domingo, 25 de septiembre de 2016

Pelléas et Mélisande: de Maeterlinck a Fauré, Debussy, Schönberg y Sibelius




INTRODUCCIÓN

.....Hace pocas fechas recreaba, motu romancesco, en este espacio el bucólico y feliz amor entre Daphnis y Cloe. Amor que bien empezaba y acababa bien; tras pasar, eso sí, por diversas aventuras —pruebas necesarias para que el amoroso sentimiento fragüe con toda la fuerza y la convicción de que es capaz cuando los dos seres que lo disfrutan parecen estar predestinados a él.
.....En otras ocasiones —las más— los amores no resultan tan felices: ya se sabe que más vende lo dramático o aun lo trágico que lo feliz. En la vida real y en lo literario —que no es sino reflejo de lo real— es corriente encontrarse con el fatum irremediable que convierte los dulces sorbos de felicidad en amargos tragos de tragedia.
.....En el post que iniciaba la serie sobre Daphnis y Cloe, en el proemio en verso al romance, ya citaba yo algunos de los más famosos tándems cuyo amor resultaba desgraciado, es decir, que terminaba en tragedia (casi siempre con la muerte de ambos enamorados/amantes), en lugar de disfrutar con la consabida y repetida coletilla que sitúa a los enamorados compartiendo perdices en un impreciso, pero eterno, futuro, por el cual se extenderá, inacabable, la felicidad esforzadamente ganada en peripecias y aventuras sin fin.
.....Entre el catálogo de parejas que en aquel post se mencionaban, no estaba el tándem que es asunto y motivo para éste. Me refiero a una pareja famosa, sobre todo, por una de sus más felices versiones musicales: Pelléas et Mélisande, de Claude Debussy, tomando como base la obra teatral del dramaturgo y ensayista simbolista belga Maurice Maeterlinck. A Claude Debussy se debe sin duda el mayor, más extenso y fiel al original aliento musical de la obra dramatúrgica; aunque no fuera el primero, ya que este honor le cupo a Gabriel Fauré, quien compuso una música incidental basada en el libreto. Tras Debussy, como si todo no estuviera dicho, o si lo dicho musicalmente no era todo lo que se podría decir sobre la tragedia simbolista de Maeterlinck, Arnold Schöenberg, primero, y Jan Sibelius, después, completarían la oferta inspirada por Erato.

.....Como en el arte no hay ni puede haber unanimidad (para gustos los colores... dice el dicho), para unos será una una, para otros, otra, la obra que más se ajusta a la intención de Maeterlinck. Obviamente, la de Claude Debussy, ceñida casi punto por punto a la obra original del dramaturgo belga, con un libreto reescrito por el compositor bajo la supervisión del escritor, al incluir la palabra, y no sólo la trasposición de texto a música, es la más cercana al estro original.
.....No obstante, en el libreto operístico se han suprimido pasajes por mor de la musicalidad, algunas de cuyas supresiones incluso serían sugeridas por propio el autor. Al final, lo que fuera un trabajo en cordial concordia —hasta fraguar en amistad— entre escritor y compositor, acabaría mal por desavenencias surgidas en la elección de la soprano protagonista, Mélisande; pues mientras Debussy se decantó por la soprano escocesa Mary Garden, Maeterlinck pretendía que el personaje fuera interpretado por la que era su amante y protegida.
.....Estrenada finalmente el 30 de abril de 1902, en la Opéra Comique, en París, provocó, como otras obras de Debussy, la división de opiniones entre la crítica y el público entendido, entre el cual se encontraba la flor y nata intelectual y artística de la ciudad que era el centro neurálgico del arte en esa época. Así "pelléastras" y "contrapuntistas" se enfrentaron, lo que no evitó el éxito del estreno. La polémica, en estos casos, suele alimentar el efecto llamada, y el interés subsecuente en la toma de partido. Con el tiempo, los valores de la obra se impondrían y el impresionismo musical de Debussy dotaría a la obra simbólica original de su mejor acompañamiento musical.
.....Entre las críticas que se hicieron a la ópera, la más furibunda se fundaba en el tratamiento nada tradicional de lo que había sido una evolución natural del concepto operístico: del imperio recitativo a la preponderancia del aria. Debussy, admirador de Wagner, quiso también desmarcarse de éste, y pese a ser toda su obra una especie de recitativo melódico continuado, con sus leit motiv descriptivos incluidos, la musicalidad es radicalmente distinta, superando el romanticismo wagneriano para conquistar territorios nuevos, ya anunciados por el impresionismo que su autor había fundado.

.....La obra de Maeterlinck está basada en la tragedia vivida por Paolo Malatesta y Francesca da Rimini (hecho histórico acaecido a finales del siglo XIII, entre 1283 y 1284, al que se dedicó atención anteriormente en este blog, en abril de 2012, en tres entradas, bajo el título de Francesca y Paolo). Dante Alighieri lo recogería en su Divina Comedia, en el Segundo Círculo, donde comienza formalmente el Infierno, y donde se castiga a los incontinentes pecadores, especialmente a los lujuriosos; y es en su Canto V, donde el escritor florentino sitúa y menciona las almas de los desgraciados amantes, a las cuales hace hablar y con las que habla.
.....En la versión de Maeterlinck, influido por un romanticismo a punto de ser superado, la historia se desarrolla en un clima casi fantástico (la misma Mélisande tiene un origen misterioso), situado en un tiempo impreciso, aunque es fácil reconocer características medievales en él. El simbolismo predomina sobre lo romántico y lo realista (lo que le aporta esos visos vecinos de lo fantástico). Obra, por tanto, con todos los ingredientes para ser traspolada a composición musical, y más a una composición dotada de un clima —de un estilo y de un tono— donde lo simbólico puede explayarse a sus anchas, traspasando el romanticismo melódico y la armonía y equilibrio clasicista, y donde los misterioso puede volar libremente en el medio abstracto y eminentemente emotivo por antonomasia que es la música.
.....Los protagonistas aquí son Pelléas —por Paolo—, Mélisande —por Francesca— y Golaud —por Gianciotto. Arkel, rey de Allemonde (el reino ficticio donde transcurre la historia) y abuelo de Pelléas  y Golaud; Genevieve, madre de ambos protagonistas (hermanastros, no hermanos de sangre); Yniold, joven hijo de Golaud; un doctor, un pastor y unos marineros (fuera de escena), completan el elenco de la obra.
[Enlace al texto de la obra de Maeterlinck, en inglés: Pelléas and Mélisande, en fullbooks]

.....La obra en sí es un mosaico simbolista. En él —en ella— se da la eterna lucha entre la luz y las tinieblas, entre la ignorancia y la lucidez, entre el conocimiento inmanente y la sabiduría reflexiva. También entre la búsqueda y el hallazgo, entre quien pretende alcanzar el conocimiento por medio del esfuerzo reflexivo y quien lo posee de forma innata (factible de ser perdido, si el camino emprendido lo aleja de él —por seguir la senda de la razón, por ejemplo).
.....Parece ser que Maeterlinck estructura su obra sobre el conjunto binario que forman lo que él llama "Averti" —el conocimiento inmanente y puro— y "Diverti" —la ignorancia que se empeña en la reflexión como su fuente de conocimiento. Para el escritor belga, los Avertis serían los inocentes simples, ligados de forma inmanente a la fuente original (Dios, el Conocimiento Universal), y está representado, en su forma más pura, por el "niño". Al niño le sigue, en grado de pureza, la mujer. Los hombres (varones) representarían esencialmente a los Divertis. Existen grados en estas dos figuras representativas, obviamente. El amor sería un estado que orienta hacia el Averti, devuelve al adulto, en cierto modo, a la niñez, a la intuición, a la ausencia de gravedad, a la imaginación y la fantasía, a la posibilidad. La ausencia de amor promueve la constitución o postura Diverti del alma humana, el ser grave, la responsabilidad que lastra, la opción razonable que aleja al ser humano de su divinidad. La divinidad es la luz (por su puesto Yniold, el hijo de Golaud; y, en menor grado pero también, Mélisande). La gravedad razonadora, responsable de los vínculos con la materia, es la oscuridad. Todo es simbólico en esta obra: personajes, emociones, actitudes, escenarios, papeles; todo está en clave, todo tiene una doble y triple lectura. El misterio impregna cada párrafo, la atmósfera de fábula está constantemente presente en la trama. Tras una construcción simple (el típico triángulo amoroso) se esconde un diseño verdaderamente complejo, donde los sentidos trascienden las apariencias, y donde nada es lo que parece ser, si no le añadimos lo que la realidad subyacente esconde (que es a lo que alude el escritor con su simbología).
.....[En el siguiente enlace de spacenord: Dossier pédagogique. Pelléas et Mélisande, Maurice Maeterlinck —en francés—, se puede profundizar más en esta interpretación simbolista de la obra]

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.....En la presente propuesta del blog se ofrecerán distintas versiones de las obras compuestas por los diferentes compositores —ya más arriba aludidos— que musicalizaron el Pelléas et Mélisande de Maeterlinck; es decir: los franceses Gabriel Fauré y Claude Debussy, el austriaco Arnold Schöenberg y el finlandés Jan Sibelius. Debussy es quien se lleva la palma en el número de archivos disponibles en la red, pues su ópera sigue formando parte activa y actualizada del repertorio, tanto discográfico como operístico. Así, se ofrecen distintas listas de reproducción con las versiones seleccionadas de cada compositor (siempre las mejores o, en su defecto, las referenciales).
.....Además de la parte musical, adjunto enlaces a los textos, ya del escritor, ya de la ópera de Debussy.

.....Por último, un pequeño divertimento poético que no alcanzará mayor ambición que la de introducir el tema de Pélleas et Mélisande. Es una versión libre, en romance, del inicio del libreto de la obra operística, que corresponde a la 1ª Escena del Acto I de la ópera de Claude Debussy (o a la Escena 2ª del Acto I, en la obra original de Maeterlinck), es decir: el hallazgo de Mélisande por parte de Golaud cuando se halla perdido en un ignoto y denso bosque.



DIVERTIMENTO

PELLÉAS y MELISENDA

ACTO I

Escena 1
En un bosque

En oscura y densa fronda
se adentran furtivas huellas,
y tras ellas, encelado,
un caballero se apresta.
Absorto en el rastro esquivo
de una colmilluda fiera,
en lugar desconocido,
sin darse, cuenta penetra.
El hálito de lo extraño
flota allí cual densa niebla;
un ambiente enrarecido
por presagios y sospechas.
El caballero deambula
y en su extravío se encuentra:
su propia huella ha perdido
por seguir la huella ajena.
Incluso olvida el motivo
que hasta allí lo dirigiera,
abducida su memoria
por la sombría floresta.
Vagará Golaud buscando
entre zarzas y maleza,
por lo umbrío, el retorno
a su más clara conciencia.

Pero en su vagar sin rumbo
con una fuente tropieza;
en su orilla, reclinada,
canturrea una doncella,
quien, con dedos de marfil,
la cristalina melena
del nemoroso arroyo,
delicadamente, peina;
sus ojos están absortos
en la corriente, sin verla:
fijos parecen mirar
introspectivas escenas.
Embelesado, Golaud,
a la doncella se acerca,
con pasos de terciopelo
pisando la muda hierba.
No quiere que la visión
se espante o se desvanezca,
no quiere perder la dicha
que en su pecho brota, fresca,
al reclamo de la imagen
de la bella ninfa melia
que peinando el agua está,
embebida de su ausencia.

Al sentirlo alza la vista,
sin mostrar temor, la bella,
antes bien lo mira calma,
con una actitud serena.
Golaud descubrirá entonces
que es la suya una belleza
que, más allá de lo hermoso,
lo prodigioso bordea:
una hermosura enigmática
que silencia más que expresa,
que sugiere más que exhibe,
que promete más que oferta.
Como cazador, entonces,
que quiere cobrar su pieza,
comienza a lanzar preguntas
como si lanzara flechas;
pero todas menos una
yerran sin lograr su meta:
la diana, en su mudez,
esquiva fácil la encuesta;
sólo la más despuntada,
la más trivial y discreta,
la que inquiere por el nombre,
consigue obtener respuesta.

Después, mirando Golaud
el agua que corre quieta,
descubre que allí en su lecho
un objeto centellea.
Acercándose distingue
una dorada diadema,
una brillante corona
digna de augusta reina.
Intenta alcanzarla, pero...
Melisenda le refrena:
rescatarla —ella le advierte—
supondrá una muerte cierta.
La amenaza de la noche,
que en andas de sombras llega,
 les conminará al acuerdo
poniendo fin al dilema.
Dejarán, pues, la corona
sobre su lecho de piedras,
acunada por el agua,
soñando nobles cabezas.
Por la emoción la memoria
Golaud al fin recupera,
y orientándose en el bosque
sale de él con Melisenda.

(¿continuará?)




PELLÉAS ET MÉLISANDE
(En música)

GABRIEL FAURÉ
(1898)


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CLAUDE DEBUSSY
(1902)
(Enlace a Kareol.es del Libreto de Pelléas et Mélisande, escrito por Maeterlinck/Debussy)

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ARNOLD SCHÖNBERG
(1903)


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JAN SIBELIUS
(1905)

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GALERÍA

PELLÉAS ET MÉLISANDE
(1892)

Carlos Schwabe
(1866-1926)

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Richard Nicolaüs Roland Holst 
(1868-1938)

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OBRA TEATRAL. FOTOGRAFÍA

Representación Inaugural (Estreno)
(1902)

Mary Garden como Mélisande
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 Mary Garden como Mélisande
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 Mary Garden como Mélisande
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Mrs Patrick Campbell as Melisande and Sarah Bernhardt (1844 -1923) as Pelleas

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