jueves, 26 de mayo de 2016

Dafnis y Cloe (IV) - GALERÍA: Dafnis y Cloe en la escultura





Hacia el amor a través del amor.
Esta es la mejor conclusión a la que se llega
tras la deliciosa y reconfortante lectura de Dafnis y Cloe.
El amor con que el autor ha escrito su obra,
el amor que en ella deposita, el que de ella irradia,
el que rezuma, cual puro destilado, del más complejo de los afectos.
Amor didáctico, amor desnudo y desnudado,
amor como Dios lo trajo al mundo (en un improbable Paraíso).
Amor, en fin, como vehículo de conocimiento,
como hilo conductor de corrientes culturales,
transmisor de dicha por contagio,
paliativo de la vida cuesta arriba
y de la desesperanza cuesta abajo.
Todo esto y mucho más nos transmite
esta linda historia de amor inspirada por la musas
a un providencial y desconocido griego, llamado Longo.
A cada cual lo suyo. Héctor Amado


Autocrítica al Libro Primero de Dafnis y Cloe
(en la versión del autor, vuelta a romance)

.....Homenaje a una desmesura. Mil seiscientos versos después, el Libro Primero de Dafnis y Cloe ha sido trasladado a romance. Horas dedicadas, ni te cuento; esfuerzo, mucho esfuerzo. ¿Resultado?, aquí está. ¿El juicio?, lo dejo abierto. Los amores de Dafnis y Cloe, los más puros y castos, los más tiernos que viera la literatura, relatados en lírica prosa, en su Libro Primero, se han hecho verso. Longo los escribió, y su inspiración inspiró la mía luego. No hay comparación posible, ni la pretendo. ¿La original? una pequeña obra maestra ¿La poética versión? mero remedo. Lo bueno que en éste haya, a aquélla se lo debo. Yo sólo soy traductor de un anhelo: el mío, suscitado al hilo de mi sentimiento. Con Juan Valera, también, tengo el débito, y a su casta traducción, y a su prólogo tan didáctico y prolijo como sincero. De ella tomo no pocos de los conceptos y vocablos que nutren mis versos (si versos merece llamarse a los octosílabos que aquí he compuesto). No pasará a la historia este romance, ni tan siquiera de él se tendrá conocimiento (más allá de los pocos que se detienen a leer esto). ¿Entonces? Ya lo he dicho: yo sólo, en el presente caso, sigo a mi deseo. Y a esos esforzados, leales, o accidentales pocos que me siguen leyendo, decirles que su esfuerzo, lealtad y accidental curiosidad, humilde y debidamente, les agradezco.

*

.....Concluida la traducción de este primer capítulo, que es el Libro Primero de Dafnis y Cloe, uno tiene una sensación contradictoria: satisfacción por la obra finalmente concluida (aunque parcial), y convicción crítica de que el resultado no se corresponde, en excelencia, con el original. Difícil era; ya estaba avisado. No puedo aducir demérito por tanto. Es más, puede comprobarse que en los diversos prólogos o introducciones que abren cada post, no pierdo oportunidad de curarme en salud —aunque quizás me ponga más vendas de las precisas (con tal de que la herida perpetrada no sangre...).
.....El mismo Juan Valera ya intentó, y no llevó a cabo, la traslación del célebre poema griego idílico-trágico Hero y Leandro, de Museo (replicado burlesca y satíricamente, entre otros, por nuestros eximios poetas barrocos: Don Luis de Góngora y Francisco de Quevedo), con la intención de incluirlo junto a esta su traducción de Los amores pastorales de Dafnis y Cloe. Al final no lo haría, y los motivos de que no lo hiciera nos son desconocidos, aunque no cabe desdeñar que se viera disuadido de ello por la compleja dificultad de los hexámetros de la obra de Museo.
.....Yo lo he tenido más fácil: al no tener que ceñirme a métricas y ritmos ajenos a nuestro habla, por una parte; y, por otra, ni tan siquiera a parangonar, traduciéndolo, un poema previo; sino acometiendo una especie de paráfrasis poética de un texto en prosa. No voy a negar la dificultad inherente a este "más fácil" empeño, pero la dificultad aquí planteada no es en nada comparable con la infructuosa, y generalmente fallida, labor de intentar traducir hexámetros a nuestra singularidad lingüística. A lo máximo que podemos aspirar en nuestra estructuración léxico comprensiva hispana, a más de emocional, en lo tocante a versificación de arte mayor se refiere, es al desusado endecasílabo. Pero es preciso reconocer que la lengua española, menos proclive a la epopeya y a la épica que la griega y la latina —por ser la nuestra más cercana al ritmo y estructura de la lengua hablada—, se siente más cómoda, en lo referente al verso rimado, con el arte menor, o, a lo sumo, con la silva (mezcla discrecional de heptasílabos y endecasílabos); y, en lo referente al ritmo, con el verso libre (a pesar de la recomendación de Don Antonio Machado: "verso libre, verso libre, / líbrate, mejor, del verso / cuando te esclavice —Nuevas Canciones, 1924).

.....Que voy a contracorriente, lo sé. Ha de haber de todo en este mundo (o, en expresión más cristianamente alegórica, en la viña del Señor), y a mí me ha tocado ser una especie de empecinado y contumaz salmón, con el agravante de que, muy probablemente, no haya ningún desove que realizar, pues el río por el que asciendo no conoce sus propias fuentes, y muy posiblemente mi fertilidad es tan exigua como inviable.
.....Aun así y pese a todo: el empeño, la obcecación consciente, el sostenella y no enmendalla, el erre que erre. Yo, como el escorpión de la moraleja, no puedo dejar de seguir mi cultural instinto. He pretendido trasladar esta preciosa novelita de una ribera (la del olvido) a otra (la de la exhibición), y no he podido evitar picarla en el lomo, y mi veneno la ha traducido a romance —como una de esas metamorfosis mutantes tan al gusto de hoy en día, propugnadas por héroes de cómic y juego de play. En mi caso —original, por cierto; aunque sólo lo sea por la perspectiva—, ha sido una mutación literaria, por medio de la cual una linda narración se convierte, en cierta inevitable forma, en monstruo ripioso, transmutándose, cuanta simple belleza había en el original, en algo nuevo, de rara y compleja hermosura (sigo con las vendas y el árnica). El cuento, ya exprimido hasta la saciedad, del Dr Jekyll y Mr Hyde llevado al terreno abstracto de la ficción literaria, en sus mismos mimbres, los formales, aquellos gracias a los que una historia puede ser —y es— contada. Los personajes, más o menos desfigurados por forzadas contorsiones métrico-rimadas, serán los mismos que en la obra original, pero difícilmente reconocibles, pues andan, no sueltos y libres como el autor los imaginó en su fluida y elegante prosa, sino a zancadas sometidas al imperio del metro octosílabo —con la única libertad que confiere la sinalefa— y sometidos a la esclavitud de una rima tenaz y empecinada que acabará resultando inexorable.

.....He parido un monstruo, pero con cariño. Aunque sólo fuese por eso, merecería consideración. Porque, aun desde la (auto)crítica más feroz, se trata de un monstruo amable, no uno de esos que asustan o meten miedo a los desprevenidos. Nada de eso. Es (ha acabado siendo) un monstruo entrañable, quizás sin la serena, grácil y fácil belleza del original texto en prosa, pero sí que, en su desmesura, muestra aquí y allá los rasgos inconfundibles de una fisonomía poética reconocible. Monstruo pues, porque no ha podido erigirse (yo, aprendiz de Dr Frankenstein, no he podido hacerlo así) en poema completo, de la cabeza a los pies, armonioso y proporcionado. Claro que si así lo hubiera hecho no estaría hablando como lo hago sino que guardaría un respetuoso y solemne silencio, dejando a otros la labor de reconocer la obra estimable y bien hecha. Aunque de esto tampoco estoy seguro —de que no sea objeto de una mínima estimación, o de que no esté relativamente bien hecha.
.....Palimpsesto literario que, sobre un bello sustrato, ha proliferado como líquen. Pero ¿no hay una belleza incuestionable en las formas caprichosas de los líquenes? Definitivamente la hay. El líquen está vivo, el romance también. Considérese, por otra parte, que la mayor o menor belleza de su forma y color sirve de suerte de toporama que nos sugiere la belleza del original: subyacente a cada estrofa, bajo el volumen de una imagen, el brillo de una alusión, el colorido de una metáfora, el gracioso relieve de un quiasma o de una comparación, puede adivinarse una bella expresión en prosa sobre la cual el verso se levanta.
.....En fin, transformación, monstruo o líquen, que no deja de poseer una singular hermosura en su desmesura y una nada desestimable gracia en su desgracia. Visto con distancia, el romance hasta puede considerarse una entidad separada del original, con vida autónoma, por más que ciertos vocablos y expresiones estén intencionadamente en deuda con la traducción de Juan Valera (considérese este detalle más como homenaje —ya lo apunté anteriormente— que como plagio).
.....Véase lo monstruoso, si se quiere, pero no dejen de contemplarse las manifiestas lindezas hilvanadas a esa monstruosidad. Quedémonos al menos con la sensación de que no estamos ante un atentado contra la lírica, sino ante un voluntarioso empeño de tejerle un, relativamente, bonito vestido lírico al, absolutamente, bello desnudo original.



Las Pastorales de Dafnis y Cloe
(Romance a partir de la obra de Longo de Lesbos)

IV

Libro I

4. Verano: Amor en sazón.

Ya está llegando, si ardiente,
a su fin la primavera;
el verano ya se siente,
echando al fuego más leña.
Todo va entrando en sazón,
todo es vigor en la Tierra:
el árbol lleno de fruta,
de espiga llena la siembra;
grato el son de las cigarras
de monótona cadencia,
deleitosos los balidos
de las alegres ovejas;
dulce el ambiente aromático
que la fruta en sazón deja
y que el monte bajo en flor
matiza con sus esencias;
Diríase que los ríos
en su fluir canturrean;
que, de los vientos siringa,
la pinada calma suena;
que las manzanas al suelo
enamoradas se entregan;
que el sol todo lo desnuda
por amor a la belleza.

Sofocado por todo ello
Dafnis los ríos frecuenta,
por bañarse algunas veces,
otras por buscar la pesca,
pero las más por beber
de aquel agua pura y fresca
con la intención de aplacar
el ardor que en sí flamea.
Tras realizar el ordeño
de sus ovejas lecheras,
y no pocas de las cabras,
Cloe la leche fermenta:
con una mano echa el cuajo
—de la flor de cardo esencia—
y con la otra a las moscas,
—del verano santo y seña;
luego se lava la cara,
y de pino una diadema
se ciñe a la frente blanca
—corona para una reina—,
y sobre el hombro una piel
de cervatillo se cuelga,
y una gran taza hasta el borde
de vino y de leche llena,
yendo con ella hasta Dafnis
para bebérsela a medias.

La hora del mayor hechizo
le corresponde a la siesta,
ya que los ojos, cautivos
de fingido duermevela
—alternado de uno a otro—,
en los cuerpos hacen presa,
y apresándolos los gozan,
y al gozarlos los liberan.
Cloe, mientras Dafnis duerme,
en su desnudez lo observa,
y en su beldad floreciente
no halla tara ni carencia,
de tal forma que extasiada,
desfalleciendo, le sueña.
Él, al verla de cervato
medio cuerpo recubierta,
corona de verde pino
ciñéndole la cabeza
y en las manos la vasija
a modo de sacra ofrenda,
imagina que está viendo
a una ninfa napea.

Luego Dafnis, retozón,
le arrebata la diadema
para, tras gentil besarla,
coronar su propia testa.
Ella, mientras él se baña,
de su vestido se adueña,
y, tras besarlo, lo viste
por sentir a Dafnis cerca.
Ambos se tiran manzanas,
o mutuamente se peinan;
el pelo de Dafnis, Cloe,
con las endrinas coteja,
por ver cuál, en su negrura,
más reluce y azulea;
y el rostro de Cloe, Dafnis,
compara al de una camuesa,
por lo blanco y sonrosado
que en ambos se manifiesta.
A tocar la flauta, a Cloe,
Dafnis solícito enseña:
apenas sopla ella, él
la flauta a su boca lleva,
colocando allí sus labios
donde Cloe los pusiera,
por corregir —dice—, cuco,
inexistentes torpezas:
el beso por mediación,
astuto, Dafnis inventa;
la flauta será quien gane
pues las dos bocas la besan.



Tocando él dulcemente
en el torpor de la siesta,
quedóse dormida Cloe,
despertando su belleza.
Dafnis, entonces, la flauta
delicadamente deja,
para tocar con sus ojos,
dulce, el cuerpo de la bella:
sin hartarse lo recorre,
sin vergüenza lo contempla
y para sí, quedamente,
platica de esta manera:
¡Qué ojos esos que duermen!
¡Qué aroma su boca alienta!
Ni las frutas ni el tomillo
mejor aroma tuvieran;
mas no me atrevo a besarla 
por temor a las secuelas:
el ardor del corazón,
el pesar de la conciencia,
esa locura que embriaga
mucho más que la miel nueva.
Además temo que el beso
de su sueño la devuelva:
¡Oh, cigarras importunas,
impenitentes parleras!,
¿no la dejaréis dormir,
con vuestra terca estridencia?
¿Y esos chivos testarudos
que se embisten con las cuernas?,
¡vosotros, lobos cobardes!,
¿por qué de ellos no dais cuenta?

Mientras para sus adentros
así platicaba, afuera
una cigarra que huye
de una golondrina aviesa
en el seno halla de Cloe
benefactoras almenas;
la golondrina, en su afán
cazador, tanto se acerca
que en su ansioso empeño roza
el rostro de la doncella.
Ésta despierta asustada,
grita, al aire manotea...
pero al ver la golondrina
que en derredor, terca, vuela
y a Dafnis que, divertido,
del susto ríe sin tregua,
el susto ya se le pasa
y los ojos se restriega,
pues aún quieren dormir
a pesar de la sorpresa.

En eso que entre sus pechos
la cigarra chicharrea,
—quizás dándole las gracias
por dispensarle defensa—,
lo que causa, renovado,
el susto que antes tuviera:
otra vez el griterío,
el manoteo, las muecas,
y la risa incontenible
con que Dafnis lo celebra.
Y celebrándolo, astuto,
la circunstancia aprovecha:
entre los pechos de Cloe
la mano mete, y encuentra
la cigarra agradecida
que en su agradecer no cesa.
Cloe, no bien la miró,
se regocijó al verla,
la tomó y, tras besarla,
con ternura y complacencia,
la reintegró a aquel lugar
erigido en fortaleza.

Recreándose está Cloe
con la grave cantinela
de una paloma torcaz
que arrullando está en la selva.
Y quiere saber, curiosa,
qué es lo que canta en su lengua.
Entonces Dafnis le dice
que es una antigua conseja,
que procedente de un mito
se ha convertido en leyenda.
Y le adoctrina, después,
con lo que en ella se cuenta:

Estamos en otro tiempo,
en que una linda mozuela,
—en todo a ti parecida—
una vacada apacienta.
Es tan gentil cantadora,
tanto al rebaño deleita,
que ni cayado ni aijada
en su cuidado ella emplea;
sino, a la sombra de un pino,
recostada en su corteza,
canta el romance de Pan
con Pitis, la hija de Gea,
manteniendo a la vacada
paciendo, atenta, a su vera.
No lejos de allí un zagal
su vacada pastorea,
y, no menos cantador,
a sus vacas embelesa.
Pastor y pastora, en riña
de melódica materia,
ya compiten con cantares,
ya con su vocal destreza:
más briosos los del mozo
por su varonil potencia,
pero más dulces también
porque aún su voz es tierna.

Así fue que ocho becerros
de la grey de la doncella
—los mejores y más gordos,
el orgullo de su dueña—
prendados del canto de él
permutaron su querencia:
desleales, en la grey
del hábil cantor, se integran.
Llena de pesar la moza
por tan dolorosa pérdida,
y más aún por perder
en la canora contienda,
a los dioses les suplica,
y con lágrimas les ruega,
que antes de volver a casa
en un ave la conviertan.
Los dioses al ruego acceden,
y su natural alteran:
la vuelven torcaz paloma,
cantarina como ella.
Desde entonces, grave, canta,
y en su cantar se lamenta
de unos becerros perdidos
en melodiosa pelea."



En tales puros deleites
el tiempo no pasa, vuela;
ya el verano se despide
con su flama y con su flema.
El otoño que se anuncia
de fruto carga las cepas
que, ordenadas, se disponen
en bien trazadas hileras;
los racimos en envero
de turgentes uvas prietas
entre el verde de las viñas
como dijes se descuelgan.
Cuando, al cabo, unos piratas
que de Tiro por mar llegan
pilotando nave caria
por velar su procedencia,
desembarcan en la costa
con disposición violenta:
portan filosas espadas
y también corazas recias.
Cuanto encuentran a su alcance
sin miramientos garbean:
cereal en abundancia,
vino dulce con especias,
panales de miel henchidos
y otras cosas de despensa;
hasta las vacas y bueyes
de Dorcón al barco llevan,
—los que pudieron cargar
en la espaciosa cubierta.
.
La mala suerte dispone
que a Dafnis los tirios prendan;
lo sorprenden solitario,
recreándose en la arena
(pues Cloe saca más tarde
a pacer a sus ovejas,
temiendo, de otros pastores,
importunas insolencias).
Al ver, los fieros piratas,
la apostura y gentileza
de aquel zagal espigado,
mejor botín lo cotejan
que las cabras más lustrosas
que el muchacho pastorea.
Cesando así su rapiña
—en sus garras ya la presa—,
los piratas a la nave,
muy ufanos, ya regresan.
Dafnis llora, gime y grita,
lanzando al aire su alerta,
porque la recoja Cloe
y busque darle asistencia.

Los piratas, mientras tanto,
las firmes amarras sueltan,
ponen manos a los remos
y, engolfándose, se alejan.
Al tiempo Cloe ya viene
y ve las cabras dispersas,
y oyendo, lejanos, los gritos
con que Dafnis vocifera
sale en busca de Dorcón
porque auxilio le conceda.
Todo cubierto de heridas
lo halla tirado por tierra,
las mismas que los ladrones
sin compasión le infligieran:
pierde, copiosa, la sangre
y no gana el aire apenas.
Cuando a Cloe, el desgraciado,
nebulosamente observa
recobra un tanto el aliento,
pues es Amor panacea.

"Cloe —dijo—, yo me muero,
tengo dictada sentencia;
malos jueces la dictaron
que, armados, a mí vinieran,
pretendían mi ganado
por las malas, no a las buenas;
pero apelé a mi cayado
por que me diera defensa;
mas, nutrido el tribunal,
me alegaron tanta leña
que sin defensa quedé,
vapuleado, por tierra.
Sálvate tú, salva a Dafnis,
venga mis muchas ofensas,
pierde a esos crueles piratas
con esta oportuna treta:
Yo enseñé a mis fieles vacas
a obedecer la cadencia
del sonido de mi flauta,
al que atienden con presteza,
no importando la distancia,
ni cualquier otra barrera.

"Tómala, vete a la playa,
toca la sonata aquella
que yo a Dafnis enseñé
y que tú de él aprendieras;
el resto lo hará la flauta
y las vacas en respuesta.
Te regalo esta siringa
con la que tanto venciera
a vaqueros y cabreros
en numerosas contiendas;
tú, en pago, dame un beso,
mientras la vida me alienta,
y riégame con tus lágrimas
cuando muerto ya me veas;
recuérdame con cariño
cuando otro vaquero venga
a cuidarse de mis vacas
y a solazarse con ellas."
Y Dorcón no dijo más;
a Cloe en los labios besa
y con ese último beso,
serenado, el alma entrega.



Tomó, pues, la flauta Cloe
y sopló con tanta fuerza
que las vacas escucharon
su sonata clara y neta.
Y, todas a una, saltan
por la borda hacia su meta,
que no es otra que el lugar
desde el cual la flauta suena.
Por el salto tan violento
la nave tal se ladea,
tal abismo abren las vacas
al zambullirse, ligeras,
que al volver el mar en sí
a la nave da la vuelta,
arrojando al agua todo
cuanto había dentro de ella.
Distinta fortuna corren
los náufragos, que se aprestan
a intentar salvar la vida
antes que el mar la requiera.
Lo piratas, bien lastrados
por armas y vestimenta,
tras resistir vanamente
se hunden sin resistencia.

Mientras que Dafnis, descalzo
—como suele en su faena—,
y semidesnudo —como
el verano le aconseja—,
nadará, aunque con esfuerzo
(que en las ondas nunca hiciera,
sino en ríos donde el agua
se muestra menos inquieta).
La necesidad, que es madre
del ingenio y la agudeza,
a buscar un buen remedio
en tal aprieto le enseña:
viendo que las vacas nadan
con admirable destreza,
entre dos de ellas se mete
agarrándose a sus cuernas,
de tal forma que, sin miedo,
 le llevan como en carreta.
Por partida doble a salvo
del peligro Dafnis queda:
del pirata y del naufragio,
del mal y su consecuencia.

Cuando Dafnis ya del mar
vuelve de nuevo a tierra,
volando, más que corriendo,
en brazos de Cloe se echa.
Y ésta, que llora y ríe,
de una misma emoción presa,
lo abraza por verlo salvo
a su lado, ya de vuelta.
Cuando Dafnis le pregunta
que por qué tocaba ella
la flauta tan insistente,
Cloe todo le revela:
el encuentro con Dorcón,
cómo a las vacas adiestra
para acudir a la flauta
cuando así se lo requiera,
cómo la instigó a tocar
por probar la contraseña
y cómo después murió
con disposición serena
—sólo omite, por pudor,
que antes de morir lo besa.

Ambos deciden honrar
la memoria de quien fuera
bienhechor de su fortuna,
salvador en su tragedia,
Y junto con los amigos
y toda su parentela
dan al boyero un entierro
que, más que afligir, celebra:
erigen solemne túmulo
sobre la enterrada huesa,
y plantan en derredor
una cuadrada arboleda,
en cuyas ramas primicias
de las labores le cuelgan;
sobre el sepulcro se liba
leche que recién se ordeña,
y se exprimen los primeros
racimos de la cosecha,
y se quiebran varias flautas
en cabal señal de ofrenda.
La vacada del difunto
muge como plañidera,
ya despavorida corre
ya taciturna se queda;
lo que, según lo peritos
en vacas, de duelo es muestra
(mostrándose así que un alma
en todo animal opera).

Tras enterrar a Dorcón,
Cloe junto a Dafnis entra
en la Gruta de las Ninfas
donde lo lava y lo atecla.
Y, tras lavarlo, ella misma,
privada de vestimenta,
soberbiamente desnuda,
se baña por vez primera.
Su cuerpo blanco, sin mácula,
manifiesta tal belleza
que hace innecesario el baño
para exaltar lo que muestra.
Después recolectan flores
por coronar las Napeas,
y la flauta de Dorcón
allí dejan como ofrenda.
Después salen de la gruta
por ver las cabras y ovejas;
y las encuentran echadas,
afligidas por su ausencia.
Mas en cuanto los ven, van
abandonando su pena,
al oír cómo las llaman
a toques de churumbela.
De consuno se levantan
y, ya, ovejas, apacientan,
ya, cabras, balan y brincan,
todas de nuevo contentas
por ver al cabrero a salvo
de la horrible peripecia.

Con todo, Dafnis la dicha
de antaño no recupera,
desde que a Cloe desnuda,
sólo en velo de agua envuelta,
contemplara darse el baño
en la consagrada cueva,
como una preciosa náyade
que de las aguas surgiera,
impoluta y sin pudor,
toda su beldad expuesta,
tal y como bien la hizo
la sabia naturaleza.
En su pecho el corazón,
quejumbroso, le atormenta,
como si un fatal veneno
circulara por sus venas.
Ya su aliento es agitado
como si lo persiguieran,
ya exánime por cansancio
de la azorada carrera.
Siente que el baño de Cloe
más riesgo que el mar conlleva,
y que su alma aún está,
del pirata, prisionera.
Y es que el zagal, campesino,
ignorante es de las señas,
piraterías de Amor,
que son del amor emblema.

(Fin del Libro I)


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GALERÍA

DAFNIS Y CLOE

ESCULTURA

Jean-Pierre Cortot, 1827

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Paul GAYRARD fils, Raymond GAYRARD père, 1847

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.Mathurin Moreau, 1850
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Jean-Baptiste Carpeaux, 1874

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Virginio Arias, 1880

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Ulisse Cambi
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V1
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 V2
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Mariano Benlliure

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sábado, 21 de mayo de 2016

Dafnis y Cloe (III) - GALERÍA: Dafnis y Cloe en la pintura (3). Marc Chagall (II)





(1)
La hermosura que en ti ves
no es producto de lo bello,
sino de que es con mis ojos
con los que tú te estás viendo.
(2)
La belleza que en ti sientes
no la sientes porque sí,
sino que de mí la obtienes
al yo hacértela sentir.
Miradas replicadas. Héctor Amado
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Breve comentario sobre El Romance de Dafnis y Cloe

.....Poco a poco el romance va avanzando, a paso, eso sí, de transliteralidad irremediable. Imposible resumir lo irresumible: saldría otra cosa. ¿Cómo meter la tijera a una historia que es palabra por palabra —todas imprescindibles— adorablemente redonda? Estoy consiguiendo —creo— cuadrar el círculo; me explico: la obra original, novelada, está escrita en una prosa de alto contenido lírico (además de irónico en no pocas ocasiones), muy gráfica e ilustrativa (de ahí que los artistas plásticos hayan tenido en esta obra un caudal inagotable de imágenes —a destacar la impresionante y preciosista obra de Chagall); yo, en cambio, con mi romance, estoy consiguiendo lo contrario, a saber, realizar un poema descriptivo más que propiamente lírico (que lo es). Intento, eso sí, llenar de imágenes y alusiones, cuanto puedo, un texto ya de por sí imaginativo, y —también creo— el resultado es que, realizando un salto mortal hacia atrás y colocándome en la perspectiva del crítico, me está saliendo un trabajo, cuanto menos, voluntarioso (como en tantas otras ocasiones, voluntad no me falta). Lo siento, ni tan siquiera me he propuesto la más mínima labor de síntesis, más allá de la obligada adecuación del texto a la métrica y, ante todo y más complejo, a la rima asonante.

.....Llegados a este punto, puedo prometer y prometo (se ha vuelto a poner de moda la expresión adolfista) que el romance, al menos, abarcará el Libro Primero completo. Más allá, sólo los dioses —paganos— saben. Quién sabe si al final lo tomo como la obra de mi vida, digna, por poner un ejemplo, de figurar en una ficticia antología filo-robertobolañista como la de su desternillante La literatura nazi en América —aunque libre de alusiones nacionalsocialistas—; la reseña podría aventurarse tal que así: "Estrambótica y desmesurada obra con ínfulas poéticas, en el que su autor nos regala (o endosa, sería más propio) una innecesaria versión en romance de la espléndida e insuperable novelita temprano griega Daphnis y Cloe. Meritorio empeño este que consigue trasladar una obrita de poco más de cien páginas a un mamotreto de cinco mil versos [posiblemente más, al ritmo que va la burra]. Dios tenga en su gloria al autor (aunque no sé, no sé, si le compensará a Dios tenerlo en su gloria: imaginemos que se le ocurriera "romancear" la eternidad de su divina majestad...). Empeño voluntarioso, pues, totalmente prescindible sobre una obra, esta sí, imprescindible de la literatura universal." Algo de este tenor. 

.....En fin, espero que el humor aplicado sobre mí mismo, me descargue de asumir una responsabilidad más seria. Si no, el lector tiene la palabra, y tendrá todo el derecho del mundo a exigirme responsabilidades por maltratar de esta manera una deliciosa obra (espero que no sea para tanto, vaya). Lo dicho (el que avisa no es traidor): amenazo sin eximentes con terminar el Libro Primero, y no cierro la puerta a que el verso siga cabalgando sobre la prosa hasta finalizar los cuatro, es decir, hasta culminar completa la novelita. Que Dios me perdone (este sí, el moralista, que es el único con capacidad de perdonar los pecados, siendo el que los ha instaurado).



Las Pastorales de Dafnis y Cloe
(Romance a partir de la obra de Longo de Lesbos)

III

Libro I

3. Primavera (II): El despertar del amor en Dafnis

Entre tanto, aquel boyero,
que, salvador, acudiera
a la trampa desmentida
que de Dafnis fuera celda,
los vientos bebe por Cloe
hasta emborracharse de ella.
Por nombre tiene Dorcón
y de amor sabe las tretas:
zagal es al que la barba
la cara ya le sombrea.
Cuanto más la trata, más
se abrasa en su propia hoguera,
la que en su alma se aviva
cuando a Cloe tiene cerca.
Resolvió, para sus fines,
emplear como estrategia:
o el halago del regalo,
o el uso de la violencia.
A Dafnis regala, pues,
zampoña de cañas nuevas
ensambladas con latón
en vez de con blanda cera;
y una piel de cervatillo,
con albos topos impresa,
a Cloe, porque al llevarla
una bacante parezca.

Así creyó haber ganado
sus voluntades ingenuas,
obteniendo su confianza
con falaz estratagema.
Después, desatiende a Dafnis
mientras que en Cloe se centra:
diariamente algún quesillo,
una florida diadema
o frutillos sazonados,
zalamero, a ella le obsequia.
Y es su entrega tanta, tanto
su interés por lo que anhela,
que hay ocasiones en que,
cual a una diosa, le ofrenda
un becerro montaraz,
y bruñida copa argéntea,
y pajarillos cazados
en el nido con destreza.
Al artificio y malicia
de los galanes ajena,
por tanto regalo Cloe,
sin desconfianza, se alegra,
(y más por Dafnis, con quien
compartirá las prebendas).

Mas Amor también a Dafnis
le hace objeto de sus pruebas,
causando entre él y Dorcón
enconada competencia.
Móvil será la hermosura
de la singular contienda:
Cloe ha de dirimir
quién más agraciado sea
(remedando así aquel juicio
que suscitó una camuesa,
arrojada por Discordia
entre diosas altaneras).
Al vencedor no con poma
sancionará la sentencia,
sino, más sencillamente,
con un beso de la jueza.
Dorcón comienza primero
hablando de esta manera:

"Más esbelto soy que Dafnis,
más fornido, más atleta,
y blanco como la leche,
y más rubio que la siega;
me crió mi propia madre
no me amamantó una bestia;
valgo de boyero más
que quien cabras apacienta,
pues el buey, más que la cabra,
valioso se considera.
Este, en cambio, es chiquitín,
lampiño como doncella
y negro como un lobezno
de zaína pelambrera;
vive siempre entre el ganado,
expuesto a su pestilencia;
y es tan pobre que no puede
mantener a un perro apenas.
Que una cabra le dio leche,
eso es lo que se cuenta;
y, la verdad sea dicha,
de cabrito es su apariencia."

Así argumentó Dorcón.
Y así Dafnis le contesta:

"A mí me crió una cabra
y a Júpiter Amaltea,
a los dos en la penumbra 
de una protectora cueva;
mejores son que tus vacas
las cabras que me encomiendan,
y como no huele Pan
yo tampoco huelo a ellas;
para mi sustento bastan
queso blando, fruta fresca,
vino blanco y pan bazo,
que, sencillos, me alimentan,
manjares de campesinos
no de gentes opulentas;
soy lampiño como Baco
que a los sátiros enmienda,
y bruno como el jacinto,
preferible a la azucena.
Bermejo como los zorros,
a los chivos se asemeja
Dorcón, con su barba roja
que le crece rala y tiesa;
blanco como cortesana
que del astro rey reniega,
más entintada de luna
que de sol su pìel se muestra.
Y, juiciosa, mira bien
en la boca de quien besas:
pues, si a mí, en suaves labios;
y, si a él, en duras cerdas.
Y, por último, zagala,
ten presente, y bien recuerda,
que eres linda a pesar que
a ti te crió una oveja.



El juicio ya ha sido visto.
Tras escuchar las arengas,
Cloe va a dictaminar
el fallo de su sentencia:
ya movida del halago,
ya de lo mucho que anhela
besar en la boca a Dafnis,
se levanta y se la besa.
Beso es con poco arte
pero mucha trascendencia,
pues le prende el alma a Dafnis
como si fuese una tea.
Ya Dorcón huye afligido
en busca de triquiñuelas
para lograr el amor
que ahora, esquivo, se le niega.
Más que besado, mordido,
Dafnis, quedo, pareciera,
pues la cara, de repente,
un triste gesto refleja,
el pecho nota agitado,
y suspira con frecuencia,
y al mirar a Cloe siente
que el sonrojo le gobierna.

Como si antes ciego fuese,
maravillado contempla
por primera vez a Cloe,
y esto es lo que ahora observa:
sus largos cabellos rubios,
que del sol son una réplica;
sus ojos grandes y dulces,
tal que los de una becerra;
y una blancura de rostro
que la leche la quisiera...
Una nueva Cloe, en fin,
vista con mirada nueva.
Apenas prueba alimento,
pues de Cloe se alimenta;
apenas moja los labios,
pues en Cloe su alma abreva.
Taciturno permanece,
cuando antes locuaz era;
indolente, yace inmóvil,
cuando antes alma inquieta.
El ganado desatiende,
la flauta no le interesa,
y la palidez del rostro
semeja agostada hierba.
Sólo en presencia de Cloe
o cuando a Cloe recuerda
Dafnis vuelve a ser quien es,
o, quizás, a ser quien fuera.
A veces, en soliloquio,
de esta suerte se lamenta:

"¿Qué me hizo el beso de Cloe,
para que yo así me sienta?
Si sus labios más que rosas
suaves son, como de seda;
si más que un panal su boca
dulce es, como de yema.
¿Por qué más punzante el beso
que el aguijón de una abeja?
 He besado a mis cabritos 
y a los recentales de ella,
he besado a aquel becerro 
que Dorcón, cortés, le diera,
Pero este otro beso tiene
muy diferentes secuelas:
el aliento ahora me falta,
mi corazón gime y tiembla,
el alma se me derrite...
¡pero más besos desea!
¡Oh, victoria desgraciada!
¡Oh, misteriosa dolencia,
de la cual el nombre ignoro
y que es causa de mis penas!
¿Acaso Cloe veneno
antes de besar bebiera?
¿Por qué ella no ha muerto entonces?
¿Cómo es que ha quedado ilesa?
El ruiseñor canta alegre,
mas mi flauta se silencia;
rebrincan los cabritillos,
mas laxas están mis piernas;
habiendo flores no tejo
ni guirnaldas ni diademas;
la violeta y el jacinto
florecen, Dafnis se seca.
¿Será Dorcón más hermoso
que este Dafnis que así pena?

Así se quejaba Dafnis
al probar por vez primera
los tormentos que el Amor
ocasiona con sus flechas.




Entretanto ya Dorcón
ensaya una nueva treta:
en busca de Dryas va
y en la huerta se le encuentra;
plantando está rodrigones
para sostener las cepas
y estacas altas de pino
que el emparrado sostengan.
Le lleva curados quesos
y rica cuajada tierna,
regalos son que persiguen
dejarle franca la puerta...
Entabla conversación
como antiguo amigo que era,
compañero en las labores
del pastoreo en las dehesas,
hasta que llegan al punto
que a Dorcón más le interesa:
su casamiento con Cloe,
al que aspira y el que anhela.

Grandes dones le promete
de su rústica riqueza:
pareja yunta de bueyes
que al arado bien atiendan,
cincuenta sanos manzanos
y cuatro nuevas colmenas,
un cuero grande de buey
para confeccionar suelas
y cada año un buen becerro
recién ayuno de teta.
Halagado queda Dryas
por la generosa oferta,
tanto que a aprobar la boda
su propio interés le tienta.
Mas, pensándolo mejor
—por pensar en la doncella,
que más importante novio,
por más noble, se merezca;
y porque su decisión
tenga adversas consecuencias—,
perdonando el alboroque,
la proposición desecha.

Por segunda vez Dorcón,
defraudado, se lamenta.
Siendo los quesos sin fruto
y la esperanza devuelta,
resuelve darse a las malas
lo que no obtiene a las buenas.
Para ello traza un plan
que requiere a Cloe suelta,
libre de la compañía
que Dafnis siempre le presta,
aislada de los demás,
solitaria y sin defensa.
Notando que, al abrevar
junto el ganado, se alternan
(un día lo lleva Dafnis,
y al otro Cloe lo lleva),
trama, tramposo, el zagal
cazurra artimaña artera:
tomando la piel de un lobo
muerto por la aguda cuerna
de un toro que a la vacada
como paladín preserva,
sobre sus hombros la pone
de tal suerte que le sienta
como una segunda piel
que parece verdadera:
las patas del animal
cubrirán brazos y piernas,
y el hocico, como un casco,
le encajará en la cabeza.

Vedle cómo marcha ufano
(como esperpento de fiera)
a donde los dos rebaños
tras apacentarse, abrevan.
La fuente está en un barranco
que espeso matorral cela:
espinos, zarzas y enebros
son adustos centinelas
que bien pueden ser custodios
de un sagaz lobo de veras.
Allí se escondió Dorcón
al rececho de su presa
—una descuidada Cloe
a la que asustar intenta
con el mentido disfraz—
y así apoderarse de ella.



A poco, la ansiada Cloe
con el ganado se acerca
(Dafnis se quedó cortando
verde tallos, tiernas yemas,
para que los cabritillos,
se regalen cuando vuelvan).
Los fieles perros que son
de los rebaños defensa
siguen a Cloe y huelen
a Dorcón en la maleza;
creyéndole lobo ladran
y, ladrando, lo rodean,
y, antes que el mentido lobo
resurja de la sorpresa,
ya le muerden el pellejo
ya la carne le laceran;
al principio el ruin boyero,
pasmado por la vergüenza,
en silencio permanece
por no delatar quién era...
mientras, Cloe a Dafnis llama
porque venga a socorrerla.

En lo que viene, los perros,
de la piel ya han dado cuenta:
la del fementido lobo,
a pesar de lo muy gruesa;
y la del Dorcón fingido
toda vez ya descubierta.
Los canes, sin compasión,
no se sabe qué más muerdan,
si a Dorcón por no ser lobo,
o a Dorcón por sinvergüenza.
Grandes voces suplicantes,
ya el boyero manifiesta,
buscando amparo de Cloe
y de Dafnis asistencia.
Éstos ya los perros calman,
ya a Dorcón herido llevan
a la fuente donde lavan
sus corporales ofensas:
dentelladas en los muslos
en la espalda y en la testa,
además de los desgarros
que las zarzas le infligieran.
Ya corteza masticada
le ponen de verde olmeda,
ya diferentes emplastos
de muy convenientes hierbas;
remedios de campesinos
producto de la experiencia,
que si no sanan alivian
y si no alivian lo intentan.

Ignorantes ambos mozos
de artimañas tan arteras
que en asuntos amorosos
con frecuencia se despliegan,
como broma pastoril
de Dorcón vieron la empresa
cuyo infausto resultado
reveló ser broma seria.
Confortando al desgraciado
tras las sufridas afrentas,
de la mano lo conducen,
con palabras lo consuelan,
hasta que ya lo despiden
y él se va, mientras reniega.
A salvo de gran peligro
—que insólitamente llega,
no de la boca del lobo,
sino del perro— se aleja.
A lamerse las heridas
Dorcón se va como bestia.

No poco costó reunir
las cabras y la ovejas
que, asustadas por el cisco,
huyeron todas dispersas
(la piel del lobo mentido
y los ladridos aterran
al rebaño que, apacible,
busca sólo el agua fresca,
y no un peligro acechando
—aunque mentido y de pega—
escondido astutamente
en la frondosa ribera).
Hasta entrada bien la noche
Dafnis y Cloe se esfuerzan
en congregar el ganado
que despavorido huyera
escalando a los peñascos
o descendiendo a la arena
de la playa —que el vil lobo,
por guardarse, no frecuenta.

Pese a estar bien enseñadas
a acudir al oír la seña
—ya la voz, o la palmada
o ya la zampoña oyeran—,
el miedo, que del olvido
consejero es y albacea,
hizo que ni voz ni palma
ni silbo reconocieran.
Como a las liebres huidizas
hubo que seguir sus huellas,
rastrearlas y seguirlas
como en la caza se emplea.
Ya el rebaño en el aprisco,
ellos a dormir se aprestan,
lo que harán profundamente
tras la laboriosa brega.
Les libró del mal de amores
la fatiga que acarrean;
pero sólo aquella noche,
porque cuando ya despiertan
el padecimiento vuelve,
inclusive con más fuerza:
se alegran cuando se ven
cuando se separan penan,
el deseo les tortura
pero ignoran de qué sea,
sólo saben que perdidos,
aunque se encuentren, se encuentran:
él, por un ingenuo beso;
por un casto baño, ella.

(continuará)

.
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GALERÍA

DAFNIS Y CLOE

Marc Chagall
1887-1985

Serie Litográfica de Daphnis et Chloé (II)

.....Apunte biográfico/crítico. En 1956 el editor francés Teriade comisionó a Marc Chagall para ilustrar la antigua novela pastoral Daphnis et chloé. El artista pasaría los siguientes cinco años, de 1956 a 1961, realizando las 42 litografías en color de que consta la serie, y en las que se narra gráficamente varios decisivos pasajes de esta narración clásica. La realización de Daphnis et Chloé coincide con el segundo matrimonio del pintor, con Valentina (Vavia) Brodsky; es decir, en un momento de renovación vital, incluido un nuevo romance en su vida. Durante la luna de miel los recién casados viajaron a Grecia, donde visitaron Delfos, Atenas y Poros, donde el pintor se inspiraría para su obra.
.....Tanto técnica como estéticamente la serie de Daphnis et Cloé, de Chagall, es un rotundo éxito. Cada una de las impresionantes litografías en color fue impresa en 20-25 colores individuales. Desde un punto de vista técnico, emplear por separado 20-25 colores requiere una gran cantidad de paciencia y precisión. Desde un punto de vista estético, la incorporación de 20-25 vibrantes colores en cada litografía, inspira asombro y aporta vitalidad a cada obra.
.....La serie de litografías de Daphnis y Chloé, de Marc Chagall, es sobre todo conocida por el uso del color y por el romanticismo e imaginación de sus imágenes. Reconocido como un maestro del color, la impresionante habilidad de Chagall brilla especialmente en estas litografías de colores exquisitos. Como reflejo de su estilo pictórico y de su rica paleta de colores, la serie litográfica de Daphnis et Chloé esta considerada como una de sus series gráficas más importantes. 
(traducido del inglés de la web masterworksfineart)
...

.....Sobre la presente GALERÍA. Se incluirá la serie completa, es decir, las 42 litografías que Marc Chagall realizara para la edición de Teriade de Daphnis et Chloé; pero en dos formatos: en uno, con cada litografía se adjunta la leyenda correspondiente a su descripción correlativa en el relato, en una página —tal y como se presentan numeradas en la edición—; en el otro, la litografía, ya sin la leyenda, en alta resolución. El primer formato se ha incluido en el anterior post; el segundo formato es el que aquí se incluye. No he querido prescindir de ninguno de ellos porque, en el primer caso, se dispondrá de la utilísima leyenda que describe el momento del relato que la litografía muestra; y, en el segundo, se dispone de una copia en alta resolución de cada obra. Tampoco he querido reducir el tamaño de cada reproducción en alta resolución (cada imagen tiene un peso de 1 MB aproximadamente), y es por eso que no las incluya en un solo post, por no sobrecargarlo.

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Litografías

Cover (Portada)
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1. Lamon Discovers Daphnis
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2. Dryas Discovers Chloe
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3. The Dream of Lamon and Dryas
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4. Springtime in the Meadow
.
5. The Wolf Trap
.
6. Daphnis and Chloe at the Spring
.
7.  Chloe
.
8. Chloe's Judgement
.
9. Chloe's Kiss
.
10. Dorcon's Strategy
.
11. Mid-Day in Summer
.
12. The Little Swallow
.
13. The Death of Dorcon
.
14. Daphnis and Cloe in the Nymphs Cave
.
15. The Wine Harvest
.
16. Phileta's Garden
.
17. Phileta's Lesson in Love
.
18. The Young Methymneans
.
19. Chloe is Carried Off by the Methymneans
.
20. Daphnis Dreams of the Nymphs Promise
.
21. Captain Bryaxis Dreams of Pan's Warning
.
22. Sacrifice to the Nymphs
.
 23. Pan's Banquet
.
24. The Sirinx Legend
.
24. The Sirinx Legend
.
26. Spring
.
27. Daphnis and Lycenion
.
28. The Echo
.
29. Summer
.
30. The Dead Dolphin and the Three Thousand Drachmas
.
31. Daphnis and Chloe
.
32. The Royal Garden
.
33. The Altar of Dionysus
.
 34.  The Trampled Flowers
.
35. Daphnis and Gnathon
.
36. The Arrival of Dionysophanes
.
37. Chloe is Dressed and Brided by Cleariste
.
38. Megacles Recognizes His Daughter during the Feast
.
39. The Wedding Feast in the Nymphs Grotto
.
40. The Wedding Night
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