesidad, de lo que ya tenía bastante en su programada vida diaria.

.....Eran para él momentos de asueto los pasados conmigo, mientras le descubría los diversos caminos de la filosofía (amaba Platón y los Sofistas) o los secretos albergados en las palabras, y su correcta disposición (y no sólo literariamente, sino mágicamente: cuando descubrió la existencia de la Qabala, quedó subyugado), pero más que nada, gozaba con el arte: los estilos, las técnicas, los maestros y sus vidas. Recuerdo que me decía que encontraba más afinidad con su sentir en lo observado en muchos de los cuadros de la magnífica colección de su tío que en la vida real. Sobre todo en aquellas obras de temas paganos, mitológicos, legendarios o alegóricos. Realmente, Rodolfo corría el peligro de abrir una brecha entre su realidad (la que se veía obligado a forjar para complacer sus más íntimos sentimientos) y la realidad común, la necesaria, la que a todos nos somete. Un peligro que logró a duras penas conjurar a medida que creció y maduró (lo que, a decir verdad, no acabaría de realizar nunca del todo).
.....Las visitas al Alcázar o a los pabellones del Pardo, donde se agolpaban los cuadros que junto a los que se albergaban en El Escorial conformaban la mayor y mejor colección de pintura del orbe, para él eran como una excursión a paraísos fuera de este mundo, o, si dentro, pertenecientes a otra dimensión, a otro nivel, que le permitían sintonizar de un modo más afín con su conciencia. Muchas veces, mientras yo le explicaba tal o cual detalle de la técnica que Tiziano empleaba para lograr ese raro y precioso equilibrio entre forma y color, veía cómo, sin apartar los ojos del cuadro motivo del estudio, las lágrimas fluían por sus mejillas. Yo tenía la sensación de que en esos momentos no me escuchaba, pero sí lo hacía, y era, probablemente esa confluencia de contemplación y vivencia interior, con un testigo que compartía todo aquello, que le comprendía y que le abría horizontes con palabras mágicas, lo que le hacía emocionarse hasta el llanto silencioso.

.....Le encantaba de una manera especial aquel cuadro que tan pocos comprendían pero que todos admiraban (aunque sólo fuera por complacer al muy aficionado y entendido Felipe II) que era El Jardín de las Delicias, de Hyeronimus Bosch (conocido allí, en España, como el Bosco). Podría atreverme a asegurar que el tiempo dedicado a este solo lienzo sumaba el que dedicara a todos los demás. En su cara se podía leer lo que supone para un alma la contemplación de lo maravilloso. Sobre todo su panel central, el que da nombre a todo el cuadro El Jardín... donde tiene lugar la vida del hombre, entre el Paraíso (panel izquierdo) y el Infierno (panel derecho). Pero una vida, la expresada allí por el imaginativo pintor, en poco parecida a la real, y era eso lo que más atraía su atención. Una vez, sin separar la vista del cuadro, me había dicho: "Así siento yo la vidaasí me gustaría que fuese, así quiero vivirla". Suspiraba, me miraba con un deje de tristeza y se alzaba de hombros. Un momento después recobraba el dominio y comentaba alguno de los muchos aspectos alucinantes que aquel genio flamenco allí había representado. También, en otra ocasión, como pensando en voz alta (lo que mostraba la confianza que me tenía), había exclamado: "Me encanta la desnudez de los cuerpos, esa naturalidad que denuncia y plasma un hecho incontestable: el único ser sobre la tierra que oculta el cuerpo que Dios ha creado es el ser humano; el único que poseyendo la conciencia de la belleza, es capaz de ocultarla o de ver en ella algo pecaminoso. No lo entiendo". Para después entablar un diálogo conmigo acerca del clasicismo griego, de aquel mundo olímpico poblado de gentes orgullosas de sus cuerpos, que no sólo no escondían sino que exaltaban. Aquellos sí sabían vivir conforme al ideal de una vida noble y gozosa -apuntaba-, que se quiere a sí misma y, al hacerlo, ensalzar la obra de Dios. "Ese --me decía un Rodolfo casi exaltado-- es el Dios en el que me gustaría creer... en el que, de forma íntima, creo". Y al decir esto, me miraba un instante a los ojos, como buscando mi complicidad (y aprobación).


.....Ese su afán fantasioso (que sabía, eso sí, imbricar admirablemente a la realidad), encontró otro cauce en las obras de Juanelo Turriano (Giovanni Giannelo Torriani), ingeniero e inventor al servicio de la Corte ya con el Emperador Carlos, quien ideara un ingenioso sistema hidráulico, automático, para subir el agua del Tajo hasta el Alcázar de Toledo, salvando un desnivel de cincuenta metros, y quien construyera el famoso hombre de palo, un autómata articulado que se movía con cierta gracia y que era utilizado para pedir limosnas, apostado en una esquina de la calle Asaderías de la ciudad imperial. Relojero eminente de la Casa Real, construyó diversos artilugios automáticos para Rodolfo: guerreros articulados que blandían sus espadas, caballos que galopaban hasta topar con un muro, leones que saltaban, hasta pájaros que volaban (eso sí sujetos por un hilo como marionetas), ingeniosas máquinas que introducía en figuras representando artesanos que realizaban su labor: torneros, zapateros, hilanderas, alfareros, un sin fin de criaturas autómatas que Rodolfo guardaba con celo y con las que llegó a formar toda una ciudad, todo un ejército. Nunca perdió ese interés por la magia del movimiento articulado, del movimiento perpetuo. Incluso animó al buen Turriano a recrear varias de las fantásticas criaturas que el Bosco plasma en su Jardín de las Delicias. Y así, de la boca de un pez salía un hombre, como vomitado; a un hombre que andaba a cuatro patas, al tocarlo en la cabeza, le brotaba una flor en el culo; capullos que al regarlos abrían sus corolas de las que surgían pequeños ratones corredores; peces voladores, mariposas nadadoras, pájaros que depositaban bolitas rojas, como grosellas, en la boca de pedigüeños desnudos...

.....Todo un alucinante mundo que el príncipe se guardaba muy mucho de mostrar, temeroso de que le fuera arrebatado. Yo, sabedor de todo esto -pues conmigo lo compartía-, siempre le fui leal. En cierto modo, creo que compensaba así una parte de mí mismo nunca vivida, pero sí sentida. A mis treinta años pude experimentar (y rescatar) sueños y posibilidades en gran parte reprimidas en mi infancia. Es otra de las ventajas del pedagogo: al tiempo que intenta formar al niño para la vida adulta, se impregna de los sueños que ese niño debe ir soltando, cual lastre, de su conciencia. Es por ello que quien se dedica a la enseñanza de niños y jóvenes, y lo hace sin presunción y con honestidad, con sincera entrega a su labor de revelador de la personalidad (y no modelador o escultor de la misma), parece envejecer más lentamente, como si extrajese de sus educandos la energía vital que de ellos fluye libremente, y que él revertirá al transmitirles conocimientos. 

.....De aquella época existen varios retratos de Rodolfo realizados por uno de los retratistas de la Corte, el más querido por el Rey, Sánchez Coello, que dan fe de la refinada psicología del personaje. A pesar de que el joven más hubiera preferido posar para Sofonisba (Anguissola), que en aquella época estaba instalada en la Corte española, como dama de compañía de la Reina, Isabel de Valois. No excesivamente bella, pero con un indudable atractivo potenciado por el hecho de ser pintora (una de las pocas pintoras reconocidas), aquella dulce pero segura mujer ejerció, sin quererlo, su poder de atracción sobre el corazón de Rodolfo. Podría decirse que estaba enamorado de ella, pero a su manera, a la manera de Rodolfo: con un sentimiento contenido, sólo vivido de piel para adentro. No logró que Sofonisba lo retratara. La razón se me escapa, ya que la pintora realizó retratos de la familia real, incluido uno muy meritorio del propio Felipe II. Creo que la cosa no fue a más porque todo cambió de repente. La formación del futuro heredero de Maximiliano II tocó a su fin, y con diecinueve años fue reclamado por su padre. Él, por un lado más español que austriaco, sufrió este cambio, como todo lo sufría en su vida, con un sentimiento ambivalente: sentía dejar aquel reino de fantasía, dentro del Reino austero y formal que suponía la Corte de El Escorial, pero a la vez lo vivía como una liberación, una aventura que lo llevaba hacia un horizonte más amplio, lejos de aquella rigidez cortesana vivida en España. Por supuesto, me pidió que lo acompañara, que me fuera con él, que si no como preceptor (cosa que siempre sería para él, me dijo), podría emplearme como consejero, como asesor en Bellas Artes. Él pensaba seguir el impulso de su padre, superarlo, igualar a su tío como coleccionista de obras de arte (aunque no sólo), que por ello me necesitaba a su lado... Además, me dijo con una enigmática sonrisa, sé que estás deseando dejar todo esto más que yo...

.....No pude negarme. En 1571 abandonaríamos Madrid. Nunca regresaríamos. El espíritu aventurero de Rodolfo era más imaginario que real; sus viajes más imaginados que realizados. El mundo vendría a él, en vez de él salir al mundo. Se iniciaba, también para mí, una nueva etapa en la vida, una etapa llena de incertidumbre, pero también llena de oportunidades. La Corte de Viena nos esperaba, lo esperaba a él con los brazos abiertos, aunque con expectación; poco imaginaba la capital austriaca que Rodolfo pasaría de largo...

(continuará)

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GALERÍA


Hendrick Goltzius
1558-1617

Paintings

Mitological and Allegorical

Cadmus slays the Dragon, 1573-1617
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Danae, 1603
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Danae, 1603
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Danae, 1603
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Dying Adonis, 1606
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Allegory, 1611
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Mercury, 1611
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Minerva, 1611
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Hercules and Cacus, 1613
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Venus and Adonis, 1614
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Vertumnus and Pomona, 1615
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Unequal Lovers, 1615
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Juno reciving the Eyes of Argus from Mercury, 1615
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Jupiter and Antiope, 1616
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Jupiter and Antiope, 1612
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Jupiter and Antiope, 1612
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Jupiter and Antiope, 1612
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Religious
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Christ on the Cold Stone with Two Angels, 1602
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Christ in Distrees, 1607
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The Baptism of Christ, 1608
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Adam and Eve, 1608
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Man of Sorrows with a Challice, 1614
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St Sebastian with an Angel, 1615
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The Fall of Man, 1616
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Lot and His Daughters, 1616
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Drawings
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Venus and Mars surprised by Vulcan, 1585
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Hercules Farnese, 1591 (black and white chalk on blue paper) // Hercules Farnese, 1591 (red chalk)
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Hercules and Cacus, 1588
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Sine Cerere, et Libero friget Venus, 1593
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Autumn, 1594
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Sine Cerere et Libero friget Venus, 1599
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Sine Cerere et Libero friget Venus, 1599
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Venus between Ceres and Bacchus, 1590's
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Sine Cerere et Libero friget Venus, 1599-1602
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The Rich Kitchen, 1603
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Bacchus, Venus and Ceres, 1606
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ENGRAVINGS
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The Creation of the World
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Preliminary
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Dies I
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Dies II
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Dies III
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Dies IV
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Dies V
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Dies VI
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Serie: The Four Disgraces, 1588
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Tantalus, Icarus, Phaeton, and Ixion: From the series The Four Disgracers, 1588
(after Cornelis Cornelisz van Haarlem)
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Tantalus, Icarus, Phaeton, and Ixion: From the series The Four Disgracers, 1588
(after Cornelis Cornelisz van Haarlem)
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Tantalus, Icarus, Phaeton, and Ixion: From the series The Four Disgracers, 1588
(after Cornelis Cornelisz van Haarlem)
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Tantalus, Icarus, Phaeton, and Ixion: From the series The Four Disgracers, 1588
(after Cornelis Cornelisz van Haarlem)
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The Seasons, 1589
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Ver (Spring)
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Aestas (Summer)
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Autumnus (Autumn)
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Hyems (Winter)
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The Four Elements, 1586
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Ignis
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Aer
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Aqua
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Terra
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Seven Planetary Gods (Zodiacal signs), 1596
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Mars, presiding over the Arts of War (between Aries and Scorpio)
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Saturn, presiding over Agriculture (between Capricorn and Aquarius)
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Saturn, presiding over Agriculture (between Capricorn and Aquarius) other plate
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Diana (Moon), presiding over Navigation of Fishing (Cancer)
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Jupiter, presiding over the Liberal Arts (between Pisces and Saggitarius)
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Apollo (Sun), presiding over the Arts of Governement (Leo)
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Mercury, presiding over the Arts (between Gemini and Virgo)
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Venus and Cupid, presiding over the realm of Love (between Libra and Taurus)
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Paired of Gods and Goddesses

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Juno and Jupiter
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Mars and Venus
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Apollo (Phoebus) and Leucothea
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Apollo and Leucothea)
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Neptune and Amphitrite
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Pluto and Proserpine
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Jupiter and Europe
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Hercules and Deianeira
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The Roman Heroes
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Protecting Divinity of Rome
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Publius Horatius - Horatius Cocles
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Marcus Valerius Corvus - Horatius Cocles on a rearing horse
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Titus Manlius Torquatus - Muclius Scaevola
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Titus Manlius on Horseback -  Calpurnius
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Frontispice, Fame and History
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Allegories of the Medical Profession, 1587
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I. In the beginning he is considered as God the saviour
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II. In the course of the illness he is still considered an angel from heaven
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III. But if the illness requires a convalescence he is an ordinary man.
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IV. And the same doctor who had been given the name of God is considered a devil
after the cure is complete and he demands to be paid
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Allegories on the Christian Creed

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Various
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Apollo, 1588
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Apollo, 1588
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The Great Hercules, 1589
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The Great Hercules, 1589
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Hercules Farnese, c 1592.
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Hercules Farnese, c 1592
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Hercules and his Son Telephos, 
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The Four Elements, 1588
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The Three Fates, 1588
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Virtues and Vices, 1588
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The Five Senses, 1588
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Sine Cerere et Baccho friget Venus, c 1580
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Sine Cerere t Libero friget Venus, 1595
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The Dragon Devouring the Companions of Cadmus, 1588
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The Dragon Devouring the Companions of Cadmus, 1588
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The Triumph of Galatea, 1592
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The Triumph of Galatea, 1592
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Venus and Mars Surprised by Vulcan
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Pygmalion and Galatea, 1593
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Quis Evadet?, 1594
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Portrait of Frederick de Vries with Goltzius's dog; the child holds up a dove and attempts to climb on the back of the spaniel in order to ride it, 1597
Engraving
Portrait of Frederick de Vries with Goltzius Dog (a Spaniel), 1597
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Judith with the Head of Holofernes, 1585
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Massacre of the Innocents (unfinished plate )
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Fortitude and Patience
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The Ways of Fortune: Labour and Industry
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The Seven Sins, 1588
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The Circumcision: From the series The Early Life of the Virgin, 1593–94
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Pietà, 1596
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AFTER HENDRICK GOLTZIUS


Jacob Matham



Temperance (painting and engraving)
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The Five Senses, 1588
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Seven Virtues, 1588
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The Three Fates, 1588
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Faith, Hope and Charity, 1590
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Justice // Prudence
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Pride // Sloth
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Envy // Force
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Venus, Bacchus and Ceres, 1588
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The alliance of Athena and Mercury, 1588
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Eros and Anteros, 1588
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Perseus and Andromeda, 1597
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St Mary Magdalena in Grotto, 1590
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St Mary Magdalena in Grotto, 1602
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The Four Evangelists, 1588

Jacques de Gheyn II

Saint John
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Saint Luke
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Saint Mark
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Saint Matew
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