miércoles, 29 de agosto de 2012

Cauces - GALERÍA: Camille Corot (2)





Cauces

...Son los cauces cuerpos caudalosos, ríos de piel y sueños, figuras que, si desnudas bellas, vestidas no lo son menos. Cauces de sugerencias: reclinados, sentados, erguidos; corriente de marfil y nieve, y de asombro los vestidos. Si de torrentes sensuales, de arroyos sugestivos; si de nubes soñadoras, de peñascos embebidos; son cauces desbordados que en la memoria anegan las vegas de leyendas y de mitos.
Son los cauces lechos de vida venturosos, corrientes de fluentes singulares en los que lo posible fructifica, figuras de perfiles tan dispares como el azar permite y solicita; son cónclaves fluidos de sueños realidades, son oportunidades de posibles ya vertidos, son inundaciones de sentidos, son desbordamientos de un demiurgo enfebrecido; son cascadas sustanciales precipitándose al vacío para llenarlo de formas primordiales, son cataratas abismales ofrendando su caudal de acasos a la contemplación de un ser divino.
Son, en fin, los cauces seres de límites conocidos por donde corre, torrencial, el ímpetu de Lo Posible hacia su océano infinito.

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Reflexiones más allá del dolor

...De los límites de lo humano, tanto del inferior -con la inusitada adquisición de la conciencia-, como del superior -con la angustia que entraña el misterio de la muerte y el acabamiento-, de esa frontera que es hendidura y abismo, abertura por donde brota a borbotones la creatividad que hace progresar a la vida sin cesar (y a la humanidad con ella), emerge, poderosa, la figura de Dios, surge, imperiosa, la necesidad de poner orden al desorden, rostro y facciones familiares al caos, explicar lo inexplicable y justificar lo desconocido. Partícula de un Todo inabarcable e incognoscible, sustancia de su sustancia, limitado en su perspectiva por su condición de parte, imposibilitado, por lo específico de su función, para la visión de conjunto clarificadora, el ser humano -debido a esa conciencia- posee, al menos, la intuición o premonición de lo que ese Todo supone, es o debe de ser: ni más ni menos que una unidad orgánica, Lo Uno o El Uno, que incesantemente se crea y se recrea, y cuya única ley, su única condición, su sólo objetivo es ir devanando el infinito ovillo de Lo Posible.
Desde esta premisa se podría decir que hay más certidumbre especulativa -más certera verosimilitud en el discurso alegórico- en la Teogonía de Hesíodo que en el Génesis del Libro Trinitario. Hay más plausibilidad en las teorías panteístas que en las monoteístas a la hora de elucidar lo que siempre, para el ser humano (parte y partícula limitada), permanecerá oscuro; a saber: qué es la vida, cómo y por qué ha surgido, qué necesidad hay de la existencia (del hombre o del/los universo/s). De donde se derivará una asunción y una paz tranquilizadora de lo que la muerte supone, no ya como acabamiento de nada sino como comienzo de otra cosa, parte del mismo todo, impulso imparable de la misma sustancia por expresar lo inexpresado, oportunidad para reencarnarse en otro ensayo de lo posible.

...Visto así, ¿cómo sentirse desdichado ante el momento incontestable del cambio que supone el morir para revivir? Sólo es justificable la tristeza ante la muerte por abandonar una vida que milagrosamente nos ha permitido tener consciencia de lo que sucede, y las muchas maravillas que desde esta visión particular hemos tenido la dicha de conocer y disfrutar (el amor, la amistad, la solidaridad, la música, la contemplación estética, la satisfacción ética, el conocimiento y disfrute de la diversidad,...).
Visto así, hasta el dolor, con ser una afección a evitar, y a superar, comprendemos, si no su necesidad, sí su inevitabilidad. El dolor que inflige la materia y el dolor inflingido al espíritu son uno y el mismo dolor: resistencia al cambio. La lucidez en todo esto estaría, así, relacionada, por analogía, a un alto coeficiente aerodinámico que minimizaría esa resistencia, y por tanto, el dolor.
Visto así, sufrir por lo inevitable sólo es comprensible ante una condición de involuntaria o interesada ignorancia (que según el Buda Gautama era el mayor y peor de los pecados -falta, error- del ser humano). Sólo si nos empeñamos en aferrarnos a nuestra pequeñez particular estaremos abocados a sufrir por nimiedades (por lo inevitable), mas si contemplamos nuestra naturaleza desde lo que ella misma es y supone, el sufrimiento ante lo inevitable desaparecerá, y el dolor inherente a este padecimiento quedará relegado a un quiebro, una esforzada pirueta a lo sumo, una especie de contorsión del alma, para adecuarse al cambio necesario que es vida y enriquecimiento de vida.
Empeñarse en el estatismo, en la permanencia, en la durabilidad de lo mismo, eso sí es negarse, negar la vida y negar la posibilidad de que Lo Posible siga recreándose en todas y cada una de las partes que conforman el Todo; negarse a que Lo Posible realice en nosotros una obra de arte original, enmarcada en esa gran y originalísima obra de arte que es la existencia. Empeñarse en pervivir desde la parte más allá de su función es quererse mecanismo, máquina,... y eso, eso, sí supondría un acabamiento... de la naturaleza infinita que nos conforma.

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GALERÍA

Camille Corot
(1796-1875)

2. Les Figures

Bacchante in a landscape (1865)
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Bacchante with a panther (1850-60)
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Bacchante couchée au bord de la mer (1865)
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Bacchante á la tambourin (1860)
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Nymphe couchée dans la campagne (1855-58)
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Le Bain de Diana ou La Fuente (1869)
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Venus bathing (1873-74)
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La Toilette. paysage avec figures (1859)
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L'odalisque romaine Marietta (1843)
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Sicilian odalisque (1872)
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Odalisque (1871-73)
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La petite Jeannette (1848)
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La Dame en Bleu (1874)
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Liseuse couronnée de fleurs ou la muse de Virgile (1845)
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La femme à la perle (1868-70)
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Rebecca (1839)
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Dreamer at the fountain (1860-70)
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Pensive Woman in Oriental Dress (1879)
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The Cicada (1865-70)
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The Greek Girl  (1870)
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Young Woman at the Well (1870)
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Interrumped reading (1870)
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La Gitana (1862)
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Woman in a toque with a mandolin (1850)
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Louise Ardouin au Matin (1831)
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The Letter (1865)
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The Artist Studio (1868)
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Le Moine au Violoncelle (1874)
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Autoportrait (1840)
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Camille Corot, photo par Lafosse, 1866
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Camille Corot (gravure posthume de Boucourt) (1882)
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sábado, 25 de agosto de 2012

Riberas - GALERÍA: Camille Corot (1)





Riberas nemorosas

...Temblorosas, lánguidas, tímidas, las hojas del álamo, del sauce, del aliso, observan con ojos prestados por un sol esquivo, por una luna fugaz, las muestras de amor que se desarrollan bajo la sombra protectora y el manto encubridor de su adensado cónclave. Desde allí, con leve temblor, roce de brisa, excitan su imaginación vegetativa contemplando complacidas el pormenor de los abrazos, de los besos, de las caricias, de aquellos cuerpos dinámicos que sobre el mullido lecho convierten su humana palidez en ruborizado arrebato. Desde allí, desde esa su situación privilegiada de voyeurs imperceptibles, parte de un paisaje que nutre de alma, desde su condición de cosas, a esos momentos furtivos regalados al placer, observan, captan y retienen, en su memoria de celulosa surcada por nervudas neuronas leñosas, las imágenes del amor elemental. Y una vez guardadas --la amorosas imágenes entrevistas-- ya por siempre en su ligero seno, desprenderse luego, ellas, de la seguridad de sus ramas en el nostálgico otoño: unas, hasta el suelo donde contarán a la tierra las amorosas aventuras observadas, nutriendo el humus de pasiones excitantes; otras, se darán a las aguas que, viajeras, serán transportadas corriente abajo hasta el remanso, el estanque, el fondo del húmedo lecho, nutriendo las aguas y sus riberas del amor archivado en las mil ardientes imágenes; y aún aquéllas que llevadas por el viento otoñal, en su viaje aéreo, relatarán los observados encuentros de amor al éter, quien, divertido y excitado, se arremolinará arrebatando al suelo la triste hojarasca marchita, elevándola y haciéndola revivir en animadas piruetas volatineras los amores relatados.

...Colchón, la entretejida hierba, los tallos flexibles de las jóvenes espadañas, los huecos juncos tiernos, de los cuerpos entregados al amor; lecho herbáceo sabedor de secretos que sólo él conoce: el peso de un cuerpo excitado; el de un deseo -que es dos- por satisfacer que anhelante se mira y tiembla; el de la fusión de dos cuerpos equívocamente fundidos en un solo alma; el de los codos hincados en fulcro necesario; el de las palmas de las manos continuadas en vergas de una vela tensada hacia el infinito; el de una espalda femenina que abraza a otra masculina -o femenina-; el de una espalda sobre la que se alza, a horcajadas, la bien ensamblada dicha; el de un culo tremolante y juguetón, ávido de otro culo en vaivén creciente; el de un espasmo inaudito anunciado a toque de un gemido ancestral y primigenio; el de dos cuerpos que flotan; el de dos que se posan levemente; el de un deseo ya satisfecho en los cuerpos relajados; el de un beso tierno y agradecido; el de un deseo renacido...
Seno de una ribera que es campo mullido de lúbricas batallas, libro donde se escriben tantos encuentros irrepetibles, tantas mismas diferentes historias, tantos semejantes asaltos a las fortalezas donde el placer guarda sus tesoros de brillo intenso pero efímero y fugaz, compendio del arte de amar en la naturaleza primordial: tierra, agua y aire que el fuego del amor reúne en momentos preñados de eternidad. Riberas sembradas de turbación y conquista, de titubeos y hallazgos, de descubrimientos audaces y de vergüenzas perdidas; regadas de sudor afanoso y ruborizado, de viscosos elixires de amor rezumados por la plétora sicalíptica, de lágrimas asombradas y sobrecogidas --pasmo materializado en salobre fluido--, de ansia salpicada de los cuerpos que se escalan, de sueños vertidos de la colmatada dicha satisfecha (o insatisfecha). Riberas acogedoras, riberas hospitalarias, riberas generosas para quien busca en vosotras el contacto con el arcano, con el origen, con el Paraíso Perdido que una vez fue y ya no es, sino recuperado en paréntesis de un tiempo buscado, gozado y detenido en instantes huidizos (si eternos).

Locus amoenus donde recuperar (o hallar) la noción de Ser-con-el-Todo, de Ser-en-el-Uno, que nunca debió perderse. Lugares de dicha desnuda, de dicha franca, de dicha sin prejuicios, sin adornos, sin tapujos, toda voluptuosidad henchida. Lugares donde la posibilidad se engarza a joyas encarnadas, donde brilla con el irisado sudor de mil diamantes, donde luce pura y blanca con el nacarado tornasol de las más bellas y fluidas perlas, donde titila, al compás de corazones desbocados, con la certeza e intensidad de las estrellas inflamadas. Reductos inviolables animados por el continuo de la música líquida de la vecina corriente, exaltados por el excelso trino del ruiseñor, enardecidos por el lascivo arrullo de los palomos en permanente celo, confortados por el suave siseo del viento en el follaje,... sonoridad que expresa la armoniosa sinfonía de fuerzas elementales en feliz serenata para estímulo de los amantes. Escenarios únicos para la danza del amor, umbrosos altares donde se sacrifica el uno en aras del dos en uno, donde lo diverso converge en universo, donde lo separado se reúne, donde lo reunido se funde, donde lo fundido se amalgama en materia preciosa, donde la  materia trenzada se hace alma danzarina, donde las almas se derraman extravasándose fuera de sí mismas hasta verterse en el Espíritu, donde el Espíritu se mira al espejo --ese cristal luciente que nunca se detiene buscando su océano de infinito-- y se contempla y se gusta y se desvanece... hasta volverse materia otra vez... mas satisfecha.

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GALERÍA

Camille Corot
(1796-1875)

1. Les Paysages

Silene (1838)
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Diana surpised at her bath (1836)
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Le bain de Diana ou la compagnie de Diana (1855)
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Une nymphe jouant avec un amour (vers 1870)
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Une nymphe jouant avec un amour (c 1870)
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Bathing Nymphs and Child (1870)
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Bathing Nymphs and Child, detail (1855-60)
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Nymphes et faunes (1870)
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Dance of the Nymphs (v 1)
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Morning, The Dance of the Nymphs (v 2) (1850)
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Souvenir de Mortefontaine (1864)
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Meadow with Two Large Trees
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Souvenir  of the Lake Nemi Region
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Forêts de Fontainebleau (1830)
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Forêts de Fontainebleau (1850-65)
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Forêts à Fontainebleau
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Ville d'Avrey, Horses watering
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Stream in the Woods (1860)
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Woman Picking Flowers in a Pasture
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l'Étang à l'arbre penché
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La Solitude, souvenir de Vigen, Lemosin (1866)
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Saint Sebastian in a Landscape (1853)
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A Shady resting place (1873)
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The Path Leading to the House (1854)
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Soulaie à Saint Nicolas, près Arras (1858-60)
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La Baie de Somme (1855-60)
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Soulaie avant la fenaison (1835-40)
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Pâturage dans le marais (Souvenir des environs d'Amiens) (1865-70)
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La petite vachère au bord de l'eau (environ de Gisons) (1870)
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Pastorale (1870)
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Pastorale, detail (1870)
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Le concert champêtre (1844) (1)
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Le concert hampêtre (1844) (2)
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Lormes, a  waterfall with a peasant spinning wool
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Le Petit Chaville (1823-25)
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Le chevrer italien, effet de soleil couchant (1847)
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Evening Landscape (1839)
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Les petits dénicheurs (1873-74)
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La route de Sin-le-Noble, près de Douai
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Le pont de Narni (1826)
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Nantes, la Cathedral de la cité vue travers des arbres (1865-1869)
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Peasants under the Trees at dawn, Morvan (1840-45)
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Ville d'Avray (1867)
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St. Quentin des Pres (Oïse), près Gournay-en-Bray
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A Village Street, Dardagny (1853)
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Smyrne, Bournabat (1873)
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Rocks in Amalfi (1828)
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Le Colisée vu dès Jardins Farnese à Midi (1826)
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Venice, La Piazetta (1835-45)
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La Cathédrale de Chartres (1830)
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L'Avant Port de Rouen ou Le Quai des Marchands de Rouen (1834)
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