jueves, 20 de diciembre de 2018

Romance de Navidad 2018




Recuerdo que cuando niño
me parecía mi pueblo
una blanca maravilla,
un mundo mágico, inmenso...
[...]
¡Cuántas veces, entre lágrimas
con mis blancos días sueño,
y reconstruyo en mi mente
la visión de aquellos tiempos!
Remembranzas. Juan Ramón Jiménez

Mañanicas floridas
del frío invierno,
recordad a mi niño
que duerme al hielo.
«Mañanicas floridas...». Lope de Vega

Réplica en miniatura, la memoria
es un trasunto mortal de lo eterno.
Vivir suspirando por lo ya pasado
impide respirar plenamente el presente
y limita las aspiraciones de futuro.
Acercarse a la memoria
como a una fuente de dicha,
no como a un pozo de nostalgia.
Pavesas. El autor.


Romance de Navidad

2018


Remembranza

1. El escenario


.......El ambiente (Contrapunto)
Ya está aquí el severo invierno
con su terno gris y blanco:
densa niebla por las calles,
fría escarcha por los campos.
Imposible ver el cielo
y aun el suelo al dar los pasos:
lo que no lo encubre el hielo,
de la bruma lo hace el manto.
Sombras, las gentes, emergen
y se hunden en el espacio
sin referencias visibles
de este contexto oceánico.
Los sonidos, de la nada
a la nada van, sonando:
voces y ruidos mensajes
de anónimos emisarios.
Vacilantes, los olores,
entre la niebla extraviados,
buscan narices a tientas
donde dar fin a su rastro.
Los días cortos expiran
en noches de aliento largo:
la incertidumbre en aquellos,
en estas un cierto espanto.
Todo es sombrío y difuso,
tenebroso y enigmático,
este inclemente diciembre
con que se despide el año.
Un ambiente fantasmal
en el pueblo mesetario
donde, puntual a la cita,
se desarrolla el relato...


...El ámbito (Mi pueblo)
Villa que en otro tiempo
fuese señora del llano,
niñera de varios reyes
y cuna de un infantado
—hay mortecina memoria
de aquel esplendor de antaño
en el soberbio castillo
que corona un altozano—;
caudal exiguo, recorre
de sur a norte, reptando,
un río venido a menos,
hoy poco más que regato;
gran plaza soportalada
—irregular cuadrilátero—:
estepa rusa en invierno,
desierto libio en verano;
mentidero secular,
punto de encuentro obligado
en las fiestas y domingos
y aun en los días de diario;
magna iglesia colegial
levanta su mole a lo alto:
sobria corona de hierro
ciñe a despecho del rayo.
cinco cenobios de monjas
—islas de un piélago urbano—
son de visita obligada
las tardes del Jueves Santo;
dos centros de religiosos,
escuela de ferroviarios,
instituto laboral
y tres colegios privados;
dos cines de sesión doble
con nombres del mundo clásico:
uno al heleno remite,
el otro lo hace al romano.
altos hornos por industria,
por comercio buen mercado
y cien bares por servicio
para el ocio y el descanso;
nudo de ferrocarril
y estación de primer rango:
de trenes de mercancías
y de viajeros de paso;
un cuartel de artillería,
doblemente centenario,
insufla vida a la villa
por vía de sus soldados;
San Antolín, visigodo
mártir por culpa de Arriano,
migró de Francia a la villa
dándole su patronazgo;
en campo de azur bezantes,
en su timbre coronado,
lema en bordura de plata:
el escudo legendario.

2. El protagonista


Tiene nuestro personaje:
ojos verdes, piel morena,
flequillo sobre la frente,
de soplillo las orejas,
cuerpo chico, manos grandes,
un poco zambas las piernas
y los pies planos de andar
sobre sueños y entelequias.
También tiene, semiocultas:
turbada delicadeza,
timidez sin cobardía,
valentía con prudencia,
sensibilidad sobrada,
imaginación despierta,
determinación dormida
y atención en duermevela.
Su mente es jaula de grillos,
fantástica pajarera,
fuente de contradicciones,
palestra de controversias,
proyector de mil historias,
pantalla de mil leyendas,
muñidora de sofismas
y cedazo de certezas.
Niño vemos a Rodrigo
allá en los años sesenta:
cuenta seis años cumplidos
con incierta suficiencia;
es su mundo el de los cuentos
ilustrados con viñetas
y el de las muchas historias
que sus textos ya le cuentan.

3. El Belén


I
Es veintiuno de diciembre,
último día de escuela:
en el ambiente repican
campanillas navideñas.
El adorno de las aulas
es la exclusiva tarea:
las guirnaldas de colores,
las bolas y las estrellas
de metálicos reflejos
el espacio escolar pueblan;
y en lugares preferentes,
junto al paso de las puertas,
sobre mesas guarnecidas,
los Portales de corteza
con el Misterio y el ángel,
el asno, el buey y el cometa.
Suena el timbre en el colegio,
las vacaciones comienzan,
y ya salen los chavales
en turbamulta caterva:
gritan, se empujan y agitan
desdeñosos las carteras;
huyen de la calidez
y en la gelidez se adentran,
surgen de la claridad
para hundirse en las tinieblas:
apenas es media tarde
y parece noche entera;
las farolas iluminan
pobremente las aceras
con difuminada luz
que en la niebla amarillea.
Pero el frío no entumece
la infantil efervescencia,
ni los gélidos rigores
pueden con la escandalera:
arden las mentes febriles
atizadas por las fiestas,
pasto de eufóricas llamas
sus corazones se incendian...
...Se dispersa el griterío,
la algarabía se aleja,
la condensada humedad
se traga las estridencias.


II
De la mano de su hermano,
a casa —y a la carrera—,
tras cruzar la inmensa plaza
y el puente del río, llega
un Rodrigo emocionado
porque sabe qué le espera:
en el sobrio comedor
se hará un hueco a la leyenda,
a la rutina ordinaria
se le unirá la quimera,
y, con ellas, fantasía
entrará en la convivencia.
Es su hogar lo que se llama
una casa molinera,
anteriormente hostería
y hoy nada más que vivienda.
Tiene una zona habitada
que comprende varias piezas
y un corral con gallinero,
dos cuadras y una escalera
que conduce, a cielo raso,
a otra zona ya desierta:
un desván desocupado
y una galería abierta
que da acceso a cuatro estancias
en desuso y decadencia.


III
Entra al comedor Rodrigo,
mira detrás de la puerta...
y allí está, como otros años,
forrada de hule la mesa
donde, con fidelidad,
se recreará la escena
del Nacimiento de Cristo
en la Belén de Judea.
Ya imagina el niño, absorto,
cómo el vacío se llena,
cómo la nada se colma,
cómo el espacio se puebla:
cómo el cielo azul se extiende,
brillando en él las estrellas;
cómo se dispone el río,
cómo la mullida hierba,
cómo el negro roquedal
y sobre él la fortaleza,
cómo el pardusco trazado
de las sinuosas veredas,
cómo las dispares casas
de la variopinta aldea,
y, en fin, cómo las figuras
y el Portal allí se asientan.
De la ensoñación Rodrigo
súbitamente despierta,
su madre le está llamando
para tomar la merienda.
Mientras la toma, su mente
ya el momento saborea
en que, hacedor de su sueño,
demiurgo de su quimera,
junto a su padre y su hermano
vaya a buscar las materias
precisas para crear
el mundo en que se recrea.


IV
A la mañana siguiente
salen los tres por la puerta,
bañándolos fríamente
la bruma helada y espesa.
La mirada alcanza a ver
un par de metros apenas,
mas lo inclemente del tiempo
en su ánimo no hace mella.
Tras recorrer campo y pueblo,
de lo preciso se agencian
para montar el Belén
que a todos más les deleita:
un papel de estraza azul
de cielo dará apariencia,
papel plata de colores
las estrellas que destellan;
el musgo aterciopelado
que cubre el suelo y las peñas
de las zonas más umbrías,
la verdinosa pradera;
la escoria de los fogones
que vomitan las calderas
de hambrientas locomotoras,
la abrupta y negra roqueda;
tiras de argentado espejo,
sobrantes de cristalera
con el diamante cortadas,
la corriente que refleja;
de un taller de carpintero
el serrín que será tierra
—remedo limpio y ligero—
de las onduladas sendas.
Como un tesoro guardado
en cofre de madreperla,
envueltos en suaves pliegos
de fino papel de seda:
varias casitas de corcho,
un castillo con almenas,
un puente curvo de un ojo,
un pozo con su polea,
el Portal con su pesebre
y las figuras diversas:
dos soldados con sus lanzas
—del castillo centinelas—,
un pastor con su cachaba,
otro con cordero a cuestas;
seis vacas y tres terneros,
seis borregos, siete ovejas,
dos cabras, tres cabritillos,
un perro de orejas tiesas,
seis conejos, tres gazapos,
un berraco con seis cerdas,
cuatro cisnes, siete patos
y varias aves domésticas;
una yunta de dos bueyes
y un labriego que la lleva;
tres mujeres campesinas
en diferentes faenas:
una que acarrea leche,
otra, pulcra, es lavandera,
la tercera, como Cloto,
devana hilo en una rueca;
cada Rey Mago de Oriente
en camello, de una pieza,
y tres pajes que conducen
las monturas de las riendas;
el buey y el asno, tendidos,
que en el Pesebre se albergan,
María, José y el Niño
tumbado en mullida cesta,
el Ángel Anunciador
que desde el pórtico cuelga
y la estrella de Belén
con su curvilínea estela.

Es veintidós por la tarde,
y el Nacimiento ya muestra,
como así estaba previsto,
dispuestas todas sus piezas.
Sólo faltan luminarias
con que resaltar la escena
—para este sacro teatro
oportunas candilejas—.
Pronto un cable se dispone
con esmero y diligencia
hasta el juego de bombillas
que irisadas parpadean.
Ahora sí que la labor
finalmente está completa:
con compás intermitente
el Belén late y destella.

4. El Despertar de los sentidos


Sensaciones
Mira Rodrigo, encantado,
de lejos la obra maestra,
y después, dando unos pasos,
la examina más de cerca:
al acercarse percibe
aroma a humus y a hierba,
a humedad y sotobosque
con un toque de madera:
son el musgo y el serrín
lo que su nariz detecta;
pero hay más, otros olores
a corcho y a goma vieja
—sutiles pero presentes—
se suman a la paleta;
sigue aspirando y distingue
del cielo el olor a imprenta
y cierto aroma a quemado
que la escoria aún libera.
Después, cerrando los ojos,
de modo alterno, olfatea
cada parte del Belén,
hasta que en su mente, impresa,
la imagen de cada olor
como en un mapa se ordena.
Al disfrute de la vista
el del olfato se agrega;
la satisfacción es doble,
inmensa la recompensa.
A partir de ese momento
en su memoria sincrética
cada olor tendrá su historia,
cada materia su esencia.
En Rodrigo los sentidos
poco a poco se despiertan,
tras la vista y el olfato,
se estira el tacto y bosteza:
de repente las texturas
adquieren preeminencia.
Curioso todo lo toca,
lo acaricia y aun lo besa,
ligando la sensación
al alma de la materia:
lo algodonoso del musgo,
de la escoria su aspereza,
lo pulido del espejo
o del corcho su adherencia.
Mano y labio tribunales
dictando jurisprudencia
sobre formas y texturas:
las sensaciones, sentencias.


Villancicos y cantatas
Por el aire, persistentes,
los villancicos resuenan:
en las casas y en las calles
zambombas y panderetas;
tonadas con estribillo,
populares cantinelas
que animan la Navidad
y aportan magia a las fiestas...
Arre borriquito, arre burro arre,
anda más deprisa que llegamos tarde.
Arre borriquito vamos a Belén,
que mañana es fiesta y al otro también.
Rodrigo también descubre
en su oído sutilezas,
afinidad por la música
y su rítmica cadencia...
Hacia Belén va una burra, rin,rin
Yo me remendaba, yo me remendé,
yo me eché un remiendo, yo me lo quité.
Cargada de chocolate...
Más le emocina el sonido
que el sentido de las letras:
goza más la melodía
que el texto con que se expresa...
que ha nacido el rey de los angelitos. ♫
Son el ritmo y la armonía
los que arroban y embelesan,
sobre el modo melodioso,
su alma sensitiva y tierna...
Campana sobre campana,
y sobre campana una,
asómate a la ventana,
verás al Niño en la cuna.
Cancioncillas facilonas
que machaconas penetran
el corazón de las gentes,
sacando lo mejor de ellas...
Canta, ríe, bebe que hoy es Nochebuena
y en estos momentos no hay que tener pena
dale a la zambomba, dale al almirez
y dile a tu suegra que lo pase bien.
Disfruta también la música
que algunos tildan de seria
(aunque no sabe el por qué,
ya que a él tanto le alegra).
Oratorios y cantatas:
solistas, coros y orquestas,
jubilosas alabanzas,
esperanzas y promesas.
Mundo sonoro al que accede
por instintiva querencia:
barrocas composiciones
son de ese mundo la puerta.
Andando el tiempo sabrá
que aquella excelsa belleza
con un tal Sebastian Bach,
sobre todo, estará en deuda.
J.S. Bach, Cantata BWV 140]
...
Vista, oído, olfato y tacto
de repente se revelan
como fuentes de un placer
que inundará su conciencia.
Sensaciones florecientes
—¡en Navidad, primavera!—:
es el alma de Rodrigo
una sensorial floresta.

5. De la cocina al comedor


Llega el día veinticuatro:
zafarrancho en la cocina.
Tras el toque de dïana
el trajín pronto se inicia:
cena para Nochebuena;
para Navidad, comida;
la función de los fogones
será de sesión continua...
La económica se ceba
de madera con resina
y carbón de ovoide coque
o poliédrica antracita.
Se disponen las cazuelas,
las sartenes y vasijas
donde cocinar las viandas
en la secuencia prevista.
Las carnes que irán al horno
y a la cazuela, se aliñan:
—pollo del propio corral
y lechazo de Castilla—;
se preparan los pescados
y los moluscos se limpian
—darán fondo sustancioso
a la sopa consabida—;
Ya los vapores ascienden
y al momento se disipan,
ya los olores se expanden
dando de su ser noticias;
Rodrigo todo lo observa,
lo olisquea y analiza,
sus sentidos son esponjas
que absorben cuanto asimilan.
Al cabo llega la noche,
la mesa grande se avía:
se colocan los cubiertos,
se dispone la vajilla.
Sobre el viejo aparador,
señalando la vigilia,
los dulces de Navidad
formados para revista:
en un cestillo el cascajo
tostado en panadería;
en otro los polvorones,
piñones y peladillas;
en una fuente el turrón,
de dos variedades típicas
—de Alicante y de Jijona—,
con los higos se combinan;
mazapanes y almendrucos
cubiertos de oblea fina,
en otra fuente, alternados,
la colación finiquitan.
Agua fresca en una jarra
y en botella fresca sidra
(que a Rodrigo cosquillea
la nariz inquisitiva)
serán, por toda bodega,
simples y austeras bebidas,
si no se cuenta, a los postres,
la especiada y dulce quina.
(Faltan aún unos años
para que acuda a la cita
—fachada azul la etiqueta—,
ínclito, el Vega Sicilia).


Epílogo
El palpitar del Belén
—latidos de luz polícroma—
y el sonar de villancicos
vuelven navideño el clima.
En el comedor la noche
es menos oscura y fría:
la magia de Nochebuena
da calidez e ilumina.
..........................Mientras...
En el pueblo el frío arrecia,
la espesa niebla porfía,
la escarcha todo lo cubre
con su nívea mantilla.
Un aterido silencio
vaga por calles vacías:
en su memoria de hielo
los sueños mudos tiritan.

Fin




¡¡¡Feliz Navidad
a mujeres y hombres
de Buena Voluntad!!!